Gracias a Julio Chalco por compartir este poema tasta, chachacomo, qenwa, aliso, molle mollekunapurapaq
K'ALLANQAKUNA
Nos enseñaron a vernos pequeños
a creernos insignificantes e invisibles:
kikuyo, yerba o arbusto
Fuimos por quinientas cosechas
el verde grass de sus patios y zapatos
y las flores multicolores de sus fotografías,
y por ello nos quisieron y admiraron.
Fuimos su yerba mínima, pero nos hicimos wawamallkikuna,
fuimos arbusto, resistimos y evolucionamos a waynamallkikuna,
hasta convencernos de lo que siempre fuimos: kallanqakuna:
entonces, a partir de ahí
empezaron a odiarnos y ningunearnos
Fuimos flores y fruto
semillas pequeñas y tallo frondoso,
espermatozoides anarquistas,
óvulos urgentes y poderosos,
esquejes testarudos y resistentes
que se hicieron árboles enanos:
árboles, al fin y al cabo;
pero seguíamos invisibles
y ninguneables:
como ellos aún nos creen.
Todo eso fuimos
y, sin embargo, ahora estamos
entre sus prados de cemento,
su fina arena caliente,
sus mercados de flores
y el infinito desprecio de sus ojos:
estamos ahí, al medio.
Sabemos que no nos quieren ver
compartiendo el mismo territorio
las mismas aguas,
la comida, la ciencia.
No nos reconocen como parte del bosque,
aún nos ven como la yerba insignificante,
la molesta maleza de su césped;
pero somos y estamos
y estaremos por siempre
y para siempre
en este nuestro bosque
que ellos creían SOLO de ellos.
Ahora ya nos ven.
Por ello, cercenarnos, intentaron,
lanzarnos las bombas de su desprecio,
la ráfaga incesante de su vil propaganda;
con tan mala suerte
que nuestra sabia roja nos ha visibilizado
y nuestras lagrimas resultaron igual a las suyas.
Ahora saben que estuvimos siempre,
que nos quedaremos para siempre,
pintando nuestra historia
en el óleo de la vida
que creyeron SOLO suyo;
pero que siempre fue NUESTRO...
también.
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