Conmemorando del natalicio de Leo Casas Ballon, y recordando que la memoria de nuestros pueblos está viva, reproducimos la introducción que escribiera en Desde nuestros mayores, version en castellano de Ñawpa willanakuy (Chirapaq) donde hace la transcripción del quechua, relabioración argumental y traducción al español, de unos relatos de Pujas, Ayacucho. Este es uno de los pocos estudios que no ha dejado de su vasto conocimiento.
Oralidad de Pujas, la veta de un tesoroOralidad de Pujas, la veta de un tesoro A modo de introducción
En 1905, Adolfo Vienrich publica el primer libro bilingüe de relatos y canciones quechuas con el título de “Tarmap Pachahuarainin-Nunashimi chihuanhuai/ Amanecer tarmeño-Azucenas quechuas”.
Jorge Basadre, maestro e historiador, valoró la importancia de dicha obra con estas palabras: “Vienrich, en lugar de maldecir las tinieblas prefirió encender una luz (...) extrayendo del alma popular un tesoro escondido...y haciendo entrar en el banquete de los literatos profesionales y cultos a un convidado de piedra: el pueblo indígena”. Y agrega: “(...) nada se había publicado antes con mayor valía (...)”.
Vienrich, en el prólogo de su libro “Azucenas quechuas”, decía: “Causa profunda pena el desconocimiento y la ignorancia en que vivimos respecto de la literatura quechua, pues las pocas obras y fragmentos conservados no bastan para enseñarnos (...) la profunda filosofía de los indios (contenida) en sus cantos, cuentos, fábulas, tradiciones religiosas y otras elevadas composiciones intelectuales que nos pintan (...) la sabiduría y elevada moral de ese gran pueblo...y que por primera vez ven la luz como una débil contribución que todos los verdaderos peruanos debemos a nuestros antepasados”.
Vienrich se refiere también al quechua con estas palabras: “(...) la dulzura y concisión de esta gran lengua que describe la rapidez del vuelo de los pájaros, el canto de las aves, el murmullo del follaje, el fragor de una tormenta y hasta el rastro de la huella que deja en su tránsito el ser amado...esta lengua en cuyos harahuis sus poetas presentan a las rocas quebrantándose por la pena del hombre (...) y a la naturaleza entera conmoviéndose y solidarizándose con las quejas del hombre que sufre (...)”
Años antes, en 1883, Manuel Gonzales Prada había dicho: “No forman el verdadero Perú las agrupaciones de criollos y extranjeros que habitan las ciudades de la costa; la nación está formada por las muchedumbres de indios diseminados en los Andes”.
José María Arguedas, en 1967 dijo que la literatura oral (cuentos, mitos, leyendas, fábulas, canciones, etc.), “(...) constituye el testimonio completo de una cultura...una forma de llegar al conocimiento más profundo de la naturaleza humana (...) Pero también es más vulnerable a los cambios y a la extinción que la música y la danza”. Y se lamentaba diciendo: “...no existe una recopilación sistemática de la literatura oral, hecha en quechua por personas especializadas y de fuentes directas (...)”.
Arguedas, en un discurso memorable, explicó que su misión fue “(...) volcar en la corriente de la sabiduría y arte del Perú criollo el caudal del arte y la sabiduría de un pueblo al que se consideraba degenerado, debilitado o ‘extraño’ e ‘impenetrable’, pero que, en realidad, no era sino lo que llega a ser un gran pueblo oprimido por el desprecio social, la dominación política y la explotación económica en el propio suelo donde realizó hazañas por las que la historia lo consideró como gran pueblo: se había convertido en una nación acorralada, aislada (...) y sobre la cual sólo los acorraladores hablaban, mirándola desde la distancia de su ignorancia y prejuicios, con repugnancia o curiosidad”.
Todos conocemos aquella invocación breve pero rotunda de José Carlos Mariátegui: “¡Peruanicemos el Perú!”.
Manuel Baquerizo afirma: “Emplear y cultivar la lengua quechua es una de las formas más altas de contribuir a la liberación de la cultura andina; manejar el quechua en la literatura, así como en la praxis política, es un modo eficaz de afirmar nuestra identidad y reforzar nuestra autoestima, para contrarrestar la marginación y desprecio de nuestra lengua y de nuestra cultura”.
Siguieron el camino abierto por Adolfo Vienrich en la recopilación, difusión, valoración y defensa de la literatura oral quechua y de la cultura andina en sus diferentes manifestaciones: José María Arguedas, Jorge Lira, Efraín Morote, Sergio Quijada, Jorge Basadre, Arturo Jiménez, Francisco Izquierdo, Manuel Robles Alarcón, Mons. José Dammert, Manuel Baquerizo, César Itier, Gerald Taylor, Edgardo Rivera Martínez y Nicolás Matayoshi, entre los más destacados.
Chirapaq, desde el comienzo de su actividad institucional, está claramente en este camino. Acogiendo la invocación del Amauta, sigue la huella clara de Arguedas en este trajinar por las comunidades indígenas de Ayacucho, para desentrañar la veta de su riqueza espiritual, ponerla al servicio de su propia dignificación y mejoramiento de su calidad de vida, contribuyendo así al desarrollo integral del Perú pluricultural, multilingüe, justo, equitativo, inclusivo y verdaderamente democrático.
Todos sabemos que el Perú tiene una milenaria tradición oral, como consecuencia de que las culturas prehispánicas que se desarrollaron en nuestro territorio fueron básicamente ágrafas. Por esta razón, nuestros antepasados crearon y desarrollaron una eficaz pedagogía basada en el uso intensivo de cuentos, mitos, leyendas, canciones, fábulas, danzas, poesía, canto, rituales y dramatización para transmitir conocimientos, normas y valores de generación en generación.
Esto explica el hecho de que, ahora mismo, el mundo rural de Ayacucho y mucho de lo urbano marginal es básicamente oral. En efecto, los fragmentos del discurso “mítico”, las historias de santos, los relatos “de ficción” o los que evocan hechos reales siguen la forma básica de la tradición oral.
Después de quinientos años de invasión, conquista, imposición, convivencia, o lo que se quiera llamar, nadie puede afirmar que hay “una” cultura andina pura, incontaminada, autónoma, etc.
En los relatos se nota que las creencias ancestrales coexisten, compiten o se entremezclan y articulanconcreenciasdeorigenoccidental.Deestamanera,siempreencontraremoscoincidencias, adaptaciones e influencias mutuas entre los diversos pueblos y culturas a través de sus narraciones tradicionales.
No se trata de escarbar, calcular ni sostener cuánto de la tradición prehispánica sobrevive pura. Luego de quinientos años de interacción intensa, es totalmente lógico que ambas expresiones hayan sido modificadas por la influencia mutua. Igualmente, es innegable que, como resultado de la tenaz y violenta persecución de nuestras manifestaciones culturales en la época de la llamada “extirpación de idolatrías” y por la imposición de los españoles, lo que mayormente queda en nuestros pueblos es una cosmovisión claramente derivada de la religión católica.
De esta manera, aunque la gente no tenga conciencia clara de su origen propiamente indígena o español, las creencias están vivas y condicionan conductas actuales.
En algunos casos será inevitable señalar contrastes, pero no se trata de contraponer la cultura andina a la cultura occidental, sino más bien de una mirada y una actitud intercultural, es decir de una convivencia igualitaria, respetuosa y de beneficio recíproco entre culturas distintas.
La comunidad de Pujas tiene como marco de referencia un importante contexto geográfico, histórico, social, cultural y lingüístico.
Ubicado en la vertiente del río Pampas, uno de los orígenes remotos del sistema fluvial amazónico que desemboca en el Océano Atlántico, Pujas está en el ámbito donde floreció la cultura Wari, a la que se debe el enriquecimiento y amplia difusión del idioma quechua. Fue parte de la Confederación
Chanka-Pokra-Wanka que se opuso a la expansión del Tawantinsuyu, venciendo al poderoso ejército inka en varias batallas y sitiando la ciudad del Cusco. Derrotado este gran movimiento, la ciudad Willka Waman (Halcón Sagrado), hoy Vilcashuamán, adquirió tal importancia que, en su época de esplendor, tuvo más habitantes que la gran capital imperial.
Habiendo sido parte del movimiento de emancipación espiritual indígena llamado Taki Unquy originado en Huamanga, Vilcashuamán fue el centro de otro movimiento parecido treinta años después. Con toda seguridad, la gente de Pujas estuvo entre las huestes de Túpaq Amaru Segundo. Por su cercanía a Huamanga, importante centro del poder colonial, sin duda participó también en la decisiva Batalla de Ayacucho, más aun si tomamos en cuenta que fueron vecinos de Basilio Awki, de los legendarios Muruchuku y de María Parado de Bellido, cuyas luchas y heroísmo fueron el preludio de la derrota del ejército español.
Igualmente, nadie puede dudar de que muchos hijos de Pujas fueron montoneros con “Tayta” Cáceres, sacando la cara por el Perú en Pucará, Marcavalle y Concepción, cuando las fuerzas armadas habían sido totalmente derrotadas (Grau y Bolognesi muertos), Lima y las principales ciudades saqueadas, violadas hasta las monjas de conventos, los políticos y ricos rendidos o colaborando sin ninguna vergüenza con el invasor chileno.
Las tierras de Pujas y su gente fueron parte de los repartimientos y reducción de indios que después se convirtieron en haciendas. Pujas era una hacienda. La actual comunidad fue formada por los feudatarios de la hacienda que compraron con su plata las tierras de sus abuelos, con tal de librarse del abusivo gamonal, muchos años antes de la reforma agraria de Velasco.
Durante la dictadura de Leguía, también fueron obligados por la “Ley Vial” a trabajar gratis en la construcción de la carretera Huamanga-Andahuaylas-Abancay-Cusco, con ramal en Tuqtu Qasa que llevaba a Cangallo, de cuyo tramo se sacaría más tarde el desvío hacia Vilcashuamán. En las décadas del 40 al 60 del siglo pasado formaron parte del Núcleo Escolar Campesino, cuyo centro base estaba en Vilcashuamán y que tenía el objetivo de ampliar la cobertura de la educación primaria, alfabetizar a los adultos, mejorar la alimentación, nutrición y la salud mediante huertos, granjas, talleres, comedores y letrinas escolares, poniendo un énfasis especial en la castellanización compulsiva, la erradicación del quechua y de la cultura indígena
En la década del 60, fue también parte del programa de Acción Conjunta de ocho ministerios instalados en Pampa Cangallo, con el objetivo de tecnificar la agricultura, ganadería y la artesanía, ampliar la cobertura de salud, mejorar la alimentación y nutrición. La contrapartida de este programa fue el empeño del Estado expresamente orientado a la erradicación de creencias y prácticas tradicionales en la producción, alimentación, salud y la cosmovisión en general, por considerarlas supersticiones que constituían una barrera contra la modernización del campo.
Con la reforma agraria de Velasco y su política corporativa en la producción, educación y cultura, se dio un vuelco a todo lo anterior y se fomentó el uso del quechua, la recuperación de la narrativa oral y todas las expresiones artísticas tradicionales, promoviendo concursos de cuento, poesía, canto, música y danzas autóctonas, cuyos mejores representantes llegaban hasta Lima, participando en un apoteósico final transmitido a todo el Perú por las cadenas de radio y televisión nacional y los grandes diarios, expropiados por el gobierno militar y entregados a las principales organizaciones sociales como el campesinado y el magisterio. Esta efervescencia nacionalista fue cambiada, minimizada y finalmente revertida por la contrarreforma militar encabezada por Morales Bermúdez. Belaunde, elegido por segunda vez, devolvió a sus antiguos propietarios los grandes medios de comunicación expropiados por Velasco.
En mayo de 1980, día de las elecciones generales, Sendero Luminoso comienza su llamada lucha armada quemando las ánforas de votos en Chuschi, bastante cerca de Cangallo y Vilcashuamán. Esta guerra causó, entre otras, las grandes matanzas de Pomatambo, Umaro,Aqumarka y Kayara, localidades vecinas de Pujas.
Impuesta la pacificación al precio de sesenta y nueve mil muertos y desaparecidos, tumbas clandestinas y miles de niños y niñas huérfanos, los nacimientos de nuevos niños son muy escasos, debido a la esterilización masiva y forzosa a la que fueron sometidas especialmente las mujeres por el gobierno de Fujimori.
El despoblamiento rural debido a la pobreza y marginalidad socioeconómica que había comenzado en la década del 40 y que se acentuó en la década del 60 debido a sequías, heladas e incremento demográfico, alcanzó niveles de éxodo y casi de exterminio en las décadas del 80 y 90 por la guerra interna.
Esta situación, sumada a la desestructuración comunal y desarraigo sociocultural promovido desde el Estado en sus intentos de modernización del campo a través de la ampliación de la cobertura educativa, la castellanización e incorporación del indígena a la economía nacional, terminó por romper casi por completo los canales de comunicación intergeneracional.
Los ancianos, los “yuyaq” o depositarios de la memoria colectiva de nuestros antiguos ayllus, ya no tienen interlocutores y se rompe la cadena de transmisión cultural, pues los jóvenes están involucrados en uno u otro bando, mientras los adolescentes y niños han huido a las ciudades, dejando a los viejos sabios o “yachaq” languideciendo abandonados en pueblos fantasmales.
El retorno de los desplazados luego de la pacificación trae a la comunidad niños desarraigados, sin lazos de afecto, de idioma ni de la tradición con los mayores. Los ancianos y ancianas, esos queridos depositarios de la memoria colectiva, estaban aparentemente “desentrenados” en el arte de transmitir los conocimientos y valores de su pueblo. Tras quince a veinte años arrinconados por el terror, sin los niños, adolescentes y jóvenes ávidos de los relatos alrededor del fogón, los ancianos parecían haber perdido no solo a sus hijos y nietos, sino la alegría, la chispa, la habilidad para tejer historias y, aparentemente... ¡también algo de la memoria!
Herederos y víctimas del pasado, arquitectos de su destino
15 El panorama descrito hace de Pujas una localidad con mucha historia. Sus hombres, mujeres y niños son herederos, protagonistas y víctimas de todos estos avatares.
No es la primera vez que este pueblo sobrevive a los golpes, al olvido, la persecución feroz y a la misma muerte.
Como tantas otras veces a lo largo de su azarosa existencia, los hijos e hijas de Pujas vuelven a levantarse, a sacudirse el dolor, a desempolvar su esperanza, a enarbolar su dignidad, curar sus heridas aun sangrantes, sacar fuerzas, recuperar la mejor herencia de sus antepasados, idear formas de organización y trabajo, promover la participación equitativa y el liderazgo de la mujer, establecer alianzas con otros pueblos indígenas del Perú y del mundo, reclamar apoyo estatal y privado y comenzar de nuevo a construir el futuro de prosperidad con que soñaron sus antepasados y con el que ahora sueñan ellos y ellas para sus nietos.
Relatos orales, parte de un proyecto integral
Así como el cuerpo es el jardín donde florece el espíritu, la narrativa oral, la cultura tradicional y la interculturalidad son parte de una visión holística del desarrollo humano que promueve Chirapaq.
Mejorar su agricultura, ganadería y artesanía, así como la alimentación, nutrición y salud; recuperar su música, danzas y canciones, organizar circuitos de turismo histórico, cultural, ecológico y místico; propiciar la mejor calidad de vida posible en lo material y espiritual; reconquistar la alegría, el optimismo y la dignidad.
Todo esto y mucho más forma parte del proyecto de vida de los viejos y nuevos hijos de Pujas, y Chirapaq alienta ese sueño, suma esfuerzos y recursos, acompaña su caminar, facilita la discusión y enlaza contactos.
Reelaboración de la oralidad, reconstrucción del saber ancestral
En arqueología, la excavación de vestigios nos da como premio el hallazgo de restos arquitectónicos, fragmentos de cerámica, trozos de tejido, decoraciones descoloridas. El arqueólogo desempolva cimientos, reconstruye estructuras, proyecta líneas y traza perspectivas.
Igualmente, une tiestos, recompone su forma, desempolva los colores originales. En los tejidos busca el material de factura, observa la trama, busca la técnica, el color, el motivo decorativo y
Es lo que hemos hecho en Chirapaq con los relatos mutilados. Siguiendo pistas, estudiando, comparando, tejiendo y destejiendo, hemos reconstruido los cuentos desde dentro. Producto de esta reelaboración minuciosa, comprometida, respetuosa, amorosa, de un trabajo de filigrana arqueológica, son los relatos que presentamos en esta primera antología.
El viejo molle de Pujas vuelve a florecer y a dar frutos
El molle es un árbol que fue venerado en las culturas Wari e Inka como símbolo de eternidad. En la costa y en la sierra, en lugares donde no crece ninguna otra planta, el follaje verde de este árbol es un milagro de vida a cuya sombra descansan los viajeros, se cobijan y anidan las aves.
Cuando alguien le tira un hachazo, la herida es cubierta por unas lágrimas, de donde brotará una nueva plantita. Pueden tumbarlo, botar su tronco y hasta quemarlo. Pero, de sus profundas raíces surgirá una nueva planta, incluso rompiendo rocas. De las semillitas que comió el chiwaku nacerán también otras plantitas.
Encima de Pujas, a la vista de todos, crece un viejo y solitario molle. Sus ramas parecen un estandarte que flamea al viento o brazos que le dicen adiós a los que se van o reciben a los que regresan después de larga ausencia. Es lo último que contemplan los ojos de quienes se alejan y lo primero que ven los que vuelven.
Bajo la sombra de sus siempre verdes hojas descansaron, cantaron y bailaron los abuelos de los abuelos que trabajaban las chacras.
La rica chicha fermentada con la mielcita que cubre sus frutos ha animado las fiestas y ha encendido de amor muchos corazones juveniles.
Ninguna sequía terrible ha logrado marchitar sus siempre verdes hojas que nos curan de muchas enfermedades, ni ha mermado que produzca sus frutos rojos en miles de racimos.
Pujas y sus hijos son como ese molle, firmemente parados, resistiendo tempestades y sequías, sobreponiéndose al olvido y al abandono, a la pobreza y las injusticias, a las enfermedades y a la misma muerte.
No solo mantienen en alto la esperanza como el eterno verdor de sus hojas, sino que dan frutos que les dan más energía y revitalizan sus sueños, y su ejemplo es visible desde lejos para otros pueblos.
Este ramillete de narraciones es la muestra de un espíritu indomable y permanentemente creador.
El menú del banquete, sus condimentos y sabores
Alma que vuelve desde la ultratumba para animar a sus deudos y, de paso, ayuda a un pujino a resolver sus problemas y vencer dificultades.
La maldición bíblica contra la serpiente se convierte en una epopeya de la unión y la solidaridad, pero también de la reconciliación y el perdón.
Los duendes cuidan el bosque y los árboles para evitar su depredación.
El zapatero que recibe productos en pago por su trabajo nos muestra un intercambio precapitalista.
El breve relato acerca de unos viajeros nos recuerda las peripecias y peligros de la emigración andina hacia la selva y Lima, con excepción de un comerciante con suerte.
Las almas de Puquio y Lucanas vuelven al seno de Pacha Mama por la boca del volcán Solimana; pero, las almas de Pujas, posiblemente más cristianizadas por la cercanía de Huamanga, entran al cielo por el santuario de la Virgen de Cocharcas en Apurímac.
El demonio, convertido en bella muchacha, cautiva a un joven enamoradizo, devora su cuerpo y lleva su alma al infierno, mostrándonos el precio del amor disfrutado.
La mula, que es una acémila muy apreciada por su inteligencia, fuerza, seguridad y aguante para recorrer grandes distancias, también tiene poderes mágicos para librarnos de malos espíritus.
Un viaje de arrieros a la opulenta capital regional es la excelente pintura de un grupo que, gracias a la capacidad de un líder, descubre sus virtudes y habilidades dispersas para vencer un peligro que amenazaba a todos.
¿Desde cuándo los frailes dominicos han logrado convencer a los mismísimos pujinos, hijos de San Francisco de Asís, para que laven su hábito si quieren entrar al cielo? Sabemos que el color marrón del hábito de nuestro Santo Patrón, teñido hirviendo las hojas del nogal con sal y limón... ¡nunca se blanqueará!
Las leyes que llevan a los inocentes a los juzgados, así como las mañas de los abogados, escribanos y malos jueces para traficar con la justicia, no son ninguna novedad; lo que sí es novedad es que el pujino les saca la vuelta a los tres juntos.
En Pujas nunca se ha conocido un japonés; pero está fresco el recuerdo de uno que hizo mucha plata habiendo entrado al gobierno con engaños. ¿Será que, como en el cuento, no lograremos que nos devuelva algo de lo robado ni después de muerto?
El recuento palpitante de las tropelías de un grupo de malos soldados nos recuerda que algunos aprovecharon el terror para cometer abusos.
El primer cuento de Arguedas era sobre el sufrimiento de los niños pastores de Qillqataypampa de Lucanas. Los niños pastores de Pujas nos cuentan un paréntesis de su pobreza y nos enseñan bellas canciones de los carnavales.
19 Estos son, a grandes rasgos, los diferentes sabores del banquete cultural preparado por los ancianos y ancianas de Pujas con el relato de su azarosa historia. Estamos seguros de que las nuevas generaciones, alimentándose con este banquete, rescatarán muchos otros relatos del troje de sus viejos y tejerán muchos relatos nuevos al pie de ese molle inmortal, siempre verde como la esperanza.
Los pujinos nunca se van del todo
Como los frutos del molle desparramados por el chiwaku y que, muy lejos del tronco que los amamantó dan vida a un nuevo árbol, los hijos de Pujas se han esparcido por otras ciudades del Perú e incluso por países lejanos.
Hay una gran diferencia entre los indígenas andinos hijos de comunidades rurales y los “mistis” de ciudades intermedias cuando dejan su tierra.
Los indígenas dejábamos nuestra patria chica ensartados con sogas por la “leva” para “servir a la patria” sin querer, o llevados a la cárcel provincial falsamente acusados de abigeato por algún misti ambicioso o vengativo.
Claro que, cuando apretaba más la pobreza y la falta de oportunidades, también dejábamos nuestra comunidad, queriendo trabajar y estudiar para ser “alguien”. Pero nosotros, al salir, siempre nos despedíamos cantándole al ómnibus que nos llevaba a Lima o Ica esta canción en quechua:
“...¿a dónde me llevas
a pesar de que me estoy aferrando a los árboles y rocas del camino?”
Luego, esta promesa para consolar a nuestros afligidos padres:
“Madre, no llores
padre, no sufras
pues mañana o pasado nomás estaré regresando”.
Y, en la “fuga” cantábamos así:
“Ichu tierno del abra por donde me ausento te encargo a mi amada madre
Cuando ella tenga sed
derrama tu rocío en su boca
y si te dice ‘tengo hambre’
que tus frutos caigan en su boca”.
En cambio el “misti” se va cantando así:
“Ciertas malas voluntades
hacen que yo me retire
¿A qué volvería recordando lo que he sufrido?”.
Llegando a la capital, los pujinos buscarán a los paisanos agrupados en la Asociación Hijos de San Francisco de Pujas residentes en Lima, para seguir unidos, cantar sus canciones, celebrar sus fiestas, reunir fondos para ayudar a su tierra querida.
Los “mistis” de ciudades, en cambio, cuando llegan a Lima, se asocian al Club de Leones para juntarse con otros desarraigados, que solo se acordarán de su provincia o región cuando les pica la ambición política como negocio. El club departamental servirá también para “codearse” con otros señorones que se ufanarán de su abolengo español y maldecirán a Velasco porque “les quitó su hacienda para repartirla entre indios y cholos ignorantes que son la causa del atraso del Perú” como dicen ellos.
Los pujinos que se encuentran en tierras lejanas y extrañas, con el tiempo aumentan más bien su amor por la santa tierra, se juntan entre paisanos, conversan sobre las necesidades del bendito suelo donde nacieron, realizan mil actividades para recaudar fondos, envían o llevan carpetas, estandarte, instrumentos musicales y libros para la escuela. Ellos tocaron todas las puertas para tener una carretera, una posta sanitaria y crear un colegio de secundaria para que los jóvenes y adolescentes que terminan primaria no tengan que ir hasta Vilcashuamán, a donde llegaban solo unos cuantos, marginando especialmente a las mujeres. Ahorita están ya plantando los postes para tener energía eléctrica, con lo que muchas cosas cambiarán para la educación, la comunicación, la artesanía y la vida familiar.
Los pujinos, pues, nunca se van del todo cuando se alejan de su comunidad. Siempre están buscando qué hacer por sus padres y hermanos que quedaron a la sombra de aquel molle añoso. Son como ese árbol que hunde profundamente sus raíces en la tierra, como si las ramas de ese viejo tronco se hubieran alargado no solo hasta Lima sino hasta los Estados Unidos y otros países. Sus pequeños frutos cubiertos de miel nutritiva y estimulante vuelven a Pujas en mil formas.
Su primer gran fruto fue ser los primeros ayacuchanos en el exilio que se reunieron para celebrar juntos los carnavales con auténtico sabor pujino en Lima. Esa semillita del molle pujino ha fructificado en los clubes distritales y provinciales de paisanos que, a su vez, son los pilares de la Federación Departamental de Instituciones Provinciales de Ayacucho-FEDIPA que, desde hace muchos años, inunda las calles de Lima con el sonido carnavalero de tinyas, quenas, guitarras y voces de tres generaciones de hombres y mujeres que hacen vibrar a limeños y peruanos de todas partes, rumbo al gigantesco estadio de la Universidad de San Marcos, en una apoteosis cultural del Perú profundo que ahora es imitado –aunque no igualado todavía- por puneños, wankas, cajamarquinos, apurimeños, etc.
Como en el poema de Arguedas a Túpaq Amaru:
“(...)Huyendo de la miseria y de la muerte
hemos bajado a pueblos ajenos, a las ciudades de los señores
como las interminables filas de hormigas de la selva, cual aves despavoridas(...) Estamos en Lima.
Aquí estás con nosotros y en nosotros.
(...) Vamos a limpiar esta gigantesca ciudad de Lima
con nuestras canciones antiguas y nuevas(...)”.
La ortografía del quechua es la que corresponde a la variante dialectal Ayacucho- Chanka, cuyo Alfabeto Oficial de 1985 es utilizado y recomendado por la Dirección Nacional de Educación Intercultural, Bilingüe y Rural – DINEIBIR del Ministerio de Educación.
Algunos localismos de Pujas y Vilcashuamán han sido reemplazados por sus equivalentes regionales, en aras de su mayor comprensión y difusión en el ámbito de Ayacucho, Huancavelica, Apurímac, parte de Arequipa e Ica.
Para los préstamos que provienen del castellano hemos asumido parcialmente las recomendaciones del Primer Taller de Escritura Quechua y Aimara realizado en Lima en octubre de 1983. Acatarlas en todos sus extremos hubiera implicado deformar nombres y apellidos de algunos personajes, a tal punto de no reconocerlos. Por ejemplo: Acevedo por Asiwiru, Gamboa por Kampuwa, Daniel por Taniyil, Dios por Tiyus, Licenciado por lisinsiyaru, Francisco por Paransisku, Alfonso por Alpunsu, Gutiérrez por Kutiris, condenado por kuntinaru,etc.
Todos los textos fueron contados por sus narradores originales en quechua.
La traducción no equivale a una sustitución mecánica de textos quechuas por su equivalente en castellano, sino de acuerdo a la estructura interna del runap simin.
El castellano guarda, sin embargo, la estructura sintáctica y la riqueza metafórica del quechua, así como la frescura del relato oral.
Los signos de puntuación, de interrogación y auxiliares son iguales que en castellano.
En lugar de hacer un glosario al final de los relatos, hemos preferido notas de pie de página con el significado de algunas palabras quechuas de uso integrado en los textos, así como de algunas palabras de uso cotidiano en el castellano andino rural que, sin embargo, comprobamos que son desconocidas para el lector urbano costeño.
Leo Casas Ballón
Manuel Baquerizo Baldeón (Huancayo 1927-2002). Incansable animador cultural, fundó y dirigió revistas de excelente calidad y contenido como “Kamaq Maki” (Huancayo, Diciembre, 1971). Dedicado a la evocación de José María Arguedas, donde firma un artículo sosteniendo la necesidad de emplear y cultivar la lengua quechua en la literatura, la educación, la comunicación y la política.
Bibliografía de la Introducción
Jorge Basadre, “Historia de la República del Perú (1822-1933)”. Lima. Empresa Editora El Comercio, 2005, Tomo 16, Página 238.
Jorge Basadre: “Literatura Inca”, París, 1938.
Adolfo Vienrich: “Tarmap pachahuarainin-Nunashimi chihuanhuai” (Amanecer Tarmeño, Azucenas Quechuas), edición bilingüe firmado con el seudónimo de Unos Parias, publicado por la Imprenta La Aurora de Tarma, 1905, con un extenso prólogo de 124 págs. firmado por el mismo Vienrich con el seudónimo de Cahuide.
Manuel González Prada: “Discurso en el teatro Politeama” en “Pájinas libres”: Obras completas, tomo III, volumen 5, Prólogo y notas de Luis Alberto Sánchez, Lima, Ediciones COPÉ (Petro Perú), 1988.
José Carlos Mariátegui: “Peruanicemos el Perú” fue el título de una sección del semanario “Mundial” que Mariátegui publicaba en la segunda mitad de 1920. La mayor parte del célebre libro “7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana” fue publicado alli, apareciendo los capítulos más largos en series.
José María Arguedas (Andahuaylas 1911-Lima 1969): “No soy un indio aculturado”, discurso al recibir el premio literario “Inca Garcilaso de la Vega” en Lima, octubre de 1968. Fue publicado luego en “Arguedas: Obras completas”, Lima, Edit.Horizonte, 1983, tomo V, págs. 13-14.
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