El amor de Carmela me va a matar/*
Eduardo González Viaña
Mi novela de ese nombre acaba de aparecer en Estados Unidos. Todo en ella es virtual. Se distribuye a través de Amazon.com, la mayor librería digital del planeta. En cualquier punto del planeta, se puede adquirir “El amor de Carmela…” y recibir el libro en dos o tres días. También es posible adquirir derecho a su lectura a través del electrónico Kindle. Además, en la próxima semana he sido invitado a hacer unas 10 presentaciones virtuales en diversos clubs de lectura de este país a través de video-conferencias. Por fin, para el próximo semestre, estoy invitado a ofrecer un Seminario Doctoral sobre éste y otro de mis libros en la Universidad de Sevilla. Con lo que me gusta Sevilla…!eso por supuesto que no será virtual!
A pedido de algunos amigos, les presento unos fragmentos de “El amor de Carmela me va a matar”. Como les he contado antes, la protagonista es una guapa aunque otoñal sudamericana que ha descubierto el amor d su vida en la pantalla del chat. En los fragmentos que vienen, se cuenta su primer día de amor en San Francisco.
El primer día de amor de Carmela
Chuck Williams era el hombre con bastón que, en la sección de equipajes del aeropuerto, alzaba un cartelito con su nombre. El amante de internet se le materializó con blue jean, saco negro, bastón ortopédico, palidez extrema, ojos inmensos y nariz bien proporcionada. ¿Robert Duvall? ¿Era el doble de Robert Duvall? ¡Sí y no!... Era el actor mismo en persona.
Cuando terminó de soñar, le pareció que, en conjunto, era un gringo bastante maduro pero bien plantado. Lo que no terminaba de gustarle era su barba que parecía teñida porque, en contraste con su cabello plateado, lucía un intenso color negro y emitía destellos azules.
Un taxi los llevó hasta una estación del tren. Allí, luego de casi una hora de viaje, descendieron en una estación cuyo nombre Carmela olvidó de inmediato. A la salida, tomaron otro taxi. El carro enrumbó luego hacia un lugar que se hallaba quizá en los suburbios o en un pueblo colindante. No entraron en el downtown de San Francisco ni Chuck le explicó por qué lugares estaban pasando. Atravesaron terrenos industriales deshabitados y por fin ingresaron en un parque con algunas casas. No había veredas ni se veían parroquianos. Se detuvieron frente a una casa de madera de un solo piso, y allí su novio estadounidense le dijo al oído:
—Home, sweet home!
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El amor iba y volvía, y no tardaba en repeirse. En un momento de descanso, Carmela se miró en el espejo del baño. Tenía los ojos que ostentan las personas deslumbradas por el amor. Ella parecía fascinada; él, asustado. El ritmo parecía imponerlo ella. No hablaban. Por fin, él se decidió a pedirle que descansaran un poco.
—Es necesario, ¿sabes?...
—¿Necesario?
—Esto desgasta.
—¿Desgasta?... Te estás asustando, mi niño. No te asustes. Ten calma.
—Estaba pensando.
—¿Sí?
—No pensaba que llegaríamos hasta esto.
—¿No pensabas que seríamos amantes?
—¡Oh, no, claro que pensaba que lo seríamos!... Pero no de inmediato ni con tanta frecuencia...
Carmela volvió a darle palmadas en los hombros y en la cabeza.
Varias horas después, mientras se servían unas tazas humeantes del café que ella había traído de Colombia. Chuck mostró entonces su rostro serio.
—Pasemos a lo práctico —le dijo y le entregó un papel en el que se hallaban escritas las instrucciones para administrar la casa.
—Léelo, por favor. Ya sé que entiendes el inglés, pero lo he hecho traducir en la computadora para que todo esté muy claro. Léelo en voz alta.
Carmela leyó:
«1. Todo el mundo se levanta a las seis de la mañana.
2. Hay que regar los maceteros de la sala y desempolvar los muebles.
3. Antes del desayuno, dar de comer a los peces.
4. Abrir la puerta y desenchufar las alarmas.
5. El camión de basura pasa los jueves. El de reciclaje, los viernes.
6. Hay que hacer las camas inmediatamente después de levantarse.
7. Tu dormitorio es el pequeño de al fondo».
Repitió la ubicación del dormitorio y le preguntó si eso era una broma.
Por toda respuesta, Chuck sonrió.
—No. No hay broma alguna. Dormiremos separados. Entre los latinos machistas, las parejas duermen juntas y se considera obligatorio que haya contactos entre ellas. En este país, las personas políticamente correctas no lo consideramos correcto ni saludable ni limpio.
En volumen más bajo, el aparato de música repetía incansable:
«Ya me voy pa’ La Habana/ y no vuelvo más.
El amor de Carmela/ me va a matar.
«8. Preparar el desayuno para ser servido a las 6:30 de la mañana.
9. Limpiar los pisos de la cocina y de los dos baños.
10. El almuerzo debe estar servido al mediodía y consiste en un sándwich, fruta y yogur.
11. La cena se toma a las seis de la tarde. Incluye carne, verduras, papa y ensalada.
12. Los platos y cubiertos deben ser lavados inmediatamente después de ser usados.
13. Hay que dar de comer al gato cada mañana y, por las tardes, limpiar los excrementos que deja en su canasta.
14. Dos veces por semana, se hace jardinería.
15. Limpiar el refrigerador semanalmente.
16. La lavadora y la secadora están al lado de tu dormitorio. Hay que limpiar el filtro de la secadora cada cinco días.
17. Tendrás un pequeño televisor en tu cuarto, pero debes mantener bajo el volumen y apagar el receptor a las diez de la noche.
18. Tendrás que lavar mi ropa dos veces por día porque padezco de incontinencia».
Carmela releyó en voz alta la instrucción número 7:
«Tu dormitorio es el pequeño de al fondo».
Tal vez pensaba que Chuck le estaba jugando una broma y le sonrió, pero no encontró una sonrisa de vuelta. Entonces se le insinuó. Caminó como una gata en torno de él y lo olisqueó.
Por toda respuesta, el gringo hizo girar su silla de ruedas y continuó mirando el partido de béisbol en la televisión.
Se puede conseguir el libro de Eduardo, siguiendo este enlace
Tomado del Correo de Salem
lo cual llama a la Sonora Matancera
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