Tiempo de pensar seriamente en un estado federativo y con igualdad de condiciones y derechos para todas las regiones, empezando por el macro sur. Gracias al ojo avisor de Theo Arroyo
CREAR UNA “REPÚBLICA DEL SUR”
No es casualidad que la iniciativa de crear una confederación de gobiernos regionales que se constituyan como una unidad nacional autónoma haya surgido de los puneños. Tienen una larga experiencia de convivencia de las culturas quechua y aimará. Vínculos históricos fuertes con Argentina y en los últimos sesenta años, al menos, una proyección territorial de su población hacia Bolivia, Tacna y Arequipa.
Sin duda en el sur del país hay mucho poder creciente. Ha pasado de ser durante cien años el centro de operaciones de empresas y haciendas laneras dedicadas a la exportación, a transformarse en un territorio con un dinamismo múltiple en posibilidades y realidades. En cuanto a riquezas están las minerales, desde el litio hasta el cobre y el hierro o el zinc. Las agrícolas cobran cada vez más importancia, desde las de exportación hasta los productos tradicionales como la papa o las frutas que abundan y que se podrían independizar de los controles que se ejercen por las mafias actuales desde la capital. Es el caso también innegable del turismo y lo poco, o las miserias que deja en el sur peruano que a duras penas alcanzan en el pago de salarios y recursos muy limitados compitiendo con capitales foráneos que son extractivos, que dejan apenas para vivir del turismo más importante en la región sur peruana desde Madre de Dios hasta Machupicchu y otras zonas por ahora abandonadas como todo el territorio Wari.
La hipótesis real de una dinámica de autonomización no fue planteada por el gobierno chotano, pero sí abrió las compuertas al rio de movilizaciones rurales sobre las ciudades del sur. Simultáneamente los sectores urbanos han pasado a procesar y evaluar lo ocurrido. La hipótesis sigue vigente y puede iluminar las rutas a seguir para que estas sean las mejores posibles, sin más sangre ni represión indiscriminada.
El modelo macro sur apunta a un estado descentralizado en cantones con identidad cultural, como en Suiza, que además se declara neutral y pacífico. Imposible pensarlo desde los intereses de la capital y que se busque continuar con su dominio desde el estado, legislando siempre en función de intereses metropolitanos que no son los regionales.
La independencia de la metrópoli se escenifica desde el sur con nuevos actores que no son la España invadida por el imperio francés y una América creando nuevos estados. Son Lima y la concentración capitalista y de acumulación exagerada y desmedida de pobreza, consumismo y por cierto de los recursos públicos en los poderes del estado y regiones que reclaman con justo derecho manejarse con independencia.
Desmembrar el sur ¿es romper el Perú? ¡No! No lo miren desde acá, desde cualquiera de los cincuenta y tantos distritos de Lima y Callao, más bien colóquense en el altiplano, en las provincias altas del sur como la de Cotahuasi o Chumbivilcas (emblemático lugar donde el diablo perdió el poncho).
Es visto como un intento por volver a ciertos orígenes del último de los grandes imperios de este territorio, pero no para refundarlo, para hacer una república a la medida de sus necesidades, una que los incluya plenamente y sea suya. Abrir tienda aparte, como en un federalismo radical. Al mismo tiempo es una propuesta pacífica, que alternativamente podría ser la de un doloroso y largo conflicto que puede durar hasta treinta años, sobre un proceso que ya está marcha.
Hace medio siglo, el bienestar entre todos los peruanos se lo prometieron a sus abuelos, a sus padres… y lo que ocurre es que la pobreza se ha incrementado, fuertemente. Y cuando descubren que tienen litio en su suelo privilegiado, que el turismo se podría organizar de otras maneras para bien de todos, que Huamanga podría ser nuevamente un centro de cultura regional con alcances en todo el espacio del sur, las reivindicaciones sureñas de Tacna y los más pegados al altiplano geográfico y cultural, siendo costeños, son asuntos a tener en consideración.
Ellos saben ahora lo que valen, se paran sobre un suelo que es suyo, que recuperaron hace cincuenta años y quieren cuidarlo ellos porque es su tierra, no quieren negociarlo mal, ni todo, aunque muchos son los negocios que siempre serán bienvenidos. No entienden por qué se llevan lo que se llevan y el estado no les retribuya inmediatamente en bienestar y calidad de vida y las empresas se ponen de costado. Porque todos entienden que se rigen por sus contratos que desde su legítima perspectiva son convenidos situándolos como terceros, porque el estado les ha expropiado gran parte de sus derechos.
La pelea no es en realidad contra la mina o la empresa agroexportadora, es contra ese estado que da las leyes para que muchos malos empresarios abusen sin medida ni clemencia. No les da leyes para vivir mejor ahora. Por eso también recuerdan los contratos ley de Fujimori que con mucha corrupción y falto de patriotismo entregaba sus recursos al capital extranjero.
La cámara de comercio regional en cada caso, tendrá que ampliar sus miras. Si bien cada espacio regional antiguo empezará esta nueva etapa desde un posicionamiento diferente, quedará claro que el ingreso de recursos y productos foráneas al estado sur peruano deberán competir por calidad y precio, pero no por dumping, defendiendo así la producción local. Los nuevos gobiernos regionales, aún no asumidos sus cargos, levantan desde diciembre fuertes demandas de desconcentración y descentralización, con mucho mayores recursos para su gestión, cuentan con un apoyo multiregional coordinado cada vez mejor perfilado que se pregunta, por qué no avanzar hacia una coalición del sur.
Ante ello, el estado centralista, con los altos cargos de los funcionarios de sus distintos poderes en el sistema de justicia, la legislación nacional y el manejo desde el ejecutivo puede entrar en jaque y disparar un nuevo proceso político por ahora impensado. Uno que puede empezar con el manejo más adecuado de los recursos ppara los gobiernos regionales..
El VRAEM forma parte de la región sur, aunque sus características de selva alta hacen que no se le vea conformante de este nuevo espacio vital, como llamaron los nazis a la justificación filosófica de su expansión. Aquí parece que es al contrario, o es otra visión del espacio vital como refugio y aislamiento para luego administrar lo que hay en su tierra, con su gente, con todos los que sean reconocidos como ciudadanos de un estado sur peruano.
Lo más significativo del ejército y la aviación militar se encuentran en el sur y es allí también donde está en marcha, por parte de China, la construcción en Corío del puerto más grande de América del Sur con efectos reales en la economía chilena, boliviana y brasilera.
Es una zona estratégica para el Perú, para la costa del Pacifico y más allá de América del sur, para el gobierno norteamericano y su estado mayor en el ejecutivo de Estados Unidos. Hay evidentemente intereses muy grandes en juego, es decir que se mueven, que están moviéndose porque ahí está ahora su dinero, no será mucho, pero en tiempos de inflación no se le puede descuidar. También la geopolítica sudamericana es dinámica y lo real es que ideológicamente salvo Paraguay y Ecuador (que ya tuvo su asamblea constituyente) a lo que se suman un país civilizado como Uruguay y la presencia de Brasil con Lula muestran un escenario en el cual los pronósticos se hacen más complicados de formular.
Hay quienes, haciendo uso de las categorías conceptuales con las que interpretan y leen la realidad, los lleva a hablar del peligro del comunismo internacional y el reavivamiento de movimientos terroristas y guerrilleros. No entienden lo que está ocurriendo, no conocen nuestra historia, sus culturas, su geografía y recursos. Peor que eso, creen que la historia es unilineal y que avanzamos con dificultades hacia el soñado fin de la historia que el propio Francis Fukuyama ya descartó hace años.
No hay que descuidar la marcha de esta iniciativa, provista de mucho arraigo popular, que por cierto no es el de la conformidad de Lima y quienes siguen creyendo en un modelo social, económico y político que repetidamente evidencia que está agotado. A lo mejor en 30 años más conquistarán Lima y su estado: no será necesario crear la República del Sur.
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