Figuras inmortales, con pasos desazogados por la vida se dirigen hacia la cuesta.
Ojos impacientes que desde las ventanas observan la gran marcha de los zombis.
Los míos impacientes esperaban al típico cuerpo moribundo llegar a casa.
Se sabia que los zombis vendrían tras ellas,
esta noche de luna manam pi, ni maypas hamusqachu.
Finalmente, a lo lejos la luna dibujaba su silueta.
Era el cuerpo llevado por el viento de la madrugada,
Tambaleaba y amenazaba con desplomarse.
Con algo de dificultad llego.
Con ojos inquietos y temerosos no lo perdíamos de vista tras la ventana.
pasó a beber el agua que emanaba del pukyal.
Parece que le saciaron las ganas de buscar la sangre.
Febrero y marzo son meses más sangrientos y crueles.
Por lo tanto, es necesario avizorar un buen escondite.
Su vanidad no acepta errores.
La puerta principal rechina, indica la entrada del zombi.
Esta noche más que su semblanza, lo temible era la boca de una botella de ron en sus manos.
Su cuerpo buscaba desesperadamente un alma para vivir,
Chocó con el mío.
La sangre maquilla las paredes, paredes que días antes no dejaron escapar gemidos de placer,
Hoy tampoco dejaron escapar gritos de auxilio,
Las vísceras que cuelgan de la cama,
El lago rojo que discurre por las gradas,
Los ojos de los cuales brotan lagrimas que capturan por última vez el rostro de su verdugo.
Zombi cobarde, justifica sus crimines llevados por el alcohol y las noches bohemia.
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