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Cuatro poemas. Melina Sánchez

Gracias a Melina Sanchez, poeta afro indígena argentina por compartir estos estupendos poemas, que dialogan con lo ultimo de la poesía  peruana



1-

Desciendo de una estirpe de hombres y mujeres mula.

Cargan en sus espaldas 

bultos tan pesados 

como quinientos años. 

Gringos, blancos, criollos, chetos, 

hay, que dicen que no tienen alma. 

Lo que no dicen es que ellos 

se la han quitado.

Su ruta 

es la de un mercado,

laberinto eterno,

callejón sin salida,

donde se castigan 

las variaciones

y los deseos...


 

Soy 

Una

Mujer

Negra

              Soldadera

                             Del ejército de Belgrano

Soy 

Una

Mujer

India

            Campesina

                             Que parió a San Martín

No exageramos a la patria nuestros servicios

Hicimos nacerla

Soy 

María

Soy

Rosa

           Somos

                     De las mujeres que no se quieren ver

Pero sobresalen

por contribuir al logro de la independencia de su patrio suelo, que felizmente disfrutan

Aún después de toda una historia

Quizás recordarán estos nombres

los disputadores de nuestros derechos.

Era una patria nueva con color de selva,

con aroma a lluvia,

con ritmo repiqueteado 

el sabor del dolor en nuestras manos

Como el ancho río 

Como la profunda selva 

Como el viejo árbol

Como las amazonas, feroces y bellas

Como la historia que vuelve…

Soy 

Somos

Esas Amazonas,

En el río,

En la selva,

En esta aldea que aún hoy es Buenos Aires

En el paso del candombe

En el redoble del tambor

En el sonido musical del guaraní

En el paso de comparsa en carnaval

Kuña porá

Guasú

Somos mujeres negras

3-

Provengo de una estirpe de hombres y mujeres mula

para quienes escribir no es trabajar 

porque duele

y hablar no se practica

porque quita tiempo

y es un látigo

Provengo de esa estirpe

a veces ancestral

a veces esclava

a veces asalariada

a veces obrero camino al trabajo 

a veces sirvienta hablando a media lengua

acodada en el tren

a veces de madrugada esperando el transporte

a veces en calles oscuras volviendo "a casa" 

provengo de esa raza

de nosotrxs no se espera más

solo quiero ser fuerte para seguir escribiendo, no para soportar cargas ajenas

provengo de esa estirpe,

el sol ilumina... y quema,

provengo de esa estirpe,

madre, dame luz

 


 

4-

Si tuviera que morirme ahora

moriría contenta

que alguien cuide a mis gatas por favor

es todo lo que me preocupa

y a mi computadora

he vivido casi ochenta años, o cien

en apenas cuarenta, 

viví también las vidas de mis abuelos, 

me han pesado 

los amores y las lujurias, y las maldades y los abandonos y las infancias

de mis tres abuelas

vengo de una estirpe

de hombres y mujeres mula

de la violación en el maizal nació mi abuelo materno

y se llamó como el trabajo, Cayetano

y era tan bueno como el azul de sus ojos de mar y de actor de telenovelas frustrado,

mi abuelo a la siesta, dicen, veía Rosa de lejos

y otras novelas mexicanas, mientras tomaba mandarinas 

del árbol de alla ité 

o hacía ataditos de tabaco para ponerlos a secar al fondo 

mi abuelo, como un santo, tenía potencia de padre de todos

seguramente para compensar tristezas de vidas de niñeces ajenas,

hizo de padre de ocho hermanos de distinto padre, mi abuelo Cayetano, nació y vivió sin prejuicios raciales, mi abuelo Cayetano, para él no eran la piel, ni los ojos, signo de ninguna diferencia;

una herida fue la vida de mi otro abuelo, materno también

en el trabajo lo lastimó la espina de una palmera en el ojo

cuando lo conocí me dio miedo, 

Domingo Frutos, alguien lo nombró

no sé si tuvo domingos tan bonitos

era un gaucho negro; 

mi abuelo Sánchez, León 

era un hombre chiquitito, que cuando la tormenta pesaba 50 kilos mojado con toda la furia

pero que cuchillo en cintura, siempre

carneador de animales de 200 kilos

artesano talabartero

padre de 9 hijos 

lector compulsivo

aprendió a leer a los 40

hasta que el doctor no le recetó anteojos 

pensó que no podía leer por cosa suya ndaé

lo que pasaba es que no veía, 

a los 40 también aprendió a andar en bici

y vivió hasta los 94, sin enfermedad ninguna

solo lo mató la pandemia

se fue pronto, no le gustaba depender de nadie

confieso, envidié a mi abuelo León 

quizás lo envidio aun

cuando me muera quiero hacerlo en una casa como la suya, de ventanas abiertas, y verde infinito, y un caminito hasta el río sin intervención de la gentrificación, y huerta, y animales, un caballo para cada nieto, misa cada nueve días por dos años, la memoria intacta y una historia, pero sobre todo, una casa de puertas abiertas, limoneros de perfume, colibríes de lindo agüero y gallinas de corral, listas para la cacerola, el día de mi muerte, quiero que todes coman,

para que sepa yo 

que tuve dónde caerme muerta

Pero si me tocara morir ahora, muero feliz

hay muchos textos míos navegando por ahí

y en la memoria de este artefacto otros tantos

el cansancio no fue en vano

si unos cuantos buchones se amedrentan cuando llego


MELINA  SÁNCHEZ (Buenos Aires, 1983)

Docente y comunicadora afroindígena. Estudio, recopilo y difundo literaturas indígenas actuales. Dicto el Taller de poesía indígena latinoamericana actual. Escribo en El Tintero de Salta, Feminopraxis, Kaos en la red, ANCAP, Tramas. Participé en algunas antologías en mi país y en otras partes.  Publiqué poemas, reseñas y ensayos en distintas revistas literarias de Argentina e Hispanoamérica. 

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