En una visión futura, imagino que estoy escuchando "Paraíso Tropical Andino" en las ondas radiofónicas de los pueblos del Perú. Jorge Alejandro Coyllurpuma, en el set de grabación, está cantando y leyendo estos poemas. Viste una chaqueta engalanada de lentejuelas y una pollera luminosa, personificando a una waylaka.
El texto explora la búsqueda de identidad, representada a través del qhari-warmi, que simboliza una dualidad completa. En la sección Disco, un escenario estrafalario alberga a varios artistas que bailan, cantan y chupan, fusionando lo ancestral y lo contemporáneo. Las conexiones del infinito se recrean en el ir y venir de las polleras; el autor une en baile a Dios y a la Pachamamita, mientras que la bandurria y la música atraen la lluvia. Solo un runa sabe cómo calmar el cielo, con un soplido, la lluvia nutre las chacras y la metrópoli, que parece un territorio mismo. En el concierto, una waylaka y un pablucha, personajes de la tradición cusqueña, distribuyen mote y queso, esencia de la abundancia y el compartir.
El huayno resuena en las páginas de "Paraíso Tropical Andino" el lenguaje empleado es natural y crudo como la anatomía misma. Las construcciones son cotidianas, reales, algunos versos son conexiones a la naturaleza de la existencia, a quienes somos, humanos que cagan, lloran, ríen y están misios.
"Paraíso Tropical Andino" es un llamado a la consciencia de los lectores. Hemos aprendido a sentir vergüenza por nuestro idioma, “nos han enseñado a olvidar”. El autor asegura que el castellano ha perpetuado la mancha colonial y nos ha impedido quitar la mancha occidental de nuestros corazones de runakuna, “el huayno resuena en cada rincón eléctrico y acústico de mi existencia”, los poemas son cantos, yaravíes y huaynos, son verde-violeta.
Otra melodía resuena de las páginas de "Paraíso Tropical Andino". La escritura no puede contener, descifrar e interpretar todo lo que la oralidad y “las hierbas del Ande representan”. El autor invoca a los apus tutelares del Qosqo, les dedica oraciones tiernas, de agradecimiento, recreando también, situaciones irreales, estrambóticas y futuristas.
Este poemario es, sobre todo, una denuncia, un reclamo, un manifiesto, una llamada de atención a los cusqueños “Hemos aprendido mal”, hemos aprendido a sentir vergüenza por nuestro idioma. Hemos aprendido a olvidar; el mundo se entiende de distintas formas y no como nos han obligado.
Los poemas de este texto nos invitan a tomar una chichita, contemplar el Qosqo, chacchando coca, interviniendo las calles de la ciudad con poesía ultramoderna, porque no hace falta hablar de su grandeza sino cuestionar, debatir, quiénes somos y qué estamos haciendo por nuestra identidad. Este texto es un acto político per se. Es una intervención política en las letras de la literatura peruana.
Excelente libro, atrevido autor.
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