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Sobre la traducción del quechua / Julio Alexis Leon




En el marco del conversatorio sobre lenguas indigenas tenemos la siguiente misiva del wayki Julio


Respuesta a la pregunta de Fredy sobre la traducción del quechua.

Julio Alexis Leon, Hunter College


Querido Fredy, creo que la ´pureza´ literal cuando se trata de traducir no existe. En todo caso, esta ´pureza´ sólo se concibe en las frías habitaciones desde las cuales los académicos se esfuerzan por detener el inevitable desarrollo de las lenguas. Y allí, congelados, se obstinan por resistir el acoso ardiente y vivo del lenguaje que los hombres hablan en la calle. En el asunto de las traducciones cualquier ´violencia´ se justifica, si transmite el universo de donde emana la lengua que se traduce. Recordemos el conocido ejemplo de los lapones que mencionan los lingüistas: ¿cómo expresar en alguna lengua moderna los diversos matices y vocablos del color blanco de los que viven en la nieve perpetua del Polo, si nosotros solo nombramos con uno todas esas diferentes escalas del blanco? Las lenguas no nacen por decisión divina como en Babel sino que, al surgir como necesidad comunicativa de los hombres, se impregnan de la realidad con la que estos se vinculan, se preñan de sus amores y alegrías, de sus odios y ternuras, de sus formas de percibir el mundo y la naturaleza. Una lengua llora y ríe, baila y se emociona, odia y se comunica en íntima relación con los hombres que la practican y el medio en el que nace y vive. La percepción que el hombre tiene de su entorno no es inocente ni universal como no lo son tampoco las lenguas; éstas difícilmente son arbitrarias pues están cargadas de la particular realidad de donde proceden. El hombre aprende a observar el cosmos con la ayuda imprescindible del lenguaje como su herramienta más importante. Como no se puede universalizar un solo modo de percibir el mundo sin que se destruyan todas las culturas en beneficio de una, las lenguas y las traducciones más que un asunto lingüístico es una cuestión cultural. De esta manera, las traducciones siempre serán controvertidas, pues en un estricto sentido, éstas son una (re)creación del texto original.

En el Perú una figura emblemática en esta labor es la de José María Arguedas. Toda su obra estuvo empeñada en traducir la riqueza cultural indígena quechua al español. Al traducir los mitos indígenas recogidos en quechua durante los primeros años del siglo XVII por el “extirpador de idolatrías” Francisco de Ávila, apela más a la subjetividad emotiva de la oralidad quechua encontrada en el original que al dato puro o literal que pudiera proporcionar la información del texto. Arguedas confiaba más que en cualquier otra información en la fuerza íntima y emotiva anidada en la cultura indígena de esas narraciones míticas que los informantes de Ávila vertieron en primera persona. Se valió de su personal conocimiento de la cultura para entender y transmitir la imagen del Perú antiguo de aquellos mitos. De este modo, seguía ejerciendo en este texto, el oficio de traductor cultural.

Por otro lado, nosotros que vivimos en Nueva York y nos enfrentamos diariamente a una cantidad numerosa de lenguas de todo el mundo, sabemos que cada una tiene algo que aportar. ¿Quién puede saber cómo se hablará el español o el inglés dentro de treinta o cincuenta años con esta multitudinaria convivencia? ¿O, cómo será el quechua en esta hora moderna y globalizada? ¿Acaso tú mismo no escribes tus poemas en quechua, castellano e inglés? Quizás el verdadero futuro signifique vivir lo mejor de todas las lenguas y culturas como la mejor manera de oponerse a la prepotencia de la hegemonía homogenizadora.

En este proceso, creo que el quechua como toda lengua viva que lleva siglos enriqueciéndose en contacto con otras lenguas está en permanente evolución, pero en lo esencial, me parece -y tú lo sabes mejor que yo- conserva el cosmos andino de donde viene, y ese es, creo, el asunto central que se debe transmitir en toda traducción. Yo que soy un yunga, que viví casi toda mi vida en la costa del Perú, me pensaba un hombre no andino por no hablar quechua ni haber vivido en el Ande. Pero ahora, después de vivir cerca de quince años en contacto con el español en los diversos matices que se encuentran aquí, no lo creo más así. Aquí pude descubrir la enorme influencia de la lengua quechua en el español peruano, no sólo en muchos de sus vocablos sino, sobre todo, por la particular cosmogonía que comunica. Quizás debamos pensar el quechua y lo andino como una dimensión cultural que incluya todos los estratos de aquella vasta región para así evitar y cerrarle el paso a la propagación de una modernidad sin matices y contribuir con nuestra diferencia a lo mejor de la humanidad. Es por ello que creo que la traducción no debe renunciar a expresar lo íntimo y subjetivo que encierra la forma de interpretar el mundo en beneficio de la ´literalidad´. Si lo hacemos, quizás perdamos lo mejor de nuestro aporte al futuro.

Un abrazo,

Julio.

*Foto: baile de toro puqllay en Cotaruse, Fredy Roncalla

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