Recordando al querido Juan Carlos Lázaro a un año de su partida. Tomado del muro de Grover González Gallardo, via Xavier Falconí López.
XAVIER, LOS ESPEJOS Y LA MUERTE / Juan Carlos Lázaro
1.
Muerto Xavier entre las ramas de la mañana, su boina azul de marinero vuela en el espacio como una mariposa atrapada en un espejo.
La niebla cubre los puertos que serán su morada.
Xavier duerme bajo la sombra de la hiedra donde los planetas giran y viajan a otro reino. Sus pasos lentos y errantes como cascadas, esparcen estrellas entre los lechos.
Las aldeanas desnudan sus caderas en el campo.
El río fluye apacible desde este sueño.
Muerto Xavier entre las ramas de la mañana, su corazón palpita como una piedra en el agua.
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2
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Con su máscara de esgrimista y armado
de un florete, Xavier disipaba las brumas de octubre y desafiaba a la muerte. La lucha
era una sesión de música de cámara.
Una noche se soñó en un salón en penumbra donde lleno de tristeza leía a Petrarca.
En el piano un judío fascista, también poeta, interpretaba una extraña sonata.
Cortinas de terciopelo cubrían las ventanas.
La muerte era una esgrimista sin rostro.
Xavier arrojó el florete. Se arrancó la máscara. Desolado, en el piano, el judío fascista lloraba.
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3
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La muerte, que ama la altura y los precipicios, oculta su delgada sombra en las azoteas.
No la ven las señoras adúlteras, aquellas que hacen el amor de pie bajo las escaleras.
Xavier, el aeda, cultivaba el ocio astral
de contemplar y dialogar con las estrellas. Amaba el color de la noche porque a su sombra
se ensanchan los precipicios de la esfera.
En el desván, en los dormitorios, en los cinemas
la muerte de pasos de gato nos acecha.
Xavier duerme en el catafalco rojo de los jueves.
La suya es una muerte geométrica.
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4.
Xavier también dormía bajo los puentes.
Sentía en sus tobillos el diente mortal de la rata.
Soñaba que la proa calcinada de un velero
se hundía en su tórax abierto como una rada.
El mar era el espacio exacto para su alma. Amaba los campos, pero prefería los puertos. El amor y la muerte sólo eran máscaras
o una manera azarosa de vivir en los extremos.
Xavier bajo los puentes. En su pie la mortal rata.
Sueños y obsesiones de una vida sin sosiego. Xavier era, como diría Rubén, un raro.
Alguien para habitar el Cielo o el Infierno.
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5.
Xavier yace entre candelabros dorados,
frágil madero de leves párpados apagados. Muerto, su terno azul, sin pañuelo, sube y baja por los ascensores de los rascacielos.
Su rostro ausente asusta a las secretarias:
su rostro de media luna o de pez fuera del agua.
Pido a las azoteas que abran sus nubes
para el descanso eterno de esta espiga doblegada,
que sus pies desnudos no vayan a enfriarse
en el asfalto impío de las urbes del invierno... Xavier yace entre candelabros dorados.
Xavier -muerto- soy yo en otro tiempo.
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De: «𝘋𝘦𝘴𝘰𝘭𝘢𝘥𝘰 𝘦𝘭 𝘵𝘦𝘤𝘩𝘰 𝘥𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘴𝘦 𝘱𝘰𝘴𝘢𝘣𝘢 𝘦𝘭 𝘨𝘢𝘵𝘰» (2017)
Juan Carlos Lázaro Llantoy fue un poeta peruano
(Lima, 1 de noviembre de 1952 - Lima, 13 de noviembre del 2023)
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