Palacio de la Ñusta, cortesía Carlos Cusihuallpa Mormontoy |
De ñustas, matrimonios, y otros asuntos poéticos y antipoéticos
Hace poco, publiqué en Hawansuyo “La historia de la ñusta”[1] (de Yucay) que aceptaría casarse con el primero, entre dos pretendientes incas, que haría llegar agua a su casa. Como suele suceder en los motivos orales, este relato tiene muchas variantes. Aquí comentamos tres, mantenidos como borradores de trabajo de campo.
En la primera, contada por Víctor Macías el 8/10/80, la ñusta en cuestión, Beatriz, hace que uno de los incas trate de llevar el agua desde Yana Qocha -sita en la cabecera de la quebrada de Wayoqari, contigua al valle de Yucay- a través del cerro Kuntur Tiyana. Pero se demora a causa de un derrumbe que desvía las aguas. El segundo inca fue a Kuyuq Kuchu -lugar justo debajo del nevado tutelar de Yucay- y hace llegar las aguas. Tanto la acequia del primer inca, que pasaba por la calle principal, como la del segundo inca se unían en la esquina de la casa de la ñusta, que aún existe.
En la segunda variante, contada el mismo día por el alcalde de Yucay la ñusta, que vivía por Hayllabamba -pueblo a la otra banda de Yucay- dijo lo mismo a los dos incas. El primer inca sacó aguas del rio Vilcanota y ganó. El segundo trató de traer las aguas del nevado, pero como era más lejos perdió para luego abandonar sus trabajos, de modo que el agua se fue por la quebrada. Huellas de la acequia que construyó se pueden ver hasta ahora en T’uru Kuntur, Hatun Wayqo, Roqoyoq Puqro llegando hasta Palpituyq.
Estas dos versiones han salido en Hawansuyo el 27 de abril pasado.
Una anterior versión, mucho más esquemática -más por las limitaciones de la escritura que la tradición oral- fue publicada como “Aguas de la ñusta y Sayri Tupaq”[2] el 16 de abril de 2022. A un croquis con varios nombres de andenes y dirección de acequias le acompaña la referencia a Tiqllabamba, lugar que servía de baños del inca (donde además se hacían juegos y diversiones) desde el cual salían tres ramales: uno en dirección a Kiswarpata, otro al palacio de la ñusta, y el último al palacio de Sayri Tupac.
Conversando con Hugo Carrillo, nos cuenta que el personaje central de su próxima novela, La Estrella lisiada Evarista, es también guardiana del agua y heredera de las tradiciones del ciclo de Huarochirí, donde las aguas están regidas por Chuquisuso. Y en Facebook Isaac soto Gamarra reproduce tanto la imagen de un canal de irrigación que pasa por un rostro femenino, como noticia de una competencia parecida, con la participación de Sahuasiray y Pitusiray, en Calca. Esta historia, consignada por Cesar Toro Montalvo como el “Mito andino de Uno Urcu” en Mitos y leyendas del Perú tiene varios personajes que se desarrollan en trama similar la narrativa moderna. Para los efectos de este breve comentario me voy a referir a la condensación poética de las versiones recogidas en Yucay que giran en torno a la dualidad.
Aquí unos comentarios brevísimos: A) la ñusta consigue la irrigación del valle a partir la promesa de matrimonio, motivando la alta ingeniería de riego presente hasta ahora en el valle de Yucay y otros asentamientos incaicos; B) Tanto en el origen de las aguas, como en el recorrido de las acequias (por dos quebradas paralelas), la competencia entre los incas se rige por una dualidad aparentemente resuelta en el matrimonio con la ñusta, que es la que decide: es su propia agencia. C) A su vez, ya sea por el destino de las aguas desde Tiqllabamba, o por sus respetivos palacios ubicados en plazas contiguas en Yucay, ella es complemento dual, yanantin, de Sayri Tupac, su padre; D) La tradición oral, y sus huellas en la nominación espacial, remite a dos personajes históricos, cuya memoria ha sido impregnada en el territorio y sus fértiles aguas. Es alta poesía, concreta y ecológica; E) Con algunas variantes el motivo de la princesa casamentera es universal, pero generalmente el rey la entrega de trofeo o para alianza dinástica; F) El origen de las aguas y la irrigación asociado a un personaje femenino parecer también haber sido narrado por Ricardo Palma, como comenta Gloria Cáceres, y puede encontrarse con algunas variantes en el ciclo de Huarochirí, la costa peruana y las culturas Mesoamericanas, añade Dante Gonzales. Si el amable lector tiene más información al respecto favor dejarme saber.
Todos estos puntos dan para estudios más rigurosos, ello sin olvidar que el ciclo de la ñusta tiene otras manifestaciones, incluyendo algunas muestras de narrativa y poesía “moderna”. Este relato es parte de un repertorio más amplio con yuntas de toros que salen en la luna llena en Luqmayoq pata, diablillos que engañan borrachos y los dejan en unas espinas al frente del rio, patos salvajes y enfermedades en la laguna de Wachaq, nubes que se cargan cuando Yana Qocha reniega, un cura que flagela el alma errante de un niño para devolverlo a su tumba, lo no recomendable de llorar cuando muere una criatura para que no regrese su alma, una sirena en Panchi vista por Severo Lira, un arpa que pelea con un ataúd para defender a un músico[3], chinganas que van de la casa de la ñusta a la de su padre, niños que no deben ser dejados junto a lagunas y manantiales, ausencia de pistacos en tiempo de cosecha de maíz y papas porque el nabo elimina la grasa, hileras de piedras que bajan en dirección al río y se detienen cuando los incas dejan de arrearlas, aguas del señor y la virgen que al juntarse son remedio, un cuarto donde penan en la casa actual de Beatriz, entre otros. Quien sabe cuántas de estas historias habría recordado el padre Jorge Lira, que vivía en la casa de Sayri Tupaq, al escuchar a Carmen Taripha. Por mi parte, una de las últimas veces que visité a Emilio Cusihuallpa en Yucay, me recibió junto su esposa, hijos y hermano David en la afamada casa. Vivían en ese lugar histórico, cerca un jardín de almácigos de pisonay y rosas, acaso regado por las acequias de los dos incas. Ya que el agua y la irrigación es lo importante, no hay en estos relatos ninguna referencia al matrimonio con el inca ganador, mucho menos al hecho “histórico” de las bodas con un español. Ese no aparece ni en pintura. Esta memoria plasmada en el espacio es radicalmente diferente de OTRA forma de narrar: aquella de la historiografía oficial y su representación enmarcada, cual campo semántico inmóvil y carcelario, en una pintura del matrimonio de la ñusta con un sobrino del fundador de la orden jesuita, que nadie recuerda ser capaz de llevar agua y dar vida a algún cultivo, y más bien fue parte del río de sangre de la conquista – yawar mayu nisqan- al capturar y llevar al patíbulo al Inca Tupac Amaru I.
Beatriz Clara Coya era heredera de la corona incaica y tenía derecho a ingentes tierras en Yucay. Fue nieta de Manco Inca, sobrina de Tupac Amaru I, e hija del Inca Sayri Tupac y Kusi Huarcay, a quienes se les dio aquella encomienda luego que este aceptara salir de Vilcabamba para morir en circunstancia sospechosas cuando Beatriz era aún niña, como lo fue su padre al asumir la resistencia de Vilcabamba. Esta niña fue violada a los ocho años, secuestrada en un convento de monjas clarisas donde la adoctrinarían en servicio a la colonia, y entregada en matrimonio a un soldado por interés de sus tierras, y para legitimar la “nobleza” española ligada a los jesuitas, quienes con el matrimonio anularían la dinastía inca y se presentarían como sus “legítimos” sucesores. El marido en cuestión, Martín García de Loyola -sobrino nieto de Ignacio de Loyola, fundador del ejército de Dios u orden jesuita- capturó al Sapa Inca Tupac Amaru I cuando este tenía apenas 15 años y lo llevó a la muerte por órdenes de Francisco Toledo, que le regaló la rica heredera como recompensa. Tan buena gente y feminista el guey, dicen que luego de preguntar a la coya si prefería casarse o seguir en el convento. En tiempos actuales ambos sujetos tendrían serios problemas por pedófilos. La pareja se trasladó a Chile donde García de Loyola fue nombrado gobernador y liquidado en una batalla con los mapuches. La hija de ambos, Ana María Lorenza de Loyola, a quien fieles a su pasión por la huachafería los españoles nombraron marquesa de Oropesa, tras llevársela aun niña a España, fue casada con Juan de Rodríguez de Borja, un descendiente de “San” Francisco de Borja, el del barrio limeño, que estuvo a cargo de la misión jesuita del Perú.
Tanto Sayri Tupac, como Tupac Amaru I son dibujados en la Nueva corónica de Guamán Poma. El primero conversando con el virrey Hurtado de Mendoza las condiciones de su salida de Vilcabamba, y el segundo llevado al Cusco de una forma humillante, con soga al cuello, por García de Loyola. Otro dibujo es el asesinato del inca, al que le cortan el cuello sin piedad, ansiosos de crear el mito de Inkarri. Este este evento violentísimo, y su consiguiente usurpación de funciones -porque según el cronista, alguien de menor rango no podía juzgar a un inca- fueron decisivos para la ruptura de Guamán Poma con la colonia. Sus dibujos, comentarios a la usurpación toledana, y una imagen del viejo virrey muriendo en el olvido, son la primera crítica pictórica decolonial. Por su parte, como complemento a la imagen del Sapa Inca, en la Nueva corónica son dibujadas y narradas diversas coyas. Un buen estudio de los retratos de las coyas en Guamán Poma y la escuela cusqueña es el de Alba Choque Porras, quien también menciona unas acuarelas de Murúa, probablemente pintadas por el genio de Sondondo.
Pero si Guamán Poma registraba pictóricamente lo espantoso de este magnicidio -repetido a la n potencia con José Gabriel Condorcanqui y su familia- en contra de un menor de edad, lo jesuitas, que llegaron al Perú con Toledo, tenían otra representación en mente. Casi un siglo después del matrimonio de Beatriz Coya (1572) y ya asentada la escuela cuzqueña como modo pictórico, de adoctrinamiento y propaganda -de la cual me parece los estudios sólo han enfatizado sus aspectos “artísticos” barrocos y las virtudes el mestizaje – los jesuitas encargaron un díptico anónimo en el que aparecen el matrimonio de Beatriz por un lado, y el de su hija por el otro. Este cuadro, probablemente la imagen más comentada de la pintura colonial, ha sido estudiado desde ángulos que en su mayor parte lo ponen como ejemplo del mestizaje y equivalencia de los linajes incaicos y jesuitas. Ello porque detrás de las parejas figuran Ignacio Loyola y Francisco Borja. Siguiendo a Marie Timberlake, que muy gentilmente me recomendara Maya Stanfield Massi, planteo que estamos frente a un fake news propagandístico, como si trasladados en el tiempo la versión de los hechos la dieran Willax y el grupo El Comercio. Es decir, lo representado en el cuadro parece histórico, pero no lo es. La distancia del cuadro a la realidad objetiva es la misma que la de los relatos de los incas y sus acequias, con la salvedad que estos son fértiles y lo OTRO está compuesto de varios niveles de violencia colonial.
Para efectos de esta nota me interesa enfatizar sólo unos breves puntos: A) En el cuadro se presenta a los padres de Beatriz y a Tupac Amaru I (que fue llevado al patíbulo por el “novio”) como si fueran testigos felices perdices; B) Si uno parte de la lógica dinástica, la de los jesuitas y españoles era menor que la del sapa inca y la colla, pero ya se había puesto en juego una dinámica del alterización en la cual lo originario (el jefe del estado neo inca) era presentado como amenaza externa; C) Quien decide por la ñusta son los españoles: ella no tiene agencia sobre sí; D) Este cuadro enmarca una serie de discursos sobre el mestizaje y la colonia que empezaron con las crónicas toledanas, la invención de las idolatrías, y otras formas de alterización y proto terruqueo de las poblaciones originarias que no han sido remontados del todo; D) Una vez casada con el español, en una suerte de extraño síndrome de Estocolmo, Beatriz vive con el verdugo de su tío y probablemente de su padre, de una forma parecida – y problemática- a la de Inez Huaylas con Pizarro al que ayudó a derrotar el cerco de Lima por Manco Inca, para que luego el muy buena gente la dejara ir con su mayordomo, cosa que también hizo con su segunda mujer, una hermana de Atahualpa, que casaron con Matienzo. Sobre esto comenta Ulises Juan Zevallos anotando que según Rafael Dummet, mujeres emparejadas con españoles jugaron un rol fundamental en el fracaso de la resistencia indígena. Esta dinámica tenía loco a Guamán Poma, a quien también sacaba de quicio el warmi gusto de los curas – mantenido por Asnovil Yayala que persiguió a Huámbar y Aledaida, sólo porque ella quería estar sapatuta ruwachikuspa con el poetastro o quien le diera la gana- es una delicada tarea a escudriñar por el feminismo andino.
Este cuadro se convirtió en modelo reproducido varias veces e incluso llegó al teatro. Si bien estudiosas como María Rostworowsky, Raquel Rodríguez de Chang, y Alba Choque Porras, se han preguntado por el rol de la mujer en este matrimonio y la colonia, me parece que salvo Marie Timberlake, sus observaciones, que enfatizan las virtudes del mestizaje y el encuentro de dinastías y culturas, no han salido del marco pictórico y epistemológico sedimentado por la colonia[4]. Sostengo ello siguiendo también una aguda observación de Claudia Arteaga en el sentido que el reciente corto “La última princesa inca” de Ana de Orbegozo no sale del marco colonial, ya que las luchas internas de la protagonista se proyectan con el trasfondo omnipresente de la pintura en cuestión.
Dicho esto, debo aclarar que estoy hablando de un sedimento ideológico profundo, impregnando en el inconsciente colectivo y no siempre visible, por ende, no se trata de desmerecer el trabajo artístico de nadie. Para torturarnos entre peruanos ya tenemos un gobierno infame. Y estamos llenos de los colores de Diego Titu Quispe, el increíble chanchullo laqla del Lunarejo, sonidos sallqas de arpas, violines y chinlilis, poesía de Odi Gonzales apoyada en la tradición del Valle Sagrado, figuraciones del barroco y neobarroco literario, la Viurgen de la O y el Taytacha Q’oyllur Riti, o la errancia del Ángel de Ocongate hablándonos acaso de la desolación colonial y su tenaz antipoética.
Algo que no sucede ni por asomo en las historias de la ñusta de Yucay, que recorren el campo como aguas fértiles. Porque según comenta Gabriela Núñez estamos hablando “del protagonismo del agua como vehículo de negociación aparentemente para el matrimonio, pero en realidad se trata de una estrategia para favorecer el bienestar de un pueblo. Estudiar con más detenimiento la capacidad de agencia de las ñustas ayudaría a confrontar discursos aceptados como oficiales”.
Gracias a todos por esta redacción conversada. ©Fredy Roncalla
8 de mayo, 2023 En el pueblo de Joaquín Murrieta, el zorro
Bibliografía:
Aramayo, Omar: Los Túpac Amaru: 1572-1937. Sinco Editores, 2018
Carrillo, Hugo: La estrella lisiada Evarista. En prensa
Chang-Rofriguez, Raquel: La princesa incaica Beatriz Clara y el dramaturgo ilustrado Francisco del Castillo. Centro Virtual Cervantes, SF
Choque Porras, Alba: El retrato de Beatriz Clara Coya y la instauración de un modelo iconográfico en el virreinato del Perú. RHIAP Año 1 # 1. 2014
Flores, Juan José: Huámbar poeatastro acacau tinaja. Edición facsimilar. Pakarina Ediciones. 2019
Guamán Poma: Nueva corónica y buen gobierno. Edición facsimilar. Institut D’Ethnologie. Paris 1936
Mujica Pinilla, Ramón et al: El Barroco Peruano. BCP, Lima 2002.
De Orbegoso, Ana: La última princesa inca. 2016
Roncalla Fernández, Fredy Amílcar: Hawansuyo ukun words. Pakarina Ediciones / Hawansuyo 2016 2022----- Transcripción del paisaje: Yucay
Timberlake, Marie: The painted colonial image: Jesuit and Andean fabrication of History in Matrimonio de García de Loyola con Ñusta Beatriz. Journal of Medieval and Early Modern Fall 1999
Toro Montalvo, César: Mitos y leyendas del Perú. AFA Editores 1990.
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Zein Zorrilla comenta:Beatriz Clara Coya, la ñusta hija del inca Sayri Túpac
ResponderEliminarEn efecto, fue entregada por el virrey Toledo al capitán Martin García de Loyola en premio a haber capturado al Inca Tupac Amaru I en su reino de Vilcabamba. García de Loyola se desempeñarse en varios cargos, hasta que su fama de vencedor de Vilcabamba, le ganaron la gobernación y la capitanía general del reino de Chile en 1592. El objetivo: destruir la resistencia de los Araucanos. Y allá se dirigió el esposo de Beatriz Clara Coya vistiendo el hábito de Calatrava, para chocarse con “300 araucanos a caballo arrasaron el campamento y exterminaron a sus ocupantes -escapando con vida solo 2 españoles-, después de lo cual durante muchos años utilizaron el cráneo de Martín García de Loyola, como vaso ceremonial”.(1)
Probablemente era el destino del que escapara el mismo Toledo cuando envalentonado por las jornadas de Vilcabamba en 1574 incursionó en los territorios de los indios Chiriguanos con el deseo de exterminarlos. Perdió trescientos caballos, cinco mil indios colaboradores, y salió él mismo enfermo y en camilla.
(1) Hemming, J., La conquista de los incas., El cráneo solo fue recuperado en 1641 por una capitulación.
Jesus Orccotoma comenta:
ResponderEliminar"Excelente el documento....
Algunos datos complementarios:
1. Donato Amado ,de Chinchaypuquio, un día me comentaba que había la costumbre de ir a una laguna para pedir lluvia. Leyendo los Mitos de Huarochiri...encontré la misma versión.
3. Evangelina y el estanque de agua... Cuento. ..en el centro poblado de Marachanca (Matucana), rescatado por Arguedas
3. En las Aldeas Sumergidas de Efrain Morote Best...hay varios cuentos sobre el agua...por si acaso.... consultar.
...también hay otra fuente: dos sitios frente a frente, uno ritual y otro mítico. Allí hay un puente antiguo del tiempo de los incas. Se llama Warankalli...queda en Paruro (Cusibamba y Araypallpa). Dicen que había una competencia por llevar agua a ese lugar. Quizás una Workea entre Qollasuyo y Contisuyo."
Gracias Fredy Roncalla: por estos comentarios decomo los españoles vencieron a la última resistencia de la nobleza Inca tomando a las Ñustas de la nobleza Inca así se apropiaron de las tierras s de los últimos descendientes Incas. Casándose con las mujeres Incas Y logrando así apoderarse de las tierras Del Imperio de los Incas.
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