Ahora cuando es más necesario que nunca afirmar la vida, Dieguito Luzuriaga nos manda los textos de cinco poemas con sus respectivos links en YuuTube, añadiendo que aún no tiene el link de Pichinku, pero tal vez el pichinku es el ave del alma que nos une a todos. Algo de eso sabía Guayasamín cuando escuchaba a Manuel Silva Pichinkucha. Todas las canciones: DiegoLuzuriaga.com
ATMÓSFERA
Nazco si tú naces, crezco si tú creces,
y si desapareces, yo también,
somos compañeros, como tierra y árbol,
si te doy un abrazo, me das cien.
Juegas en el día, juegas en la noche,
como polvo en el viento,
vuelas en silencio, ágil como sombra,
en el mar y en desiertos.
Duermes en la calle cuando yo camino,
duermes en mis uñas cuando yo suspiro,
cuando tengo frío tú vas tiritando,
cuando estoy enfermo tú vas delirando.
Salto donde saltas, caigo donde caes,
brillo si estás brillando, sin saber,
vistes sin costuras, vistes transparente,
si te estoy traicionando, tú eres fiel.
Brillo y tú más brillas, y sin saber.
PICHINKU
Soy el gorrión, soy el Pichinku,
soy uno solo y soy la tribu,
por no tener señor no temo,
por no tener edad no muero.
Volando con mi luz despierta
yo vi la paz y vi la guerra,
he visto con mis ojos cuerdos
los ritos malos y los buenos.
Yo aprendí de cazadores,
del pan y de los escondites,
del silbo y de las blancas voces,
del cóndor y del curiquingue.
Yo aprendí de las mujeres
estoicas como el puro suelo,
de niños sabios como fuentes,
de viejos tercos como el tiempo.
Pero no me pidan la respuesta
a los tantos gritos y lamentos,
aunque tenga la memoria entera,
aunque mire desde el hondo cielo.
No nombro yo a los caballeros,
no nombro a la gloriosa gesta,
yo nombro al pie que nos orienta,
al gozo y a los sufrimientos.
No puedo yo contar en siglos,
yo cuento en tórtolas y en sueños,
en alzamientos y en suspiros,
en látigos y en amuletos.
Yo vivo junto al hombre diario,
conozco todas sus señales,
conozco su fogón sagrado,
sus miedos y sus chaquiñanes.
Estoy en todos los rincones,
estoy en todos los instantes,
no me han matado las razones,
no me han vencido los cristales.
Soy uno solo y soy la tribu,
soy el gorrión, soy el Pichinku.
TUS MEDIAS DE LANA
Ahora tienen frío tus medias de lana,
tu almohada de pluma, tus dos zapatillas.
Han quedado viudas las cuatro naranjas,
las fotografías.
Enmudecido está el sillón,
desmemoriado el anaquel,
envejecido y caprichoso el tictac del reloj.
Y el tulipán en el balcón,
la piedra laja en el jardín,
el ajedrez a contraluz,
el talismán de arcilla, la maceta azul,
hablan de ti, hablan solo de ti.
En el fuego lento, en el vapor,
en el perejil, en el frasco de miel,
en la hendija del umbral, en la mesa del rincón,
en la trama del tapiz, en la rosa de papel,
en la cruz de la avenida, en el brillo de la teja,
en las esquinas, en las vidrieras,
siempre estarás tú, tan solo tú.
Mi té de romero, mi vela encendida,
mi mancha de vino, mi isla remota,
mi balsa de invierno, mi gato dormido,
mi paracaídas, mi punto y mi coma,
mi clavo de olor, mi botiquín, mi colibrí,
mi hormiga, mi oso polar,
espejo de mi alma, perfil de mi sombra,
son tantas las cosas
que hoy te podría susurrar.
PAJARO ROMPIDO
Soy un pajaro rompido,
cubrido por una nube
de cantos que le cantuve,
de cartas que le he escribido.
Con rabia se fue un sabado,
de la ciudad no ha volvido,
y me dejó deshacido,
mi labio henchido y partado.
Y la Suzuki que yo le compré
dejó chocando,
los kilométros que con ella andé
me están penando.
Ahora sí que ya lo sabo,
eso que ya me han decido:
que ella tenía su marido,
y que en su vida no cabo.
Ella se fue y yo me vení
a vivir en este atico,
y como huraño clerico
a meditar yo me poní.
Su autoretrato pusí yo a mojar
boca bajado,
así mi orgullo quizá va a curar
boca arribado.
El día en que ella me dejo
se alteró mi prosodía,
hoy soy una rapsodía
sin ton ni son ni azulejo.
No gastaré más lagrimas
en este cuento postumo,
si hubo pasión, ya se esfumo
sobre el mar de las animas.
Aromatico gustaba su té,
y yo sirviendo.
Si mil tabanos le pican el pie,
yo no me ofiendo.
Qué silencio monotono,
la ventana no está abrida,
la radio no está ponida,
ya no soy más su anfitriono.
Que ella me importe un blebledo,
que ella susufra y zozobre,
eso pide mi alma pobre,
que sea mi propio huespedo.
Todo el brocoli que me hizo comprar
mandé botando,
la ceramica que me hizo pintar
mandé quebrando.
Tienen que darme credito
que no morí en el desáfio,
aún no escriban mi epitafio,
aún sopla lejos mi alito.
No soy ninguna espatula,
no soy ningún estupido,
no soy fosforo mojido
aún quemo cual canicula.
El libro que ella me solía leer
con voz de mando,
con caratula de un pie de mujer,
estoy quemando.
Quemar el ayer y el antes de ayer
será mi habito.
¡Sigue latindo, como es menester,
coranzoncito!
VIVA EL DELIRIO DEL POETA
Viva el delirio del poeta,
viva su eco de campana,
y su zapato y su mascota y su maleta.
Viva su pena de alquimista,
su fantasma, su tormenta.
Viva su fogata, viva su pupila,
viva el relinchar de sus violetas,
viva su cobija, viva su garganta,
viva la razón de sus maderas.
Viva la sangre del poeta,
viva su voz de caravana,
y su respiro y su alboroto y su linterna.
Viva su daga repentina,
su desvelo, su colmena.
Viva su fogata, viva su pupila,
viva la explosión de sus compuertas,
viva su aguacero, viva su resaca,
viva el rechinar de sus tijeras.
Viva la fiesta del poeta,
viva su risa en la ventana,
y lo que mira y lo que calla y lo que sueña.
Viva su bolsa de armonías,
su cuaderno, su bodega.
Viva su fogata, viva su pupila,
viva el caracol de su alma vieja,
viva su fatiga, viva su guitarra,
viva cada pelo de su testa.
Ⓒ Diego Luzuriaga
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