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El Matrimonio de Huámbar y el Disco de Oro. Fredy Roncalla


El matrimonio de Huámbar y el Disco de Oro 

 

©Fredy Roncalla

 

Intenté varias veces contar cómo Huámbar predijo en 1933 qué huayno sería incluido en el Disco de Oro que Carl Sagan mandara a Marte en 1977. Vaya una más.

 

Un lejano verano del 77 descansaba una resaca por los bares de Ithaca, cuando Billie Jean Isbell, para quien trabajaba como traductor, me despertó con el encargo de ir a grabar un mensaje en quechua para una misión espacial o algo por el estilo. Llegué a una sala con personas de lo más diversas.  Todo el mundo andaba contento. Grabé un mensaje breve y me olvidé del asunto, aunque tenía la vaga noción que se trataba de una nave espacial que iba rumbo a la galaxia buscando formas de comunicación con posibles vidas inteligentes.

 

Eran tiempos en que acaso la idea del quechua era más lejana que los confines del sistema solar. Y tal vez su inclusión en el proyecto de Carl Sagan se debía a una amistad con Billie Jean y los estudios andinos en Cornell, donde Donald Solá tenía los primeros cursos del idioma de Huarochirí, Wamán Poma y Pachacuti Yamqui. Pero muchos años antes, en 1933, el novelista ayacuchano radicado en Apurímac, Juan José Flores, publicó Huámbar poetastro acacau tinaja una visionaria novela humorística, chapu chapu quechua castellano, que tendría más que una conexión con la sonda Voyager y el Disco de Oro, en el que se incluyen dos temas musicales peruanos, uno cantado y otro instrumental.

 

Los estudios literarios han prestado atención a la música en el tayta José María Arguedas. Son notorios, por ejemplo, abordajes al zumbayllo y el huayno en los Ríos profundos. Aparte de esta novela, que con su par complementario Huámbar es lo mejor de la narrativa peruana, varios otros cuentos y su trabajo etnográfico han dejado huella más allá de la literatura propiamente dicha. Es el caso del Misitu de Yawar fiesta celebrado en varios huaynos, y la integración por los danzantes de tijeras de la “agonía” (de Rasu Ñiti) como parte de su vocabulario. Mucho tiempo después comprendería que hay personajes y temas de la literatura destinados a cumplir la tarea de volver al pueblo que les daba Vallejo, convirtiéndose casi en arquetipos.

 

Pero en esos tiempos andaba lejos de todo esto.  Sin la sofisticación de las computadoras y redes actuales, la idea misma del viaje del Voyager a Marte acercaba lo científico a lo mágico. Es más, para un mortal común y corriente, la alta tecnología antes y ahora, sigue siendo un completo misterio.

 

Por mi parte comencé a leer a Wamán Poma y por ahí, en una clase de James Boon, conocí la primera traducción al inglés de “Rabelais y su mundo” de Bajtín. Esta obra, que tuvo que soportar la rigidez del estalinismo y una serie de restricciones por décadas es, en su estudio de Rabelais y el carnaval, una celebración del caos, la corporalidad y la carcajada. Caía a pelo en la movida contracultural del momento, que también se alimentaba de chanchullos del cajamarquino Carlos Castañeda y los viajes siderales de Don Juan. Y me recordaba, como si Bajtin se hubiese metido en una nave de tiempo, al mercado de Caquetá, que se extendía desde el purito Rímac hasta muy cerca del municipio de San Martín de Porres. Todo un mundo paralelo a la avenida Zarumilla y a un canal de regadío que, recurriendo a la ingeniería prehispánica, salía del puente Santa Rosa rumbo a Condevilla y las chacras que hoy son Los Olivos. Migrantes y comerciantes febriles de todas partes.  Infinidad de productos ocupando un espacio que era umbral a los arenales del Comas de Tupac Amaru taytachisman. Sonidos de pregones, llamadas callejeras, jerga, puterío, broncas, y música más variada que las aves exóticas que se exhibían junto a patos pequineses, pelícanos y conejos.   Convivencia acústica del “Carretero” de Guillermo Portabales, La Nueva Ola, Los Destellos, los Doltons, Celina y Reutilio, Lucho Barrios, La Pastorita Huaracina y el Jilguero del Huascarán. Muy cerca del laboratorio acústico del Coliseo Cerrado del Puente del Ejército. Lugar de donde salió el primer Pollo el Gordo y donde una cantante de los Quipus celebró su matrimonio con el creador del topo Gigio, meses antes de que viéramos, absortos y maravillados, el descenso del hombre a la Luna, cuando todo el mundo en el barrio se convirtió en experto astronauta.

                                                                    

Si al describir la calle y el mercado en tiempos de Pantagruel de Rabelais Bajtin hablaba por añadidura de nuestros mercados callejeros en proceso de extinción gracias de la espantosa previsibilidad del supermercado y el mall, se refería a un caos altamente poético. Además en esos tiempos se escuchó en la radio el suicidio de un novelista andahuaylino, de un Noé Delirante y un canto coral a Tupac Amaru. Pero eso de astronautas, naves espaciales y poetas pertenecía a otra galaxia. Ya tiempo después, cuando supe que la de la calle es la poesía más cierta, me enteré que por esos predios habían vivido varios poetas. Armando Arteaga cerca de una Palmera en la Avenida Zarumilla, Jorge Espinoza en una paralela de Pocitos, Guillermo Falconí en la calle el Porvenir, Jean Paul el Troglodita en Ingeniería, el Picaflor de los Andes transitando de Piñonate a la Plaza Dos de Mayo, una cantante que iba a ensayar en el sótano de la lavandería Lava Clean en Arenillas… Y más abajo, acaso tomando la línea 55 roja y azul, o la 70 verde y blanca, por la Avenida Perú, el hijo del autor de Huámbar  yendo a su casa junto a una huaca cuyo nombre no recuerdo, Jorge Roncal, Ricardo Virhüez y  Enrique Bernales Alvites, que transitarían  por la misma ruta que Sebastián Huamaní yendo a visitar a su Diana y hermanos Huamán, uno de los cuales, César,   le puso el sistema eléctrico al nuevo World Trade Center, y se lo llevó el COVID cuando atendía a sus clientes La Guardia y Kennedy Airports. 

 

Tiempo después, metido en la chanfainita del arte, revolución, y arbitrariedad del signo del bendito Saussure, arribé a los silencios de jazz de Vermont a inicios de los 80. Para entonces, con la colaboración de su primera warmi, que también le había ayudado a diseñar el disco de oro y los mensajes del Voyager, Carl Sagan se convirtió en estrella del mass media con su programa “Cosmos”, donde explicaba a los simples mortales los misterios de los varios universos y galaxias de las cuales ni la tierra y menos el ser humano son el centro. Razón por la cual había sido posible concebir las dos sondas espaciales y su mensaje. En el college de mi ñawpaq warmicha, que tenía un programa de Jazz y había escrito su tesis sobre Huarochirí, conocí entre otros a Charles, un estudiante francés, que dados sus varios intereses me recordaba a Duchamp. El ajedrez, carreras de autos, misterios filosóficos, y una película que rodaba eran su pasión del momento. Se trataba de “Chaos” una parodia del programa de Sagan. Como hablaba español y corría el rumor que también quechua, Charles me jaló de Inca Ecuatoriano al cual entrevista en inglés algo relativo a Darwin luego de cruzar un río mientras le contesto que me dé su hermana. Tiempo después, con un grupo de locos convocados por Philip Hamilton y  los hippies de Feast or Famine dimos un concierto de música internacional en un local que parecía ilustración del dualismo andino de los antropólogos. Los dos dueños se odiaban a muerte y tomaban turnos para administrar el bar, donde la mancha local red neck asistía al sótano, mientras los college kids afuerinos lo hacían en la sala principal. Divididos por clase y status social, ambos grupos no se podían ver ni en pintura, salvo algunas treguas cuando fumaban su yerbita en la calle aledaña. Charles hizo de maestro de ceremonias y el concierto salió de ptm, con el eritreo Mahmood luciéndose de lo lindo.

 

Fue ahí que me enteré de la existencia del Disco de Oro. 

 

En medio del rumbón de ley, una muchacha vino a preguntar ¿dónde podría conseguir esa grabación?

 

-What Record?

 

Aparentemente Charles había mencionado el Voyager y el disco como parte de mi currículo, aunque creo que las sanas intenciones de la muchacha eran otras.

 

Las dos sondas espaciales Voyager, enviadas en 1997 llevan consigo el Disco de Oro, titulado “The Sounds of the Earth” con música proveniente de diversas partes del mundo, saludos en 55 idiomas, un saludo del secretario de las Naciones Unidas y muestras de varios sonidos característicos del planeta. Hay 115 imágenes donde se explica en lenguaje científico medidas de la tierra y varias características de esta, amén de otras informaciones pertinentes. El Disco de Oro fue enviado como mensaje a posibles formas de inteligencia en el espacio sideral. Las sondas siguen navegando y transmitiendo información a la tierra luego de 45 años, por lo menos hasta 2026, cuando se calcula que se le agotarán las baterías. Actualmente están a 14 años luz de distancia, y son las naves más lejanas enviadas desde la tierra[i]. Sus sonidos y material durarán un poco más de cinco billones de años.

 

Digamos que hay quechua para rato, mamalláy mama.

 

No tanto por el breve saludo de este servidor, sino porque entre la música enviada hay dos canciones peruanas. Una pieza inicialmente titulada “Panpipes and drum song” (recopilada por el Tayta Arguedas en Ancash) y “Wedding song”, que es un bellísimo huayno quechua cantado por una joven huancavelicana.  Este huayno fue popularizado en los 60 / 70 por el Trío Amanecer y más tarde por Hugo Carrillo. Según nos informa Mario Cerrón Fetta[1]esa canción fue inicialmente grabada por Josafat Roel Pineda y más tarde por Karen Bundy, una antropóloga del Cuerpo de Paz, que recogió la voz de la joven huancavelicana, y se la entregó a John Cohen, quien publicara al álbum “Mountain music of Perú” para el Smithsonian. Por su parte, John Cohen, que estuvo casado con una media hermana de Pete Seeger, añade que escuchó la canción a una niña de trece años en Huancavelica, y que al momento de grabarla junto a Karen Bundy y su esposa hubo una conmoción por parte de la madre, por lo que asumió que esa canción no era apropiada para alguien de su edad. También dice que más tarde le hicieron escuchar el mismo tema grabado en vinilo. Pero por alguna razón la tradujo equivocadamente como “Wedding song”. Mas bien se trata de un huayno sátira, con título conocido, del matrimonio de una o un opa, que no se da cuenta que la/o están haciendo casar.   “Wedding song” en inglés significa canción celebratoria de matrimonio, lo cual no es el caso de esta canción que parodia a una tonta, al matrimonio como institución, y a los matrimonios forzados, arreglados e involuntarios en los andes.[2]

 

La joven empieza cantando “Umachallayta ñachchaykullawaptin nisqani / upaqa sonsoqa / tanpa umalla kaptiycha ñaqchaykuy / niwachkan nisqani / upaqa sonsoqa”.  Cuando la empiezan a peinar ella piensa, como buena tonta, que lo están haciendo por tener el pelo chascoso como un bulto.  La canción sigue con varias acciones del mismo tono mientras piensa que le están arreglando cosas que le faltan, cuando en el fondo la están haciendo casar. Como es sabido, los huaynos en los andes solían viajar cabalgando con los arrieros, que eran los Voyager de esos tiempos. Por ello, y porque contrario a lo que piensa, la retórica del huayno es abierta, las “letras” tienen variaciones locales, que incluso se pueden improvisar. Lo que se mantiene es la melodía, como sostiene Fermín Rivera. Por ello es probable que John Cohen haya pensado equivocadamente que la canción de la muchacha y la del vinilo eran diferentes, cuando en realidad son el mismo tema.

 

Sea como fuere, estar en el álbum “Mountain music of Perú” sirvió para fuera incluida por un equipo dirigido por Sagan y varios otros científicos y artistas, que también debían imaginar qué contenidos serían plausibles de ser recibidos por hipotéticas inteligencias extra terrestres. Es significativo que mucho antes del auge global de las poéticas indígenas, viajaran también cantos Navajo y sonidos e idiomas nativos de varios hemisferios.

 

Pero no dejo de preguntarme si en algo influyó el entorno peruano del astrónomo. Ya es sabido, que por lo menos desde el Proyecto Vicus de Cornell, hecho para “integrar” a las comunidades indígenas en la “modernidad” hubo peruanistas y académicos peruanos en Ithaca. Uno ellos fue Gabriel Escobar, académico cuzqueño de larga trayectoria en U Penn y autor junto a su esposa, gran cantante de vals, de una pionera antología del Huayno Cusqueño, cuyos pasos seguirán los hermanos Montoya y Hugo Carrillo. La presencia del profesor Escobar en Cornell, dio paso a la llegada de sus primas, las hermanas quechua hablantes Lis Collachi y Yolanda Protzel. En determinado momento Lis Collachi, pasó a ser ayudante y ama de llaves del astrónomo que vivía, como debe ser, qaqapatapi, o el cutting Edge de una casa al borde de un precipicio al norte del campus de la universidad.  Un día luego de tomarme unas chelas con el galáctico Lino Pareja, se me cruzó un carro estacionado y me fugué a mis reductos de Higland Ave., pasando por la famosa casa.

 

Comentando recientemente acerca de esos tiempos, Eliana Protzel, hija de la Sra. Yolanda, cuenta que Carl era una persona sencilla, asequible, y muy cercana a la comunidad “latinoamericana”.  De todo esto, y otros detalles científicos y humanos del proyecto, recién me entero.

 

Pasé varias décadas de en el North East, viajando a ferias artesanales en unas carrandangas increíbles, incluida una Chrysler Voyager que un día, acaso imitando a los Autonautas de la cosmopista que Cortázar escribió tiempo después de hablar disparates contra el Tayta Arguedas, me llevó al sur por varios rest stops de la I 95 con nombre de poeta. Muchos de esos viajes los hice con el Galáctico Lino Pareja, último inca de Machupiqchu, que al mirar las estrellas te convencia que habían muchas otras dimensiones mientras desplegaba un sentido de humor en quechua y castellano realmente exquisito: riki riki kikiriki, allá en las alturas donde el cóndor corre / y las vicuñas vuelan.

 

Estoy seguro que si no hubiera partido a la galaxia antes que Huámbar saliera del olvido, el galáctico Lino, el poetastro y Aledaida habrían invitado a  Pantagruel  y Gargantúa a festejar de  lo lindo riéndose y cantando “Huq wikuñachatam uywakullarqani”, “Utku pankillay”,  “Urun tukunqa chay chaykita”, “Karuchu Lima, karuchu Cusco”, “Apanqoracha” ,  “Chullalla sarachamanta” , “Ñan pachapas  achiyachkanña”,   y “Altopongo wayllar ichu”. Huaynos integrados a Huámbar en 1933 que se siguen cantando sin perder frescura. 

 

Aparte de las canciones que acabo de nombrar, Hugo Carrillo, quien hizo posible el rescate de Huámbar del olvido, dice reconocer y cantar todas las melodías que hay en este corto libro. Ahora bien, si el “sonso” es conocido por la versión del Trio Amanecer a inicios de los 70, y una más reciente del mismo Huguito, resulta que a diferencia de las demás, y similar a cómo el original se esconde en las canciones traducidas por el tayta Arguedas en sus obras, en la novela esta   canción no es fácilmente reconocible. Una de sus figuraciones o enmascaramiento, como diría Julio Noriega al hablar del zorro andino, es un capítulo de la novela. Volveremos a esto en unos momentos.

 

Si los crecientes estudios sobre Huámbar han incidido  en su traducción literal y  radical quechua castellano,   su bilingüismo, el humor, la  agencia femenina de Aledaida y ella como poeta, la superación del indigenismo, el sujeto indigenista resuelto,  su   distancia radical del  canon y las vanguardia, las figuraciones del zorro,   la intertextualidad con las poéticas orales, y sobre todo  su aspecto carnavalesco y bajtiniano,  un ángulo  que aún no se ha abordado es la música y la fiesta, tanto en el texto del tocador de kawka como en su relación con el tayta Arguedas. Aquí cabe señalar que la dualidad Huámbar / Arguedas bebe del huayno y la fiesta. Huámbar conoce a Aledaida en una jarana del cura Asnovil Yayala. Sus separaciones y rencuentros están marcados musicalmente. Del mismo modo que en los Ríos profundos y demás obras del tayta, los sonidos son marcadores de tránsito, despedida, sacralidad y añoranza. Si bien los huaynos en Arguedas no son rastreables en su narrativa, sus aportes como etnólogo y cantante al repertorio con “Carnaval de Tambobamba”, “Luruchay”, “Alberja saruy” y otros son parte de nuestro acervo.  Por otro lado, los huaynos de Huámbar, vienen durando casi un siglo y se siguen cultivando hasta ahora. Han hecho del texto extensión del taki. Otro aspecto del paralelismo entre la comicidad de Huámbar y la visión trágica de Arguedas es su respectiva traducción de las “letras”. Si en Arguedas el traductor pone de su propia cosecha hasta enmascarar el original – como sucede en la versión del huayno breve “Orqopi ischu kañasqay” que ocupa una página y media de explicaciones- en Huámbar, el tránsito de una lengua a otra tensiona la literalidad hasta el límite para lograr un efecto cómico.  Entonces, “Ñan pachapas achiyachkanña” usualmente traducido como “ya el mundo amanece” resulta en “ya la ropa también está alumbrando”. Pacha en quechua significa tiempo, espacio, mundo, y ropa.  Del mismo modo,  “Apurímac, Pachachaka, y Ayacucho” son rico hablador, ropa puente, y difunto rincón en el diccionario de Huámbar[3]. Manyas?

 

Volviendo a “El sonso”.

 

Decía que luego de enterarme de la existencia del Disco de Oro a inicios de los ochenta, se perdió del radar apareciendo de cuando en cuando. Recientemente, luego de iniciar los Encuentros virtuales de literatura Apurimeña, Niel Palomino hiso una nota al respecto, enfocándose en la duración que el quechua va a tener. Tiempo después Ann Peters, me mandó desde Philadelphia el rough cut de un documental que un amigo suyo, Laurence Salzmann, había filmado en Maras. Una sección del documental se centra en un matrimonio con la música de fondo de la joven huancavelicana cantando el “Wedding song” del Disco de Oro. Toda una belleza.

 

Si bien la melodía y el estilo de canto no coincidían a la música de Maras, donde Los Bohemios son la voz, creo que hice algunos intentos fatuos de averiguar más de la muchacha.  Era claro que se trataba del “Sonso”, con otro título.

 

Pero he aquí que luego de una relectura de Huámbar al momento de hacer su reedición facsimilar con Pakarina Ediciones de Dante Gonzales, reparé que esta canción ha sido transformada a narrativa en el segmento “Un matrimonio sin conocimiento del novio” donde a Huámbar, que está enfermo en un hospital, lo hacen casar,  sin que se dé cuenta, con una “señorita rechupete”, que no es nada menos que Aledaida. Igual que en la canción, Huámbar cree que cada paso es otra cosa “Pero yo estaba idiota, “que muere gente soisito” (huañococc runam callani), nada podía sacar en limpio de todo lo que iba pasando, con mi intervención y a mi vista”.

 

Ya en 1933, visionarios, Juan José Flores y Huámbar habían presagiado qué canción iría en la sonda Voyager junto a una tonada recopilada por su par complementario: el Tayta Arguedas. 

 

No sé si en la literatura peruana hay caso parecido: que una obra completa y felizmente marginal a la institución literaria, no considerada incluso en estudios sobre vanguardia andina[4], tenga el alcance temporal y espacial del sonso y su matrimonio, que acaso también cantaba “cuidado que el sonso de haga / palomitay / lo que el vivo no te ha hecho / palomitay”. 

 

Ese Huámbar se pasa.

 

Escuchando a Carl Sagan sobre el Voyager y otros temas, reitera que es posible que hayan más que las tres dimensiones en las cuales funcionamos.  Y que ni la tierra, el sol, o la vía láctea están en el centro del universo. Somos, como planeta, apenas un puntito azul perdido en el espacio.  Por ende, no hay ninguna lengua ni literatura al centro de nada. Para las artes y poéticas en lenguas originarias esto es saludable.  Vamos a durar cinco billones de años y no necesitamos validación alguna. Las sondas Voyager fueron tolerantes, multiculturales e inclusivas. Carl Sagan y Huámbar nos dan una lección de humildad ayudando a superar las ficciones jerárquicas con que funcionamos.  

 

Tal vez como poeta astro, Poetastro, Huámbar estaba destinado a este viaje, y si sigue carnavalizando la cultura, como cuando transforma a una intrusa y sanguinaria chalhuanquina en waylaka que habla disparates por las calles, es posible que su intención era seguir nomas la atracción interplanetaria de Adelaida hasta los confines del espacio y el tiempo, cantando acaso “chay chaykita ñoqaqa munayman”.

 

Murrieta, Junio 17

2023

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



[1]  Ver: Las Grabaciones del Voyager. Mario Cerrón Fetta en Hawansuyo:   http://hawansuyo.blogspot.com/2023/05/las-grabaciones-del-voyager-mario.html

[2] El director del Trio Amanecer don Silvestre Anccasi Bendezú, sostiene que la canción se solía cantar al momento que los novios son encerrados en un cuarto para su pasen su primera noche de casados mientras afuera se arma la jarana.  Ver el conversatorio de don Silvestre con Isaac Huamán Manrique, Adolfo Ruiz Zanabria, Jorge Quinto Paredes, Pilar Taype y Christian Esteban Rivas en   https://youtu.be/6jT_VprXr2s

 

[3] Ver el  Diccionario de Huambarismos  para ser trabajado en  coro de Hugo Carrillo en: http://hawansuyo.blogspot.com/2022/09/diccionario-basico-de-huamabarismos.html

[4] Ver Huámbar y las vanguardias   en  Hawansuyo:   https://hawansuyo.wordpress.com/2017/11/12/huambar-y-las-vanguardias-fredy-roncalla/



 

Comentarios

  1. Fredy querido amigo, te felicito y agradezco que sigas difundiendo la
    Novela pintoresca de mi querido abuelo Juan José Flores Gutiérrez.
    Dios te bendiga grandemente 🙏😇

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  2. Bakhin, que tenia contacto directo con Huambar sostiene:

    “Cada novela, cada tendencia artística, pone delate los aspectos deliberados de la tontería y la incomprensión para que así se pueda dar, basada en ellos -la inocencia de los trabajos románticos, los excéntricos de Jean Paul-, la imagen del tonto. Hay varios lenguajes que se distancian en su relación con los diferentes aspectos de la tontería y la incomprensión… sin embargo, entre el pícaro y el tonto se da la imagen del payaso que la combina de un modo peculiar. El payaso es un pícaro con máscara de tonto; pero su máscara motiva, por medio de la incomprensión, la deformación y transposición que se dan con el violento desenmascaramiento de los lenguajes y nomenclaturas intelectuales”

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  3. “El tonto es una de las formas más antiguas de la literatura, y el lenguaje del payaso -que es definido por su posición especial de privilegiado- es una de las formas más antiguas del lenguaje artístico humano. La función estilística del payaso en al literatura se define, como en el caso del tonto y el pícaro, por su actitud silente hacia otras formas de lenguaje (y hacia su estructura superficial). El payaso es aquel que tiene el privilegio de hablar el lenguaje que no tiene reconocimiento público, y aquel que, malvadamente, deforma el lenguaje autorizado”

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  4. Una creación artística es cuando apasiona a otra persona, mejor si a dos o más. Es el caso de Huámbar. Libro escrito para los bilingües, primero; luego para los que quieran escarbar a partir de hermenéuticas factuales de la estética, el contenido de la obra de jj Flores. Este raro hallazgo se debe a Fredy Roncalla y agradezco el haber recibido uno de los ejemplares del facsimilar que se reprodujo. NT/g 27.2.24

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