A vespers de la proyección de un documental filmado por mario Pozzi-Escott sobre su trayectoria, Omar Aramayo comparte un fragmento de su Churata: un diablo feliz baila en los ovarios de la Pachamama (Summa 2024), donde aborda el indigenismo desde ángulos novedosos nos dice que "se escindió culturalmente" lectura obligatoria para todos los que no queremos vernos en el espejo
El indigenismo define su naturaleza jurídica primordial a partir de tres puntos de estudio: el indio (el despojado); el gamonal o la empresa (el despojador) y los métodos que usa para
despojar; y la tierra, los caminos, los yacimientos mineros, las fuentes de agua (motivo de la litys). Y el testimoniante, el indigenista.
Además de estos tres componentes, imprescindible, se debe considerar al sistema, al Estado y sus relaciones internacionales, qué rayos está pasando en el mundo, qué ampara las condiciones
y crea las tensiones dramáticas de una sociedad mayoritaria de segunda clase, ciudadanos de segunda, como lo definiera el presidente Alan García, el año de la masacre de Bagua, en la
Amazonía peruana (2006). A los ciudadanos de segunda clase se les masacra con impunidad, el sistema lo permite. En enero de 2023, en Juliaca se perpetró una masacre, que luego de un año
no merece la atención de la fiscalía.
despojar; y la tierra, los caminos, los yacimientos mineros, las fuentes de agua (motivo de la litys). Y el testimoniante, el indigenista.
Además de estos tres componentes, imprescindible, se debe considerar al sistema, al Estado y sus relaciones internacionales, qué rayos está pasando en el mundo, qué ampara las condiciones
y crea las tensiones dramáticas de una sociedad mayoritaria de segunda clase, ciudadanos de segunda, como lo definiera el presidente Alan García, el año de la masacre de Bagua, en la
Amazonía peruana (2006). A los ciudadanos de segunda clase se les masacra con impunidad, el sistema lo permite. En enero de 2023, en Juliaca se perpetró una masacre, que luego de un año
no merece la atención de la fiscalía.
Hace un siglo, dos, o más, estas condiciones fueron extremas
en el continente. Se considera su estudio como un problema rural, campesino, detrás del cual aparece un sujeto más o menos ilustrado, ilegítimo, viene de la ciudad a soliviantar o a traficar
con su imagen, sujeto voluntarista, cuando en realidad el problema compromete a la sociedad en su conjunto. Estereotipia perversa, de las más en la historia fabricada por las ciencias sociales
y la literatura, la academia al servicio del sistema. Un leguleyo habla en nombre del despojado: Riveros en la gran rebelión de Huancho Lima, a quien jamás se le permite el uso de la palabra,
esconderlo ha sido más fácil. Individuo incómodo, un mediador que azuza y obstaculiza y que al mismo tiempo, vade retro Satán, le da pautas al “investigador”, le suministra información,
le permite su existencia, y le permite revertirlo como un parásito, mientras el “investigador” aparece en traje de luces, olé.
en el continente. Se considera su estudio como un problema rural, campesino, detrás del cual aparece un sujeto más o menos ilustrado, ilegítimo, viene de la ciudad a soliviantar o a traficar
con su imagen, sujeto voluntarista, cuando en realidad el problema compromete a la sociedad en su conjunto. Estereotipia perversa, de las más en la historia fabricada por las ciencias sociales
y la literatura, la academia al servicio del sistema. Un leguleyo habla en nombre del despojado: Riveros en la gran rebelión de Huancho Lima, a quien jamás se le permite el uso de la palabra,
esconderlo ha sido más fácil. Individuo incómodo, un mediador que azuza y obstaculiza y que al mismo tiempo, vade retro Satán, le da pautas al “investigador”, le suministra información,
le permite su existencia, y le permite revertirlo como un parásito, mientras el “investigador” aparece en traje de luces, olé.
En el espacio institucional de los derechos humanos de hoy, cuando se examinan los problemas de la sociedad que vienen del pasado, el indigenista pertenece al silencio, es un personaje anacrónico y ajeno; en realidad es el antecedente, el eslabón crítico en un territorio privado de educación, de reflexión y comunicación, acerca de los beneficios del contrato social, en una sociedad precapitalista, colonial, feudal, centralista, y racista.
¿Qué es el indio? Un misterio, rezago del pasado. Es el otro, el diferente. Algunos académicos se hacen al medio gracias a la proyección de la historia o la historiografía, muchos de ellos
un día a la luz de la realidad se percatan que no tienen la competencia cultural necesaria, no vislumbran al sujeto creador de un yo interno, a un creador de vida cultural. Ser vivo, no solo un siervo o alguien que lo ha sido. No saben que el indio tiene ahayu, ni de su trascendencia
en la vida cotidiana, ni en el instante, no saben que el ahayu es colectivo, no hay ahayu que no lo sea. Y no logran penetrar una visión de mundo que no es la suya, la lactancia de la madre
cosmos; de la misma manera pero a la inversa de los latinoamericanos en París, que no logran adaptarse al espíritu positivo liberal europeo, a su lógica cartesiana, a su licantropía. Una cultura se invive y se comparte, el humano es intimidad, en este caso intimidad de zonas compartidas, lo demás es el sistema, la cáscara social, la red y su réplica infinita. La expectativa es ingresar a esa
intimidad, para la construcción de un diálogo. En el fondo, el crítico del indigenismo no rechaza al indigenista sino al indio, a su cultura “no desarrollada”, a esa extraña intimidad y pretende convertirse en un Diógenes en el río revuelto de la razón, finalmente es el mensajero de la ciudad, del progreso occidental, de su ciencia, el indigenista es una piedra en su camino. Su expresión más notable es Mario Vargas Llosa, sin duda los hay menos ilustres y menos ilustrados.
A partir de la idea del indio apocado, que se esconde bajo un poncho anónimo, en sus fiestas orgiásticas o detrás de la tecnología contemporánea, del parto electrónico, (Churata, en los
cincuenta del siglo pasado, detecta y predice el futuro del sujeto que se esconde detrás de los equipos electrónicos, nuevo poncho del indio. Niños ludópatas desplazados por el terrorismo y
la represión en los años noventa, veloces, voraces ludópatas, como antes algunos de nuestros antepasados quisieron hacerse a las naves de España para ser parte de su maquinaria; sin jamás
dejar de ser lo que son, niños indios, astragados por la perversidad de Occidente. O los ingenieros de sistemas, los nuevos popes de la sociedad tecnológica, inocentes e involuntarios antagonistas
del humanismo) El planteamiento de Churata pone en cuestión al estereotipo, es menester ver alindio (de vernos en indio) detrás de todas sus máscaras.
El infortunio del indio y la feudalidad, según El Pez de Oro, se inicia muy antes del siglo XIX. Los gamonales, son apenas descendientes de los repartidores y corregidores españoles, la mala racha no solo es producto de la República. No es con los libertadores del siglo XIX
que el problema se resuelve, se agrava, se acrecienta con Bolívar, con la proyección de su personalidad europea, criolla, y la continuación del régimen colonial sin los españoles y sin el ordenamiento administrativo español que al partir deja en quiebra moral a las nuevas naciones. Y sin la disminución de la crueldad, por el contrario. A partir de este punto, Churata desarrolla
precursoramente el tema de la decolonialidad, antes que los posteriormente consagrados por el canon, con profundidad y singularidad. No solo es el problema de la tierra, como se creía
en los años sesenta del siglo pasado, son las relaciones sociales, los contenidos subliminales del lenguaje, el uso de la religión como instrumento, la sexualidad, los ritos cotidianos, los hábitos de pensamiento, la visión del mundo político, los criterios de verdad y realidad, y bajo su influjo la construcción de una sociedad desquiciada y cínica. Es el Estado colonial que no termina de encajar en la Nación prístina, que no termina de reconocer su cuerpo ni su alma, el camino por donde debe transitar, y por donde deben transitar los niños de mañana. Como resultado, la hiperfetación (el ser que no nace, se desarrolla y queda en estado fetal) del proyecto
americano Sin una subjetividad propia de la persona, si no la persistencia colonial, mentes dominadas, soterradas, amenazadas y amenazantes, sadomasoquistas, ófricas, autodestructivas,
con innegables e innúmeros mecanismos de sustitución de la personalidad, y por completo de la ciudadanía.
Los indios del Perú y América no han sido despojados de la tierra solamente si no de su territorio nacional. De su querencia. La herida dejada por el despojo es tan grande y sin restañar, que cuando
las víctimas (se han intelectualizado primariamente) escuchan palabras como: descubrimiento, conquista, o indio, reaccionan y quisieran arrancarse la piel como si estuvieran escritas en ella,
sacarlas del diccionario como si esas palabras fueran las culpables de la tragedia, como si en ellas radicara el mal y no en quienes las usaron, el tono mórbido circunstancial histórico, que emplearon.
Y las cargaron de odio racial, y que hoy tienen resonancia en el hábito colonial de su uso, como si la historia pudiera ser sustituida, borrada con la omisión de las palabras de marras, con eufemismos
cargados de una colonialidad de gran calado, como barcos fantasmas cargados de niebla, que lo único que hacen es postergar el examen decolonial, llevarlo a sus extremos, hacerla transparente, llevarlo a sus extremos, hacerlo transparente, para de pocos o de a muchos, voltear, en un imposible, un idioma que de naturaleza, hace siglos es colonial, y así mismo quienes cuestionan palabras como conquista, descubrimiento, indio, o no logran entender. Es un problema de realidad. Y al fin hallarse ante el espejo de la identidad, para transformar la historia, el futuro, su propio futuro. O solo ser felices con la ausencia de esas palabras. Pocos se asumen, como recomienda el viejo verso de Píndaro: sé tú mismo, caro a Nietzsche, a Heidegger, y al mismo Churata.
La sustitución de campesino por indio, o andino, para comenzar una nueva historia, blanqueada, esterilizada, inocua, posterga el problema ad infinitum, esconde al indio de todas las edades, de todas las clases sociales, su alma; al golpeado, al sujeto colonizado, colonial, detenido en el tiempo, como a la conciencia nacional sufijada a los intereses mercantiles, inveterados como repentinos. Mientras se exonera al colonizador, al señor feudal, que por cierto también es andino, que con los siglos o recientemente se ha andinizado. Una forma fácil de liberarlo de la historia. La palabra indio no es una construcción que cautele los intereses y hábitos de la colonia, solo la
revela, y transparenta al sujeto que alguna vez no supo o no pudo manumirse. Por eso la palabra indio está envuelta en las ascuas del infierno, lo cual impide acercarnos a nuestro propio rostro. A nuestro propio ego. Para Churata el carácter de indio no tiene como condición el color de la piel si no el de la consciencia, la cultura, el afecto. Se es indio culturalmente.
Es la palabra con la que el padre de Las Casas hizo bandera de lucha por los derechos humanos, la palabra con la que Mariátegui buscó un país mejor, con la cual Túpac Amaru llamó a sus congéneres y peleó e intentó cancelar a los peninsulares, con la que Túpac Katary llamó a los suyos. La palabra con la que Garcilaso nos presentó al mundo, y Huámán Poma de Ayala protestó por los suyos. No existe palabra que la sustituya, ni quechua, ni aymara, ni asháninca, es la que nombra a una nacionalidad sin fronteras y la diferencia de las demás. La que públicamente nos designa en el hemisferio, no existe otra. La que da unidad cultural a hopis, mapuches, aymaras, quechuas o moches, esa y no otra: indios. En Europa y en Asia nos llaman indios, nos
conocen por indios, no por campesinos ni andinos. Su rechazo revela un incurable complejo de inferioridad colonial que argumenta desde el resentimiento social ante la soberbia de las clases políticas, y no desde la construcción de una sociedad nueva y original, desde el vergonzoso pasado ante el país supuestamente avergonzado. Andinos, ocurrencia homogenizadora de los antropólogos norteamericanos de los años 60, para eximirnos de la palabra indio, término de contenido político, se supone que los indios amenazaban la toma de ciudades, ya llegan los indios decían los terratenientes y sus allegados, año tras año, desde que Manco Inca en el siglo
XVI cercara Lima. Andinos, palabra ante la cual se inclinan los provincianos en la capital en sus asociaciones de residentes, somos andinos, pares todos en la beodez de las fiestas patronales. La
cordillera de los Andes se extiende por más de 7 mil kms. atraviesa el continente, si bien quienes la habitan son andinos no todos se definen culturalmente andinos, no es una definición cultural
si no geográfica, un desculturamiento, una negación del Sol.
Churata y los indigenistas, extienden el concepto de lucha por la tierra al culto a la Pachamama. Hace extensivo el concepto de lo agrario a lo holístico, no solo la parcela donde cultiva la papa o la
quinua si no el reconocimiento de la madre Tierra. Gea. Más allá del patrimonio que el repartidor o el gamonal despojara a los indios, con el auspicio de la Iglesia, su recuperación espiritual. La Pachamama es la madre de las madres: escípara, vivípara, poliándrica; unas veces la vieja otras la imilla, la niña; siempre renacida y siempre anciana, consejera y tolerante, nuestra caverna. En un momento Churata se pregunta por la cueva donde habita el universo, de quién es, a quién pertenece, la Pachamama es el espacio infinito, el alajh pacha utjiri, el tiempo, la materia, el concepto pacha, el todo, la materia tiempo espacio, patrimonio del Inca, su phutu, su casa, vulnerada por el hombre ignorante, salvaje, que viene del otro lado de los mares en busca del oro y la despojo del otro; y que en sus universidades y en su universalidad europea, esgrime el derecho a la guerra. Así se construye el principio de la defensa por los derechos de la Tierra, de la naturaleza, para restituir la fe en el viejo espíritu panteísta, del nuevo orden ante la hegemonía neoliberal.
Churata viaja a las estrellas veinticinco años antes que Carl Sagan y dieciocho antes que el extraordinario Severo Sarduy, vía la maquina más veloz y psicoactiva existente: la palabra, la poesía, la magia de la imaginación; viaje de reconocimiento de la tierra prometida, el concepto expansivo de Pachamama: el cielo, el cielo de los indios y de todos los humanos, jamás entrevista por el usurero español, que destruyó el observatorio astronómico más importante de su época:
Saksaywaman; la magia cósmica de su espíritu, o realismo mágico, que según Elena Garro solo es el espíritu de la cosmovisión indígena. No hay Pachamama sin indios.
Fernando Lázaro Carreter, en su diccionario de términos filológicos, dice: Indigenismo. Palabra de procedencia indígena que pasa a una lengua invasora. Se aplica, generalmente a voces de lenguas europeas: indigenismos americanos, africanos, etcétera. Una palabra es indigenismo con relación a la lengua invasora hablada
precisamente en el lugar donde vivió o vive la alengua dominada. Con relación a la lengua peninsular, son americanismos. Si
entendemos la palabra palabra, como logos y no como vocablo, de manera sencilla, eso es el indigenismo, la creación indígena (nativa) que confronta a la presencia invasora, visto desde la península por un hombre inteligente: americanismo. En la aldea global desaparece en su condición subordinada, porque la metrópolis hegemónica ha dejado de ser prevalente, en el mundo ha dejado de existir un eje cultural, existen otros, aunque la capital siga siendo el centro
financiero de toda actividad política. Con Churata nos encontramos en un eje cultural frente a ese
centro financiero de encomiendas y favores. El indigenismo como corpus es una tradición que con cada uno de sus cultores se afaceta en lugares diferentes de América, con Churata aparece
un indigenismo universal; alteridad agónica, diría Guattari.
entendemos la palabra palabra, como logos y no como vocablo, de manera sencilla, eso es el indigenismo, la creación indígena (nativa) que confronta a la presencia invasora, visto desde la península por un hombre inteligente: americanismo. En la aldea global desaparece en su condición subordinada, porque la metrópolis hegemónica ha dejado de ser prevalente, en el mundo ha dejado de existir un eje cultural, existen otros, aunque la capital siga siendo el centro
financiero de toda actividad política. Con Churata nos encontramos en un eje cultural frente a ese
centro financiero de encomiendas y favores. El indigenismo como corpus es una tradición que con cada uno de sus cultores se afaceta en lugares diferentes de América, con Churata aparece
un indigenismo universal; alteridad agónica, diría Guattari.
El carácter primigenio del indigenismo, político y jurídico (Bustamante Dueñas, Rumi Maqui, Quiroga, Chuquiwanca Ayulo, Zulen, Dora Mayer, Urviola, el mismo Churata), se expande a lo
estético y ontológico, aquello que en sus inicios es transparente ingreso a lo cotidiano, adquiere poder simbólico de gran detalle, producto y recurso literario, ideológico, sofisticado, que
conduce a Churata entre otras cosas a un dejá vu, a un satoro, despertamiento, para comprender al espíritu colonial que nos habita, sin parangón, como jamás se ha hecho: la decolonialidad,
tema vanguardista y ecuménico, que revela aquello que está a ojos vista y sin embargo más allá de la comprensión en su momento, irrebatible ante el tribunal criollo y ante los tribunales
globales, intérpretes de las potencias militares que por siglos han garantizado un status quo de cinismo obligatorio, montado sobre los viejos postulados de Sepúlveda, el contendor del padre de Las Casas a mediados del siglo XVI, que sostenía que los indios no tienen alma. Alma es creación, para Sepúlveda los indios son incapaces de toda creación. Creación y humanidad, los indios no eran humanos, y aún para algunos no lo son, no deben abandonar su hábitat ni su
pobreza, no deben dejar su territorio y mantenerse como lo hicieron en las reservaciones indias de Norteamérica, apartheid, en pleno siglo XXI. Idea que en definitiva autoriza la sumisión vertical de los indios de la Tierra a las leyes del trabajo forzado y gratuito.
Ese el punto en el cual se sostiene el concepto de raza superior y racismo, que justifica la explotación y sumisión de los pueblos; en nuestros días arborece como si jamás hubiese existido
nazismo ni juicio de Nuremberg; en el Perú y América Latina adquiere características propias, porque segmenta la idea de patria, patria que jamás terminó de construirse como matriz, matria,
si no territorio de conflicto. Gabriel Bello Reguero, habla de un neo racismo en España y Europa, concepto indesligable del racismo colonial, permite explicar la actualidad europea, lo mismo que
aquí, en este suelo, según el cual existen humanos superiores e inferiores, lo que produce la gran revulsión social y resentimiento contra las instituciones, y el concepto de patria cada vez se hace
insuficiente. El Perú de nuestros días, 2024, vive un multiracismo frenético, poligonal, dentro de ello el autoracismo; se suscita desde los intereses de la burguesía industrial y comercial, cómodas y precautoriamente auto invisibilizadas, y de las clases medias aspirantes a ese espacio social inalcanzable.
Eso hace que rebrote en Europa, algo que era normal en el siglo XVI, lo que pasa es que entonces el racismo se daba en territorio colonizado y se veía como algo normal, los colonizados siempre eran inferiores a nosotros culturalmente, y con esa inferiorización
les utilizábamos económicamente. Se llegaron a esclavizar. Y el racismo se utilizaba para justificar todo esto. /// Se utiliza la diferencia cultural para hacer rebrotar la diferencia moral
de superioridad – inferioridad, que antes se justificaba con la diferencia biológica. Ese es el nuevo racismo. (Bello Rugero)
Ante la incapacidad de integrarse a la sociedad europea, el migrante extranjero de lo único que no carece para subsistir, es de su identidad: cultura, idioma, costumbres, idea de patria. De su
intimidad singular, lo más propio del yo. Es el regreso al postulado indigenista de todos los tiempos, del grupo Orkopata y la revista Amauta, el ser social, todos vuelven al embrujo incomparable del
ser nativo, al yo colectivo, aquello que de saque asegura al mundo la multiculturalidad global, contra a la idea de “la utopía arcaica”. Estamos siendo, seguimos existiendo, kachkanirajhmi.
Solo como ser arcaico, milenario, podrá el humano ver un futuro sostenible, propio, que permita hablar desde la notridad, desde lo nuestro, un futuro felizmente distante a las distopías, desde su
territorio, de una ecología tenazmente defendida.
Flores Galindo, entiende por racismo algo más que el menosprecio y la marginación: un discurso ideológico que fundamenta la dominación social teniendo como uno de sus ejes la
supuesta existencia de razas y la relación jerárquica entre ellas. El discurso racista en el Perú se estructuró alrededor de la relación blanco-indio y después se propaló a otros grupos sociales.
En nuestros días el racismo se explicita a la esfera cultural, es un instrumento que justifica la dominación económica y la segregación social. Las castas que manejan el aparato del gobierno,
las costras burocráticas soterradas, bajo lente racista reconocen lo prehispánico del Perú, lo consagrado por el canon internacional, para ellos lo contemporáneo es de segunda clase, material de elaboración (danza, artesanía, poesía, lenguas nativas). Parámetro necesario para
entender al Perú y sus componentes cuando dice el discurso racista en el Perú se estructuró alrededor de la relación blanco-indio, sobre esa oposición se erige la imagen del país, en versión del blanco.
El arqueólogo Luis Lumbreras (julio, 1922) considera que Quienes inventaron el racismo no fueron los españoles que llegaron acá. Ellos por supuesto que se veían claramente diferenciados, españoles e indios, una separación que consideraban natural. Culturalmente, era muy fuerte la diferencia de lengua, costumbres, religión, etc. Pero cuando llega la independencia, esa división se fue convirtiendo en clasista desde el momento en que “nosotros” (los criollos, los hijos de españoles nacidos en esta tierra) comenzamos a expulsar a los “otros”, a los indígenas, de la condición nacional. Desde 1823, con la primera Constitución, los criollos tomaron el poder, y
toda la relación represiva luego se profundizó con Leguía y el civilismo, que fue antiindígena.
Lumbreras pone en evidencia el factor clase como elemento catalizador; racismo siempre hubo, desde que los peninsulares niegan alma a los nativos, desde que aparece la oposición blanco –
indio, siglo XVI. Los españoles se sienten superiores en todo instante, tienen que hacerlo para expoliar con la mayor confianza y desechar al indio cuando lo consideren no necesario. Después
de las independencias, segunda y tercera década del siglo XIX, los aristócratas herederos de la nobleza española hacen patente la clase social: Somos iguales ante la idea de patria, pero algo debe diferenciarnos para conservar nuestro estatus: la sangre azul, el color de la piel, los apellidos de progenie, y por cierto la propiedad de los medios de producción, la religión como garantía de humanidad y civilización, respeto al orden establecido, heredad de los peninsulares, sus mayores. Y a mediados del siglo XX, los medios de comunicación. Desde entonces el racismo ha sido instrumento de discriminación por el color de la piel, por el idioma, por lo que fuere.
Súmese a esa diferenciación el centralismo, si eres provinciano; los privilegios en la política, en las instituciones del Estado, en la economía, en la cultura, llano para los criollos o sus aliados extranjeros, vedado para los propios.
En los años setenta, con la democratización de las universidades, la expansión de la industria editorial, la eclosión económica de los centros comerciales propiedad de los segregados, y el gobierno del general Velasco Alvarado, se masifica el concepto de identidad, respuesta al racismo, expresión de autoestima y de reconocimiento personal, territorial, e histórico. Veamos un solo aspecto, para Gorki Gonzales Mantilla, hasta el proceso de reforma de la educación
del gobierno militar del general Juan Velasco (1968-1975), la legislación en materia educativa sólo contempló el proceso educativo en castellano. El idioma, continente de la cultura estaba
negado a quienes no lo conocían, es decir la gran mayoría, en ese momento. En el proceso de castellanización paradójicamente José María Arguedas contempla la necesidad de extinguir el
quechua de modo absoluto, como comenta el sociólogo Carlos Portugal.
Recién la Constitución de 1993, consagra en su art. 2, inc. 19. el derecho del ciudadano A su identidad étnica y cultural. El Estado reconoce y protege la pluralidad étnica y cultural de la Nación. Todo peruano tiene derecho a usar su propio idioma ante cualquier autoridad mediante un intérprete. Los extranjeros tienen este mismo derecho cuando son citados por cualquier autoridad. Como conclusión de un largo proceso, Gorki Gonzales Mantilla lo señala, una secuencia histórica de larga data: Ya avanzada la república, luego del movimiento indigenista delos años 20, y posterior al conjunto de procesos sociales y de ideas que propiciaron un cambio en las mentalidades acerca de los problemas del país, la percepción del legislador sobre este aspecto, sin embargo, no había variado sustantivamente.
Para Humberto Eco, la identidad, la otra cara de la moneda, el otro lado de la invisibilización del individuo por efecto del racismo, es reconocer algo como persistente a través de estados de cosas alternativas. Como persistente es la personalidad de los pueblos prehispánicos a través de los siglos hasta llegar a la modernidad y al neoliberalismo. En Kant, identidad es la construcción del objeto y su relación con el mundo, el yo se construye en el yo, el yo se piensa y
se siente a sí mismo, se prodiga a sí mismo, desde el ser que se expresa yo y se delimita en el tú próximo, en el prójimo, y ante los demás pueblos del continente y del mundo. El yo individual
y social se refleja en un espejo infinito, cuantas veces se pregunte por sí mismo, cuantas veces se asocie o disocie de los otros, por ello cambia en el afán, en el movimiento incesante, en la acción necesaria, en sus nuevas formas de existencia sobre el eje de su cosmovisión. El espejo no tiene la importancia del yo. El reflejo es el testimonio, constancia del ser, su réplica mental, y la referencia para la construcción del ser social, temporal y atemporal. La identidad
es la afirmación del ser ante las circunstancias del mundo y el tiempo, resultado de un proceso vital e histórico. Nos hace distintos a los demás, crea distancias entre las personas (que son cada vez más distintas, cada vez hay más mundos al encuentro) y auna a los que comparten una visión de mundo, subjetividad, costumbres, idioma, territorio. Distingue a las otras, deja ver sus propias características y lo hace existir como individuo. El racismo es la devaluación
cuando no la desaparición del otro, la identidad es la recuperación de la alteridad, el vernos reflejados en el otro horizontalmente.
A Churata, el escritor latinoamericano que más explicita el tema de la identidad y que literariamente representa, con detalle y profundidad, le inspira el pueblo que lo concibió, del cual toma su habla. Construye un artefacto, un ideologema, que transversalmente se instala y corre por la obra: 1. Ahayu, naya, ego, las partes no visibles del cuerpo, la energía que hace evidente a la humanidad, al ser encarnado. Y, por cierto, la necesidad de reconocer un ahayu americano singular para reclamarse como tal. Americano que se plasma y se delata en lengua americana. El ser se realiza socialmente en el lenguaje, el lenguaje es expresión del ser. 2. El gen atlante,
lémur, golcóndida, nazca, quechua, aymara, el ser primordial, se manifiesta en el jakhe - runa actual. Por eso el futuro del americano se encuentra en el pasado, el futuro histórico nuestro, es un viaje al pasado, al gen mitocondrial; el mestizaje es un estadio histórico que colapsa y ha colapsado como proyecto político, el mestizo lleva a un indio en su consciencia, se es indio por descubrimiento personal o no se es. Los mestizos desaparecerán con el tiempo en tanto la heredad
occidental sea superada por la demografía nativa. 3. Se requiere asumir una personalidad, un ego decolonial extremo, anticolonial, puerta única que tiene el americano para ser libre, individuo y
no suplemento o vasallo, para reconocer su historia y señalar su destino. Eso reclama una actitud frente al mundo, una conducta. De la declaración repetitiva de la identidad, se debería pasar a la
vivencia plena, liberadora, fáctica, de la identidad espiritual y cultural.
Sé tú mismo, principio radical de la identidad, la tragedia del Perú contemporáneo, no en tanto retórica o promesa de un futuro hospitalario, sino de vacío existencial o desplazamiento de la conciencia, de subjetividad postergada por uno mismo y por el contexto histórico; en un futuro neoliberal incierto. Apocalíptico. El problema del individuo en América Latina es que nadie quiere ser quien es, se desea y asume la identidad del otro, de un modelo colonizador, del jefe, del ario inversionista, del personaje cinematográfico, de telenovela, se busca estar al lado del que maneja el poder económico, político, o intelectual, blanco, o extranjero, a través de un mecanismo cónico modelo del escalamiento social, del trepador, resultado de más de quinientos años de coerción y sometimiento occidental. Los congresistas indios del Perú se consideran blancos por haber llegado al Congreso. Una consciencia vulnerada en el proceso, transformada por el colonizador del siglo XVI y XX y XXI, extraordinariamente mostrado en la parábola
negra de Don José María Cristal, en el libro 10.
La identidad se construye con materiales diversos, en un largo proceso, desde el yo, desde la consciencia individual y desde la mirada, del espejo reflexivo y refractante del cosmos, y del otro.
Así, las identidades más originales, por lo general, son producto de mestizajes invisibilizados en el tiempo, mestizajes que se convierten en singularidades, que absorben a sus componentes donde prevalece el yo original. Para luego diluirse y volver al principio. El homo sapiens, por ejemplo, las investigaciones actuales de la paleogenética lo reportan, es resultado de varias especies de homínidos: los neandertales y los desinovanos, cuando se creía que veníamos solo
del homo sapiens africano, hace 240 o 300 mil años. El mestizaje es tan antiguo como la medida del tiempo que el humano inventó en su larga travesía, gen no revelado sino recientemente; el
concepto deja ver la universalidad de la especie, ningún localismo o nacionalismo podrá ser valla alta para la comprensión del humano mestizo contemporáneo, ante la prodigiosa realidad y una
historia neutral, para la construcción de una identidad condicente a los derechos humanos de última generación. Para contemplar la unidad de la especie. El texto de Churata es un paradigma
arriesgado, audaz, sorprendente; no solo habla de la influencia occidental a través de España, a la inversa enuncia la llegada de los peruanos prehispánicos a la península en tiempos remotos,
circunstancias en las que allí habrían dejado su legado. Sin embargo, la idea y defensa del mestizaje es la puerta falsa para el recambio de un pensamiento colonial en cuanto uno de los componentes, la madre patria, es un escalón o escalinata que sirve para hacerse del lado de los colonizadores, de la ventaja, de la oportunidad de hacerse parte blanca, ilusoria. “Escribo para demostrar que los españoles no son tan malos, como dicen” declara un novelista reciente. O las
teorías de Octavio Paz y Vargas Llosa: “venimos de ambos lados”, pero sin mencionar la violencia que trajo España para agravar a la que ya teníamos. Venimos de la violencia. Churata impugna
ese postulado, considera que luego del tiempo nefasto de la colonización y la colonialidad la sociedad americana volverá a la indianidad plena.
Heraclio Bonilla, en el prólogo a De indio a campesino, de Karen Spalding, (1973), título prometedor en momentos de alboreo, enuncia: El gran levantamiento de Túpac Amaru, el fulminante que despertó el comportamiento reaccionario de los criollos, el punto de conflicto, el comportamiento que hoy se construye como ultraderecha liberal peruana y latinoamericana, doméstica, decimonónica, cínica, heredera de los vencedores de Túpac Amaru. En parte porque
como en la época de José Gabriel no se ha producido la cancelación del pacto colonial, del hábito mental o fáctico entre los actantes del cambio y la parte más radical del ejército neoliberal, lo cual
desquicia (saca a la puerta del quicio) la posibilidad de unidad nacional, y que por consecuencia significa la cancelación de la identidad nacional. Al revés de la afirmación social que se produjo
en España con la expulsión de los árabes y la prodigiosa aparición de Colón para los reyes católicos y para la península íntegra, en el siglo 16; en Italia con Garibaldi, siglo 19; en los Estados Unidos, en el siglo 19, luego de la guerra de secesión, no obstante sus contradicciones complementarias; el conflicto constructivo propio de cada país. Desde entonces, en América, la independencia ha quedado como una promesa suspendida, en lo que Churata irónicamente llama
la rebelión de los Pizarro.
Es imposible la compacidad e impulso de unidad en el Perú actual, por la carencia entre otras, del factor educativo y por la ausencia de ciudadanía, propósito inacabado de los liberales del siglo
XIX, Bolívar o Benito Juárez, hacer ciudadanos; ni aztecas ni incas, ciudadanos contribuyentes, electores, el mirarnos los unos a otros como iguales. Yo soy igual a ti. Sin importar la procedencia,
el campo o la ciudad, asháninca o burgués de las Casuarinas o Las Condes. Igualdad y respeto que nunca se dio y que está a leguas de ser realidad social, consciencia de igualdad en la colectividad
ante las leyes pero también en la vida cotidiana, ante las oportunidades o ascenso en el trabajo. Como la carencia de una concepción intercultural, la ausencia de nación, soberanía del país en
relación al Banco Mundial y organizaciones multinacionales en materia educativa, la penuria de un lenguaje para negociar temas de identidad con otros países, la ausencia de una tecnología
adaptada al medio, una escuela de modelos distintos en base a la experiencia pedagógica pródiga del siglo XX, desde Encinas, de universidades comprometidas con el cambio, no dedicadas
a fabricar profesionales que con dificultades accederán a un puesto de trabajo. Porque la burguesía aliada y promotora del modelo primario exportador, no percibe su propia estagnación
dependiente, su limita perspectiva de crecimiento, su penosa visión nacional, sin espiritualidad, su incapacidad para analizar los signos que el futuro envía, para producir sentidos, contenidos sociales; además de su incomodidad en los roles que le corresponde más allá de los desastres de coyuntura (dádivas; la donación de planta de oxígeno en la pandemia, frazadas en épocas de friaje, interrupción de carreteras por distintos motivos, proyección social, bagatelas misérrimas). Sin una burguesía nacional progresista, relativamente culta, no radicalmente parasitaria, cualquier cambio social será siempre una utopía anamórfica y lejana cada vez más.
De indio a campesino, significativa captura de pantalla, dice del proceso histórico de los habitantes del Perú profundo (que está en cualquier lugar que no sea el Perú oficial), que luego de la reforma agraria del general Velazco repudiaron la palabra indio como estigma colonial, en el supuesto que la palabra campesino es superior a indio, que meyoriza al concepto. En el supuesto que esa palabra los limpiaría del estigma colonial para siempre, los ascendería no solo
de clase social sino de condición en la escala humana; más, luego, los migrantes emprendedores, comerciantes creadores de mercado, industriales, el rey de la papa o el rey del tomate, los nuevos ricos, no calzan en la palabra de marras, ya no son campesinos. Es el gran momento, la oportunidad para renegar de su origen, de su procedencia; los provincianos se blanquean en los clubes y restaurantes de la burguesía limeña, en los colegios particulares para sus hijos, aunque no siempre sean bien recibidos, a sus espaldas recibirán de todas maneras la mirada y el cuchicheo de indios. Nadie, jamás, se referirá a ellos como andinos. Las facultades de derecho o
de ingeniería, fabrican profesionales que ya no son indios, son doctores o ingenieros. (Otra vez, la fábula negra de Don José María Cristal).
Es la oportunidad de los intelectuales mistis de izquierda para nivelarse con el propósito de alguna vez ser parte de la élite social, de ser algo, aunque andinos pero no parias, wajcha mistis,
y pasan a homogenizar lo que no es homogéneo. Y liquidar (archivar) la raíz cultural, el gen del indio atlante, lémur, nazca. Liquidan al jakhe – runa, al uro que migró al gran pajonal,
al llano amazónico, como dice César Calvo. Y se alejan de la redención fallida del siglo XX, para siempre. En el misti blanco hay un indio expectante, en el cholo un indio disfrazado, que pretende haberse costeado una cirugía estética en el alma. En cada humano doliente un indio. El ser indio es una categoría ontológica, una maduración de la historia, Al indio le duele, luego existe. El futuro de América está en el indio limpio de colonia, de todos los trajes y ultrajes de la colonia. La palabra indio, india, indianidad, (ni andino, ni originario), encierra una filosofía, una ontología. De eso trata El Pez de Oro.
Tenían que ser los norteamericanos, para salir del marxismo, quienes introdujeran la palabra andino para reemplazar la palabra indio. Flores Galindo permite aproximarnos a la mutación lingüística apocalíptica, como escurecida en un invierno nuclear:
Decía el historiador Jorge Basare que la toma de conciencia acerca del indio ha sido el aporte más significativo de La intelectualidad peruana en este siglo. (XX) (y su visibilización) /// Pero este descubrimiento de lo obvio —la importancia de quienes han conformado el sector mayoritario en nuestra historia— inicialmente tuvo un contenido subversivo, en un país dominado por el racismo y que pretendía condenar a sus campesinos al silencio. Frente
a una idea contestataria como ésta, quienes no la compartían tenían dos opciones: combatirlao tratar de asimilarla. El primer camino fue seguido por los más acendrados hispanistas: intelectuales de procedencia oligárquica, ultramontanos, vinculados a la escuela histórica y tributarios, por lo tanto, durante los años 40 y 50, del autoritarismo franquista. El segundo canino interesó a una intelectualidad posterior y cosmopolita, influida por la antropología
norteamericana, preocupada por encontrar alternativas al desafío que implicaba la propalación del marxismo. El indio, que para algunos indigenistas amenazaba con sitiar Lima, fue convertido en el hombre andino.
De modo que los revolucionarios fueron los antropólogos
norteamericanos anticomunistas, y los indios se tragaron la pastilla, de firme. Irrisorio, pero así es la historia. Cuánta verdad
proclama Flores Galindo, con la percepción inmediata de las ideas germinales de la época en que vivió, y ligeramente antes, la nacionalidad y sus componentes, el sentido especialmente político
de la palabra andino en sustitución de la palabra indio, que en su momento tenía un carácter de amenaza, de peligro. Racista.
proclama Flores Galindo, con la percepción inmediata de las ideas germinales de la época en que vivió, y ligeramente antes, la nacionalidad y sus componentes, el sentido especialmente político
de la palabra andino en sustitución de la palabra indio, que en su momento tenía un carácter de amenaza, de peligro. Racista.
El 30 de diciembre de 1923, Churata transcribe en los Anales de Puno una entrevista del diario El Eco de Puno (posiblemente realizada por el mismo Churata), al Mayor Luis Vinatea,
el gran masacrador de las pampas de Huancho Lima, Huancané. Aun en la breve síntesis se ve diseñado el cuadro del horror, así como la composición del conflicto, donde la palabra indio significa violencia, peligro, antinacionalismo, traición. Esa es la palabra que la antropología norteamericana luego extrae en una atroz cirugía. Vinatea:
Los sucesos de Huancané, asumen un carácter de mucha gravedad, puesto que la sublevación de los indígenas no son otra cosa que pequeñas irrupciones de una raza que poco a poco está
extendiendo sus ramificaciones en casi todos los pueblos de la nación, para que luego haya una conflagración general. /// porque los indios precisan y nos engañan de que siendo obreros,
aunque no sepan cepillar ni una tabla ni clavar una estaquilla, tendrían los obreros propiamente llamados, tendrían que acompañarlos en un espíritu de solidaridad /// Algo más, vea usted
esta fotografía de Alberto Riveros (mostrándonos una fotografía en tarjeta) este individuo es un pobre diablo, o si no basta mirarle la traza, pues nadie es capaz de imaginarse de lo que es
capaz este individuo / El citado Riveros el defensor de la raza indígena. /// He tenido que verme obligado a tomar serias medidas contra los sublevados, razón por la que ha habido muchos
muertos.
¿Existe una civilización andina, en términos históricos? ¿Y las culturas de la costa? ¿Y Caral? ¿Y la Amazonía? un camuflaje eficaz del racismo. La burguesía y sus aspirantes cuando escuchan el término hombre andino sienten la misma repulsa que les provoca el vocablo indio, un camuflaje, y por cierto que se preocupan más, porque el indio es indio, en cambio no se sabe que trae adentro la palabra andino, cuáles son sus pretensiones.
A los originarios de la India se les llama indios, dicen, que la palabra les sea devuelta a quien pertenece, claman los intelectuales emergentes para borrar la palabra indio del diccionario,
término ennoblecido por talentos como Benito Juárez, Julio C. Tello, o Martín Chambi. Más indios extraordinarios serán con el tiempo que viene. Como si por si solas las palabras fuesen buenas o malas, como si tuvieran el designio divino para castigar o desvalorar a los seres humanos.
Las palabras significan lo que uno quiere que signifiquen, del comunicador eficiente, de su tono, de las palabras que la acompañen; de modo que la arbitrariedad saussuriana se extiende a la
voluntad política, de acuerdo a la dictadura de un grupo legitimado en la incertidumbre de las masas emergentes. Alguien dirá que las palabras se meyorizan o peyorizan en el tiempo, es cierto, en el tiempo, en un proceso donde los hablantes son parte de las fases históricas de grandes transformaciones culturales.
Alberto Tauro, introdujo para hacer más amable el término indígena, que solamente significa nativo, pero que muchos creen que es una derivación de indio o un sinónimo, y en base a su carencia lo rechazan igualmente, por veces de manera hilarante. Tauro, buscaba universalizar al individuo aborigen.
En el colmo (Ulises, preguntado por Polifemo cómo se llama, responde: Nadie, cuando es herido en su ojo único), proclaman: no somos indios, somos incas, incas socialistas, incas de izquierda, incas de Machupicchu. El Tahuantinsuyo fue un imperio teocrático y clasista, extenso, del cual los Incas eran gobernantes elitistas. El problema no son las palabras, las palabras pertenecen a la circunstancia, las palabras son la osamenta de las ideas, su estructura
externa, la sustancia está en la voluntad, en el pensamiento, en la astucia de Ulises de llamarse Nadie para confundir a los hermanos de Polifemo. La sensibilidad colonial, la baraja de la autoestima, el complejo de inferioridad galopante o autoracismo, espoleante, desborda los sótanos de la consciencia social, por el abandono de la educación formal y la ausencia de la educación popular, de una cultura liberadora, los gremios y sindicatos hace más de un siglo
que se despojaron de su responsabilidad educativa, como lo hizo el movimiento anarquista en su momento, la sociedad fraternal de artesanos, las universidades populares, los grupos teatrales en los pueblos jóvenes de los años 70; las escuelas radiofónicas y la teleducación en los 70; el movimiento afichistas de Polonia en la Lima de los 70, la eclosión de editoriales independientes en el Perú actual; el dazibao en la China de Mao; la fundación de 150
bibliotecas populares, por Domingo Sarmiento en 1870, en la Argentina; la educación en los espacios públicos y privados, producto de la iniciativa ciudadana como del Estado, en los
villorrios más desconcertantes, factor que define el espíritu nacional de la Argentina como país culto, en cuanto acompañó la construcción de sus instituciones como Estado, además comoeje socializador. Ricardo Piglia, dice que saber es comparar, (su efecto real) esa carencia es precisamente la que afecta a nuestro país, análisis y contrastación; recreación y reconocimiento propio, actualizado, para la confrontación.
El indigenismo es humanista, indio como mestizo, dispuesto al asombro y a la asimilación de lo híbrido. Acusados de mistis suplantadores los indigenistas, de no conocer en primera
persona la exacción e inquina colonial, fueron en verdad parte de la primera línea de sus reclamos y estuvieron en la organización de sus rebeliones, allí Juan Bustamante o Rumi Maqui, y su secretario Julián Palacios, el mismo Churata; y más cercanamente, solo como
ejemplo a contra pelo, no írrito, José Tamayo Herrera, hombre de derecha, en su momento estuvo comprometido con la defensa de los dirigentes de la federación campesina del Cusco.
(Hugo Neira, Habla Saturnino Huillca). Sin duda, el primer indigenista fue Bartolomé de las Casas. Sus críticos, en la postura de Sepúlveda, no alcanzan a concebir sus relaciones con el
ambiente, por eso con facilidad invalidan al movimiento suscitado en Puno, Cusco, Arequipa, Huancayo, Trujillo, en los años 20, consecuencia inmediata de los anteriores, cual si esos centros urbanos se encontrasen en otro planeta y no en la sierra del Perú, sierra de mi Perú al pie del orbe, en el Altiplano, o en la Amazonía, ciudades víctimas de colonia y de república aristocrática, como si esas ciudades y sus inquietudes sociales fuesen guantes descartables.
Profundo desdén por el país como totalidad.
A contrapelo, en los años 80, aparece un movimiento indianista (no andinista) de intelectuales como el economista Javier Lajo, el economista e historiador Virgilio Roel, y el arquitecto Carlos
Milla Villena; movimiento de repercusión en Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina, donde las poblaciones indias se agitan en busca de sus raíces. Lajo publica varios números de la revista
Pueblo Indio y propugna desde Ollantaytambo la Universidad global de cultura india. Lajo, hombre culto, obvio que ha leído a Churata, dice que el mestizaje es un detergente que algunos usan para blanquearse, que algunos indios usan para pasarse al bando de los blancos. En Bolivia, Fausto Reynaga, de mala fe y gran
desconocimiento, dice que el indigenismo tanto en el Perú
como en Bolivia, ha querido y quiere la integración del indio para acholarlo, para alienarlo, que la sub-raza chola asimile a la raza india, que el indio se diluya en el cholaje. Ningún indigenista
desea la liberación del indio o de la raza india. El indigenismo desde Fray Bartolomé de las Casas hasta Mariátegui en Perú y Carlos Medinacelli en Bolivia, sólo desea a través de la cristianización antes y la civilización occidental ahora, conquistar, asimilar e incorporar a su propia sociedad al indio. Las conquistas políticas y culturales del indigenismo, a punto de ser negadas por nacionalismos
populistas de nuevo cuño, algunos de tinte fascista, sociólogos, antropólogos, estudiosos de la literatura, la academia, ONGs rentadas, en torno a los derechos de los pueblos originarios y a los
derechos de la Tierra, el principio radical, asumen su rol como si la emergencia de los pueblos fuese generada por ellos mismos, y fuesen ellos sus apóstoles “descubridores”, sin tomar en cuenta
la oportuna disidencia ni los combates históricos contra el gamonalismo y el feudalismo, o la lucha por la escuela, la conducta intelectual que forjó una tradición, no la del visitante que descubre un país exótico, doloroso, violento. Tres siglos de mestizaje afectado por la colonia como sistema, hijos indeseados por un lado y por el otro herederos del estigma, del baldón, víctimas de una visión
racista radical inversa que intenta fulminar al Inca Garcilaso de la Vega, acusándolo de hispanista, sin saber que los Comentarios Reales sirvió de inspiración a José Gabriel Túpac Amaru en la
gran rebelión. José María Arguedas con carisma propio y mayor audiencia, se ha convertido en parte del imaginario nacional del siglo XX; Ciro Alegría en cambio ha pasado a segunda línea,
Los perros hambrientos, interpreta la feudalidad de su época y persiste como limpia metáfora de las contradicciones que ocurren en nuestros días: el enfrentamiento de la sociedad criolla con las
comunidades del Ande, el desborde demográfico de los migrantes que empiezan a recuperar sus derechos, a reclamar su porción de nación y de Estado. Rosendo Maqui es el prototipo del sabio de
la comunidad, que luego va a reproducirse en otras novelas indigenistas.
como en Bolivia, ha querido y quiere la integración del indio para acholarlo, para alienarlo, que la sub-raza chola asimile a la raza india, que el indio se diluya en el cholaje. Ningún indigenista
desea la liberación del indio o de la raza india. El indigenismo desde Fray Bartolomé de las Casas hasta Mariátegui en Perú y Carlos Medinacelli en Bolivia, sólo desea a través de la cristianización antes y la civilización occidental ahora, conquistar, asimilar e incorporar a su propia sociedad al indio. Las conquistas políticas y culturales del indigenismo, a punto de ser negadas por nacionalismos
populistas de nuevo cuño, algunos de tinte fascista, sociólogos, antropólogos, estudiosos de la literatura, la academia, ONGs rentadas, en torno a los derechos de los pueblos originarios y a los
derechos de la Tierra, el principio radical, asumen su rol como si la emergencia de los pueblos fuese generada por ellos mismos, y fuesen ellos sus apóstoles “descubridores”, sin tomar en cuenta
la oportuna disidencia ni los combates históricos contra el gamonalismo y el feudalismo, o la lucha por la escuela, la conducta intelectual que forjó una tradición, no la del visitante que descubre un país exótico, doloroso, violento. Tres siglos de mestizaje afectado por la colonia como sistema, hijos indeseados por un lado y por el otro herederos del estigma, del baldón, víctimas de una visión
racista radical inversa que intenta fulminar al Inca Garcilaso de la Vega, acusándolo de hispanista, sin saber que los Comentarios Reales sirvió de inspiración a José Gabriel Túpac Amaru en la
gran rebelión. José María Arguedas con carisma propio y mayor audiencia, se ha convertido en parte del imaginario nacional del siglo XX; Ciro Alegría en cambio ha pasado a segunda línea,
Los perros hambrientos, interpreta la feudalidad de su época y persiste como limpia metáfora de las contradicciones que ocurren en nuestros días: el enfrentamiento de la sociedad criolla con las
comunidades del Ande, el desborde demográfico de los migrantes que empiezan a recuperar sus derechos, a reclamar su porción de nación y de Estado. Rosendo Maqui es el prototipo del sabio de
la comunidad, que luego va a reproducirse en otras novelas indigenistas.
El nuevo inquisidor colonial se amedrenta ante la fractalidad de la vanguardia y el barroco, con el cuestionamiento decolonial desde la intimidad, desde la conciencia y el ser, el yo, el
hábito cotidiano. Con el fantasma inexplicable del híbrido. Con el otro, el indio o ex indio. El inquisidor es pragmático, reduccionista, inmediatista, cómodo, hecho a la moda, le fascina el andino socialista, así como fascinó el descubrimiento de la pólvora a los indios del siglo XVI;con el Condor Pasa, y hasta con algún textil serrano o amazónico, y hasta llora al escuchar la música andina en el extranjero. No entiende la música de las comunidades. La sofisticación no entra en la cuenta si no la moda, la maquina deseante establece el futuro y el pasado a partir de sí, de sus teorías, de sus intereses. Es hijo de la televisión, aunque lo niegue en su alma hay un televisor encendido. El especialista con su negocio metodológico construye una secta esotérica de cancelación, valida a los contenidos por el método, los contenidos pasan a segundo nivel.
Dos fundamentalismos se miran el rostro y no se reconocen: los académicos y los políticos populistas, lo mismo desde intereses distintos, la lección jamás aprendida de Mariátegui.
hábito cotidiano. Con el fantasma inexplicable del híbrido. Con el otro, el indio o ex indio. El inquisidor es pragmático, reduccionista, inmediatista, cómodo, hecho a la moda, le fascina el andino socialista, así como fascinó el descubrimiento de la pólvora a los indios del siglo XVI;con el Condor Pasa, y hasta con algún textil serrano o amazónico, y hasta llora al escuchar la música andina en el extranjero. No entiende la música de las comunidades. La sofisticación no entra en la cuenta si no la moda, la maquina deseante establece el futuro y el pasado a partir de sí, de sus teorías, de sus intereses. Es hijo de la televisión, aunque lo niegue en su alma hay un televisor encendido. El especialista con su negocio metodológico construye una secta esotérica de cancelación, valida a los contenidos por el método, los contenidos pasan a segundo nivel.
Dos fundamentalismos se miran el rostro y no se reconocen: los académicos y los políticos populistas, lo mismo desde intereses distintos, la lección jamás aprendida de Mariátegui.
Así, el indigenismo, ante “el desarrollo”, ante la tecnología contemporánea, es una vergüenza pasadista, vergüenza por los padres y los abuelos indios (indios no, andinos; en el mejor de
los casos, cholo) tatuaje vergonzoso de la feudalidad, estigma tanático del naufragio verbal, la sombra asfixiante del otro, el recelo del otro; alteridad de máquinas dañadas y abandonadas en
el campo de batalla.
El pensamiento político de Churata no se halla en el libro décimo Morir de América, que es más bien una utopía mítica, una especie de Tahuantinsuyo onírico, una especulación acerca del poder y de la conducta moral de las instituciones. El pensador político, está en su idea colectivista, en el planteamiento de la escuela ayllu, en la decolonialidad sin espacios reservados, decolonialidad como limpieza del espíritu, trabajo místico, individual. anticolonialidad como ejercicio cotidiano. En sus artículos periodísticos dispersos en La Paz, llama a una Confederación Socialista.
André Bretón, al inicio del primer manifiesto surrealista, en 1924, dice: tanta fe se tiene en la vida, en el aspecto más precario de la vida, en la vida real, naturalmente que al fin, acaba de desparecer. El hombre, soñador sin remedio, al sentirse día en día más descontento de su sino, examina los objetos que le han enseñado, y que ha obtenido a través de su indiferenciao de su interés, casi siempre a través de su interés, ya que ha consentido someterse al trabajo o por lo menos no se ha negado a aprovechar las oportunidades... ¡Lo que él llama oportunidades!
Obviamente Bretón jamás perdió la fe, su prédica incansable continuó hasta su último día, medio siglo después. Se refiere a cuanto le sucede a la gente del común, a la ausencia de condiciones para la realización humana, porque el humano tarde o temprano es asimilado, devorado por el sistema, eliminado como individuo, por ello el surrealismo es un clamor por la libertad. De la misma manera, Churata es hombre de fe, cuanto preconiza es la fe, por la fe, la
capacidad de creer en algo que no se conoce, de lo cual no tiene evidencias y que para el otro por lo general es improbable, una esperanza en nada y en todo, una creencia instintiva; más
que una superstición una entrega vital por el cambio, ante esa posición es que debe mantenerse firme, en ejercicio de fe.
Para algunos, la fe es una forma de conocimiento, por la fe existe Dios, por la fe la persistencia del amor, la fe mueve montañas, la etiqueta se repite en el tiempo como único cordón umbilical
con el futuro. La fe por la supervivencia de la especie, punto de apoyo que le permite sobrevivir. Por la fe escribió El Pez de Oro, cuando eran írritos los temas que pone de evidencia y las formas
que inaugura reñían con el canon de la época. Invoca a la fe para creer en el siluro de oro, su libro es un libro de fe, a la manera india; la fe liga al habitante con la Pachamama, con las Apachetas, y
los Apus; la hoja lenitiva incentiva la fe; la fe sostiene al joven que inicia su camino y reconfirma al ser maduro, o deserta de ella. La fe funda las naciones, construye ciudades, y perfila a los individuos en su lucha.
Muchos han estudiado la vida y obra de Mariátegui desde la religión y la fe, entender la política como religión y a la religión como política, desde su edad de piedra hasta su momento de combatiente socialista; estimulado por el pensamiento de Bretón, Unamuno, Bergson, y Nietzsche, fortaleció su fe como instrumento de vida y de cambio social, comprendió el poder de supervivencia y rebelión, de vida profunda, creyó en las religiones prehispánicas y su función
de construcción y resistencia, sobre la hostilidad del mundo contemporáneo, eso lo ata al indigenismo, además de ser partícipe del júbilo de los creadores de la vanguardia. Su actitud
moral se resume en una frase que cuando menos, es una definición de sí mismo: No soy un espectador indiferente del drama humano. Soy, por el contrario, un hombre con una filiación y una fe.
Unamuno, heredero de Kierkegaard, a quien Churata llama paradojista sin par, uno de sus maestros, profesa la fe, la vida interior, fuerza única en su intensa lucha con Dios, constancia de vida a la que llama agonía; agonista incesante, de lucha interior, laceración profunda para el lector bisoño que descubre al extraño dentro de sí, que lo cuestiona y descubre que es él mismo del cual no puede huir y con el que debe confrontarse sin tregua. Para Unamuno, Dios
es el incognoscible, una quimera, un camino a la nada, viaje al cual el humano tiene derecho de existencia; la fe, única luz en el camino. A la palabra incognoscible, Unamuno dota un sentido
diferente al que Churata designa, uno de los motivos del presente trabajo. Para Churata el yo interno es el incognoscible, el ahayu en todas sus dimensiones, incluso la muerte. En ambos casos, términos de la misma raigambre. La fe generalmente es la base para la existencia de las religiones, no siempre, para existir también se necesita la fe.
Los siguientes son algunos temas que aborda Churata:
. Vanguardia
. Barroco
. Decolonial / y anticolonial
. Híbrido
. Crítico de la ideología del desarrollo
. La poética del cuerpo
. Monista, a la manera de Leibnitz, en cuanto cuerpo y alma son uno solo.
. Ateo, luego de tanta circunvolución y revulvación. En uno de sus monólogos, de los más
explícitos dice: ¡Quién más grande que tú, creador del Dios!
. Trascendentalista, tratándose del alma
. Panteísta
. Colectivista. Dice como Jung, que ante la atomización del ser humano, en reflujo vuelve el
subconscientemente, el colectivismo.
. Animalista
. Creyente a través de la fe.
Churata postula un modelo que se nutre de los mitos de creación y migración ancestral, que le permite extender en amplitud el reconocimiento de indianidad a híbridos y aculturados,
caballeretes sin hidalguía, indios en el fondo, de nada presumen, es decir de cualquier cosa, horrorizados ante la idea de no poder alcanzarse al espejo. El indio actual no se reconoce en la
piel ni en el alma, el ahayu, tiene un alma vacía, supersticiosa, católica. El concepto de indio, de Churata, parte de un origen genético nazca, atlanta, lemuriano, golcóndida, el viajero de
Sirio, delirante para quien vive del escepticismo, para quien ha convertido la rechifla en negocio lucrativo, para el negacionista cínico, conspiranoico. Nosotros decimos mítico, los orígenes del
indio más allá de los milenios, donde la palabra inicia su viaje. Dice Churata, que el aymara es la lengua de Adán, que viene de la antigüedad ancestral, cuando posiblemente se produjo un
cambio en el eje terrestre y los polos magnéticos se desplazaron y la raza humana se trasladó en sus fragmentos hacia este continente. Alfredo Torero, lingüista contemporáneo, dice que
Manco Cápac hablaba puquina, no aymara, será; dónde entonces maduraba el panal semántico, gramático, y fonológico del aymara, su compleja arquitectura, idioma tan vigoroso no se forja en
un día, no es producto al menos de una migración, no basta señalar los Andes centrales del Perú actual. Lo que dice Churata es que aymara (alternativamente puquina) son idiomas enraizados
en un pasado remoto y reminiscente, hacia el cual viajamos indefectiblemente como proceso. Vamos al gen original.
El Pez de Oro es un mito contemporáneo, un complejo artefacto conceptual, alimentado por la cosmovisión del mundo Kolla, sus detalles más expresivos se nutren del lenguaje de la fe
y la pasión. Para Hobbes la pasión es el principio del movimiento interior humano, Churata concibe la pasión humana, como fuerza espiritual que está por encima de lo cognitivo racional,
y la reemplaza con ventaja. Conocer desde adentro. A la pasión le llama instinto, (la voluntad cósmica de Schopenhauer) matriz dialéctica del cuerpo y del alma.
Durante millones de años las especies, la vida misma, el caos de la materia, busca un rostro, una forma de ser. El nacimiento de la consciencia. El croar de las ranas como una sinfonía coral
que anuncia el final de la sequía o la llegada de las lluvias; el vuelo de los pájaros lagueros, que instalan sus nidos entre los juncos a saludable distancia, para prevenirse de la subida del agua o
la sequía; las vísceras del cetáceo que salta sobre los mares o se orilla en las playas para morir; la precisión de los animales que señalan aquello que depara la naturaleza, anticipadamente la
conducta del planeta, mientras la especie humana ha perdido sus facultades, porque se ha hecho racionalista, letrateniente, el instinto, su conexión con el cosmos, el feed back, y consigo mismo.
Ha perdido el camino del apareamiento quántico de partículas.
Esa idea desborda sus páginas que se traducen en poesía y se organiza en retablos escénicos. Poesía en su sentido denso e intenso, esencia de la naturaleza humana, comunicación paralela,
más allá de la concepción de prosa y verso anterior a Baudelaire, en una ecología donde la parodia, la ironía, y la metáfora, la constelación de figuras literarias, son fuente de conocimiento,
empatía, sensibilidad, perspectiva, torcel de lenguaje, que trasladan significados de la vida real al conocimiento y hacen del conocimiento una avenida del buen sentir y el buen decir, vivifica los
sentidos, descubre facetas ocultas del espíritu, y permite el poder pleno de la palabra.
Para leer a Churata se requiere de un presupuesto barroco; sin este, seguro que nadie abordará la nave, ni mar de lágrimas de por medio. Cada afirmación o negación no es lo que en apariencia dice, puede resultar el revés de lo que creímos en un inicio, la paradoja, un contra golpe. La antífrasis, la elipsis, y los hipérbatos, los verbos enclíticos en modos y tiempos que los medios y las redes han cancelado, exige lecturas varias para asomarse al goce. La máquina que escoge
Churata para comprender la naturaleza y la condición humana, la dimensión del cosmos y la materia, sin duda, la más delicada, la más refinada: es la estética. Churata es un esteticista, un
diantre para el creyente de cosas ajenas. Desde una concepción ancestral barroca, presente en el calendario del Señor de los dos báculos, labrado en Tiwanacu, los paneles pétreos de Sechín
o Chavín, Pucará, o los textiles y ceramios Nazca y Paracas, cuya simbología, acumulación ysaturación, según él mismo, semejan a la zoología antropomorfizada sobre la cual se levanta la gran Waca verbal.
Más, los años y sus desengaños, como se sabe, trujo la colonia y trujo también al barroco europeo que recicló en tierra americana, en las manos de los artífices y pintores indios, en la voz de poetas como Espinosa Medrano o Sor Juana Inés de la Cruz, (Octavio Paz la considera de las grandes voces de la humanidad, parangón de Mallarmé o Valery) tanto como en los autos sacramentales extraviados en los archivos de las iglesias de los pueblos, que Gabino Zegarra Pacheco alabó y se le escaparon de las manos, en el siglo XIC. Churata insinúa que Calderón se habría inspirado La vida es sueño, en un viejo harawi inca; dejemos la especulación de costado.
Lo que trujo el barroco español fue la alegoría como gran teatro de ideas, allí el fasto de los retablos cusqueños, el pan de oro, el manierismo del Bitti y sus discípulos en Juli, tanto como la
lectura de don Felipe Huamán de Ayala, que vio al mundo como una gran caverna de fieras. Trujo al infierno y al cielo, y entrambos un péndulo de proliferancias, dos escenarios posibles de vida
eterna para quienes creían hasta entonces que la vida eterna era la Pachamama; y aun lo creen, o empiezan a creerlo de nuevo.
El barroco, a la postre amestizó hasta producir a Martín Adán, Lezama Lima, Marechal, a Churata, que modifican el modelo espontáneo ancestral, a Severo Sarduy, encargado de la
docencia:
el erotismo del espacio barroco, el de la superabundancia y el desperdicio. Contrariamente al lenguaje comunicativo, económico, austero, reducido a su funcionalidad -servir de vehículo a
una información- el lenguaje barroco se complace en el suplemento, en la demasía y la pérdida parcial de su objeto. O mejor de la búsqueda por definición frustrada del objeto parcial, a partir
de los símbolos freudianos elementales o las simples analogías prelógicas, inicio de nuevas series del lenguaje, sexualidad, y pensamiento.
La subversión barroca, subversión contra la realidad plana, contra la domesticidad y el rigor del mercado de lo establecido, cuya ley final es la acumulación y contra el ahorro del tiempo para tal fin, que es el revés del barroco. Eternidad y labranza. Duración. En la realidad concreta del lenguaje, el trabajo literario se operativiza a través de lo que Sarduy llama la banda isomórfica: alegoría – anamorfosis / alegoría – marquetería /marquetería (cita) (saturación) (metáfora barroca) El anamorfismo y el isomorfismo, estándares elementales
mentales que tienen que ver con la necesidad de administrar la perspectiva, primero como equidad del espacio y luego disfunción y función óptica o auditiva, como recreación del sentido (del espíritu), de los destellos imprevisibles de la voluntad, a través de racimos de
paranomasias que se desprenden del cielo verbal, presumiblemente siempre inconcluso, que abren un nuevo espacio a la sensibilidad. La contemplación de un espacio dentro del espacio, el descubrimiento del pensar. Y la marquetería, el arte de la incrustación o intrusión
de las gemas destellantes y traslúcidas de la cultura y el intelecto, espejos extraviados y reencontrados para un fin propio, para el momento de la belleza crítica, para la palabra que rasga como un cuchillo o alumbra como una estrella, que es la propia literatura en su más alta expresión, en su más alto disfrute.
El Perú es un país esencialmente barroco, elegante, adulterado en los últimos años, los medios de por medio, y la carencia de educación formal, por el mal gusto, lo cursi, lo huachafo, la moda,
los supermercados.
mentales que tienen que ver con la necesidad de administrar la perspectiva, primero como equidad del espacio y luego disfunción y función óptica o auditiva, como recreación del sentido (del espíritu), de los destellos imprevisibles de la voluntad, a través de racimos de
paranomasias que se desprenden del cielo verbal, presumiblemente siempre inconcluso, que abren un nuevo espacio a la sensibilidad. La contemplación de un espacio dentro del espacio, el descubrimiento del pensar. Y la marquetería, el arte de la incrustación o intrusión
de las gemas destellantes y traslúcidas de la cultura y el intelecto, espejos extraviados y reencontrados para un fin propio, para el momento de la belleza crítica, para la palabra que rasga como un cuchillo o alumbra como una estrella, que es la propia literatura en su más alta expresión, en su más alto disfrute.
El Perú es un país esencialmente barroco, elegante, adulterado en los últimos años, los medios de por medio, y la carencia de educación formal, por el mal gusto, lo cursi, lo huachafo, la moda,
los supermercados.
La lectura de Churata discurre por un alambique lingüístico, estremece y cuestiona la red de la lengua convencional, red promiscua en la reiteración cotidiana, en su mórbida pérdida de sentido a través de los medios de comunicación, convertidos en un big bang verbal inusitado y bastardo. Construye metáforas al cuadrado, distribuye racimos y cataratas de metáforas, deltas de figuras confluyentes, hasta crear una densidad semiótica incitante, oscuridad que desafía al esfuerzo para pensar. Texto híbrido, de orígenes diversos, que considera características propias en esa
zona del lenguaje. Sin olvidar las paradojas y parábolas de un profeta recluido en la montaña desde la cual sin embargo escucha el mundanal ruido, y le permite una tesitura mestiza, aunque
de comienzo a final repudie al mestizaje como destino político de América, y que sin embargo es una realidad vigente, el estadio contemporáneo.
En el mundo actual, huraño y árido, del sinsentido, simplificado, de mínima hospitalidad homínida, estamos a expensas de las emboscadas de quienes, de mal viento, dicen que el indio
y el barroco son ideas encontradas. El barroco es transcultural y transtemporal, cuestiona a la realidad, y a la identidad, no elige la línea recta elemental, elige lo torcido, es una rebelión del
espíritu, tiene otro tempus, crea otra dimensión, otra cortesía, un desafío al oficio de hacer, de ver, de cocinar. Al oficio del artesano y del arquitecto, del pintor y del músico. Ver o escuchar
es crear, renacer en la dificultad, en la disonancia. No existe demiurgo, ni Gracián, ni Harold Bloom mínimo, que haya dictaminado que el indigenismo deba ser elemental, directo, simplista, minimalista como los cuentos de López Albújar o Romero; pensamiento de quienes conocen el
territorio y la historia por el azar proliferante de los días, aparejados de una sensibilidad urbana, sin perspectiva estética creativa.
Barroco y vanguardia se acolmatan en estas páginas, se hibridan, se transponen, se reconocen en sus oscuridades, se hacen complementarias, sensorialidad y sensualidad novedosa para América latina. Un artefacto complejo, insumiso y cuestionador de las estructuras tradicionales. Pero a la vez Kolla, mundo que añubla los sentidos de quienes intentan hacerse a estos ricos farallones.
Hace cincuenta años hablo del carácter y naturaleza jurídica del indigenismo, de allí su irradiación a las artes y a la literatura, algunos lo han repetido bien, pero quien probatoriamente ha sustentado el concepto, es Augusto Ramos Zambrano, en su libro Ezequiel Urbiola y el indigenismo puneño, 2016. Libro, que además, sirve, entre otros tópicos, para señalar el origen identitario del indigenismo, que no vino del Cusco o La Paz, como sugiere José Tamayo Herrera.
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