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Qichqanpa chayaykamuq modernidadmanta. Hugo Carrillo

Ugo de Pampamarca


 

Cuando la modernidad llegó  qichqanpa al pueblo

 

 

«…me acordé de la ´Quierología´ (cuyapo), ciencia oculta que trata del amor y sus derivados, que solo las brujas conocen»

                               

Juan José Flores

 

 

 

 

¿Cómo, cómo es eso de: (qalluymi utikuwan, no parla quechua); se me adormece la lengua? «Con el vientecito apareándome»(wayrachawan parischaykukuspa), solo canto en tiempos de carnaval, ¿qué quieres decir con esa opa frase? Ven, acércate «sin llorandito»(ama waqaykachaspa). Mientras tomamos un «llórate cholo»(waqaycholo) con sebo de culebra manceba, des-pa-ci-to (allimanta-allimanta), en modo Huambar, pasito a paso tun-tun te voy de contar (willaysisqayki) paisano, la historia de la «ella ya pues»(payñamá) modernidad. Cómo fue que un día de gloria y sin previo aviso, «en un solo sueño»(huk musquyllapi), la novedad se instaló en el pueblo, con todos sus aparejos mi querido ayudante de «canta vieja de trovaneador»(takipaya takipakuq).

—En una ojeada nomás (huk qawayllapi), ¡en minka, pero chicote en mano, cientos y cientos y tal vez miles de curtidos braceros y peones traídos pe’, desde Nazca y Acarí, lo bajaron por Huancabamba, pero bien «embalsamado (waltado) entre warakas y waskas de cabuya untaditas con bastante grasa de ballena!»—decían unos—. «No, ene o no. changuito, dicen que los gringos lu’ han traído por piezas, ¡muy bien cinchado a lomo de bestia y sin parar en ningún «coquerio»(ni toqrayllapaqpas samaykuspa) desde el puerto de Lomas, porque hasta ahí llegó primero en el «mismo ombliguito del barco (vapor brillante puputichanpi)!»—decían otros—. «¡Ah!, mejor lu’ hay que preguntar (imam, imam nichkaspa) a don Teodorico Aléndez, él es «todo mucho sabedor»(yachaysapa). Don «Rico» dice que «adelantándose al tiempo antiguo»(ñawpata ñawpamuspa), primerito trajeron el camión de don «Fercho» Gómez, aunque jaloneado por burros y hasta por llamas (asnuchawan llamawanpas yanapachikuspa), pero con sus propias ruedas de caucho por las mesmitas pampas de Nazca y pasando por el río Chicha en hamaca de aliso (lambras kawitullapi) —explicó otro en representación de los terceros.

Cualquiera fuera la ruta del trasiego, lo único cierto de a de veras, es que,estrella estrellada (chaskay-chaska),los brillos de la modernidad llegaron a la Villa de San Pedro junto con el Chevrolet Belair del turco. Nuevos resplandores, nuevos cristales, y aun  nuevos colores venidos de Estambul y Flandes escarcharon en todas las kanchas y se colgaron en las techumbres y fachadas de las casas. Qué se iba a saber pues (yachakullanmanchus) de esos colores como el turquesa o agua marina. Se sabía que el verde sale (lluqsikamun) del qeto-qeto o chillka con amoniaco de orina añejada; el granate y el rojo son nietos (willkanmi) de la cochinilla rebajada con limón; amarillo (qillu-qillu) sale de la taqsana con flor de k’olle o retama; pero si queríamos color anaranjado (qellmu), hacíamos hervir piedra alumbre o qollpa con qaqasunqu. Así era antes, paisano, este asunto de los colores y la teñidera. 

Otras historias de colores, antes desconocidas, también fueron traídas por los viajantes del «Vapor Brillante» de Puerto Lomas, y hasta por los arrieros llamichus ichkis de Pampachiri, desde Flandes y París, y se instalaron, a pierna suelta (chankan mastasqa), en la trastienda de don Pedro Calle, así como en las frenteras del sastre Vargas y los portones del modistón Aléndez, que era donde se destejían las noticias de toda laya.

Con alta sapiencia de la famosa Escuela de Ingenieros de Lima, las viejas callejuelas torcidas (qenqo-qenqo) hechas con wincka inka, fueron enderezadas y ampliadas con bastante yapa de champa. La calle céntrica de La Amargura fue rehecha con plomada mayor y regla de cálculo (el abuelo de las calculadoras y los computadores), y fue bautizada como gran vía. Desde ese mesmito entonces, ya no se necesita pedir permiso ni adelgazar los chunchules como el gato escapero, ni correr de ladito como kalincha árbitro de fútbol para adelantar a los transeúntes. La loca tía Salomé se jodió, porque ya no pudo salir con su escoba al ristre, «¡ay Tayta Dios!, con permiso: qué lisura indio ¿cómo te atreves a mirarme sin saludar?», diciendo, para apalear a las gentes sin saco ni corbata que pasaneaban (purikuqkunapa) por su puerta. Pero la tía loca no fue la única que se jodió con la modernidad, les fue peor a los carnavaleros que masacraban con «cascarón» y agua de florida mezclada con caquita (uchu kuta) de guagua a los comparceros de Kichka Pata y a las chinas de Pueblo Libre. Peor aún, por ampliar la calle, quitaron el único pilón de agua y hasta el desagüe en la esquina del sargento Salas; y los pobres (kichkisqas) tragaldabas, ¡ay nanay!, ellos, los paykunas que para no llevar sus bacinicas hasta la orilla del río (mayu pata) guardaban su contenido para el tiempo de carnavales carnestolendas, se quedaron con los pelos en punta y las cacotas en los mesmitos chunchules o en el zaguán. 

Los aspavientos de la novedad y los juveniles brillos del Belair turquesa obligaron a echar pavimento en las sendas y veredas, para desaparecer el polvo. Al ser vencido el polvo, esta palabra ha tenido que ofrecerse a otros menesteres, mi querido Tuertone Yachaysapa, y así, el bendito polvo se ha asomado a los menesteres del sexo y el amor, como ha dicho el sabio don Marco Aurelio Denegri. Pero, para desaparecer los antiguos polvos, también fueron niveladas las calles del damero hasta cubrir los cimientos y aun pisos enteros de las añejas casonas; fue así que las instalaciones del cinema y la mansión de los Samanez de la Quintana quedaron (raqayllaña waqaykachaspa) a merced de la rugosa inclemencia, con los tragaluces ahogados y las galerías debajo de las aceras. 

La alharacosa modernidad trajo consigo también las cajas negras de la compañía Marconi que instaló la red de teléfonos en Andahuaylas y Talavera mucho antes que en Ica y Ayacucho. ¡Ah, era de verlo o mejor dicho de oírlo, mi querido Tuertone Yachaysapa! Rin rin, rin rin, aló (rimaykuyki) operadora, y te enterabas en tiempo real de los cuernos y malandanzas de los ricos y tayta curas, pues, porque, clarito está, los pobres calatos wakchas sin su nadie (mana piyniyuq) no tenían ni caño propio, menos iban a tener la gran caja negra. 

Por esos días de malsana lumbre en que se enfermó la luna con warmi unquy, desapareció la plata en mano y el chivato en pampa, junto con el pan común a un real y cinco vendajes por cada diez; así fue mi querido Tuertone Yachaysapa, y la palabra que era oro, paw, fue reemplazada por las letras chiquitas del Banco Gibson, con sus cheques papelito manda al potador, los vales en papel sello sexto y sus soles de oro (chilín chalán ninqachus, a ver panpaman kachaykuy) constantes y sonantes. Aunque se supo también por vez primera de la cajas fuertes donde se podían guardar burradas de plata y hasta almas negras. Según las malas lenguas, el banco se instaló en la plaza mayor, detrás de la iglesia, para estar más cerca de la limosna y para los más gustosos (miskilla munaq), más allasito nomás se asentó la gran fábrica de sodas y gaseosas Chaski Kola, con su exótica frambuesa. 

Amalaya, vinieron pues, nuevos tiempos de yana almas y cuchis. Desde aquel entonces la conciencia se ha hecho polvo y la palabra de honor es considerada extinta por falta de (rimantes) o sea de hablantes, mi querido Tuertone Yachaysapa. Languidecen las chicherías, y el dulce «marcachancho» de cebada se abate entre la vida y la muerte. Pero la miel de cebada en porongo y la chicha de qora no fueron los únicos elíxires despreciados por la desdichada modernidad; los suspiros batidos con clara de huevo y el más purito amor. Ya no hay kachikurpa (bola de sal) para miskichir el mote; hasta los maicillos de Todos los Santos fueron tragados por el mercante panetón de navidad. Nuestros más caros antojos: la melcocha batida a fuego lento (qaqupasqa) por don «Miski» Machaqa y los helados de raspadilla recién arrancados por Chepita a la montaña Qorawiri, han marchado a (miskichir, añañaw, añañaw) las cajas de la arequipeña Ártica, y los turrones de leche con jalea real, endulzan hoy los paladares de Alicante en la mesmita España pues. Y si no me crees, (opa): puedes inquirir, haciéndote pasar por Sherlock Holmes, a los candil de la calle oscuridad de su casa de ese tiempo, o sea a los Caller (Ñankuna); a Davico Chepito (argentino con pito); a Paychín (El suena); a los Villanueva (Musuqwasiyuq); a los Montoya (Ichirunñas); Osorio (Ukumari mayupi); Salas (Puchqunkis); Castillo (Killi); Vivanco (Tiyanaypaq rikuni); Morote (Cheqche); Flores (Waytakuna), a los Urquizo (Quesogusano); Hoyos (Uchkukuna), a los Quijada (Kakichukuna); Aparco (Se los llevó); Molero (Kutansi), a los Rojas (Pukas); Rosales (Waytallaña), a los Paredes (Pirqakuna); Damiano (Chaynikita quway); a los Cuentas (Yupanki); a los Oré (Rezakunis); Chipana (Canasta); Arenas (Aqusqa), a los Rodas (Urmanki), a los Valer (Likanqas); a los Espinoza (Kichkallañas); Felices (Kusillañas); Morón (Patachi), a los Okura (Yaw Yaya); a los Miranda (Rikupakuq); Janampa (Los de arriba); Noriega (Chaqchunchu); Luna (Killa); Aquise (An kuyarqanim); Anqasi (Sí quieto); Roncalla (Qarqaryaq); Unchupayco (Con una sola cola); Awqapuka (Aguja o enemigo rojo); Negreiros (Yanakuna: ripuy); Avilés (An awqakuna); Córdova (Wiram purin); Huaraka (Hua, un hoyo); Arteta (Ñuñuyuq); Espósito (Qusachan); Robles (Sachakuna); Almanza (Dice que es su alma); Berrios (Mayukuna rikuq); Sanchez (Santos arqentinos); Awqapuklla (Aguja que juega); Gallardo (Qarisu); Buenaventura (Allin purikuq); Vilches (Arqentinos malos); Contreras (Awqankuna); Torrico (Qamsi Miskiq); Pozo (Tuqusqa); Delfín (Tukuyninpi); Huanca (Ídolo); Kuyubamba (Pueblo que baila); Velázquez (Akchiqkunachu); Pareja (Yanan); Paredes (Perqakuna); Vikuña (Como su nombre indica); Paco (Alpaca); Barba (Sapran); Oropeza (Qorillasaq);  y así, puedes preguntar a cualquier «caminador sin destino»(yanqa purikuq) que hallares en tu yachaysapa fiscalización.

Retomo nuestra parla mi taimado y canoso (qasa uma) Tuertone. Tal como se fueron nuestros antojitos y miskis (añakachallawya) a gustar otras papilas y tonqoris y otras llaqtas, en Gringolandia o Los Franchutes; con las nuevas olas de la modernidad vino la máquina Singer que nos enredó con el nylon, la telaplaya y hasta con el casimir, despojándonos de la caliente (quñichallaña) bayeta y el tocuyo (rampu qaytuwan watasqa). Ah… y como cantando, canturreando (takikachando) o sea sazonando cantilenas entre gargueros y tonqoris, brotaron pawayllaña otras coplas y también otras exigentes voces afinadas (tipi kunkas) que decían: tarde o temprano su radio será un Phillips, amigo Yachaysapa yanqapaqpas menos. Así empezó a pregonar (payñamá) vanidosa, la primera radio por estos lares, y ahí mesmito nomás se cristianó el periódico «Herald blues valley publishing», comisionados uno y otro para ir (purikuspa) calle por calle (tapuykachakuspa) o sea indagando la política y las jácaras en el pueblo, con lo cual, poco a poco, los noticiarios del sastre Vargas y el modistón Aléndez, kakallaw, perdieron todo su color y su encanto.

El editor en jefe del «Herald blues» y gacetillero estrella de la radio don Johnny «Tukuyriku»Miranda se hizo desde ese entonces el más importante líder de opinión, especialmente en el (chawpi llaqta) entre las cuatro únicas cuadras de la zona urbana. Así fue mi querido Tuertone, los pasajes de la Constitución y La Amargura (Puchqullaña) alojaban a las familias notables y a los hacendados del valle. La casa en el damero fijaba el derecho de ser autoridad alguna vez, incluso senador (kuchi kapador) o diputado (rimaykachaq), y por tanto, este cuadrante era el eje de la astucia (atuqllaña qutunakuy) provincial. Por entonces yo vivía en Mayupata que ahora le dicen malecón, querido Tuertone Yachaysapa, y hasta allí no llegaba el cuadrante; por eso y porque las universidades suwas y de samba canuta aún estaban en el uma tullu de sus manka kirpas dueños, no pude hacerme a la política, aunque atributos y lectura no me faltaban, o quizás era, si admites el cotejo, como la Mamacha Cocharcas (wakcha): pobre pero honrado.

Pero esta no es la historia de mi frustrada participación en la vida política, estimado Tuertone (Ñawsayasqa), es el recuento de cómo se instaló la modernidad (con su maray siki) en nuestra querida llaqta y los inicios de mi ventolera (wayrasqa) por el periodismo (tukuyriku) lo que frustró mi quehacer (imatam ruwasun) como diputado: wawqikim kani botaykuway kutichipusqayki yapayuqtaña. Te diré pues esta historia:

 A don «Tukuyriku-Todo lo ve», dueño y señor (payñamá) de radio bemba, que iba y venía volando bajo para remover noticias calientes por esas calles, cuando lo vio con ojos de ver (allinta qawaykuptinsi), le llamó la atención que una de las generosas ventanas de los Samanez se había quedado (wiqawninpi nomás), o sea a media cintura de los transeúntes, y como a buen reportero le tentaba descubrir qué se guardaba detrás, (qipachanpi) sí detrasito del extraño enrejado; más aún, porque en varias ocasiones descubrió saywas y montículos de piedras y ladrillos instalados a modo de gradientes en la acera, y los vecinos atestaban, volando sus ojos (ñawin pawarisqa) que por ahí transitaba cada viernes en las tardecitas (chisimpaypi qaspiykuchkaqta) la constelación Llama Uya y el alma en pena de una momia virgen. 

¿Qué misterioso ritual encerraban esos menhires bajo la ventana? ¿Ima supayñataq chaychaypi se bailoneaba (tusuykacharqapas)? ¿Qué tapados incas guardaban los barrotes? «El Oportuno»Johnny Miranda no encontró la ocasión propicia para satisfacer (kuchi gustullaña) su morbo.

Una ennegrecida tarde que retornaba de la nada (mana imamanta) pateando traposas noticias pasadas, creyó encontrar la respuesta. Entre las cómplices brumas del invierno (chulli aysamuq) se tropezó con el mataperros (allqu nakaq) «Vichito»Montes de la Serna. Dicen que aquel waqrasapa (de adornada tezluz) «Vichito»se hallaba zarandeando sus genitales (runtunqa waylin, walin), emplazado (lluqarayaspa) en un mogote de ladrillos frente a la casona Samanez. Por lo visto, no fue suficiente con los ladrillos para consumar (quchanpiwan) el plan, de modo que el mataperros «Vichito»se bajó con evidente fastidio y agregó dos abobes más y una banqueta de chuchaw.

El gacetillero se quedó gélido (tikayasqa) o sea como gelatina que fue. Nada menos que Víctor Hugo de los Montes, el biznieto (chupullu) más engreído de la Condesa de Valdelirios doña Escolástica de Segura y Aldasaval y del doctor Pedro José Montes, juez de la Corte del Cusco, se rebanaba las tripas (raku chunchulnintapas tipikachakuspan) y extraía de sus calzones una morcilla, que al parecer, tenía vida propia (kikin kawsakuqllaña), porque, pese al cogoteo (kunkanpi waqtachkaptinpas) se le escabullía de las manos. 

Luego del forcejeo (atipanakuy) inicial, «Vichito»instaló la astuta (sí noche) extremidad entre los enrejados de la ventana (kurawninpi). Trasmutó después (chaymantaqa) en pulpo y en machaqway pitón birmana para lanzar su dardo copulador al interior de la casa. Al rato se hizo araña y hurgó entre los maderos y la quincha para drenar su ponzoña en la ocasional presa (mamallay mama). El acróbata callejero perseveró así media hora, magreando y haciendo cabriolas (cabrakuyuchis) para acoplar sus caderas (maray sikinta) entre los fierros.Estuvo pateando también los dinteles (wichayninkama) en previsión de una caída mortal (wanuypaqña urmaykuy); por ratos, se sujetaba del enrejado con una mano, y con la otra ayudaba a posicionar mejor (kuyurichispa) su alimaña (machaqwayninta). Permaneció acometiendo (aquta hillpuykuspa) de ese modo las paredes de los Samanez, hasta que el oteador (tukuyrikuq) se animó a intervenir. 

¡A la mierda (akakama) «Vichito»!, ¿qué haces con las tripas y la kuyka afuera, acaso practicas con garrocha para igualar saltando a tu tía «Lula De Tin Marín»?

Fuera meón (ispay siki) hijo de lechero (chawakuqpa churin). ¡En vez de llorar ayúdame!, no ves que me pesa el potito poético de tu hermana (paniykipa takipakuq sikichanmi llasallawachkan) masculló (piñallaña), muy molesto el contorsionista, por el latoso comentario.

Anda pendejo (achachaw haqarway). ¿Estás ensayando para brincarte a la china mala? ¡Atillawaqchus saqtaruytari! Ah, nunca podrás por más trapecista que seas. La «Perita»es yegua perfecta chatito, y un chawchilla (ripuy qaparispa) pichi corto (chayllapi ispaq) ¡jamás de los jamases lograría clavarle sus espuelas!, ni siquiera saltando con garrocha de chuchaw —así rebatió el gacetillero, con aires de confesor (iñiyniyuq).

No huevón (runtusapa), los poetas (harawikus) y los acróbatas anudamos límites y distancias (maypiña ñankunatapas kipuniku). ¡Todo lo podemos! Mira angelito de la guarda (mamachapa wawan), ahora mismo estoy pintando las paredes con lechecita para el aniversario de tu pueblo, ¿allinchu kanman? alegó «Vichito».Luego ignoró al charlatán (rimaykachaq) y firmó un papel sucio que encajó entre las ranuras de la ventana. Mortificado, procedió después a desatascar sus aparejos (pareja de runtus) y a desinstalar los andamios.

Johnny «El gacetillero»se quedó como nublado (umanpas ñawinpas phuyusqa) y preocupado por varios días. 

Carajo, en mi puta vida (kaypi chaypi suytuykuq), que tampoco es muy puta; jamás me habían contado (yupawaranchu) de esa pose, ni la bancarrota superaría ese estilo de tirar y de hacerse la paja (ichu qaquytapas wischuykuytapas) —comentó el periodista después de cinco días (pichqayninpi) de reflexión—. Este pendejo se irá derechito al cielo de los trapecistas como su representante más genuino, hmm y ¿cómo carajo lo publicitarían?: el triple salto mortal de un masturbante (achka chalinayuq), sería un buen anuncio, pero en el «Herald blues»nunca tendría cabida agregó Johnny Miranda, riéndose solo como un orate (sapachallan, wita hina asikuspa).

A la semana siguiente del suceso (ñutqun) de la ventana, el editor del «Herald»se encontró con un drama familiar que lo arrastró a una seria complicación editorial. No pudo decidir si la noticia correspondía a las páginas policiales o al obituario (qampachu mayutachu qawani), o debía ser divulgada en las notas sociales. El honorable doctor Josefo Montes de la Serna, Presidente de la Corte Superior (Wichay kuchuynin umalliq) de Qosqo, vomitaba espuma ensangrentada (yawartaña aqtuchkasqa) en plena vía pública. «Vichito», el otrora hijito fachoso, era apabullado (qaparkachasqas) por su padre en los mesmitos portones de la iglesia del pueblo, frente a la municipalidad.

Carajo ¿sois bandolero, truhan y pillo acaso? (Riqsikichu). Os desconozco Víctor Hugo. Usted no es descendiente de la Condesa de Valdelirios. ¿Imatataq manukurqanki? ¿Cómo diablos explicáis vuestras deudas con esa doña?, ¿en qué diligencia o accidente os prestó dinero (challán challán nichkaqta), o sabe Dios qué servicio? Presente alegato Víctor Hugo, porque aquí no habrá ningún in dubio pro reo —así vociferaba don Josefo, esgrimiendo su muleta y tirando su cartapacio al piso.

No Ilustrísimo, hay un malentendido señor, no es lo que usted piensa usía intentó exponer en su defensa el muchacho, pero sin dejar de ojear la punta empernada (atakan kuyanakuqta) de la muleta.

—¡Rimay! Diga usted, ¡pero diga usted! ¿Qué consta en el vale de papel sello quinto o sello sexto que os mostraba esa fémina de nombre tan inaudito? interrumpió el doctor (kuchi kapador) Josefo de la Serna, y después preguntó—:¿Perita?.. ¿Perfecta, me pareció escuchar?, ¿qué compromiso deshonráis?...

—Es la señora Perpetua (Wiñaypaq) del Socorro, Ilustrísimo, pero… pero… ee, era una broma de los amigos usía, la gente habla por envidia, le ruego no les crea usted..—¿Qué puede ser que os haya fiado bastardo (rawrachkanim suyay)? ¿Qué os falta miserable craso (sikipi ñawi) para que recurráis a la fianza, al crédito (manukuy)?; ¿qué falta, qué faltaaaa?…

—No Ilustrísimo doctor. De veras, ¡comprenda usted por favor!No me hagas doler, todavía delante de la Virgen de Loreto (Amaya kamillawaychu mamacha Lorita ñawpaqninpiraqtaq)…

—¿¡Por favor!? Favor es lo que debe usted a la fémina. De este pecaminoso acto no creo que lo salve ni un habeas corpus, porque el corpus del delito (qalachalla huchaykiqa) parece atestiguar en contra suya Víctor Hugo. En verdad no entiendo, ¿cómo es que esa obesa (yaw muchasunki) mujer anda diciendo que le debéis de cinco polvos (pichqa ñutu allpamanta), de cinco topes (pichqa waqranakuymanta)? ¿De qué polvos (ima waqramantam) le debe usted a esa doña?, ¿qué son cinco tiros (chuqaykuy), o cinco topes malnacido (sunqu llillisqaña qamuq)? ¡Responda (kutichikuy) Víctor Hugo Montes de la Serna! o retiraré mi honorable apellido de vuestra nuca... 

Así es como empezó la historia de la era moderna por estas llaqtas, mi querido Tuertone Yachaysapa.


 

 

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