Por Alberto Boco (*)
La editorial y Librería Contexto de la ciudad de Resistencia, Provincia del Chaco, República Argentina, publicó en 2023 “Barrientos” del narrador, psiquiatra y psicoanalista Luis Fernando Polo (1956, Paso de los Libres, provincia de Corrientes, República Argentina).
Al avanzar en la lectura de Barrientos, novela de carácter autobiográfico, tenemos la clara impresión de que se trata de una típica novela de pasaje, entendiendo por tal aquella en la que el personaje principal transita desde un estadio integral de su persona a otro, en un salto cualitativo que lo instala en otro registro del sí mismo. Se suele asociar este proceso a la perdida de la ingenuidad (eso que equívocamente suele llamarse pérdida de la inocencia, que no es lo mismo)
Si efectivamente esta notable narración es una novela de pasaje no solo es eso, porque si nos detenemos en algunos aspectos que señalaremos, podemos apreciar que hay bastante más “carne en el asador” que la sola historia de un muchachito de provincia, inteligente, con inquietudes y sueños, que busca trascender el espacio en que vivió su infancia y que va en busca de horizontes diversos en el seno de la gran urbe Argentina. Veamos.
Ni bien abrimos el libro nos encontramos con una dedicatoria a la ciudad que lo recibió, que no suele ser acogedora, ni mucho menos piadosa, con la migración interna del llamado “interior del país” a la ciudad puerto, de la que es lugar común decir “Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires”. De estas antinomias perviven todavía formas de rivalidad que se remontan al enfrentamiento en los albores de la patria argentina. Es como mínimo poco usual ese reconocimiento de parte de un autor nacido en una ciudad distante, en el seno de una de las provincias del vasto territorio nacional, pero en el contexto de la obra esa dedicatoria nos da una pista: la ciudad va a ser algo más que un telón de fondo para los avatares de Leopoldo “Polo” Quijano (tratándose de una ficción de claro contenido autobiográfico, es obvio relacionar el “Polo” personaje con el apellido del autor, más allá de que con el mote de “Polo” suele denominarse a los llamados Leopoldo). Buenos Aires va a ser otro personaje casi omnipresente a lo largo de la narración. Para más pistas, la cita de Italo Calvino (Las ciudades invisibles) que a modo de epígrafe nos recuerda “La memoria es redundante: repite signos para que la ciudad empiece a existir”. Porque justamente la memoria, y no es poco el contenido evocativo que tiene esta novela, hace la diferencia entre una ciudad como decorado y una verdadera escenografía viva, allí donde van a ocurrir muchas cosas en torno al eje central de la evolución que va viviendo el personaje de Polo Quijano, creado por Luis Polo, el escritor.
Otra clave que redondea la aclaración del autor, donde señala que los aconteceres de la narración son “parte de la trama de una ficción literaria”, nos la da la cita de Ricardo Piglia inmediatamente después de la de Ítalo Calvino.
Otro factor no menor que dibuja el entorno en el que se desarrolla la trama es el momento histórico: toda la novela ocurre en aproximadamente siete o tal vez ocho meses de 1972. Un año políticamente muy convulsionado, en el que se retira la penúltima dictadura militar (1966-1973) que padeció el pueblo argentino, cuando ocurre el regreso de Juan Domingo Perón tras su largo exilio y se consolida, en un contexto de alta participación política de la juventud, el crecimiento de las organizaciones armadas revolucionarias y el comienzo de un ciclo de violencia que desencadenaría la mayor tragedia política del siglo veinte en la Argentina.
En ese mundo, en esa ciudad, en ese momento histórico, Polo Quijano y los demás personajes que pueblan la novela son delineados por el autor con precisión y coherencia, con gran maestría y son absolutamente creíbles como muchachos, chicas y adultos de ese tiempo. Polo, a sus 16 años, debe luchar para ganarse su lugar en la escuela a la que asiste, acompañar a su hermana mayor, que vive en el departamento que él habitará, en los diferentes lugares de la gran urbe que va a frecuentar y, como es natural, en el lenguaje, un dato no menor para quien necesita insertarse en un medio con grandes y también con sutiles diferencias respecto del medio del que proviene. Un breve párrafo merece el personaje de Lola, la hermana de Polo Quijano, una típica muchacha de los años 70, más ausente que presente pero casi omnipresente en su ausencia; una chica curiosa y con inquietudes, lanzada hacia la búsqueda de la vida y de sí misma, personaje que el narrador construye con gran solvencia y, como se suele decir coloquialmente, “conociendo bien el paño”.
En este nuevo entorno el personaje procura asimilar las ansiedades, el temor, la soledad, las pequeñas alegrías que se va procurando, la sorpresa de los descubrimientos que realiza, las amistades, el amor, los enfrentamientos y hasta el heroísmo. Su nueva vida lo lleva también a replantearse su visión de la sociedad, sus creencias, a lidiar con sus dudas existenciales, con sus encuentros y desencuentros.
Un comentario especial merece el tratamiento del lenguaje. Quienes tienen más años lo pueden comprobar fácilmente y quienes no tanto y aun los más jóvenes también: el idioma y los múltiples idiomas que se hablan aun dentro de un mismo país y hasta en una misma ciudad van sufriendo una permanente mutación, producto de la propia dinámica del lenguaje, por lo cual su tratamiento en una novela que se refiere a hechos acontecidos hace cincuenta años tiene que estar escrito de un modo que sea verosímil; ello, para expresar no sólo el modo de hablar sino también el sentir de una época y la vivencia de los personajes en el presente de su tiempo. Esta es una dificultad que puede hacer naufragar cualquier historia por buena que sea. En este aspecto, el dominio del autor es magistral: nos traslada a la realidad de esos años, a los caracteres y las acciones de los personajes, a la expresión de los modos de vivir y sentir de ese momento con una naturalidad que sólo con mucho talento, trabajo, memoria y observación pueden lograrse. Todo ocurre dentro del lenguaje, con una fluidez que hace de imán para la lectura, tanto que al aproximarse al final el lector desea que la novela continúe.
Entrar en mayores detalles sería incurrir en la imprudencia de, como se suele decir ahora, “spoilear” la novela, donde uno más de sus atractivos es no conocer lo que va a ocurrir hasta que efectivamente sucede y, por lo general, no como el lector lo imagina de manera previa.
Finalmente, para no extender excesivamente esta reseña, un último comentario que, al modo de ver de quien esto escribe, habla sobre la cosmovisión del autor de “Barrientos” y su posición ética, su visión del mundo y de la vida, en síntesis, su weltanschauung.
En la abundante y excelente narrativa norteamericana encontramos muchos ejemplos de novelas de pasaje (por citar solo un caso podemos mencionar “El cazador oculto”, de Jerome David Salinger, también traducida como “El guardián en el centeno”), donde por lo general el rito de pasaje, de final feliz o desgraciado, el personaje lo transita en absoluta soledad. Es cierto que ese salto evolutivo es un proceso que ocurre en la soledad interior de la persona, pero el contexto puede ser un ámbito de contención, amistad, pluralidad de almas que se apoyan mutua y solidariamente, o bien puede transitarse en el aislamiento agravado que fomenta un medio individualista, competitivo, excluyente y, como tal, feroz al mejor estilo hobbesiano.
En “Barrientos” de Luis Polo hay algo que está muy claro a lo largo de toda la narración: nadie se salva solo.
Es tal vez en el final de la novela, en la fusión de Leopoldo “Polo” Quijano con la multitud política de su tiempo, donde el personaje siente que siendo él igual a sí mismo ya es definitivamente otro entre los otros con los que se identifica y lo contienen.
Por todo lo expuesto y porque “Barrientos” de Luis Polo está narrado, a lo largo de sus más de trescientas páginas, con precisión, belleza, maestría, sensibilidad y fluidez que hacen de su lectura una placentera y emotiva experiencia, es que se recomienda fervorosamente su lectura.
Referencias
(1)Frase atribuida a Giordano Bruno en 1584.
(2)Luis Polo, en “Barrientos”, Págs. 360 y 361,
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