Julio Humala comparte un fragmente de su reciente novela José María Castañeda: Montonero guerrillero (Artediea 2024) donde cuenta la gesta de Tupac Amaru a través del yachak Mateo Poma, testigo de la ejecución de Tupac Amaru, Micaela Bastidas y su familia. Julio, ademas de gran músico es un escritor con los oídos asidos a las luchas y la historia del pueblo. Gracias personales por contar la historia del coronel Castaneda, que dio nombre al distrito de gran importancia en nuestra historia familiar. Hawansuyo se solidariza por la reciente censura contra el y su hermano Walter, en torno a las presentaciones del Duo Arguedas.
Es la hora de akullicar, de hacer un alto y sentarse a pikchar hojas de coca y el momento de conversar y reír, de tomar “aqa”, la chicha de maíz, la bebida de los incas. - ¿Qué dice la coca, don mariano, será bueno este año, habrá lluvias?, pregunta en voz alta don pedro. - La coca está dulce, la semilla que hemos sembrado dará buena cosecha don pedro- responde el viejo gañan don Mariano, comunero de Lacaya, viste un pantalón de bayeta, algo corto, medias de lana de alpaca, saco corto, también de bayeta, sombrero de lana, muy deformado y unos zapatos rústicos de cuero de llama que cubren sus pies, llamados “seqos”, la ropa la fabrican los artesanos en los obrajes de la región, es la ropa del modelo que se usa en España, pues luego del levantamiento y ejecución de Tupac Amaru I, el virrey Francisco Toledo prohibió el uso de las ropas heredadas de las épocas del Tahuantinsuyo, la música, las danzas y todo aquello que les haga recordar su pasado, “cortar la identificación con sus raíces para hacer fácil la dominación” había oído decir a don Mateo Poma, el Yachaq: - ¡Desprecian a nuestra Cultura, a nuestros Apus sagrados, a nuestras Huacas, nos quieren voltear el alma para aplastarnos y quitarnos nuestro oro, nuestras riquezas! Solía decir, rumiando su rabia. - ¡Nuestro Inca Tupac Amaru habrá de volver, cuando se restituyan las partes de su cuerpo, cuando los brazos se vuelvan a unir y las piernas, el tronco y la cabeza, entonces retornara el equilibrio en el mundo y el runa, runa será, ya no doblara su espalda en las minas de Huancavelica, ya no nos obligaran a ir a las mitas a morir botando sangre!- solía decir don Mateo, le había oído conversar muchas veces con su padre, también Había participado en el levantamiento de José Gabriel, era de los pocos de la región que se habían unido al inca Tupac Amaru y presenciado su ejecución y la de toda su familia; el día en que el sol se escondió y corrieron vientos, en el momento mismo en que pretendieron arrancarle los brazos y las piernas tirando de 4 caballos y no lo consiguieron, parecía que la misma Pachamama protestaba por la masacre a sus hijos, algunos sintieron que la tierra temblaba; fue un 18 de mayo de 1781en la misma plaza de armas del Cusco, capital del Tahuantinsuyo, sacaron a los prisioneros de sus celdas y los llevaron a rastras hasta el lugar preparado para su ejecución, una multitud de hijos de estas tierras eran obligados a presenciar lo que sería para los españoles un acto de escarmiento y para que nadie más osara levantarse contra la corona hispana. El inca fue testigo de la tortura y ejecución de sus aliados, de su tío, de sus hijos mayores; a Micaela Bastidas, su esposa, no pudieron aplicarle la pena del garrote y la mataron golpeándola y ahorcándola con sogas, tirando de ambos lados; en medio de la multitud Mateo Poma, llora de rabia e impotencia junto a muchos otros que también lloran por la brutal muerte de su inca; a Francisco Tupac Amaru, a Micaela Bastidas les cortaron la lengua antes de matarlos; a José Gabriel, antes de amarrarlo de sus extremidades a cuatro caballos tirados por mestizos, le cortaron la lengua, con látigos pretendían que los caballos galoparan para desmembrarlo, sus músculos se tensaron, era fuerte como un roble, su rostro enrojecido por la tensión y las venas del cuello que parecían reventar; su mirada de águila, intensa llena de ira y de dignidad frente a la muerte, sería recordada siglos después, su cabello largo se movía al compas del movimiento de los tirones de los caballos que no pudieron arrancarle las extremidades, dijeron que parecía “una araña suspendida en el aire” muchos se hincaron de rodillas porque el ultimo descendiente directo del linaje de los Incas agonizaba; las mujeres tomadas de las manos lanzaban quejidos que trataban de ser silenciados por los soldados del rey; los ejecutores temblaban de miedo pero aparentaban fortaleza, entonces ordenaron: - ¡Córtenle la cabeza, las extremidades y pónganlas en picotas!: un brazo en el pueblo de Tungasuca, el otro en la capital de Carabaya, una pierna en Livitaca y la otra en Santa Rosa y la cabeza en el pueblo de Tinta - eso ordenaron, aparentando valor, pero el miedo no se les iría nunca, en su conciencia les quedaría la mirada de cóndor herido, de superioridad moral; los ojos negros del hijo del sol serían la pesadilla de estos chapetones, el cuchillo en su negra conciencia. Al hijo menor de nombre Fernando, con solo 10 años de edad no lo ejecutaron por ser niño, pero lo obligaron a pasar debajo de la horca, luego lo desterraron a Cádiz, España, a prisión perpetua. Estos recuerdos intensos no abandonarían nunca a don Mateo Poma y los contaba con voz pausada, masticando cada palabra; mirando hacia adentro, a su memoria.
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