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Reseña de Wiñaq Wayra (2023) escrita por Eleodoro Paucar Castillo. Olivia Reginaldo

La poeta Olivia Reginaldo, que pronto presentará su libro Qichqa, comparte su reseña de la narrativa de Eleodoro Paucar Castillo. Entrega inicialmente aparecida en Liw Yawar. Compañamos con una entrega musical de Eleodoro




Wiñaq wayra (2023) es la más reciente obra literaria del escritor y músico huancavelicano Eleodoro Paucar Castillo. Tras la publicación de Piñasqa Wamani (2018), versión quechua de su libro Wamani Molesto (1987), nos presenta este libro de cuentos en quechua sin traducción. El autor ha publicado también varios libros de relatos en español y una Gramática del quechua chanka(2022). Wiñaq wayra refleja algunas características distintivas de su trayectoria: su talento para narrar, su exigencia en el manejo del lenguaje y su faceta de músico. Como en sus trabajos anteriores, este texto ha sido editado por el propio autor.

Wiñaq wayra nos presenta 16 cuentos que conforman un mismo universo narrativo, cohesionados por la presencia de dos personajes: Hunsalu y Akilinu. Hunsalu aparece en diferentes facetas: como niño, viajero, wakcha acusado de robo y migrante en Lima; pero en todas ellas es un pícaro, irreverente y osado. Akilinu, cuya presencia es menor, es más bien un personaje reflexivo, que ha formado una familia y se involucra en la búsqueda de justicia en su comunidad. Sin embargo, no son personajes fijos ni opuestos todo el tiempo. Además, se entiende que tienen una relación muy cercana, y algunos cuentos relatan sus aventuras juntos. Las historias tienen como escenarios principales algunos pueblos de Huancavelica como Ñuñunhayu, Manchaylla y Palka, entre otros, así como espacios populares de la capital.

Los cuentos que conforman este libro son una mezcla de reelaboraciones de relatos provenientes de la tradición oral y creaciones originales. Un ejemplo del primer grupo es “Quru sinqa”, que narra la historia de un perro que protege a su dueño de la muerte, solicitándole que cuente sus pelos antes de permitirle pasar, y sacudiéndose después de cada recuento. Está también “Achacháw, qullutacha” que recrea la historia del zorro y la qulluta, y “Warmi sunqu Akilinu” que cuenta la historia del cóndor que se transforma en un hombre para seducir a una joven. Lo destacable de estas reinterpretaciones es el manejo de los diálogos, frecuentemente cargados de un humor provocativo. El resultado es la creación de personajes seductores y persuasivos.

Por otro lado, entre las creaciones originales destacan “Atatallawpas”, un relato en el que Akilinu y Hunsalu realizan un viaje a pie hacia las alturas para comprar ganado. A través de sus temores y problemas digestivos, vemos su encuentro con la Puna, que se presenta inhóspita: “Chay chiri urqukunapiqa hina uqu taya sutiyuq qurakunawansi yanukusqakupas” (En esos fríos cerros, incluso habían cocinado con plantas mojadas llamadas tayas)[1] (p.33). Por su parte, en “Yachaspam rimanaqa”, se desarrolla un discurso dirigido a los jóvenes, y al igual que en “Akilinupa chukuchan”, se reflexiona sobre un detrimento de la vida en comunidad y la necesidad de volver a volver a valores antiguos: “Kunankunaqa hatun llaqtapi, urqupi, qasapi, taksa llaqtachakunapi kaq runakunapas manañam ñawpaqkunapihina kuyakuyta, wayllukuytaqa yachankuñachu, nitaq allinninpataqa llamkakunkuñachu” (Actualmente la gente de las grandes ciudades y hasta de pequeños pueblos de la puna ya no sabe apreciar ni querer,  y tampoco trabaja para su bien) (p. 50). Extrañamente, se termina defendiendo a Hunsalu, quien según otros cuentos incumpliría con los preceptos que trata de enseñar. Esto lo presenta como un personaje ambiguo: querido y odiado; objeto de abuso, pero aprovechado si puede serlo.
 
“Kikillanmanta qatikuq” nos da más luces sobre el personaje de Hunsalu y su naturaleza malsana. El narrador indica: “Tayta Hunsaluqa hukyaychayá paqarirqusqa kay pachapi. Kuchich utaqchá atuq uriwarqurqa mamanpa wiksallanpiraq kachkaptin” (Tayta Hunsalu había nacido diferente pues en este mundo. El chancho o tal vez el zorro lo habrá ojeado cuando estaba en el vientre de su madre) (p.70). La historia cuenta cómo Hunsalu se apodera de un toro que encuentra en el campo, pero luego es acusado de haberlo robado. Al igual que en los cuentos “Qilla Hunsalu”, “Tayta Hunsalu”, “Muchaykuy munaq” o “Añalláw, kachicha”, se presenta al protagonista tratando de saciar sus necesidades sin el esfuerzo que ello conlleva. A pesar de ello, es un personaje simpático y su cinismo despierta empatía. La duda que tienen los pobladores de defenderlo o atraparlo es la misma que se siembra en el lector: ¿es Hunsalu una mala persona?
 
Aunque el libro corresponde a un universo predominantemente masculino, hay dos momentos en los que la intervención de personajes femeninos me resulta interesante. El primero es en el cuento “Hulyu Wallinas” cuando un grupo de personas intenta dilucidar quién está robando a la comunidad y mama Mirsi es la única que se atreve a sugerir quién es: “Wakinqa riqsichkankum chay suwata, ichaqa apu kaptinñataqmi mana uyanchayta atinkuchu, niwasun supaynin apachinapaq” (Algunos sí conocen al ladrón, pero no pueden enfrentarlo porque es poderoso. Que nos digan, para sacarle la mugre) (p. 56). El otro momento es en “Tayta wiskal”, donde mama Awrilyana reprende a los hombres de la comunidad que se quejan de la falta de trabajo y del abandono del pueblo: “Umaykichikta rachkarispayá, makikichikta qiwikacharispa runa kaspaqa imallatapas ruwariychik, yarqayta wakchayaytayá utqayman hawanpasun” (Si en verdad son hombres, rásquense la cabeza y muevan las manos, hagan algo, superemos el hambre y la miseria). (p.63) El relato prosigue con un enfrentamiento con Hunsalu que termina ante un fiscal. Así, las mujeres, aunque con una intervención menor, también forman parte de esta galería de ‘personajes atrevidos’.

Existe un grupo de cuentos que muestran una visión particular de la capital. A través de la mirada de Hunsalu en “Chankanpi latanuyuq”, se nos presenta una Lima sucia e intimidante al principio. Hunsalu deja su pueblo por hambre y comienza a vender alimentos en La parada. Allí empieza a ganar dinero, a beber cerveza y a aprender español. La continuación de este cuento es “Muru malita”, donde esta vez es Akilinu quien llega a la capital después de haber sido humillado por un hacendado al no hablar español. Ambos personajes parten a Lima por una necesidad, y una vez allí se manejan con confianza. A pesar de la falta de una comunicación fluida, su encuentro con los ‘qalas’, es más bien grata. Se deduce que es la Lima habitada por provincianos o sus descendientes. Más adelante, Akilinu, preso de la nostalgia, decide volver: “Hunsalu qamllaña kay asnaq llaqtapi qacha yakuwan ruwasqa chupikunata laplachkay…” (Hunsalu tú nomás quédate tomando sopa de agua sucia en esta maloliente ciudad). (p. 61) Este hilo de historia termina con “Pinqaymi kayqa”, donde la Federación de Asociaciones del Distrito de Palca – Huancavelica reune dinero para hacer retornar a Hunsalu, quien ha caído en el vicio del alcohol. En este recorrido, Eleodoro Paucar nos entrega unos personajes dignos y grotescos a la vez, siempre listos para reírse de sí mismos y de los demás.
Algunos rasgos estéticos que llaman la atención desde el inicio son el humor y la inclusión de versos de canciones. En cuanto al humor, este se presenta a través de personajes procaces cuyo manejo del lenguaje popular es remarcable. Esta característica del libro se relaciona con el “kaminakuy” o “tratanakuy”, una tradición en varias regiones de los Andes que consiste en el intercambio de insultos cargados de humor. Algunos ejemplos en Wiñaq Wayra son: “Chapsu uya masiykitataqmi apamuwachkanki”, “upa yawri sinqa”, “Manam ñuqaqa pikiman usamanqa rantikunichu!”, “Qam qillaqa imatamá llamkapakuwaq, sikiykich llasachkan, makiykich karkayarquman”, “Qawaychik kay tullunkama saqsa siki Hunsaluta!” “Mayñachik kay sapratankuwan qapqanakuchkay”, “Pasaypaq qiwi chupam qamqa kanki yaw”. Son intercambios que no sólo se dan en contextos de confrontación, sino también en conversaciones amicales y de confianza.

Con respecto a los cantos, estos funcionan como pausas o introducciones que generan suspenso. Se trata de versos de canciones populares y otras de creación propia, según indica el autor. Estos generalmente se vinculan con el tono del texto o la emoción del personaje y generalmente aluden a espacios o elementos ligados al campo. Son canciones que activan la memoria, sirven de fondo emotivo, pero que también tienen una fuerte carga de sentido en relación con cada historia. Como ejemplo, los versos “Ñuqam kani purun rumi / qaqamanta urmaykuq; / mana mamayuq, / mana taytayuq/ sapachallay kay llaqtapi” que anteceden a “Yachaspam rimanaqa” y hacen eco de la posible soledad del personaje mayor que habla y también de Hunsalu. El lector se siente como en un espectáculo que incluye canto y narración. Este efecto de oralidad se nota también en los guiños que hace el narrador a su ‘audiencia’: “Akillanchikpaq”, “Pinqayta willaykullayki”.
Wiñaq Wayra parece haber sido escrito para celebrar la fuerza expresiva del quechua y mostrar el ‘miski rimay’ andino. En su escritura, que quechuiza todos los préstamos del español, se percibe una postura lingüística. Y aunque expresa abiertamente su procedencia en una franja de la portada: “Chanka simipi willaykuna” (Cuentos en lengua chanka) su lectura será igualmente valiosa para todos los quechuahablantes.

[1] Traducciones propias sólo con fines ilustrativos.


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