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Almas en Pena en Valle Sagrado/ sobre Odi Gonzales. Fredy Roncalla

Este breve articulo sobre la poesía de Odi Gonzales, fue leido en la presentacion del libro en mencion en NYU junto a Isaac Goldemberg, y forma parte de Hawansuyo Ukun Words



Almas de Valle Sagrado: dos libros de Odi Gonzales

 Cuando por fin conocí a Odi Gonzáles hace unos buenos años ya había visto su Valle Sagrado en Lima. Esa noche, luego de un homenaje a Brozovich, y en compañía de Mario Guevara, Martin Lienhardt y unos estudiantes sanmarquinos recorrimos hasta los últimos rincones de la bohemia del Cusco tomando las cervezas habidas y por haber. Noche que no podía terminar sin su caldo de cabeza cerca a un mercado, cantando, debidamente desafinados, “cuerpo soltero porque no descansas/ noche a noche pasas mala noche”. Desde entonces he prestado atención a la evolución de un lenguaje poético andino vital, nuevo, lleno de humor, pleno y sin complejos en la obra de Odi. Ya en 2006 junto a Raoul Sentenat, tradujimos al inglés la “ultima cena” que iría a ser parte de Escuela del Cuzco, para la sección de escritores peruanos de la revista Avenue B. Y en 2006 hice unas traducciones a ingles llaqta de sus poemas en quechua y castellano que acompañan el catálogo “Vírgenes Urbanas” de Ana de Orbegoso. Odi acaba de reeditar en un mismo volumen dos poemarios, Valle Sagrado (1993) y Almas en Pena (1998) que pertenecen, según el, a un mismo ciclo. Y al mismo espacio privilegiado del Valle Sagrado diría yo. En 1980, pasé unos breves meses en Yucay buscando descendientes de incas y recogiendo tradiciones de los cuentesteros. Ahí, en Konchawillka, pude codearme con los Kusiwallpa y los Lira, que habían sido los más mataperros de la comarca y tenían un peculiar sentido de humor. Pude también escuchar cuentos de ánimas, aparecidos, almas, chaska estrellas, males de aire, gentiles, y yuntas de oro bajo árboles mágicos. Desde entonces, cuando puedo, regreso a Yucay dándome una vuelta por Pisaq, Calca y Ollanta para nutrirme no sólo del paisaje sino de los amigos, sus historias, su manera de contarlas. Será por eso, y por ser su paisano apurimeño, que las historias que cuenta el autor me suenan tan cercanas. Pero esa sensación de familiaridad es mas bien un logro del poeta Odi González y no requiere de una lectura emprendida con la ventaja de un acervo ya conocido. En Valle Sagrado y Almas en Pena Odi Gonzáles toma de su tradición y nos retrata una serie de personajes y situaciones con versos y estrofas cortas, claras y precisas, de gran eficacia narrativo descriptiva, ya distante del dialogismo y la abundancia verbal de los registros orales, pero manteniendo en todo momento su tono coloquial. Se trata de una puesta en escena de personajes y situaciones con un toque de transgresión y humor y con cambios de plano descriptivo y voz narrativa. Pero la visualización y la cercanía del texto al lector se hacen posibles mediante un distanciamiento emocional que cuenta las cosas “como son” pero a partir de una serie de trasgresiones, como diciéndonos que una negación esencial subyace a cada etapa del tránsito vital de los personajes. En Valle Sagrado Santusa, mujer del Sacristán declara “como Jacinto Peña…/que hizo leña/ la santísima cruz/que tenia dentro/ en su zaguán, y/ sin mas pena/ lo metió al fogón/ por las puras… Dios nos perdone señor”, mientras Benito abre el libro diciendo “A estas alturas/ no debe quedarme ya/ un solo pecado señor”. Queda claro que el dios cristiano está presente desde las alusiones bíblicas de los segmentos de ambos libros como en los poemas en los que es punto de partida de la trasgresión. Por que en el fondo la fe en el valle suele ser carnal y movida por el deseo, como lo demuestra aquel organillero ciego que recorre noche a noche el cuerpo arrugado de una beata. Y porque en el descenso del peregrinaje al Señor de Huanca, hay “agua del niño agua limpia/ con poderes curativos” y “agua del demonio agua turbia/letal/ que atrae con la fuerza/ de la tentación”. Ambas del mismo lugar. Otra área de trasgresión es la que tiene que ver con la sexualidad y las relaciones amorosas que casi siempre se dan por hurto, por una escapada al maizal, o por amor al gordo talle de las caseras del mercado “más chasis que motor”. Un extremo, ya de Almas en Pena, es aquella mujer que solía ser golpeada por su marido que se consolará con su hermana luego de su muerte. Otras referencias corporales tienen que ver con los orines, los excrementos, la sexualidad femenina expuesta y los restos de los antiguos, el mejor abono, rojos no de ira sino de frutillada. Pero la mayor demistificación se da en lo relativo a la muerte, que pasa a ser tema central. En la sección volcaduras, donde “un rato/ llora hasta el ganado”, “hay niños que llegan/ conduciendo sus aros/directo/ a informar/ de algún ileso, y parten de nuevo/ con otros encargos”, porque al final todos estarán “buscando los cadáveres/ duros y fondeados/ como piedras lisas que sacamos para batan”. La es muerte retratada como continuidad de la vida y no ajena al deseo, donde Juanacha declara “así morí de pronto/desflorada y ebria/ en la fiesta patronal”. Y abordada con un humor de ida y vuelta a lo sublime o atracción desarmante del temor, mismo Cusco popular, donde no por algo hay un huayno que dice “huk panteontan yaykukurani wasiyta pensaspa/ a un panteón me había entrado pensando mi casa/ kalaverata muchaykusqani warmiyta pensaspa/ la calavera había besado pensando mi mujer”. Si bien parte del habla y el acervo popular Valle Sagrado logra varios premios por ser un lenguaje poético bello y depurado que irrumpe en el escenario nacional con una modalidad nueva de hablar sobre los andes. Hacerlo en primera persona, en sujeto colectivo, y con una presencia que no necesita permiso para celebrar las múltiples facetas de su realidad. Gran logro que inicia el proceso desmontaje de la retórica de la alteridad absoluta, por la cual la escritura debía abordar los andes como el “otro” de la modernidad periférica. Tarea que cae por su propio peso cuando el poeta está enraizado en su cultura. Una tarde de frutillada, en casa de una anciana, uno de los Kusiwallpas y sus amigos me contaron sobre una pelea entre un arpa y un ataúd. Esa misma historia se encuentra en Almas en Pena de Odi Gonzáles, narrada en forma dialogal y en planos casi cinemáticos, de gran economía verbal, y con humor sutil. Dice el ataúd: “agradece que no soy cualquierita/ sino/ te haría tragar los dientes/ como tostado”. Almas en Pena se centra en ese otro plano de realidad que es acaso más tangible y profundo que la simple tabula rasa del sapa punchaw: la zona ambigua de lo sobrenatural y la muerte, sobre la cual, como en todas partes, la gente del valle sagrado ha creado toda una narrativa oral llena de cuentos, mitos, anécdotas y conjuros. Odi Gonzáles escribe desde ahi. Pero lo que podría ser una mera recopilación etnográfica de temas y motivos resulta, en manos del poeta, en todo un universo de personajes y seres sagrados. Así, los Apus sanadores comentan que el niño enfermo “como peine/ tiene los dientes espaciados/ seguro que no lactó/lo suficiente”, mientras un hombre “si revive/ será un iluminado/ por el rayo”. Por su parte, las papas se resienten del maltrato de sus crías y regresan tras el ruego de un ratón, como decía Gregorio Condori en otro lugar. Hay también alusiones al rol de gatos, perros y llamas en el tránsito de las almas, que comen solo el sabor de la comida camino a otra vida pero dejando aun su huella en este. A ellas se dirige el conjuro “ya eres otra vida/ ya te despedimos ayer/ con rezos y ofendas/ que quieres aquí/ so nananatural/ descansa en paz!”. En una reciente conversación Odi cuenta que escribe Almas en Pena para conjurar los fantasmas que lo atormentaban de niño. Este segundo libro es tarea cumplida por el llamador de almas poético, porque si en el acervo oral estas historias y motivos visualizan la ambigüedad y producen terror, en los poemas este miedo se convierte en una puesta en escena de un universo bello y fascinante al que podemos mirar tranquilos ya sea con la inicial pulsión estética, o con una posterior mirada reflexiva que desentrañe los motivos profundos de la cultura y su poeta. Estas breves palabras no desgranan ni siquiera una mazorca de tan tremendo maíz valluno como Almas en Pena, pero cabe mencionar que dos de los recursos que aparecen con más frecuencia en este libro son onomatopeyas y expresiones en quechua. Junto a Ángel de Yucay, que cierra el texto, estos recursos ya avizoran al poeta bilingüe y quechua de Thunupa, escuela Cuzqueña y Vírgenes Urbanas cuya reedición de Valle Sagrado y almas en Pena he tenido el placer de hablar asllatapas esta noche. Fredy Amílcar Roncalla Kearny, 19 de noviembre 2009