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Breves apuntes en torno a Tongo le Tongue. Fredy Roncalla







Breves apuntes en torno a Tongo le Tongué
©Fredy Roncalla 

Mi querida mama Usta

Ñusta

Devuélveme el tongo

Diptongo; 

En pago de este servicio

Novicio…

 

(J.J. Flores, Huambar)

 

Al momento que nos dejó Abelardo Gutiérrez Alanya, sabía muy poco de él, salvo referencias a una canción que lo visibilizó en la tv peruana hace algunos años. De la tv peruana y la farándula es muy poco lo que se puede decir sin caer en su enorme black hole, que suele reducir el genio creativo popular a la nada. Pero ese es otro canal. Cuentan que nació en Huancayo pero vivió en La Victoria   y El Agustino desde muy pequeño. Por lo menos en el lado materno, la suya es una antigua familia del centro. Me parece recordar ese apellido en el capítulo “Camina el autor” de Wamán Poma, cuando el padre de la literatura peruana llega a Huancayo y Jauja y presencia abusos de los españoles a un cacique. Ya más cerca, Hugo Carrillo cuenta que esa familia es de músicos conocidos del centro, en especial el Waqcha Alanya. Sea como fuere,  a la edad de veintidós años, con el nombre artístico de Tongo, que le pusieron porque de niño no podía pronunciar “tómbola”, presenta sus primeras producciones disqueras y se hace conocido por sus cumbias peruanas, con la inicial influencia de la guitarra de José Luis Carvallo, que a partir del Grupo Celeste y Chacalón y la nueva crema, había dejado una impronta indeleble. En lo poco que he escuchado de este lado creativo es notoria una línea melódica que en vez de dialogar con el wayno (chicha) lo hace con el rock y sonidos colombianos y cubanos (cumbia peruana). También resalta la presencia de su esposa Gladys haciendo una segunda voz, que si supiera algo de música diría qué es lo que la hace tan distintiva. Lo que sí es cierto es que la pareja se distingue por el peso robusto de Abelardo y la fina figura de su esposa, con quien ha tenido siete hijos, todos profesionales.

 

Estos breves apuntes se centran en las parodias de conocidas canciones y grupos del rock que Tongo ha venido haciendo en “Tonglish” -idioma inventado que pronuncia las palabras del inglés del modo que le suenan al artista- desde hace unos años en YouTube. Las letras de las canciones distan mucho del original, e incluso parecen haber sido transcritas automáticamente.  Estas se registran en la pantalla mientras discurre la canción, que suele ser un tema muy conocido. El artista, además buen interprete, canta con desenfado y gusto arreglos en una excelente guitarra eléctrica que empieza o termina la canción al ritmo tropical de cumbia peruana. Por su parte, la realización visual toma del original y lo complementa con imaginería de los 60, figuras de comic, platillos voladores, marcianos bailando, águilas góticas, ángulos inesperados de la Costa Verde, el cantante vestido de ángel o diablo, en una mezcla refrescante de las antiguas propuestas del surrealismo visual, ahora en escena con el cantante actor que lleva muy bien -sin tomarse nunca en serio- los diferentes y excelentes vestuarios de los videos. En suma, cada parodia es un placer que el mismo celebra con los infaltables “Tongo le Tongué, yeah, yeah”.

 

Todos los elementos que acabo de mencionar, dan para un estudio más profundo del artista, en cuyas parodias también se encuentran canciones de hip hop, regatón y varios otros géneros populares, en los que destaca un homenaje respetuoso a Juan Gabriel. Y ya que de respetos se trata:  estas parodias son una desacralización amable de los clásicos del rock mayormente americano, que se habían convertido -igual que un periodo de su literatura- en remplazo del olimpo griego.

 

Pero en planos más mundanos y reales, que es donde se mueve Le Tongué, estos juegos verbales en traducción son muy comunes. Y si no llevan al sarcasmo en casos de discriminación lingüística, tienen un humor exquisito. En la tradición artística peruana eso se puede rastrear en las parodias de Wamán Poma a los curas warmi gusto,  en Huámbar,  Sofocleto, el primer Tulio Loza y los muchísimos creadores verbales populares, que son fuente del espléndido arte de Tongo, que en su momento llegó a tener millón y medio de suscriptores en YouTube a nivel mundial.

 

Hace poco Claudia Salazar cuenta que al enseñar castellano se encuentra con joyas como “Aero musa”. Ello me recuerda al Galáctico Lino Pareja, que en una noche de tranca asesina en Harlem dejó alucinado al wayki Edgar Zárate, quien viene corriendo del otro cuarto, que Lino estaba cantando “Moliendo café” en japonés, del cual no hablaba ni una palabra, pese a haber sido  dueño de un restaurante vietnamita cuando la pesca de lobster no le daba allá en Maine. Por mi parte, recuerdo que en alguna noche de silencio de jazz sobre  yerbas encendidas en Vermont, me puse a traducir en voz alta poemas en lenguas desconocidas como el francés, italiano y portugués. Algo que casi todos hacemos cuando damos versiones alucinantes y melosas del quechua y nos llenamos de purismos de hace siglos cuando el camino es inverso.

 

Pero mejor escuchar estas espléndidas entregas de Tongo le Tongué, que en paz descanse.



 

 

 

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