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BATALLA ENTRE MUJER QUECHUA Y VARÓN CHANCA POR PUREZAS DE SUS QUECHUAS Y AFIRMACIÓN DE FÉMINA DE PROSAPIA SOBRE LA TRANSMISIÓN SANGUÍNEA DE CASTIZO ESPAÑOL AREQUIPEÑO. Pamela Cáceres

 Una delicia de lectura en tiempos mas escindidos que un poema de Washington Delgado. Tomado (sin permiso) del muro de Pamela Caceres, entre chusmamasis



CAPÍTULO IX: BATALLA ENTRE MUJER QUECHUA Y VARÓN CHANCA POR PUREZAS DE SUS QUECHUAS Y AFIRMACIÓN DE FÉMINA DE PROSAPIA SOBRE LA TRANSMISIÓN SANGUÍNEA DE CASTIZO ESPAÑOL AREQUIPEÑO

Dicen en mi tierra natal que nuestro hablar de quechua cusqueño sería puro, original y verdadero por haberlo recibido de los incas reyes. Los señores y señoras destos reinos llevan tantísima angustia por las purezas y tantísimo horror por la duda de las falsías. Poco he escuchado a quienes se desprecia como indios aseverar que su idioma es puro, o defender la valía de ciertas vocales. Los gentiles habladores de quechua batallan duramente contra aquellos que los desprecian por sus dejos, pero al mismo tiempo batallan contra aquellos que llevan la idea de la pureza y esperan que los habladores de quechua sean, como dice un buen historiador, unas antiguallas de museo muy intactas.
He de contar una anécdota que viví en mis niñeces cuando una pareja de parientes echó jocoso pleito por la pureza de sus quechuas. El varón, natural de Andahuaylas, llevaba un vivir de excesos y muchas libertades. La mujer, natural de Cusco, más bien contenida, poco vivía a sus anchas, y era bien donairosa por defender moralinas que ella creía inapelables.
Resulta pues, que viajábamos en uno de esos transportes que se llamaban taxis a mis hogares que se ubicaban en la calle Quera, en el centro mismo del Cusco. Ordenó, entonces, el varón al chofer que enrumbara hacia Quera, pero pronunció la palabra como si sonara «jera» con una jota medio explosiva. La mujer muy ofendida reprendió al andahuaylino explicando que no se pronunciaba el sonido de jota en quechua. (Igualmente ha afirmado el Cronista Cusqueño de este sonido que no existiría en lengua general de indios). La mujer añadió que más bien la pronunciación correcta era con una «q» glotalizada o explosiva. Paso seguido demostró con admirable habilidad cómo esa misma letra en quechua podía tener hasta tres sonidos distintos. El andahuaylino adujo que en su tierra lo hablaban así y defendió su derecho, pero la mujer siguió reprendiéndolo exaltando que el quechua cusqueño era el verdadero de los incas y que en la tierra de Apurímac solo se hablaba quechua corrupto.
Pasado los años, yo escudriñé con mejor atención al cusqueño cronista, pariente y escucha directo de incas sobrevivientes. En su crónica él avisa del gran pleito y odio que se llevaron quechuas y chancas. Los quechuas fueron una nación conquistada que guardó muy buena gana por sus conquistadores incas. Los chancas, también sujetados, más bien alojaron siempre ímpetus de liberación y traición contra los incas. Por eso, aprovecharon los temores y debilidades de Yáhuar Huácac por los malos augurios de haber sido inca llorador de sangre. Así, estos chancas hicieron peligrosa batalla, incluso amenazaron al Cusco, aunque finalmente fueron sujetados por los reyes incas. Creo que por eso aún ahora este pueblo se siente muy jactancioso. Algunos apurimeños que he conocido pecan de wakcha pitucos y no se sienten indios, cosa que nos irrita bastante a los cusqueños.
Sabiendo esto me recordé con mucha carcajada la batalla entre la mujer quechua defensora de incas y el varón chanca, ambos mis parientes de sangre, por lo que debo ser yo medio quechua, medio chanca y total chusma.
Volviendo al Cronista, no habló pues del quechua como lengua de reyes incas, más bien dijo que había una lengua general de incas, solo pronunciada por esta realeza, que se guardaba de no ser descifrada por vasallos o advenedizos y que existía otra lengua general de indios propia del pueblo. Sin embargo, no llama quechua a ninguna destas lenguas, solo habla de la «nación quechua», esta nación de la cual ya comenté.
Siguiendo pues mis estudios de Letras supe que el quechua había sido más difundido por españoles advenedizos que por los mismos reyes incas, que tenían cierto respeto por las lenguas que hablaban sus pueblos sujetados. Que quizá esa lengua general de incas fuera el puquina y no el quechua. Supe también en los estudios de lengua que es probable que el quechua se originara en el centro del Perú. Fui pues al mapa, recordando esta batalla de mis niñeces entre la mujer quechua y el varón chanca. Me di cuenta con sorpresa que Andahuaylas estaba más cerca de los lugares que se señalaban como orígenes del quechua que el mismo Cusco. También observé en censos, que en Apurímac se habla tantísimo quechua. Incluso en el conteo del 2017, hay más habladores de quechua en Apurímac, Huancavelica y Ayacucho que en Cusco que tiene mucha más población y aun así está colocado recién en cuarto lugar. Por último, sobre este conteo, dice que es San Juan del Lurigancho en Lima donde se concentra el mayor número de habladores de quechua.
Con mis descubrimientos y vanos afanes, poco tardé en regresar a Cusco y buscar a la mujer quechua que había acusado al varón chanca de hablar quechua corrupto. Le hice recuerdo de la batalla y le enumeré todos los datos que había aprendido en mis lecturas, esperando que la mujer quechua entendiera que algunas de sus afirmaciones eran equívocas. Pero la pariente me respondió con asombrosa seguridad que incluso los científicos de la lengua más esforzados llevaban muchas distorsiones por no querer reconocer la valía y la pureza del quechua cusqueño.
Entendí pues, que en esto de las purezas no importan tanto las verdades ni lo estudios, como sí las propias satisfacciones.
Pero, jamás se crea que somos los cusqueños los únicos que se pierden en purezas de lengua. Pasados los años, yo trabajaba como prescriptora en Arequipa en un sitio que poco me correspondía. En esos tiempos visitaba esta ciudad el premio Nobel arequipeño que tan distraídos llevaba a todos. Fue pues que una señora de mi trabajo, bastante jactanciosa por su prosapia y medio despreciadora de chusmas, me comentó que este gran Nobel había afirmado que en Arequipa se hablaba el español de una manera castiza y correcta como no se halla otra ciudad. Respondí pues que aquello era buena paradoja, puesto que, en aquel lugar lleno de arequipeños, quien enseñaba las ciencias de las palabras y de los signos era yo, chusma cusqueña. La señora me respondió pues, que no era de extrañar, que seguramente yo siendo cusqueña había dado tantísima batalla para hablar correctamente. Pero que, ella como todos los arequipeños de cuna, no daban gran esfuerzo, puesto que el buen español les venía corriendo en sangre. Así, esta señora de prosapia me dedicó magnífico elogio. Puesto que yo, siendo chusma salvaje, descreo de beneficios regalados en sangre, en cuna o sea por pura casualidad. Admiro pues, lo ganado con buena batalla y en libertad de angustias por purezas.



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