Hace tiempo quedé trabado en un relato de cuando la ruta 17 pasa por Liberty y se adentra en las bellas y sinuosas colinas de los Catskills. ¿Será porque ciertos tránsitos mejor no mencionarlos? ¿Que ahora viajo por la ruta 80? ¿O que en el fondo, haciendo señales tenues, sigue ardiendo la fogata de una extraña fiesta?
A la salida de Abany I 90 se lanza hacia Buffalo, como buscando las cataratas, que están apenas a unas millas del final. Y se cruza en ángulo recto con la ruta 7 que viene de Vermont, y la I 88 que parte a destinos desconocidos al sur. Ambas corren paralelas por sendos valles bordeados de tenues y onduladas colinas que alternan gires y verdes de insondables distancias.
Un viejo microbús lleno de muchachos y muchachas me había dejado justo al inicio de I 88. Sabia que no llegaría pronto, pero de todos modos sería más rápido en la supercarretera. No se cuantos me llevaron en tramos cortos cerca de Oneonta, cuando ya la noche estaba cercana.
Al rato para una pick up con dos jóvenes y una muchacha. Tras una breve conversa, el chofer pregunta de dónde era. Le dije del Perú. Then he switched into Spanish.
-Perú! Perú! Mi padre es del Cusco! Estamos yendo a una fiesta, ¿quieres ir?
-Sí, claro.
Salimos por un corto desvío de la ruta 7. Que bien, dije, aquí me tiro una tranca y me quedo dormido por ahí, como cuando un día desperté en Churín en un catre sin colchón. Pero la camioneta se metió en un túnel debajo de la pista al final del cual varios jóvenes celebraban en torno a una fogón.
De nuevo los túneles.
Traté de acollerarme a la pareja, pero se perdieron al rato. Tal vez en el maizal. Yaw Yaw puka polleracha. Luego un joven dijo estar sorprendido por ver alguien andar por el mundo con libertad. If you only knew! No se qué le respondí. En se momento el lenguaje era los mas alejado del mundo.
Poco a poco la fiesta se fue disipando y me tiré a lado del fogón a pasar la noche.
Los túneles. Condorhuachana. El viejo camino subterráneo al fondo de Cruz Pata. Las chingadas chinganas. Chinka chinka.
De rato en rato, desde el otro lado del túnel, unos faros se acercaban y el automóvil paraba al lado del fuego:
-Where is the party?
-Everybody left already.
Se iban sin comentario. Al amanecer caminé hacia el otro lado de la pista. En la mañana el rocío y la niebla se iban disipando y acaso ensayé un átomo de esperanza.
Ahora iba al sur por la ruta 7 y me recogió un nativo americano. Feliz, me contó de su parafernalia para ir a pow wows y presentaciones. Bajé en el cruce de la W 206, ahí donde mucho tiempo después dejé a un Lakota que había sido asaltado en Albany y contaba de un amigo que fue fusilado en Nicaragua por luchar junto a los Miskitos.
Volví días después por la misma I 88. El chofer tenía un revolver en la gaveta a vista y paciencia. Me hice el cojudo.
Al rato paró de improviso y salió corriendo del carro en dirección al bosque. Por una fracción de segundo dije, que pasa si me agarro el carro y la pistola y me largo.
Hay cosas que uno no hace así este transitando por las jodidas chinganas. Y es cuando las conversas sin sentido valen un mundo.
Dijo sonriente que había visto un perrito y se lo quería llevar. Pero eso sería una historia On the Road mientras seguíamos rumbo al norte.
(Chelsea, marzo 5-6-2016)
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