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Epistocuento

Espistocuento

Fredy A. Roncalla

Soñó y cuando el sueño la cosa se hizo clara. Llegó a su fin mucho tiempo de ir dándole vueltas al asunto.

Ya desde antes habían hablado del mesianismo. Formula simple con un built in fracaso, como un Toyota. Soga torpe con la quisieron una y otra vez lacear al Qampeq Taki, ave veloz, potro sin toqlla, uku persistente, Houdini de remate, veloz luz de la imaginación.

Pero fue en un descuido de Tito. Cuando abría la oxidada celda para mirarse a sí desde lejos, como buscando un inca, dijo tataw el despotismo.

Y entonces vino el plagio del que no vió salvajes en los que confundieron billetera por chimpún en manos de Amadou Diallo, pero sí cámaras por matracas en Uchuraqay. Yastá: el Inca tiene la culpa de la masacre de Cajamarca. No eran libres.

Semilla. Fruto en la utopía arcaica. El gran black hole del siglo veinte. Miles de horas trabajo y hermosas neuronas gastadas en tremendo disparate.

Solo para contestar un odio racista.

Más frutos: libros vacíos y el allqo. Antimetáfora.

Loor a la nada. Por odio a uku.

El epiesteme sacrifical: Bagua.

Que no furuncia. Mas bien son hermanas las varias mitades.

Y los apus hablan, devuelven el significado a la palabra. El signo vuelve fértil y es frágil rumbo en el bullicio.

Y misterio del capital, los mesianistas contra apus.

Contratistas intelectuales en la era de los contractors.

Tiempo del triunfo sustentado en palabras vacias. Huachaferia kaypipas maypipas.

Llaqta democracia: utopía realmente existente.

Pero el apu mayor habla: duoverso. Y hablan los poetas: complementareidad. Juego de opuestos los viejos historiadores.

Ese triunfo es el mayor fracaso.

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