Luis Palao Berastain ‒a diferencia de otros artistas que buscan la evasión intima‒ escogió huir de Lima y refugiarse en el interior del país. Su opción vivencial se emparenta con la actitud de muchos que, desde comienzos de 1970, fugaron de la Lima enajenante para descubrir la riqueza del mundo andino. La ciudad del Cusco se convirtió en la meta obligada del peregrinaje juvenil. Era la Arcadia por conquistar: un mundo mágico, que a la vez simbolizaba la libertad. Desde antiguo el Cusc o ha ejercido esa atracción magnética. Sólo recordemos la estadía de José Sabogal, fundamental para la producción de su obra pictórica y la formación del movimiento del indigenismo pictórico. Sin embargo, algunos artistas jóvenes sucumbieron al encanto del Obligo del Mundo y se dejaron ganar por patrones de vida con los que pretendían evadir nuestra realidad. Palao, por el contrario, se compenetró en la vida andina y, es más, se quedó a vivir en el Valle Sagrado de los incas. Su muestra de acuarelas en
Poéticas indígenas y originarias.