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PALABRAS PARA MARIO NANDAYAPA, Rosina Valcárcel, Elid Rafael Brindis

Cuando qayna punchawlla Rosina Valcarcel nos diera un eslarecedor semblante de Patricia del Valle a partir de Yokasta Yo, ahora junto a Elid Rafaael Brindis, nos entrega una brillante presentacion de la poesia de Mario Nandayapa, y a traves de ella una amplia mirada al universo antihegemonico de la poesia mejicana y latinoamericana (si aun es posible hablar de ese equivoco termino) que empezo con la revolucion mexicana y continua en la actualidad con una ebullicion mayor que parte del reconociemitno del lado ancestral de nuestras culturas. Vale tambien el deslinde con Octavio Paz, y de taquito con otro premio nobel, que no es el magitral Gabo que acaba de cumplir 85 watas. Valen tambien, y mucho mas los horizontes de indagacion y creacion establecidos a partir de este riquisimo articulo. No hay mejor manera de enviarle llapallan paniykukunaman un fuerte abrazo por el llapan mundu warmi punchawnin

PALABRAS PARA MARIO NANDAYAPA
(Rosina Valcárcel y Elid Rafael Brindis)
MÉXICO es uno de los países latinoamericanos donde la memoria ancestral y el ethos están presentes en su poesía; ello parte de un camino que inicia Sor Juana Inés de la Cruz, y que después de siglos de letargo, y de uno que otro chispazo, con la Revolución Mexicana (1910), que empezó siete años antes que la Rusa (1917) y fue el primer grito de consciencia del siglo que ya feneció, comienza una nueva etapa en el camino de las artes mexicanas. La epopeya de la Revolución será llevada a los murales, al cine y a la literatura.
En este decurso la poesía irá construyendo su diversidad expresiva, proceso en el que la poética de Octavio Paz va a tener una gran influencia dentro y fuera de México. Sin embargo, la sensibilidad poética y la visión del mundo de este reconocido escritor son diametralmente opuestas a la que se encuentra presente en la obra poética de Mario Nandayapa, esencialmente en: El árbol está de fiesta. Libro en el que la memoria y la voz o, diríamos, las voces de los hombres y mujeres del pueblo originario de Chiapas, escapan del guetto de la invisibilización en el que la cultura y las estructuras políticas coloniales los han colocado, para elevar sus formas de pensar y sentir el mundo y el amor.
De ahí que su nombre evoque al árbol en la medida que éste representa todo el mundo de la colectividad, del Nosotros/Ellos, esto es clave en momentos en que la agresión cultural del neoliberalismo exacerba el culto a la enajenación individualista y ha lanzado una gran ofensiva destruyendo pueblos y territorios para que sean ocupados por empresas mineras, gasíferas y petroleras.
Ningún viento se llevará estas palabras/
basta un respiro de mis cuatrocientos hermanos
y estas palabras serán semillas
que podrá esparcir fecundo el viento
en sus cuatro costados.
La singularidad de este libro radica en el reflejo de un espacio y una estructura de vida y resistencia comunitaria, como lo es Caluca, en la que la elaboración del discurso identitario está marcado por la reelaboración simbólica de los mitos que permiten mantener no sólo la esperanza, sino también la reproducción en el tiempo de la memoria y el discurso histórico.
En esa convivencia de mis personalidades
está el equilibrista:
él que supera el hambre de los siete jaguares/
con mi muerte/
él que domina el miedo al silencio con ocotes iluminados
frote que enciende la pradera de la memoria con luciérnagas/
Los que hemos vivido en el trópico americano, caminado y participado de las vivencias de los pueblos —hombres y mujeres— sobrevivientes al holocausto colonial, sí comprendemos lo que expresa Mario Nandayapa. Mientras leíamos su poemario, lo imaginábamos al interior de una maloca, explicando el mundo sagrado de los héroes y heroínas culturales. Oí como hablaba de la madre del monte y del silbido del rayo en los tambores del alma. Es por ello que este moderno visionario cincela la lengua de los dominadores para que su idioma rescate toda la riqueza expresiva que su imaginario ha ido preservando y elaborando. Esto no es algo nuevo. En Perú empezó con Waman Poma de Ayala y el Inca Garcilaso de la Vega y prosiguió en el S.XX con José María Arguedas, entre otros autores.
Es en ese proceso que desreifica la relación hombre y naturaleza y la convierte en un encuentro entre seres dialógicos, llevándola a su estado normal. Relación que fue reificada por la cultura dominante. Desde el mito de la creación presente en la Biblia hasta la percepción antropológica levi straussiana. Procesos donde el diálogo entre el hombre y la naturaleza se torna en una relación de sujeción. El hombre como dueño: de su casa, de su mujer, de sus hijos, de sus esclavos y de natura.
Uno contempla los escondites del animal / En el cielo
En los ojos del jabalí que se perdió de la manada
En el tercer giro que da el gato que guarda la noche
En el color rabioso del amarillo que lleva a la locura
En la parte herida del río que eriza esa piel del agua
En lo profundo del verde que esconde un grito de dolor
En tu voz que repite el caracol que mantengo en manos
En el desprendimiento de una fruta que madura en la caída
En la sombra del árbol que humedece de hongos estas palabras/
ante el relámpago de la certeza cierro los ojos en esa cascada del orden
asumo mi condición de árbol que no espera nada después de la lluvia agosto.
Sacar mi cuerpo del espejo del agua para que sea nube
es la primera decisión para perseguir al animal que me acecha/
que irrumpe sin avisar como el salto de un sol en una hoja
entonces le permito que hable por mí / soy su aliado
esa ave pesada de luz donde se oculta un arco iris triunfo del día/
Pablo Neruda expresó en Confieso que he vivido que los colonialistas se llevaron el oro y la plata, pero nos dejaron las palabras.
Cuando auscultamos el decurso de la palabra en este poemario, entendemos que los más de quinientos años de resistencia, representan también la lucha por recuperar/apropiarse de la palabra del otro y ponerla al servicio de las revelaciones más hondas de los pueblos y nacionalidades oprimidas.
Sucede que escribo en la tierra
como esperando que alguien abra la puerta de un solo golpe/
en esta lluvia de plenitud donde la tarde se posa/
Desde la vigilia mientras alguien concilia el sueño
transito ríos llenos de muertos como pudiendo sembrar/
bosques subterráneos en donde corazones son moras/
guiado por la luminosidad de una ceiba elegida.
La recuperación de la palabra es también un hecho importante en el proceso de construcción/reconstrucción de la memoria, las leyendas y los mitos de la esperanza que la moldean entre manos alfareras, se convierten en una nueva manera de fortalecimiento de las estructuras psicoculturales de la comunidad. La acción de los curas doctrineros, misiones evangélicas y el Estado, estuvieron centradas en la extirpación de idolatrías, o sea, en la castración cultural expresada en las diferentes formas que se construyeron los discursos etnocidas orientados a diseñar sentimientos de vergüenza étnica como parte medular de las visiones y relaciones racistas. En este proceso de apropiación/recuperación del uso poético de la lengua ancestral desempeña un papel importante el fortalecimiento de aquellas estructuras del alma y el saber que permiten que hombres y mujeres de las comunidades se armen con su imaginario para vigorizar su identidad y así desarrollen su autoestima, por la manera en que van viéndose a sí mismos y codificando sus nuevas formas de percepción.
Vencerá, entonces, la luz de la palabra,
de la palabra que estuvo esperando esta puesta de sol
para atestiguar a favor del otoño.
Se levantará como un fuego
la declaración de las horas
que justifican la persistencia.
Nada está perdido aún en el tiempo
cada quien, a su manera, es paciente hormiga
con las hojas de su árbol.
El canto del día son los seres alumbrados
Esta es una diferencia fundamental entre la poesía de Octavio Paz y la de Mario Nandayapa. Durante algunas décadas el premio Nobel (1990) tuvo una gran influencia en la literatura mexicana y latinoamericana, su poética y visión cultural con respecto al orbe sagrado de los Mayas y los pueblos originarios fue la de un anticuario o museógrafo occidental. Las mostró como sociedades cerradas y sin futuro, continuando en el discurso que legitima la visión de los vencedores negándoles capacidad de autonomía a partir de la recuperación de su historia y ethos identitario. Paz fue tributario de la teoría de Popper, que niega humanidad a las sociedades avasalladas.
El libro de nuestro poeta Nandayapa, difiere de la obra de Jaime Sabines, en la medida que su visión no es externa a los espacios sagrados de los Mayas, pues él es un narrador/poeta/danzante y cantor de lo/la colectividad ancestral. Deja de lado el yo poético para asumir el nosotros, en similar corriente que la de José María Arguedas, como se asume en las fiestas comunales, en los ritos de iniciación y pasaje, en las ingestas de hongos y plantas sacras o en las conversaciones que tienen los ancianos con los niños.
…Porque esta poesía que renuncia a los correlatos objetivos, que le darían un espacio del habla, un lugar donde situar su reclamo, busca porfiadamente el diálogo con el tú que, desde lejos, la enciende. Es un diálogo aproximativo, hecho de fulguraciones y mutuos silencios, en una forma de comunicación no prevista, que espera hagamos un alto en el camino.
Como un conocedor de los secretos de la cultura y literatura occidental, nuestro autor asume con apasionamiento no sólo su historia sino la necesidad de reforzar los lazos que unen a los espacios territoriales que a la vez son espacios sagrados para dar una forma al habla de su pueblo y también para mostrarnos su modo de concebir el mundo y su caminar dentro de él:
El canto del día son los seres alumbrados
bajo la paciencia de un árbol,
el canto de la lluvia es la entrega de la tierra,
el canto del invierno es la pasión de una nube.
Todo canta por sus cuatro costados, todo piensa su parte de lluvia.
Al releer el Árbol de la alegría, llegó a nuestra memoria el recuerdo de aquella noticia que vino desde Chiapas en 1994 y que se convirtió en ícono, cuando se firmó el Acuerdo de Libre Comercio entre México y Usamérica y le aguó la fiesta a quienes hablaban del fin de la historia y de una gran economía de libre mercado desde Alaska hasta la Argentina y como el poeta lo dice… señales en caminos donde nadie espera.
Este notable libro está cargado de señales, pues el mismo árbol es esa fulguración de una vida mejor a través de la recuperación de los años asesinados, porque es el regreso de la (…) ternura que derrota a la muerte.
Caluca es la recuperación de la visión de la unidad del hombre, la naturaleza y los héroes culturales, como el haz de luz que refuerza las convicciones de mujeres y hombres como se expresa en esta canción ritual:
hermanito mayor/ hermano tigre
con tu permiso voy a cantar/
ante las garras de tus manos
ante las garras de tus pies
a las manchas negras de tus orejas
a las manchas negras de tu cabeza
a las manchas negras de tu ropa/ yo le canto/
Te veo venir entre siglos
entras y sales cantando entre versos
como sembrando algo al caminar
al viento en sus cuatro costados.
Caluca o el árbol, o el río, o el recuerdo de los sacrificios ancestrales de esos hombres y mujeres. En la composición, en el todo arquetípico se conciben herencias de tiempos idos pero que, a la vez, están presentes o retornan con las letras del poeta: el jaguar místico que ruge en la selva; las ceibas en las plazas de los pueblos a cuya sombra discurren las más extrañas leyendas; el río, de caudal antes turbulento y caprichoso, dueño de vida y de muerte, ahora domesticado en nombre de la tecnología.
veo tu luz y tu sombra
sobre el agua/
tiembla
ese mar donde naces/
no somos nada/ no eres nada
tan sólo una ceiba que camina hasta los límites de esta aldea/
En El árbol está de fiesta se celebra una breve remembranza a los pasajes del Popol Vuh —libro sagrado de los mayas—, por cuanto nuestro vate da paso a la incesante manifestación ritualística, sincrética; pero sobre todo humana y mística, propia de la tierra, también sagrada, que alimenta no sólo cuerpos, sino espíritus ávidos de ser, de estar, de pertenecer a este continente/mundo acucioso y a la vez acusador de grandes cambios en todos los ámbitos.
Por ello, desde estos caminos y bajo cielos por donde andan nuestros dioses tutelares andinos, saludamos a Mario Nandayapa, y a su singular y trascendente poemario, con el grito jubilar de la resistencia andino-amazónica: Kachqaniraqmi, a pesar de todo aún somos, existimos todavía con posibilidades de reintegración y crecimiento (Arguedas, “A nuestro padre creador Tupac Amaru”, 1962).
Tierra de pintores y poetas son México y Perú.Donde ascendieron vigorosos árboles subsistieron furtivas raíces hondas. El libro de Mario es un vivo ejemplo.
Rosina Valcárcel Carnero
Elid Rafael Brindis
Lima, Perú. Noviembre 2011

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