El placer de comprar en el mercado
EL PLACER DE COMPRAR EN EL MERCADO
Lilian Nieto Fernández
Recuerdo que de niña, cuando acompañaba a mi madre a hacer las compras de la
semana en el mercado, buscar los mejores productos a los más bajos precios, era
un acontecimiento importante. El regateo, la oferta y la demanda, la caserita o el
caserito, que te trataba como si fueras la mejor de sus clientas, hacía que terminaras
comprando más cosas de las que habías programado. El mercado era punto de encuentro
de personas que muchas veces ni se conocían y allí entablaban conversaciones
amistosas y algunos chismes sabrosos, con la libertad que solo el mercado te
permitía, y que era compartida entre clientes y vendedores de los puestos del
mercado. Si alguien de la familia estaba enfermo, allí estaba el yerbero y la opinión de
algunos compradores que aconsejaban las mejores recetas.
Mi madre se llevaba algunas yerbas adicionales, por si sufríamos otras dolencias.
Recuerdo haber tomado – po si acaso- aguas con sabores horripilantes para prevenir
alguna enfermedad o fortalecer algún órgano. ¡Era extraordinario sentir el aroma
de las verduras y las frutas frescas! Y escuchar el pregonar de cada
puesto ¡caserita compre las ricas manzanas rojas y sabrositas, pregunte nomás sin
compromiso, pruebe caserita, aquí le regalamos la fruta, venga, venga, los precios
más baratos los tiene Juanita! Era maravilloso sentir la cercanía de la gente y ver
el intercambio social y cultural; encontrar personas de diferentes lugares del Perú;
escuchar los diferentes acentos, el descontento o la algarabía, la mezcla de sabores,
olores y colores.
Han pasado un poco más de tres décadas de aquello, y hoy casi han desaparecido
estos lugares de encuentro. Casi todos acudimos a los súper, donde los
productos están organizados bajo un sistema marketero y crean ofertas ficticias, de
tal manera que terminas comprando hasta lo que no necesitas. Están dispuestos para que
te atiendas, sin necesariamente intercambiar opinión con nadie. El proceso es impersonal
pero práctico.
Pero aún existen algunos mercados al aire libre. Con gran alegría descubrí uno
relativamente cerca de mi casa. El huachi de la esquina me dijo que yendo hacia Villa el
Salvador quedaba el mercado de SAN JUAN DE DIOS, uno de los más grandes del Perú,
donde se encuentra de todo.
Como todas las mañanas llegó Carmencita (la señora que trabaja en casa desde hace
casi 14 años y se ha convertido en un miembro más de mi familia). Le conté sobre
mi maravilloso descubrimiento, y se le iluminó la cara. Me di cuenta que ella también
disfrutaba de las visitas al mercado. Tomamos un microbús que nos dejó muy cerca del
mercado. Cuando llegamos me quedé impresionada de lo grande que era, y como se
conservaban algunas costumbres. Estaban las tiendas mayoristas y los minoristas, las
piñaterías, los puestos de abarrotes, las tiendas de ropa, lanas, enseres, plásticos, frutas,
verduras, pasamanería, carnes de todo tipo; y, en las afueras lo mismo. De todo a precios
cómodos, al costado de las tiendas, están instalados los verduleros y fruteros a manera de
feria, ofreciéndote lo mismo pero a precios más bajos.
Fue extraordinario encontrarme nuevamente con aquello que viví de chica con mi madre.
Encontré a muchos de mis paisanos apurimeños, que no han perdido la dulzura y el trato
cordial, sobre todo cuando saben que tienes sus mismas raíces. Volví a sentirme acogida
y libre de comprar lo que yo quiera y a quien quiera.
Llegando me encontré con un festejante pícaro apurimeño que me vendió unas
papas Yungay nativas (deliciosas), con yapa incluida por ser mi paisano, y la esposa
complaciente y encantadora, se aprovechó para venderme todo lo que podía. Seguro
que esa técnica les da resultado, allí dejaba todo lo que iba comprando. Encontré
la misma diversidad de gente, algunos menos amables y otros absolutamente
encantadores, y con la mitad de lo que gasto normalmente, compré casi el doble de
lo que acostumbro.
Disfruté de la fragancia del perejil, la hierbabuena, las frutas y hortalizas que me
transportaron a la tierra de mi bisabuela y mis raíces.
Lilian Nieto Fernandez es una actriz y cantante chalhuanquina tuytuq mote.
Fotos: Fredy Roncalla
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