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Con Igor Ignacio en Caral / Bernardo Rafael Alvarez


CON IGOR IGNACIO EN CARAL



(Para Gladys Mendía,

poeta nuestramericana.

Sin puentes)



Oh mujeres y hombres de Caral/ Qué idioma rebotaba qué palabra

En estos muros flor de fuego y arena pétalos desbordados ya medio

Descuajeringados de piedra y arcilla neblinosa 8 siglos sin callanas ni odio

Llegué con mi hijo Igor Ignacio y una caravana de disonancias metonímicas

Cielo abierto debajo de nuestras pisadas y búsqueda vehículo de luz habría

Sido un quechua incunable y camino camino medio frío medio tostado

Por el sol bolsas negras de plástico convertidas en espantapájaros advenedizos

Insolentes agitan su rechazo de alas indeseables llegamos envueltos en luz

De ventana desplegada mundanos como la santificada poesía de la vida somos

Una interrogante filosa destazando verdades y vestigios indudables distantes

Habladores hasta no más y me pregunto si puede el excremento de las golondrinas

Lastimar el testimonio arenoso glaseado de estos hombres de esta calma

De luna nueva inclusivos que construyeron ciudades definitivas diviesos pétreos

Benignos pétalos ígneos precerámicos ah noche y anoche casi no hubo un alma con

Extremidades y leímos ante la indiferencia que es sello y esperanza de la civitas

Y sus desconsuelos todos juntos fantasmas constipados empujados el viento

Está salmodiando la utopía cordiforme de un harawi todos los puentes caerán

Porque nunca existieron porque no es cosa de acercarse sino de estar cerca Gladys

Nuestramericana pone en mis manos unos pétalos engarzados con inscripciones de vías

Y días y su libro resplandece áureo en mis ojos y mis manos de verdad

Y mentía quien pudo soñar que las brechas no son llagas y materia desprendida

Evacuación tornasolada donde exhala hedores inerte un gladiolo y su sonrisa

Adherida a la sombra que gotea yace cubierta por periódicos rugosos alucinados

Entrecomillados y sádicos amarillentos las palabras son guirnaldas despercudidas

Están las tardes perdidas desperdiciadas en conversaciones afónicas y urgentes

Palabras ensalivadas al peso Baltasar explica su voz es brújula que este pedazo

De flor hecha de piedras aderezada con algodón y cabellos y achiote

Y anchovetas y lloque es el altar del fuego sagrado que traga invocaciones insufladas

Expelidas exudadas shicras repiten su edad de eco vehemente y calcinado en mi pecho

Casi desnudo 5 mil años sabían quién sabe de metáforas las diosas

Desvirgadas al solsticio de verano sin un cálamo que incruste surcos expresivos

Y semánticos en templos absortos de letanías y fornicando candorosas

De cara a la poesía de esencia y raíz no grabada en la perpetuidad deleznable de

La nieve como una ofrenda que puede matarnos pero nunca nos quitará la vida

Que nos siembra en el desierto como una contradicción nutricia en el desierto

Fueron sembrados a pesar del viento estos abrumadores rasgos o trazos o

Alucinaciones o pesadillas táctiles mi asombro de monje deshonesto supino

En la arena como bandera y buitre casi sonoros como flauta traversa

Los cadáveres elocuentes casi sonoros como una confesión inesperada que la

Guerra huele a podredura y aquí no hubo guerra tal vez fue un manto de música

Desgarrado por las sonrisas y el sosiego ante los garabatos órficos del violinista

Impenitente y candoroso que se anexa a los hemistiquios de esta hora tornasolada

Decepción del bochorno a la rústica e imberbe imprecación del curaca

Sabio si tú hubieras sido hombre hoy supieras ser dios y suma un estío con ofrenda

De conchas marinas y medusas envueltas en neblina nacarada

Acaramelada de metal y melancolía aquí donde el poder no nació de la muerte

Creo sentirme eterno excesivamente duradero en la paz aún tibia

De esta nostalgia como el pan en horizonte que vibra sediento de miradas

Perennidad fragmentada quién destruyó este Florecimiento cataclismo o

Vorágine santa o non sancta sin herencia distinta a la perplejidad del orgullo

Que me emociona en una irritación tornasolada de gemido urticante

Caral la tuya es una historia masiva de amor

Hombres y mujeres ni padres ni hijos de la guerra caliginosa sacerdotisa

La Doctora Ruth Shady tiene la mirada fértil y sus manos acariciaron estas piedras

Que me conmueven con mucha razón también a Igor Ignacio y a Giuliana y a

Óscar y a Eduardo y a Johnny y a Rodrigo y a todos los poetas que soñamos

Con serpientes cóndores y embriones como un cántaro de agua

En los yacimientos expuestos de Chupacigarro/ Oh mujeres y hombres de Caral!



Bernardo Rafael Álvarez

Diciembre, 2009.

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