Acompañando nuestra pani Gloria Cáceres Vargas que acaba de presentar exitosamente su poemario Musqu awaqlla en Paris, Hawansuyo vuelve a publicar una evaluación de Wiñay suyasayki, libro de relatos con el cual Gloria se erige como una de las narradoras más importantes de la literatura peruana, tarea que ha continuado son sus siguientes poemarios y ensayos.
Gloria Cáceres presentando Musqu Hawaqlla en Paris, paris paris palomitay |
Wiñay Suyasayki de Gloria Cáceres Vargas
Fredy Roncalla
En los periplos trasandinos asociados a la lengua y la cultura quechua, es común hablar de viajes (sin retorno) hacia la capital. A nivel lingüístico y de la creación esta historia tiene una harto recorrida plantilla diglósica que resalta: a) la pérdida del idioma materno por el oficial; y b) el encasillamiento subordinante de la lengua dominada. La copiosa bibliografía al respecto se refiere generalmente al quechua pero puede bien ser aplicada al aymara. El caso de las lenguas amazónicas es más complejo y recién empieza a tener la atención que merece. Pero el viaje de ida y de pérdida (no tan) irreparable de la lengua y cultura originara tiene una historia paralela, subterránea, no tan atractiva a la comodidad de la queja, pero no por ello menos interesante y liberadora: el viaje de retorno de los espacios oficiales nacionales a los lugares y la lengua originarios. Viajes contradiglósicos alimentados por circunstancias familiares, por la ligazón de los padres a los espacios andinos, y por el atractivo irresistible de las paqarinas creativas. Iman chay taytay? Empecemos respondiendo la conocida mamá yo quiero saber/ de dónde son los cantantes. Porque resulta que muchos representantes del huayno y la música andina son nacidos en Lima o en ciudades de la costa. Empezando por Yma Sumac, pasando por Daniel Kirwayo, Manuel Silva Pichinkucha y Sylvia Falcón, por nombrar sólo algunos. Igual con conocidos escritores que han tenido el quechua como segunda lengua. Caso Alejandro Medina Bustinza, (Apurunku) y Feliciano Padilla. Ambos nacidos en Lima. Apurunku un residente aymarino de Tiaparo en el Callao como poeta, educador y narrador en quechua y castellano. Feliciano Padilla criado en Abancay donde aprende el quechua para luego adoptar la cultura aymara del Lago, donde escribe poesía en quechua y novelas ambientadas en Grau y Cotabambas, aparte de una larga producción como escritor puneño. Ambos escritores en plena producción.
El caso de Gloria Cáceres Vargas es uno de ida y vuelta. Nació en Colta, Ayacucho. Y desde pequeña se crió en Chosica, pero pasó sus vacaciones escolares en la tierra de sus padres donde reaprendió quechua. Ahora, desde Paris, luego de una larga trayectoria como decana de educación en la Cantuta y profesora de quechua en la INALCO, se perfila como una sólida e innovadora narradora quechua. Antes de pasar a revisar su brillante Wiñay Suyasayki, vale la pena detenerse un poco en su elección de lenguaje literario, dado que además Gloria tiene un dominio impecable del castellano intelectual, creativo y poético urbano provinciano, cuyos registros y motivos son campo por explorar, empezando por el dominio estilístico del español del Inca Garcilazo y el Lunarejo para llegar a Juan José Flores – autor de Huambar Poetastro Acacau Tinaja, una obra maestra de humor narrativo bilingüe- , José Maria Arguedas, Edgar Zárate, Zein Zorrilla y escritores más recientes.
Pero cuando pienso en la elección del lenguaje literario de Gloria Cáceres quien viene en mente, repetidas veces, es el poeta Maya Humberto Akabal. Conocí brevemente a Humberto en Returnig the Gift, un encuentro continental de escritores nativo americanos en Norman, Oklahoma en 1992. Con motivo del infame aniversario de la llegada de un tal Colón, y como respuesta creativa a los quinientos años de la invasión europea. Fue cuando el autor del Animalero, unos bellos poemas breves que recuerdan al Noe Delirante de Arturo Corcuera, abrió el encuentro con unos llamados de pastores mayas y con sus poemas. Con Víctor Montejo hicimos unas rápidas traducciones del Amimalero para que poetas, novelistas, ensayistas, cronistas, periodistas y académicos de casi todas las tribus nativo americanas pudieran apreciar el sentido de las performances de Humberto. Pero su conferencia fue lo que me impresionó más. Hablando del origen de su poesía dijo haber recorrido toda la literaturamoderna y contemporánea, desde clásicos hasta vanguardistas y surrealistas, pero al final su elección era ser poeta maya, escribiendo en una de las veintidós variantes del Quiché. Lo mismo que varios escritores Guatemaltecos y Mexicanos ahí presentes, y varios creadores bilingües nativo americanos. Salvo los casos aislados de Juan José Flores, Killku Waraka y Kusi Pawkar mas la opción tardía de José Maria Arguedas por la poesía quechua, la elección de Humberto Akabal se podría considerar como pionera de la escritura en lengua indigena por artistas con pleno dominio y conocimiento estilístico y estético del arte contemporáneo. Ya sea porque lo que subyace a éste no es suficiente, o porque el llamado de las paqarinas es más fuerte. Hablamos de Washington Córdova, Hugo Carrillo, Gloria Cáceres, Pablo Landeo, Yuly Tacas, Sócrates Zusunaga, Numa Armakanki, Edgar Zarate, el grupo Atoqpa Chupan – que lleva la escritura quechua al nivel metalingüístico-, y varios poetas y narradores escribiendo primariamente en quechua con y sin traducción al español, ingles y otras lenguas no aglutinantes.
Y resulta que Chosica, quebrada de poetas y escritores, fue donde Gloria Cáceres vio de cerca el nacimiento de Hora Zero estando al tanto de los movimientos iniciales de Jorge Pimentel y Juan Ramírez Ruiz de la Villarreal a la Cantuta. Fue cercana también a la escritura de Jorge Eduardo Eielson y Oswaldo Reinoso. Y años más tarde, esposa del querido y recordado Chacho Martínez. Pero si ella está al tanto de toda la movida literaria de los fructíferos e innovadores 70 no es sino luego de haber sido decana de educación en la Cantuta que ella empieza a escribir literatura en quechua. Para publicar en Lima primero los poemas de Munakuwaptiykiqa y luego los relatos de Wiñay Suyasqayki, que salió a luz en edición bilingüe en 2011 por la Editorial de la Universidad Alas Peruanas. Pudo escribir en castellano y ser una escritora de vanguardia, pero lo hace en qechua. ¿Porque? La respuesta, obviamente está en Gloria, pero esto es indicativo que la diglosia es un iskay way street y que la lengua usualmente dominante puede pasar a un segundo plano.
Nada más ilustrativo de esto que el primer cuento de la colección: Imayma Chayasaq. Asentada su familia en Chosica, el padre llega a Lima para llevar a la familia pasar una temporada en Colta. El viaje se hace en dos camiones de un conocido del padre y pudo transcurrir sin percances. Pero he aquí que en la Playa Hawai, al lado de Chincha, donde seguro muchos niños y adultos habían escuchado el sonido del mar por primera vez, la familia es separada por la indolencia del camionero. El padre y la niña se quedan atrás y la madre y hermanas adelante. De Hawai a Palpa, el padre y la niña pasan una serie de desencuentros tratando de alcanzar a sus seres queridos. Todo esto es narrado en un quechua ágil, estilísticamente logrado, que retrata, acaso por primera vez, con la mirada de una niña no sólo los desencuentros físicos de la familia pero también las variaciones emocionales de la búsqueda de sus seres queridos en restaurantes y controles policiales. Con esos mismos ojos Gloria nos cuenta el ascenso a la sierra y diversos paisajes geográficos y emocionales en las varias estaciones previas a la llegada a Colta. En este cuento, a la dirección lingüística contradiglósica del castellano al quechua se le suma la refrescante mirada de una niña narrando la maravilla que es volver al lugar de origen. Se ensancha así la usual y aprisionante temática del desarraigo con una de celebración del tránsito y la llegada al origen, algo que se logra mejor cuando la creación es para adentro y no se queda en la traducción cultural. La narrativa quechua de Gloria Cáceres es de tránsitos. Porque para los andinos nuestros lugares originarios son archipiélagos que llaman narrativas en movimiento. En los viajes del maestro Guáman Poma, de Ernesto y su padre, en la fuga de Huambar buscando a su querida Adelaida y fugándose del cura Asnovil Yayala, en los viajes del general Navala en la pluma de Nilo Tomaylla, de de los hermanos Montesinos narrados por Feliciano Padilla, y de un guerrero planetario y apurimeño llegando de un lugar a otro del planeta en un abrir y cerrar de ojos, como cuenta Federico Latorre Ormaechea[1].
El segundo relato de la colección muestra que el lugar de origen es sólo un punto de partida. Ahora se narra en tercera persona un viaje de la niña Lulacha con la madre, sus hermanas, el padre y el joven Winku, que recuerda no al capítulo del Zumbayllo, pero sí a tanto joven andino con marcadas carencias emocionales y sicomotrices compensadas por una intensa lealtad a su familia adoptiva. El viaje se hace de Colta a Anquipa, una estancia a orillas de Wanka Wanka Mayu. Es casi un lugar idílico. Lulacha y sus hermanas juegan, recogen frutas, hacen travesuras que bordean a una cruel inocencia que acaso sirven de trasfondo al silencioso sufrimiento de la madre por la ausencia del padre. De ello se da cuenta Lulacha, que sutilmente cuida de su madre sin causarle mas peso emocional. La historia, siguiendo el dinamismo de la narrativa oral quechua – que pasa de motivo a motivo sin los pesados embragues de la novelística tradicional-, también presenta un interperformance con veladas comunales y nocturnas de cuentos, canciones y sesiones de watuchis. De este modo, ambas narrativas, la oral y la escrita, se acercan y se borra la equivoca división maniquea entre oralidad y escritura. Pero lo que al final persiste es la ausencia del padre, y el doloroso silencio de la madre.
Si los dos primeros relatos cuentan tránsitos trasandinos autobiográficos de Gloria Cáceres, el tercer relato, que da título a la colección, es ficción asentada en Colta. Cuenta una larga historia de amor que empieza desde que un par de compadres prometen hacer casar a sus hijos e hijas. Esta promesa no se cumple como solía pasar con los matrimonios arreglados de antaño, ya sea por falta de interés o por los viajes de hijos e hijas a distintos lugares de la costa. Pero una noche de carnaval el amante ha bailado con la hija del compadre de su padre y esto ha despertado un amor silencioso en él. Ella ha partido a Lima y él la espera en Colta, ayudando a sus padres luego de la continua ausencia de sus hermanos. Otra fiesta lleva a la muchacha a Colta y hay un encuentro de la pareja. Despertar juntos luego de una noche de kanchis kanchis desata una serie de negociaciones entre los padres del joven -que están contentos-, y los de la muchacha -que la llenan de dudas. Al final la muchacha decide casarse, pero debe ir a Lima, con sus padres para preparar todo. El joven se queda en Colta, esperándola mientras sigue ayudando a sus padres. Hasta aquí la historia se desarrolla bajo el supuesto que el trabajo en la chacra del muchacho no es suficiente para alguien que ya ha migrado. Que conoce Lima y la modernidad. Aquí Gloria Cáceres cuida de no caricaturizar a la muchacha como una limaca, retratando más bien los conflictos internos que le significan optar entre las presiones (egoístas) paternas, de la tradición, del atractivo de la costa, y del amor breve pero carnal al muchacho. Demás está decir que la muchacha no regresa. Y parece seguir un script conocido de viaje sin retorno y que la llegada es mejor que el origen. Pero en un final inesperado los antiguos amantes se encuentran años mas tarde. Y resulta que ella, que regresa al pueblo a causa de una enfermedad familiar, no ha hecho pareja. Y conoce los vástagos del antiguo novio antes de verlo nuevamente. Así termina una historia que pudo tener tono costumbrista. Es decir, usar la narrativa para ilustrar la tradición y sus cambios. Pero el final ambiguo y abierto le da mayor profundidad al relato y uno se queda en bolero, preguntando si los valores relacionales y verticales de todas las fuerzas vitales en juego en las elecciones de la pareja y los padres no han sido cuestionadas de raíz. Para hacer esto el manejo literario debe ser de primer orden. Y es un gran avance que Gloria Cáceres logre esto en quechua. Está abriendo el campo de la literatura quechua a espacios de exploración más amplios y liberadores.
Usando términos que Julio Noriega y Nilo Tomaylla han puesto sobre el tapete, asistimos a la aparición de espacios literarios andinos y trasandinos post arguedianos. Tanto en español como en quechua. Espacios y prácticas que empiezan a salir del entrampamiento temático que la diglosia impone y que deben tener mayores frutos pronto. En poesía, en narrativa, en tecnotexto digital, en pintura y en otras áreas de la creación. Algunos lineamientos de este espacio postarguediano en las artes escritas serían: 1) la escritura de adentro y para adentro, sin recurrir a la traducción cultural, con el consecuente desmontaje de la alterización del poblador andino y quechua; 2) la literatura como un tránsito de ida y vuelta del quechua al español al quechua – nótese la brillantez del español de Juan Espinosa Medrano, Juan José Flores, José Maria Arguedas, Feliciano Padilla, Hugo Carrillo, Odi Gonzáles y Pablo Landeo abriendo camino para una escritura en quechua más libre; 3) Usando el concepto de escritura transandina de Julio Noriega, la escritura quechua mutilocal, de archipiélago, alimentada sobre todo por campos extranacionales de la migración; 4) Un horizonte temático que va mas allá de la usual alusión mítica y de la narrativa de desarraigo – nótese que el cuento y el watuchi están presentes en la narrativa de Gloria, pero no el mito-; 5) La ampliación del horizonte escritural quechua en los tecnotextos andinos de Markos Lukaña Champi, Ker Stroer, Serafín Coronel Molina e Irma Alvarez Ccoscco; 6) El desafío de una escritura metalingüística – asumido por Pablo Landeo y el ayllu Atoqpa Chupan- y de una literatura quechua postmoderna, no andina y experimental. Munaycham chaykunaqa.
La narrativa quechua de Gloria Cáceres, por su brillantez estilística y porque en cada relato va abriendo caminos, es un gran aporte. Que suma a su trabajo en poesía y como traductora del español al quechua. Dicho sea de paso, mejor leer su narrativa sin recurrir en lo posible a la traducción. Sus palabras calan profundo con la musicalidad que llevamos dentro y está retratada en estos bellos relatos.
Chelsea, noviembre 7, 2012
Con una nieve de poca madre.
[1] Tanto con el concepto de “sujeto andino migrante” propuesto en Escritura quechua en el Perú (Paqarina Ediciones, 2011), como con el de “sujeto trasandino” desarrollado en Caminan los Apus (Paqarina Ediciones 2011), Julio Noriega nos d alas bases para entender los textos andinos de migracion y sus correspondientes narratives en movimiento.
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