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BREVE COMENTARIO SOBRE EL LIBRO: HISTORIAS Y COSTUMBRES ANCESTRALES DE JULCÁN. Ever Oblitas

Desde Julcán, Ever Oblitas, hace  útiles apuntes sobre el libro "Histotias y costumbres ancestrales de Julcán" Al señalar, por ejemplo, que se ha negado rol articulador a la infancia andina, abre  dialogo con los 16 relatos de alumnos chuschinos publicados  recientemente. También al tratar el territorio como texto cultural, se relaciona con lo propuesto por Rebecca Carte sobre la naturaleza como texto en Huarochri, los topónimos como poetisa espacial, y los relatos de santos  como parte del corpus literario (Torres Calisaya). Estos apuntes contribuyen también, desde lo local de Julcan al escenario nacional y latinoamericano,  al debate sobre epistemológica andina y  decolonialidad, afirmando la estética de lo no pulido. Mucho que reflexionar. Gracias Ever, forever.





 
     Gadamer decía: Todo texto no existe como objeto inerte, sino como acontecimiento de sentido. “Historias y costumbres ancestrales de Julcán” en este caso el libro no es una compilación documental, sino un evento interpretativo que se activa en la convergencia de dos horizontes: el de la tradición local que emerge en la escritura de niños y adolescentes, y el de quien lee desde coordenadas históricas, culturales y simbólicas frecuentemente ajenas a la ruralidad andina. En ese cruce de fusión de horizontes, “Historias y costumbres ancestrales de Julcán” se constituye la obra como fenomenología de la experiencia cultural. 
En el caso de la producción literaria latinoamericana contemporánea atraviesa una tensión fundacional: el choque permanente entre una tradición letrada de raíz colonial-eurocéntrica y los universos narrativos subalternos que resisten, reaparecen y se reinscriben desde la periferia histórica de un sistema llamado: mundo. “Historias y costumbres ancestrales de Julcán”, no es simplemente un libro; es un gesto político-cultural de restitución simbólica. No nos hallamos ante un conjunto ingenuo de textos escolares, sino frente a un dispositivo de memoria colectiva en la más rigurosa acepción antropológica del término. Su valor no se mide por los estándares clásicos de la crítica formalista ni por la pulcritud estilística del canon, cosa que no tomaré en cuenta para este modesto comentario; sino por su densidad cultural, su potencia de transmisión simbólica y su función epistemológica en la disputa por la representación de lo andino. Este libro no es la mera recolección de datos: esto es la interrupción del relato hegemónico. En el caso peruano donde siempre la historia ha sido narrada desde Lima hacia la montaña, desde la costa hacia la sierra, desde la ciudad hacia el campo, la obra irrumpe como gesto decolonial: la voz no media, no imita, no traduce; habla desde dentro. Su corpus textual que esta producido por niños y adolescentes de Julcán, constituye una re-apropiación comunitaria del derecho a narrar el territorio, la muerte, la fe, la naturaleza y el misterio sin someterlos a la mirada turística, folklorizante o exotizante. Más allá de un ejercicio escolar anecdótico, el volumen articula una praxis contracolonial sostenida por tres ejes fundamentales: oralidad, territorio y memoria. Cada relato reconstruye no un pasado muerto, sino una topografía viva del imaginario julcanero; cada historia funciona como acto performativo de resistencia cultural.
 
1.- Oralidad como epistemología andina. El teórico literario Walter Ong distingue la oralidad primaria de los sistemas secundarios de transmisión cultural. En “Historias y costumbres ancestrales de Julcán”, sin embargo, no asistimos a una oralidad “primitiva”, sino a una oralidad epistemológica y ontológica. No es una forma anterior al pensamiento, sino una forma alternativa de conocimiento. La particularidad de estos relatos radica en que no representan tradiciones orales: las actualizan. La oralidad aquí no es citada; se ejerce. Cada texto se inscribe en una economía discursiva donde la palabra no informa: convoca. El relato no describe: invoca presencias, reactivas memorias, abre portales simbólicos. En relatos como “Don José y el diablo”, “El cerro encantado” o “La pastorcita desaparecida”, el pacto narrativo responde al modelo de lo que Mircea Eliade llamó tiempo mítico: no hay una cronología histórica, sino un tiempo circular, donde el pasado no es anterior, sino simultáneo. El mito no es pasado: es estructura viva del presente. Desde un prisma decolonial, esta característica representa una impugnación directa al logos ilustrado occidental. El positivismo narrativo, obsesionado con la verosimilitud técnica, naufraga frente a una cosmovisión donde el cerro piensa, el diablo negocia, la Virgen aparece, y los muertos no se extinguen, sino que cambian de estado.
 
2. Territorio como texto cultural. Julcán no es un escenario; es un sujeto narrativo. En esta obra, el territorio no cumple una función decorativa, sino ontológica. Los cerros, las lagunas, los caminos, las chacras, los pueblos y las minas son personajes activos: sienten, reaccionan, castigan, protegen. Desde la antropología simbólica (Geertz), el espacio es un sistema de significaciones. En esta obra, cada cerro es un archivo; cada camino, una hipótesis narrativa; cada mina, un archivo de violencia histórica y promesa maldita. El mito del Muki, por ejemplo, no es un simple relato fantástico: es una elaboración alegórica del extractivismo colonial, donde la riqueza nunca llega sin sacrificio humano. La tierra no es propiedad: es sujeto. La montaña no es geografía: es genealogía. Aquí se quiebra la lógica moderna de la propiedad privada. El territorio no pertenece al hombre; el hombre pertenece al territorio. Esta inversión ontológica define el núcleo de la crítica decolonial que el libro sostiene sin declararlo explícitamente.
 
3. Subalternidad narrativa y pedagogía insurgente. El libro no solo produce literatura: produce sujetos de habla. En una tradición histórica que ha negado sistemáticamente a la infancia andina el estatuto de productor cultural, el volumen irrumpe como acto de emancipación simbólica. El niño no aprende a escribir: escribe para existir. Desde Spivak, podríamos preguntar: “¿Puede hablar el subalterno?” En Julcán, el subalterno no solo habla: enseña. El aula deja de ser espacio de reproducción cultural limeñizada para convertirse en laboratorio de memoria colectiva local. Estamos ante una inversión radical de la pedagogía colonial: el niño no repite el canon europeo; reescribe el cosmos andino.
 
4. Cosmovisión andina versus metafísica cristiana. Uno de los aspectos más complejos del libro es su articulación sinfónica entre dos universos teológicos: el cristiano (Virgen, Diablo, ángeles) y el andino (encantos, mukis, cerros vivos). Lejos de ser contradictorios, estos sistemas se superponen en una teología híbrida. No se trata de sincretismo superficial, sino de una operación ontológica profunda: el demonio se andiniza, la Virgen se territorializa, los ángeles caminan por caminos de tierra. La salvación ya no ocurre en el más allá: ocurre en la chacra, en la fiesta, en la cocina, en el camino. Este desplazamiento desmantela el monopolio cristiano de la trascendencia. La salvación deja de ser vertical y se vuelve horizontal: se vive, se cocina, se canta.
 
5. Estética de lo no pulido. Desde una crítica elitista, se podría objetar la sintaxis sencilla, la narración lineal, el léxico popular. Esa lectura sería un error teórico mayúsculo. La estética de este libro es anti-cosmética: no busca la invisibilidad del lenguaje, sino su arraigo. Como Benjamín sostuvo respecto a los narradores tradicionales, el sentido no emerge de la técnica, sino de la experiencia transmitida. Aquí la belleza no reside en el ornamento: reside en la densidad cultural.
 
6. Literatura como acto político. Esta obra es política no por su ideología, sino por su existencia. El simple hecho de que una comunidad rural se escriba es un gesto contracultural. No responde al mercado, no se subordina al canon, no busca aprobación: se produce a sí misma. En términos foucaultianos, el libro es una forma de contra-discurso. En términos decoloniales (Mignolo), es una práctica de desobediencia epistemológica.
 
7. La memoria como resistencia. No existe aquí nostalgia: existe re-fundación. El pasado no es museo: es herramienta de futuro. En cada relato late una pedagogía histórica: se recuerda no para llorar, sino para permanecer.
 
A modo de conclusión podía decir que: “Historias y costumbres ancestrales de Julcán” no es un libro provinciano (como algunos peyorativamente lo denominan), ni escolar, ni folklórico. Es un archivo simbólico contra el olvido impuesto. No exige lugar en el canon; lo desestabiliza. Esto es literatura sin universidad, sin mercado, sin centro. Y precisamente por eso, es en lo que se destaca, y además es necesaria.
 
P.D. Autor.
Ever Oblitas. Actualmente radica en Julcán. Vive aturdido en la orgía de leer y escribir como única manera de soportar su existencia. Lo demás es pura vanidad.

 

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