Ir al contenido principal

Pututo 62. Cultura Ollantaytambina

Con criterio amplio, los hermanos Olazabal Castillo vuelven a publicar la querida revita Pututo, ahora con un numero dedicado a los sacerdtes cusquenos y su aporte a las letras peruanas.  De los articulos llama la atencion aquel del diacono Mijail Enriquez Huamani, sobre los origenes de la ciencia contable (siglo XVII)  en el manejo de los asuntos y cargos de las cofradias. Pero esta entrega, escrita por y acerca de religiosos catolicos cusquenos es de una gran aplitud que vale la pena leerla en su totalidad. Gracias waykichas. Se puede decargar en su totalidad en Pututu62





 page2image448page2image608

ENTRE PLUMAS Y SOTANAS

Desde la llegada de los sacerdotes católicos a el Tahuantinsuyu, su aporte ha sido muy variado. Por un lado, como parte de su programa de evangelización, aprendieron y llegaron a dominar el quechua y aymara, fruto de lo cual son los diversos diccionarios y gramáticas. Entre los sacerdotes cusqueños que realizaron esta labor se encuentra Juan Pérez de Bocanegra, cura de Andahuaylillas, quien publicó el “Ritual Formulario e Instrucción de Curas” en 1631, donde se incluye el canto a la Virgen denominado Hanaq Pachaq Kusikuinin (https://www.youtube.com/watch?v=S7Z5bf-x2V0), el cual es una muestra del barroco virreynal. Por otra parte, incentivaron la creación artística, muestra de ello son las pinturas de la escuela cusqueña y la bella arquitectura colonial de templos y casonas. Uno de los mecenas fue el ilustre benefactor de la Iglesia cusqueña, el Obispo Manuel de Mollinedo y Angulo, quien realizó donaciones para el arreglo de las diversas iglesias cusqueñas. Ignacio de Castro, Rector del colegio de San Bernardo, fue otro intelectual que nos legó su “Relación del Cusco”, mientras que el Obispo Moscoso y Peralta, admirador de el Quijote, como lo muestran las pinturas de su residencia en Viznar, fue expatriado por su participación en la gesta de Túpac Amaru, aunque no es del todo claro si colaboró efectivamente con el inca.

Juan de Espinoza Medrano, el “Lunarejo” o “Doctor Sublime”, fue un sacerdote muy conocido, cura de la Catedral y también cura interino de la doctrina de Ollantaytambo, a cuya iglesia deja en su testamento, “cinquenta pesos”, fue autor de varias obras, entre las que sobresale su “Apologético en favor de don Luis de Góngora” y sus sermones recopilados en “La novena maravilla”.

Esta tradición de sacerdotes escribas, es largo de enumerar, sin embargo, no se puede dejar de lado el trabajo de Diego de Esquivel y Navia, autor de las Noticias Cronológicas de la Ciudad del Cusco, que es una fuente para la historia.

Entre los religiosos contemporáneos, tenemos al calqueño, Nemesio Zuñiga Cazorla, autor de varias obras teatrales en quechua que se presentaron en los escenarios cusqueños a principios del siglo XX . En cuanto a teatro, no debemos olvidar el Ollantay, cuya autoría se ha atribuido al cura de Tinta, Antonio Valdez, y el cura de Ollantaytambo, Jenaro Pareja, el 30 de agosto de 1913 hizo representar este drama en la fortaleza del pueblo.

Monseñor Ysaias Vargas, también fue un autor prolífico del siglo XX, sin embargo, el Padre Jorge Lira, es el más importante de los autores salidos de las aulas del seminario. Colaboró con Arguedas y fruto de su trabajo fueron las diversas recopilaciones de narraciones y cantos quechuas, así como su imprescindible diccionario quechua español.

Menos conocidos que los anteriores, son los sacerdotes vinculados al Valle Sagrado cuyos trabajos aparecen en este número. La nota sobre la Influencia de la Iglesia en la historia del Cusco, es parte de la tesis doctoral sustentada en la Universidad San Antonio Abad por el Canónigo Mariano C. Gibaja. El Padre Ángel Soto, fue sacerdote de Ollantaytambo por los años 50 y como fruto de su viaje a Europa publicó un pequeño folleto con sus impresiones en distintos lugares. Maximiliano Rendón, cura de Pisac nos dejó su libro de “Leyendas del Valle Sagrado”, de donde hemos obtenido el trabajo que hoy presentamos.

La labor de los religiosos, de los mencionados y otros más, no se ha limitado a su trabajo pastoral, también se han dedicado al estudio de las comunidades donde han ejercido su misión religiosa y contando muchas veces solo con su ingenio, han logrado rescatar y plasmar por escrito la historia, los aspectos antropológicos y artísticos de numerosos lugares y, en algunos casos, son la única fuente de que se dispone. Un trabajo valioso que es continuado por generaciones contemporáneas, entre las que se encuentran los religiosos del Instituto de Pastoral Andina, que con su revista Allpanchis contribuyen al conocimiento de la cultura andina.

Comentarios