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El Metalero y Gerente de Banco. Mario Cerrón Fetta






EL METALERO


Julio recibió la llamada y se alegró.

-Debe ser Augusto, pensó, el domingo (dentro de dos días) es su cumpleaños. Era su hija Diana quien estaba al teléfono y hablaba con voz nerviosa y entrecortada.

-Julio, mi papá ha muerto hoy en la mañana le dijo llorando .

¡Chucha!, no puede ser, pensó Julio, sus ojos se llenaron de lágrimas y su pensamiento retrocedió hacia la época en que era estudiante de contabilidad de la UNMSM en la casona del parque universitario y lo conoció (ahora tenía ochenta años y Augusto, con quien siempre celebraba su onomástico iba a cumplir ochentiseis ) .

-¿Doo.. nde va a... ser el velorio?, balbuceó...

-En la casa de mi hermano Antonio dijo con el mismo tono Diana, empieza hoy a las seis de la tarde.

-Mañana voy, sin falta (vivía en Chosica y era tarde para ir hasta Surco)

-Te esperamos, chau...

-Chau, se despidió.

En la noche no pudo dormir bien. Vivía en Barranca cuando ingresó a la universidad y tuvo que quedarse en Lima para poder estudiar. Sus padres tenían una "pulpería" (bodega) y les iba bastante bien, lo que les permitia mantenerlo en la capital.

Como todo buen provinciano, Julio era noble generoso y no tenía problemas de racismo ni clasismo. Estas cualidades le permitió cultivar una amistad sincera con el "cholo" Augusto, un huancavelicano que consiguió trabajo como conserje en la universidad. "El cholo" era soltero y muy trabajador. Los días viernes por la noche se tomaban unas cervezas en una de las cantinas de los alrededores del parque universitario, luego agarraba su bus y volvía a Barranca para ver a sus padres; regresaba los lunes a las cinco de la mañana, llegaba a la casa de su tía Martha donde se hospedaba y se preparaba para ir a estudiar.

Augusto apenas tenía tercero de primaria, pero como todo hombre del ande tenía una sabiduría envidiable, hablaba quechua y tenía un gran sentido del humor y carisma. Vivía en una casa humilde del Rímac, cerca a la pampa de amancaes.Años más tarde (lo "cochineaban" con que era sospechoso que siguiera soltero y siempre se reía estentoreamente cuando salía los viernes por las "chelas" con el grupo de amigos que había crecido) conoció a una empleada del hogar, también huancavelicana y se casó, tuvieron cuatro hijos. Diana (Contadora) Antonio (Médico) Julio "Julito" (Médico) y Juan (de oficio o profesión desconocida ). Cada año Augusto celebraba su cumpleaños con una fiesta de "rompe y raja" que duraba tres días. 

Julio fue padrino de bodas y de bautizo de "Julito ". Con  el tiempo, sus hijos a quien había logrado sacar profesionales, le compraron una casa en Lince . Ya se había jubilado y vivía haciendo muebles, que en realidad era un hobby pues no necesitaba ingresos, y leyendo.

Cada año "el cholo" celebraba su cumpleaños e invitaba a la "patota" de la universidad. Costumbre que mantuvo después que se graduaron y él se jubiló. 

Ese año sería diferente. Julio se levantó temprano y su esposa ya le había preparado la camisa, pantalón y saco negro. Tomaron desayuno en silencio. Abordó su colectivo y llegó al parque universitario (extraña coincidencia, pensó) tomó un taxi y llegó a la casa donde se velaban los restos de su amigo. Después de los saludos a los pocos amigos que quedaban de la época universitaria y presentar sus condolencias de rigor a los familiares, se sentó cerca a Juan y se puso a conversar (le extrañó la ropa negra de casaca de cuero con púas, aretes en las orejas, tatuajes en el cuello y manos, sortijas y pantalón de cuero ajustado) . Después de un par de horas, cuando le preguntó a que se dedicaba, le dijo :

-Soy metalero.

Julio se quedó en la luna. Supuso que era fundidor de metales o sea que había estudiado metalurgia o en todo caso era soldador o algo relacionado a los trabajos con metales.

De regreso del cementerio subió a la camioneta de Diana y su esposo (no iba a preguntar nada sobre Juan pues lo habían visto conversando largo y tendido), pero lo hizo.

-¿Y a que se dedica Juan?

El esposo de Diana volteó y se sonrió moviendo la cabeza.

Ella dijo

-¡Ay Julio ¡ tiene más de cuarenta años y sigue con la guitarra haciendo esos ruidos raros y estridentes que el le llama "metal" y rieron de buena gana (en realidad no entendió del todo lo que era metal)

Se despidieron y llegando a su casa llamó a su nieto, le contó lo que pasó, pidiéndole que le envíe un audio de ése famoso género musical. Pues el sólo escuchaba a los clásicos de la matancera, boleros y valses. Además de algunos huaynos que le hizo escuchar el fallecido. . 

Rato después al oírlo, pensó en voz alta, tanto que su esposa lo escuchó

-¡Puta madre, estoy viejo y desactualizado! Ahora a cualquier cojudez le llaman música. 

Y río de buena gana. Dijo en voz baja "buen viaje, cholo". 



                                             .  GERENTE DE BANCO


Antonio Egúsquiza era el mejor vendedor de ferretería industrial en la empresa donde trabajaba.

Ganaba un promedio de US $ 500.00 dólares semanales, lo que era un monto importante en el Perú. Corrían los peligrosos años 80s, la violencia azotaba el país. Como era soltero se dedicaba los fines de semana a despilfarrar su dinero en los lugares de moda de Barranco. Uno  de sus clientes que se había hecho muy amigo de él le aconsejó que abra su propia empresa ya que tenía grandes cualidades para hacerlo, además iba a ganar el triple de lo que recibía, pues el negocio consistía en comprar y vender y Antonio sabía dónde hacerlo. Algunos fines de semana se tomaba unos tragos con sus compañeros de trabajo y se hizo amigo de un muchacho ayacuchano (Manuel, a quien llamaban “Mañuco”) que había llegado a la capital huyendo de la violencia. Según le contó se vivía entre dos fuegos o te mataban los “terrucos” o el ejército. “Mañuco” fue el que recibió la primera noticia de la idea de crear su propio negocio. Para esto le presentó un amigo abogado al cual llamaba “Gerardo Botellón (ya se imaginan porqué). Por la afición al alcohol de  este letrado que más se la pasaba entre Pisco y Nazca se demoró demasiado la constitución de la empresa. Antonio siguió trabajando pero bajó de intensidad en la frecuencia de las juergas, pues empezó a  ahorrar. Pasó cuatro  meses aproximadamente y por fin salió la constitución de la empresa con inscripción en registros públicos, el problema era para abrir la cuenta corriente, nuevamente “Mañuco” ayudó, presentándoles a un amigo  de su hermano mayor, su nombre era Carlos Muñoz . Era subgerente de una banca de fomento  quien lo atendió amablemente y le dio todas las facilidades. Era un hombre mayor y lo tenían en la “congeladora”, lugar llamado así donde enviaban a  los empleados que no podían despedir por la estabilidad laboral que imperaba en aquel entonces. Llegaba a las ocho  de la mañana a su oficina, leía todos los diarios que le dejaba  su secretaria. Jamás quiso ascender a gerente pues decía que era un puesto político y él quería conservar su chamba.  Antonio envió a imprimir sus proformas, facturas y guías. Comenzó a cotizar y recibir órdenes de compra y atender los pedidos, aparte de hacer las facturas etc.  era un hombre orquesta. Desgraciadamente el alcohol hace buenos amigos o aliados y la relación entre Antonio y Carlos, a quien le decían el “Chato” por su baja estatura, se convirtió en amistad. Cada vez que podía se encontraban lo invitaba a almorzar y obviamente acababa en borracheras;  en aquellos tiempos era necesario ir hasta el banco, que quedaba en el centro de Lima a depositar los cheques con que le pagaban las facturas de lo que vendía, el subgerente le explicó jamás iba a postular a la gerencia pues era un puesto político y él quería conservar su chamba .Las ganancias eran inmejorables y el dinero empezó a llegar. Antonio, quien ya tenía novia  y Carlos, que vivía con la amante, iban a todos lados juntos. Pasó el tiempo y un día el “Chato”  se aparece en el departamento de Antonio y le propone ir a Huacho  de juerga  (estaba de amanecida y después se supo que consumía cocaína, por eso aguantaba tanto el trago) así que aceptó ir con él (tenía un auto Ford de seis cilindros). Partieron y llegaron a la casa de la  familia Trigoso (Carlos se había criado allá, su acompañante recién se enteraba). Cordialmente lo invitaron a entrar y el chato  tomando el papel de anfitrión, empezó a presentar a todos. Después de conversar un buen rato y rememorar viejos tiempos, a alguien se le ocurrió decir 

-Unas chelas.

-Sale y vale .

 Se armó la fiesta con cebiche, cerveza, música, arroz con mariscos, más cerveza durante tres días. Antonio se fue a dormir y luego se levantó para continuar la juerga, la novia y la amante estaban preocupadas en Lima pues no existían los celulares para comunicarse y la casa quedaba frente al mar donde no había ni teléfonos fijos. Al cuarto día, al despertar Antonio dijo.

-Me voy, tengo que trabajar, si deseas te quedas ya agarro un bus o colectivo.

-Nos vamos retrucó Carlos, también tengo que hacer, basta de vacilón.

-¿Estás mal de la próstata?, pregunté.

-¿Porqué?

-Cada vez que “chupamos” veo que en un lapso de tiempo empiezas a ir continuamente al baño.

-No seas huevón chiquillo le dijo.

-Carlos, no te  puedes ir así le dijo la Sra. Trigoso

-¿Por qué vieja?

-Has tomado mucho y casi no has descansado. 

-No te preocupes vieja, estoy bien.

-Ptm esto está peligroso pensó Antonio y tuvo un mal presentimiento.

- Oye compare mejor nos quedamos descansando y después salimos.

-De ninguna manera, te vas conmigo o tomas tu carro como dijiste.

- Bueno, vamos…

Se despidieron en medio de alegría, besitos, abrazos, etc.

Salieron de la playa hacia la ciudad donde echaron gasolina, luego enrumbaron por la Panamericana rumbo a Lima. Llegaron a la variante de Pasamayo (Antonio quería manejar desde la salida pero Carlos no lo permitió). Cuando llegaron la cumbre todo se nubló y el carro empezó a caer en espiral hacia el fondo. Antonio no sabe cuánto tiempo estuvo inconsciente, despertó en una cama de hospital. Se sentía adolorido y atontado. Estaba sedado. 

-Después de unas cuantas horas, que fueron días para Antonio ingresó a la sala el médico.

-¿Cómo se siente sr. Egúsquiza?

-Bastante adolorido doctor.

-Ha tenido suerte, tiene contusiones,  la pierna derecha fracturada y la izquierda se la tuvimos que amputar pues se la cercenó el carro y era imposible salvarla. Tenían intoxicación alcohólica y su amigo fuerte presencia de cocaína  en la sangre.

Antonio se desmayó de la impresión. No tiene idea del tiempo que pasó, cuando se recuperó empezó a llorar desconsoladamente. La enfermera le inyectó un tranquilizante. Cuando se calmó, preguntó;

-¿Y que fue de mi amigo?

-El no tuvo tanta suerte dijo la enfermera. Murió en el acto.

-Antonio sintió que unas lágrimas rodaban por su mejilla y agradeció estar vivo.


De “Cuentos Naif”

Mario Cerrón Fetta 

DR.2020.

 

 


 


 

 

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