Igual que aparecidos y curas sin cabeza, una vez a un arpista se le había anochecido en un pueblo cercano. Estaba regresando ya muy tarde, cruzando la noche con una tremenda borrachera y su arpa a cuestas.
Al sur de Yucay esta el cementerio. todo de adobes raídos y cruces desechas. Al irse acercando tuvo algo de miedo y de pronto, desde los mas oscuro, se levantó un ataúd y empezó a caminar hacia el ruidoso y amenazante, listo a llevárselo a las sombras.
Pero el arpa salto de sus hombro para pelear con el ataúd. Hubo un ruidoso enfrentamiento. Al cabo de un rato, mas ágil y llena de recursos gana el arpa.
El ataúd regresa a su hoyo y el arpa al hombro del músico que llega a casa sano y salvo.
(Este motivo también aparece en la poesía de Odi Gonzales y en Transcripción del paisaje; aparte de una referencia en Avioncha de Maximo Apaza. Se transcribe un recuento escrito en Harlem en los ochenta, con las ediciones que el rubor requiere.)
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