Jehová, no se ha envanecido mi corazón, ni mis ojos se enaltecieron; Ni anduve en grandezas, ni en cosas demasiado sublimes para mí. (Salmo 131:1) Llevé una vida sencilla como la madera busqué flores en el campo con las cuales adorné mis pies para florecer canté, para echar raíces tomé otro camino. Caminé con los arroyos y broté arroyos de oración en mí abracé a mis hermanos y hermanas que me consolaron sin dejarme envanecer. Así canté en la noche: Ante tus ojos la piedra es suave Ante tus ojos es dura el agua Ante tus ojos un destello es la vida pero lenta es la vida del alma. Adán avanzaba y encontraba las palabras como capullos envueltos sobre sí mismos. Las encontraba en los caquis madurando y en las nubes. Así encontrarás como él florecientes las palabras sembradas por Dios. Mi corazón sea tu casa limpia escuchand...
Poéticas indígenas y originarias.