Dicen que el poeta es la consciencia crítica de su tiempo, que en su mirar, aparentemente distraído, las cosas adquieren agudeza y brillo. Cuando sus ojos se posan en la realidad, revelan asuntos mundanos que pueden herir algunas susceptibilidades. Hernán Hurtado lo sabe y, como Diógenes el Cínico, mantiene encendida la lámpara (de su poesía) para desnudar el alma de los hombres que transitan por una sociedad caótica y deshumanizada.
Con estas palabras liminares pretendo trazar, muy sucintamente, el derrotero por donde ha de irrumpir este libro y su autor, con una lucidez propia de aquellos individuos que logran desmontar toda la parafernalia de las relaciones humanas en un medio tan lleno de contradicciones internas como es el Perú o cualquier país tercermundista de la región latinoamericana. Es por eso que, desde el título, asistimos a una suerte de metáfora sobre el ejercicio crítico del pensamiento, porque la poesía también es una herramienta de análisis y reflexión que devela, a través de su envoltura retórica, de qué estamos hechos y en qué escenarios hemos aprendido a deletrear nuestras frustraciones.
Los veintiséis poemas que integran La lámpara de Diógenes (Universidad Nacional Micaela Bastidas de Apurímac, 2023) son un claro síntoma de los tiempos que estamos viviendo o padeciendo, para ser más exactos, en nuestro territorio geográfico y sentimental. Desde la mirada sensible e inteligente del poeta, artista o cualquier ciudadano con algo de consciencia social, las últimas décadas del siglo pasado, y las primeras de este nuevo milenio, representan un dilema moral a gran escala, sobre todo para aquellos cuyos ideales humanistas los llevan a desconfiar dolorosamente de sus semejantes. Y es que, en cada uno de los textos, se hace evidente la preocupación de Hernán por esta civilización de
barbarie y basura mediática que hemos construido.
En el poema que da título al conjunto, se hace una magnífica descripción de lo que es estar en el estómago de esa inmensa ballena llamada ciudad, donde sus habitantes tienen que sobrevivir a la tiranía de nuevos proyectos civilizadores: “Con una lámpara encendida/ Diógenes/ recorre/ en pleno día/ la enmarañada ciudad del alma”. “Observa a tenderos/ enrejados:/ prisioneros de sus bienes/ con menos libertad/ que el ladrón de cuatro esquinas”. “A miles de almas chin chin/ que orejean/ en el supermercado/ les grita:/ ¡Aquí hay/ completamente todo/ que nada necesito!”. Con claridad meridiana, el poeta-filósofo ha centrado su interés en el género humano y solo ha hallado los rostros de la derrota: “Hay mucha máscara en el hombre! ¡Que se la saque si quiere encontrarse!”. “¡Este no es el hombre/ que yo busco!”.
Hay muchos elementos y símbolos, a lo largo del poemario, que nos ofrecen una visión dramática y desoladora de la condición humana: una ciudad de reyes y pirañas en el poema Transeúnte X, la imagen traslúcida y alienada de una mujer andina en el poema Asalto en la calle a Jacinta, así como una campana de lengua metálica utilizada como instrumento adoctrinador para apaciguar al demonio que llevamos dentro. La poesía de Hernán Hurtado siempre ha tenido la virtud de expresar una actitud crítica frente a las convenciones sociales; sin embargo, su palabra no es ajena a la esperanza de transformación dialéctica de la realidad, más por su herencia andina de valores colectivos que por sus lecturas de clásicos occidentales. En fin, con ayuda de estos poemas (que recurren a la reflexión filosófica sin renunciar a su expresión estética) podremos ejercer nuestro derecho a cuestionar todas aquellas estructuras que nos privan de una verdadera emancipación del pensamiento.
Abancay, 17 de noviembre de 2023
Con estas palabras liminares pretendo trazar, muy sucintamente, el derrotero por donde ha de irrumpir este libro y su autor, con una lucidez propia de aquellos individuos que logran desmontar toda la parafernalia de las relaciones humanas en un medio tan lleno de contradicciones internas como es el Perú o cualquier país tercermundista de la región latinoamericana. Es por eso que, desde el título, asistimos a una suerte de metáfora sobre el ejercicio crítico del pensamiento, porque la poesía también es una herramienta de análisis y reflexión que devela, a través de su envoltura retórica, de qué estamos hechos y en qué escenarios hemos aprendido a deletrear nuestras frustraciones.
Los veintiséis poemas que integran La lámpara de Diógenes (Universidad Nacional Micaela Bastidas de Apurímac, 2023) son un claro síntoma de los tiempos que estamos viviendo o padeciendo, para ser más exactos, en nuestro territorio geográfico y sentimental. Desde la mirada sensible e inteligente del poeta, artista o cualquier ciudadano con algo de consciencia social, las últimas décadas del siglo pasado, y las primeras de este nuevo milenio, representan un dilema moral a gran escala, sobre todo para aquellos cuyos ideales humanistas los llevan a desconfiar dolorosamente de sus semejantes. Y es que, en cada uno de los textos, se hace evidente la preocupación de Hernán por esta civilización de
barbarie y basura mediática que hemos construido.
En el poema que da título al conjunto, se hace una magnífica descripción de lo que es estar en el estómago de esa inmensa ballena llamada ciudad, donde sus habitantes tienen que sobrevivir a la tiranía de nuevos proyectos civilizadores: “Con una lámpara encendida/ Diógenes/ recorre/ en pleno día/ la enmarañada ciudad del alma”. “Observa a tenderos/ enrejados:/ prisioneros de sus bienes/ con menos libertad/ que el ladrón de cuatro esquinas”. “A miles de almas chin chin/ que orejean/ en el supermercado/ les grita:/ ¡Aquí hay/ completamente todo/ que nada necesito!”. Con claridad meridiana, el poeta-filósofo ha centrado su interés en el género humano y solo ha hallado los rostros de la derrota: “Hay mucha máscara en el hombre! ¡Que se la saque si quiere encontrarse!”. “¡Este no es el hombre/ que yo busco!”.
Hay muchos elementos y símbolos, a lo largo del poemario, que nos ofrecen una visión dramática y desoladora de la condición humana: una ciudad de reyes y pirañas en el poema Transeúnte X, la imagen traslúcida y alienada de una mujer andina en el poema Asalto en la calle a Jacinta, así como una campana de lengua metálica utilizada como instrumento adoctrinador para apaciguar al demonio que llevamos dentro. La poesía de Hernán Hurtado siempre ha tenido la virtud de expresar una actitud crítica frente a las convenciones sociales; sin embargo, su palabra no es ajena a la esperanza de transformación dialéctica de la realidad, más por su herencia andina de valores colectivos que por sus lecturas de clásicos occidentales. En fin, con ayuda de estos poemas (que recurren a la reflexión filosófica sin renunciar a su expresión estética) podremos ejercer nuestro derecho a cuestionar todas aquellas estructuras que nos privan de una verdadera emancipación del pensamiento.
Abancay, 17 de noviembre de 2023
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