Como prometido la cantante y antropologa Sylvia Falcon, que ya nos ha entregado, junto con el maestro Daniel Kirwayo el album KIlla Lluqsimun aporta al dialogo sobre el huayno en el internet.
Hacia la Desfolklorización de Nuestro Acervo
Por: Sylvia Falcón*
A propósito del artículo de Fredy Roncalla sobre la presencia del huayno quechua en el Internet, nos detenemos a revisar la increíble cantidad de videos de las diferentes manifestaciones musicales de los departamentos del Perú y la impresionante cantidad de visitas que reciben.
Se podría decir que el Internet democratiza la expresión, al permitir las mismas posibilidades de acceso tanto a producciones caseras y de baja calidad como a grandes trabajos audiovisuales. Con respecto a la música que se crea y se consume en el Perú, principalmente la música regional cantada en quechua, YouTube ha creado una plataforma que nos permite hacer una comparación lineal y simultánea de los diferentes tratamientos estéticos que recibe nuestra música quechua por parte de los artistas y sus seguidores. Desde esta muestra, es pertinente reflexionar sobre las opiniones que se manejan en torno a la apreciación musical.
Es justamente a partir de esta reflexión que Fredy Roncalla cree pertinente, como creemos varios, una revisión completa sobre nuestra forma de pensar la música quechua. Así, la propuesta en los últimos párrafos de su artículo se hace esencialmente urgente: desfolklorizar el huayno.
Existe un desinterés casi generalizado por hurgar las reales dimensiones de los fenómenos musicales que derivan de los andes. La tendencia de encasillar toda esa gama de manifestaciones regionales, perfectamente diferenciables, en una misma definición, se ha vuelto vicio recurrente no solo de nuestra prensa local, desprovista de herramientas culturales a partir de las cuales dar un juicio serio sobre la estética andina, sino también de los mismos artistas.
Se fuerza lo “folklórico" hasta el hartazgo, "las folklóricas", "las reinas del folklore", “los grupos folklóricos”, “los mejor del folklore nacional” etc. Este tratamiento discursivo, conciente o inconcientemente, deja entrever que se trata de un arte ligado más a lo mediano y exótico que a lo serio y creador; podría decirse, es más, que son impresiones generacionalmente interiorizadas a través de los muchos años en que el arte no occidental ha vivido en la subalternidad de opinión.
Y aunque este estadio pareciese ir cambiando, ahora vemos que la reivindicación de lo andino como fenómeno cultural, la protagoniza el éxito comercial. Nunca antes habíamos sido testigos de esa explosión de creatividad desde todas las aristas de la sociedad, pasando por la gastronomía, la moda, la producción manual, el turismo, el arte en general. Artistas o empresarios dedicados a un tipo de producción de pronto exportan carteras bordadas por tejedoras huancavelicanas, o incorporan “aires andinos” a sus nuevas creaciones musicales. Existen muchos ejemplos del efecto del potencial iconográfico-cultural de los andes y los bosques.
Sin embargo, no tenemos claro si estamos tomando en cuenta el real impacto del discurso que se maneja en torno a los aportes culturales de nuestra tradición, es decir, si en ese tratamiento estético está latente la visualización de la tradición como dignidad cultural.
Da la impresión que muchas veces son los mismos artistas quienes tratan su arte con subalterinidad: "el huaynito bonito", "voy a cantar un huaynito"; puede sonar dulce, pero la más de las veces denota una excesiva modestia que linda con la inseguridad y baja puesta en valor. Esto, solo por mencionar un ejemplo recurrente perfectamente transferible a otras esferas del tratamiento valorativo del arte andino. ¿Será que nos folklorizamos nosotros mismos?
Debemos tener en cuenta que la propuesta planteada puede ir un poco más allá.
La experiencia del huayno, como propulsor de juicios de opinión respecto de nuestra cultura, no tarda en demostrar que no es solamente su desfolklorización pertinente para construir fehacientemente una plataforma de expresión y diálogo serio; si no además, es urgente desfolklorizar el arte andino en general, la manera que tenemos de apreciarlo y de apreciarnos nosotros mismos a través de el.
Algunos artistas quechuas en YouTube, superan las cien mil visitas, otros que podría decirse son regionalmente reconocidos están sobre las treinta mil visitas. Imaginemos el impacto valorativo que tendría la preocupación progresiva por incrementar la calidad del tratamiento visual de sus propuestas. Un paso adelante hacia la desfolklorización de nuestro acervo.
* Soprano, intérprete de música andina y bachiller en antropología por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Hacia la Desfolklorización de Nuestro Acervo
Por: Sylvia Falcón*
A propósito del artículo de Fredy Roncalla sobre la presencia del huayno quechua en el Internet, nos detenemos a revisar la increíble cantidad de videos de las diferentes manifestaciones musicales de los departamentos del Perú y la impresionante cantidad de visitas que reciben.
Se podría decir que el Internet democratiza la expresión, al permitir las mismas posibilidades de acceso tanto a producciones caseras y de baja calidad como a grandes trabajos audiovisuales. Con respecto a la música que se crea y se consume en el Perú, principalmente la música regional cantada en quechua, YouTube ha creado una plataforma que nos permite hacer una comparación lineal y simultánea de los diferentes tratamientos estéticos que recibe nuestra música quechua por parte de los artistas y sus seguidores. Desde esta muestra, es pertinente reflexionar sobre las opiniones que se manejan en torno a la apreciación musical.
Es justamente a partir de esta reflexión que Fredy Roncalla cree pertinente, como creemos varios, una revisión completa sobre nuestra forma de pensar la música quechua. Así, la propuesta en los últimos párrafos de su artículo se hace esencialmente urgente: desfolklorizar el huayno.
Existe un desinterés casi generalizado por hurgar las reales dimensiones de los fenómenos musicales que derivan de los andes. La tendencia de encasillar toda esa gama de manifestaciones regionales, perfectamente diferenciables, en una misma definición, se ha vuelto vicio recurrente no solo de nuestra prensa local, desprovista de herramientas culturales a partir de las cuales dar un juicio serio sobre la estética andina, sino también de los mismos artistas.
Se fuerza lo “folklórico" hasta el hartazgo, "las folklóricas", "las reinas del folklore", “los grupos folklóricos”, “los mejor del folklore nacional” etc. Este tratamiento discursivo, conciente o inconcientemente, deja entrever que se trata de un arte ligado más a lo mediano y exótico que a lo serio y creador; podría decirse, es más, que son impresiones generacionalmente interiorizadas a través de los muchos años en que el arte no occidental ha vivido en la subalternidad de opinión.
Y aunque este estadio pareciese ir cambiando, ahora vemos que la reivindicación de lo andino como fenómeno cultural, la protagoniza el éxito comercial. Nunca antes habíamos sido testigos de esa explosión de creatividad desde todas las aristas de la sociedad, pasando por la gastronomía, la moda, la producción manual, el turismo, el arte en general. Artistas o empresarios dedicados a un tipo de producción de pronto exportan carteras bordadas por tejedoras huancavelicanas, o incorporan “aires andinos” a sus nuevas creaciones musicales. Existen muchos ejemplos del efecto del potencial iconográfico-cultural de los andes y los bosques.
Sin embargo, no tenemos claro si estamos tomando en cuenta el real impacto del discurso que se maneja en torno a los aportes culturales de nuestra tradición, es decir, si en ese tratamiento estético está latente la visualización de la tradición como dignidad cultural.
Da la impresión que muchas veces son los mismos artistas quienes tratan su arte con subalterinidad: "el huaynito bonito", "voy a cantar un huaynito"; puede sonar dulce, pero la más de las veces denota una excesiva modestia que linda con la inseguridad y baja puesta en valor. Esto, solo por mencionar un ejemplo recurrente perfectamente transferible a otras esferas del tratamiento valorativo del arte andino. ¿Será que nos folklorizamos nosotros mismos?
Debemos tener en cuenta que la propuesta planteada puede ir un poco más allá.
La experiencia del huayno, como propulsor de juicios de opinión respecto de nuestra cultura, no tarda en demostrar que no es solamente su desfolklorización pertinente para construir fehacientemente una plataforma de expresión y diálogo serio; si no además, es urgente desfolklorizar el arte andino en general, la manera que tenemos de apreciarlo y de apreciarnos nosotros mismos a través de el.
Algunos artistas quechuas en YouTube, superan las cien mil visitas, otros que podría decirse son regionalmente reconocidos están sobre las treinta mil visitas. Imaginemos el impacto valorativo que tendría la preocupación progresiva por incrementar la calidad del tratamiento visual de sus propuestas. Un paso adelante hacia la desfolklorización de nuestro acervo.
* Soprano, intérprete de música andina y bachiller en antropología por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
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