Solía soñar el pueblo. Mucho antes era llegar volando y ver todo verde. A veces uso cuantos edificio muy nuevos y también un chalet a todo dar en la estancia. Ya casi nunca los túneles. O los cerros escarpados a los que uno subía con facilidad, pero tenía que bajar arañando el abismo para llegar a la superficie menos rápido que el agua de las cascadas. Había un camino que bajaba a la cuidad por filudas pendientes y daba a una barriada de casas incrustadas una entre otra donde alguna vez amé una muchacha, pero al regresar a buscarla nuca supe que línea de micro tomar para recoger los pasos del corazón. Y cuando caminaba río arriba, manadas de toros enjalmados precedían intensas fiestas de waqrapukus, arpas, violines, y mantas coloridas, hasta que al llegar a la ciudad casi de noche la veía llena de edificios, hoteles de cinco estrellas, bares a todo dar, y calles en donde uno que tenia que buscar harto ...
Poéticas indígenas y originarias.