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Flaco en el Central Park Zoo: “Do not breed” y un huayno final. Marithelma Costa

 

Fotos  cortesía Anke Frohlich  https://linktr.ee/ankefrohlich


Flaco ascendiendo hacia el cielo de Manhattan justo después del atardecer


 

Mientras esperamos los resultados de la autopsia de Flaco, el búho eurasiático que murió el 24 de febrero del año 24 en Manhattan tras vivir un año en libertad, y mientras se revela si su muerte se debió a ingestión de veneno contra ratas o a una infección por consumir palomas, y mientras se siente el vacío que se extiende sobre el Central Park y hay un agujero en los cielos de Manhattan pues falta nuestro pequeño Superman, conviene compartir la información que circula desde el 2 de marzo en Suburban Birds —un blog iniciado hace dos décadas para crear en Nueva Jersey un hábitat para animales salvajes—  y al que llegué, claro, gracias a que Anke Frohlich, la fotógrafa de Flaco, volvió de Alaska con un puñado de águilas en los ojos. 

El artículo de Nancy Garay “On Flaco: The light that burns twice as bright burns half as long”, es estremecedor pues muestra que ni los sabios búhos se salvan de la mezquindad humana. Su fuente son los informes de AZA, la Asociación de Zoológicos y Acuarios que, según su página web, se dedica al “avance de los zoológicos y acuarios en las áreas de conservación, educación, ciencia y recreación”. Pero parece que más bien se concentra en la cría y venta de aves. 

AZA estuvo a cargo del nacimiento de Flaco y de su llegada al zoológico del Central Park. Para saber algo de su familia hay que consultar los informes de la institución donde vemos que Simbad y Martina fueron sus abuelos maternos, que sus padres se llamaban Xena y Watson y, como era muy moderno, tuvo muches hermanes, a lo que llegaremos en un ratito. Nancy Garay buceó en estos informes –que contienen bastantes inconsistencias y lo que halló resulta escalofriante [(https://www.suburbanbirbs.com/post/on-flaco-the-light-that-burns-twice-as-bright-burns-half-as-long?utm_source=twitter&utm_medium=blog.post-promoter&utm_campaign=64dc38d3-b99e-4073-9b96-f8ecee517d2d)].

Flaco  nunca fue destinado a que se reprodujera o reintrodujera en la naturaleza (ya que pertenece a otro continente), lo que marcó su vida. En otras palabras, se crio para un zoológico o para ser vendido a coleccionistas privados, como sucedió con algunos de sus hermanos. 

 

Flaco agitando sus plumas. Sus ojos se fusionan con el follaje otoñal.


 

Las directrices de cómo debía ser su espacio nunca se cumplieron. La misma AXA recomienda que los alojamientos de estos búhos deben tener  un mínimo de 800 pies cúbicos  (10 x 10 x 8 pies) o el doble de la apertura de sus alas. El de Flaco era un closet. Además se explica que es preferible alojarlos en parejas. Pero Flaco llegó  con un cartelito ominoso: “Do not breed”, es decir, nunca le busquen a una Flaca. Flaco no se puede reproducir.


Flaco en su jaula en el zoológico del Central Park.

 

Para colmo de males, se piensa que las aves en cautiverio viven más tiempo que las que están libres y expuestas a los depredadores, y al Flaco del Central Park Zoo nunca debieron liberarlo, pues hubiera vivido más años en su jaulita. Pero los datos de AZA, que identifican con un número a cada animal que crían, revelan que las aves de su programa tienen una esperanza de vida significativamente más corta de lo que se creía. 

Camo, hermano de Flaco, ha tenido suerte, vive en Connecticut en un buen lugar y pronto cumplirá diez años. Pero su hermano mayor, nacido un año antes, murió a los siete en World Bird al igual que su hermanita quien ni siquiera llegó al año. Hay dos hermanas en paradero desconocido, quizás una de ellas en manos de un coleccionista de la costa este. Y gracias a la impericia de AZA, Flaco también tiene hermanes que a veces se llaman Stan y Esperanza a la vez. O Aurora que también figura como Amaru, Morrissey y Boston.

Tras digerir durante varios días estos datos, recordé las posturas de Pepe Flores, el líder de la comunidad de Loisaida. Durante muchos años, Pepe estuvo a cargo de un jardín de infancia preescolar en el Lower East Side de Manhattan que se inició como una cooperativa autogestionada donde recibían a los niños del barrio. Cuando hablamos sobre Flaco, Pepe me subrayó que él nunca llevó a los niños al zoológico ni a circos donde hubiera animales. Los padres, desde luego, estaban de acuerdo con esta política pro animalista, porque era gente con conciencia como el músico Philip Glass, la actriz de Orfeo Negro Marpessa Dawn y el trompetista de jazz Jimmy Owens.


Flaco mientras caza desde una barrera de beísbol en Central Park.


 

Y antes de cerrar, y mientras prosigue el genocidio en Gaza y me abrigo el cuello con una kufiya azul, vuelvo a los doce meses que Flaco vivió libre. Al saber de las condiciones de su cautiverio, cada minuto de su libertad se tiñe de nuevos significados. Su pequeña jaula estaba justo junto al carrillón del Delacorte Clock cuyas campanas dan la hora cada treinta minutos desde las 8 de la mañana hasta las seis de la tarde. Y no es solo que den la hora, sino que ésta va seguida de piezas musicales de varios minutos de duración en tonos muy agudos que incluyen canciones infantiles y villancicos navideños.  El silencio que Flaco percibió aquel día de la Candelaria cuando voló al árbol del Plaza Hotel en Quinta Avenida, y el descubrimiento del sonido del viento de los días siguientes, debieron ser sobrecogedores.

 

Coda

 

Aguila calva juvenil aterrizando frente a una cascada congelada en Alaska.
 

 

Los águilas no son búhos. Y sobre todo el águila calva —que no es calva sino que tiene plumas blancas en la cabeza— se ha cargado de significados bastante alejados de la sabiduría de la diosa griega Atenea. Sin embargo la fotógrafa Anke Frohlich, cuyo nombre en quechua significa gavilana, se llevó en Alaska una sorpresa: en su hábitat las águilas se transforman en atrevidas acróbatas y pueden volar con el pecho hacia arriba, de lado o de las formas más insólitas.  Mucho no me ha contado de su experiencia al fotografiar aves libres en su ámbito natural. El contraste entre ellas y Flaco, su ave encarcelada, la tiene sumida en el silencio. 


Anke Frohlich en Alemania con un
 búho eurasiático como Flaco.

Palabras finales

 

El Central Park es pequeño, apenas una mancha rectangular enmarcada por muchísimos edificios y dos ríos. Más allá construcciones sin fin. En el zoológico de su parque durante trece años hubo dos alas que apenas se movieron. Pero llegó la gente, los fotógrafos y los periodistas, y, desde las tierras del Perú, también llegó Hawansuyo, que logró que el Central Park se expandiera hasta los Andes y Flaco llegara a Chile.  Y no se quedó allí, sino que siguió sobrevolando el continente, pasó por los mogotes de Caparra, en el norte de Puerto Rico, llegó a Alemania, Galicia y Madrid, y por ahí sigue. En honor a algunos de sus primos peruanos que iniciaron el portento y conocen el quechua, aquí les incluyo la canción Tucucha, o el búho, un huayno cantado en el Cusco, por el Embajador de Quiquijana y el conjunto Korimarca de Tinta.






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