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Parábola del arco recorrido por un peregrino (sobre Luis Palao). Odi Gonzáles

  Odi Gonzales compare su semblanza de Luis Palao, hanaq pachapi allinlla kachun


De su sobria indumentaria de peregrino profano lo que más llamó mi atención fueron sus zapatos machuca elaborados con suela de las curtiembres de Arequipa y jebe de llanta. De los autorretratos que nos prodigó: como gallero, caminante, pajarero y criador de canarios, feligrés, pinturero, una diáfana acuarela que el pintor llamó “El perdedor” resplandece en mi memoria como la luna de los abigeos en la rinconada de Huk’i: el curso de una gota de agua en el papel, y el profeta andariego, descalzo, exhausto, observando sus zapatos-machuchos desvencijados en el suelo: 45 días a pie de Abancay a Cusco.

 

En la lengua quechua, configurada desde la perspectiva humana no de la máquina, el verbo puriy equivale a caminar y viajar: el único modo de desplazarse del andino es caminando. Su respeto por la madre tierra y sus criaturas lo inhibió de montar, de subyugar a los animales; la llama, acémila mayor de los Andes, no fue cabalgada jamás, ni siquiera los niños van en su lomo. “Soy resentido no por lo que me han hecho a mí, sino por lo que la sociedad hace con los animales y con las diferentes especies […] Para que haya vida en el planeta sólo se necesitan dos cosas: oxígeno y agua. No se necesitan bancos, teléfonos, libros, maquinarias ni autos” diría en una entrevista publicada en -Vocablo.


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