Gracias Anahí por desarrollar un tema que se crucial que se está dejando de lado: el de si el presidente Castillo tiene "luces" y el rol del intelectual era todo ello. Entre los varios puntos que trata Anahi, llama la atención lo dicho a una democracia "asambleísta" que sería la que se practica en los pueblos. Hawansuyo invita a la comunidad a contribuir en la conversación sobre este y temas afines.
Esas luces
Anahí Vásquez de Velasco
08 de agosto de 2024
¿Cómo es que se demuestra que se tiene luces? Probablemente, por no usar esas luces es que, entre 2021 y 2022, no fuimos minusvalorados como sí lo fuimos con las luces que nos echaron entre 2011 y 2016.
Esto lo expongo situando a la Nación sobre el Estado, ya que la intención es posicionar el valor de la democracia a través de su protagonista: la Nación. Por esa misma razón es que los derechos humanos son universales e indiscriminados: porque por convención mundial, con más empeño acabada la segunda guerra mundial, se ha colectivizado al individuo haciendo hincapié en que de por sí este existe y vale siempre de manera inconmensurable por sí mismo, tanto solo como en comunidad.
Asimismo, el caso de Pedro Castillo encaja perfectamente en el tema de fondo, ya que fue presidente del Perú y peruano[1] común.
1
Acerca de la Nación, dada la afición de un grupo de dicha Nación por negarla y por lo reglamentario, basta con abrir un diccionario y encontrar que se trata del conjunto de habitantes de un país, de una población o el “pueblo” de un país. Asimismo, país no es Estado[2], como erróneamente se repite en medios, sino espacio habitado y manifestación de características peculiares materiales e inmateriales. Lo material refiere a las personas y sus recursos naturales y culturales, finitos y tangibles; y lo inmaterial corresponde a la forma de resolver y crear, o de pensar y sentir del grupo humano, población o Nación (estas definiciones provienen de la gestión de patrimonio). Además, Estado y gobierno tampoco son sinónimos.
El Estado es un ente existencial que debe representar la oficialización de la expresión del interés común nacional, regional y local, con la finalidad de convivir en paz entre nosotros y relacionarnos pacíficamente con otros países.
Si se fijan en el íntegro de la constitución política actual, aunque esta carece de concreción conceptual y definitoria en tópicos fundamentales, y cuyas claves están desperdigadas a lo largo del texto, el Estado sí tiene deberes expresos para con la Nación, que se han ido adecuando al mundo, desde su fundación hasta la actualidad, y tiene algunas prerrogativas para su mantenimiento y mejora, también en beneficio de la Nación. En nuestro caso, teóricamente, este ente se rige por dos sistemas complementarios. Uno es el republicano, es decir, está dividido por igual en tres poderes que derivan en distintos niveles y sectores de gestión, lo que permite ordenar desde la segmentación consistente en las posibilidades, intereses y necesidades de la Nación. Y el otro sistema es el democrático, es decir, que para mantener la institucionalidad y legitimidad de los tres poderes de la república, en todos los niveles y sectores de gestión, participativa y técnicamente, debe desarrollar, habilitar y perfeccionar instrumentos de participación y toma de decisiones con los que establecer políticas públicas estatales con las que mejorar la vida y convivencia nacional e internacional, y que sirvan de referencia para el diseño de políticas gubernamentales. Además, al ser la Nación beneficiaria de toda acción del Estado como administrador, este no debería arrogarse la propiedad de ningún bien nacional.
El gobierno es el ente que materializa la existencia y razón de ser del Estado, y se materializa a través de la rotación periódica electoral de funcionarios políticos y de la selección calificada de funcionarios técnicos, todos los que se deben encargar de proponer, diseñar, cumplir y hacer cumplir todo el escalafón de políticas públicas con las que se administran recursos, leyes y sanciones en beneficio de la Nación.
2
Indicado lo anterior, explico la primera razón de este ensayo. La publicación de un destacado y querido escritor, en Facebook, motivó mis reflexiones, que ya habían estado motivadas cuando se produjeron las elecciones del 2021 y, luego, el estallido social del 2022. Comenté la publicación debido a lo que me llamó la atención de un comentario en el que se aseguró que Castillo “no tuvo las luces”, lo que me llevó a preguntar allí mismo si se consideraba que este era una especie de idiota. Admito que pude ser más amable. Y honestamente, no fue solo ese comentario, sino la experiencia de lo mucho que se ha ofendido a los peruanos con cada expresión de desprecio, con el pretexto de la forma “correcta” de comunicarse[3], como si esa sola cualidad, “no comunicarse correctamente”, condujera a un impedimento “natural” para empezar procesos lógicos, establecer proposiciones, asignar valores, comparar, establecer resultados, y elegir, pues. De hecho parece que no se sabe mucho de lógica proposicional, al menos entre los míos, pero eso no significa que la gente no la use en su día a día.
Esa idea acerca de las luces de Castillo, más bien, la colocaría como producto del dogmatismo colonial que permanece aún luego de iniciada la república, y por el que se cree que hay una ciudadanía de última clase que, incluso, no debería ejercer derechos fundamentales, lo que es absurdo si seguimos lo señalado al principio de este texto.
3
Para ejercer derechos políticos basta con constar como mayor de edad; localmente se tiene que ser del país y, dependiendo del nivel y sector gubernamental al que se postula, se tiene que tener una edad previamente establecida. Por supuesto que el ideal y la búsqueda, por convención internacional de la que el Perú es Parte desde antes de la primera guerra mundial, es que toda persona haya tenido acceso a conocimientos e instrumentos básicos a fin de que su desenvolvimiento en la sociedad y en la toma de decisiones sea mejor y le facilite la vida: la educación.
El mundo y cada país Parte[4] siguen en camino a ese ideal pero, mientras tanto, se sabe, por esos mismos conocimientos e instrumentos, que las sociedades son heterogéneas y que cada individuo razona y es capaz de tomar decisiones, más allá de la formalidad de su educación y su lenguaje. De hecho, sigue vigente el debate acerca de que el lenguaje como habilidad humana sea determinante en el desarrollo de procesos lógicos, es decir, para el pensamiento. También es ideal que los sujetos políticos se agrupen éticamente, es decir, amparados convencionalmente en fines lícitos, y en proporción considerable a la población a la que pertenecen para obtener representatividad nacional y poder postular a cargos políticos, lo que implica el ejercicio libre de esos derechos, los políticos. Los derechos políticos en ningún punto exigen que el sujeto político use el lenguaje de determinada forma. Y es innegable que el total de una población, para que el sistema sea democrático, debe contar con opciones políticas que vayan de acuerdo a sus circunstancias y problemática. Todo lo que respecta a derechos políticos está amparado en dos pactos internacionales de nivel constitucional, ratificados por el Estado peruano en 1978: el de derechos económicos, sociales y culturales, y el de derechos civiles y políticos.
Lo más importante acerca de los derechos sociales, económicos, civiles y políticos, es que solo se pueden ejercer si están sostenidos en el reconocimiento y ejercicio de los derechos culturales[5], pues estos últimos tienen que ver directamente con la manera en que cada individuo y colectivo se expresa, se relaciona, regula, crea y toma decisiones.
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Regresando al asunto del sistema democrático, si partimos de la emancipación, el del Perú tiene dos siglos en construcción. Las razones para que esté en construcción (pero se desplome cada dos por tres) las expuso Alfonso Quiroz en su más trascendental obra, Historia de la Corrupción en el Perú, y también lo muestra Alejandro Reyes en su muy importante libro, que ya cuenta con dos ediciones, Barrios Altos, la otra Historia de Lima.
Ambos textos se complementan, pues ambos abordan el tema, en distintas porciones de nuestro territorio, pero desde la intersección de historia y economía, dimensión fundamental para acceder con hechos, datos, cifras y con fuentes primarias y secundarias comprobadas a la realidad peruana a la que se ha llegado desde la colonia. El libro de Reyes es importante no porque parezca solo la historia de un pedacito de Lima, sino porque es desde Lima de donde se dictan a todo el país las normas socioeconómicas, que en un sistema democrático, más bien, deberían coordinarse y no dictarse.
Asimismo, como vemos, el sistema democrático se piensa desde un periodo supuestamente conocido, pero hay otro periodo más desconocido todavía y ocupa la categoría de lo mítico y mágico, aparentemente sin logos aún, probablemente por influencia del periodo predominante. Hay que recordar que, curiosamente, algunos de nosotros podemos confundir a personajes de la época de la independencia con los de la época de la guerra con Chile, eventos que se supone que son conocidos. Ese es el nivel de conocimiento que poseemos de nosotros mismos: nebuloso y confuso.
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Para seguir armando este rompecabezas hay que añadir que, desde una perspectiva temporal, un ser humano es su presente, pero es presente porque también es su pasado. Y desde una perspectiva individual y espacial, su pasado no se reduce a su nacimiento, sino a lo que sus padres y demás ancestros le han ido legando en la historia familiar, interfamiliar, y local, regional y nacional, como gente común y como protagonistas de algún aspecto de la dinámica civil, rural, económica, artística, científica, deportiva, política, religiosa o militar (e, incluso, de alguna que querría olvidar).
Otro punto importante acerca de nuestro conocimiento propio, ya como país, tiene que ver con el tipo de personajes destacados. Transitamos un lapso en el que los héroes y mártires están dejando de ser los bien uniformados que usan el cristiano como manifestación de inteligencia (tal como se anotaba en documentos oficiales hasta hace unos años). En los últimos años, a causa de las conmemoraciones por el bicentenario de independencia, se han publicado libros en los que los protagonistas, ahora, son personas y poblaciones comunes.
Es el caso del brillante tomo de La Independencia Controlada, del acucioso historiador Gustavo Montoya, por ejemplo, que tuve el gusto de corregir. Y en otro arte, alrededor de una década antes del libro de Montoya, situada en otro momento histórico, tuvimos la emocionante trilogía de cortometrajes históricos de Hamilton Segura: Manarisquisqa, Rabonas y Reducto[6], en los que se exponen las acciones de personas modestas que, a pesar de las traiciones políticas, buscaron la reafirmación de la soberanía de nuestro país.
6
Abordemos la educación superior. Si la educación básica está en un tira y afloja constante, entre la técnica frágil y un renovado fundamentalismo mágico, quizá más influyente todavía que en todo lo que va de la república, nutriéndose de un periodo de treinta años de apogeo del neoliberalismo, ¿qué podemos esperar de la educación superior, si los propios licenciados y másters entran en trompo cada vez que se tocan conceptos fundamentales de gestión pública en redes y medios digitales? Un ejemplo, entre varios del día a día, es el de una conocida politóloga que hace año y medio aproximadamente, a causa de las protestas, a través de lo que era Tuiter, escribió algo como que un campesino no puede comunicarse y por eso no se le entiende, a lo que le respondí que lo más probable, más bien, era que no es que él no pudiera comunicarse, sino que tal vez ella no había comprendido su propio país ni sus propios derechos. Pero eliminó su tuit.
Infinidad de veces se escucha y lee que los políticos deberían ser licenciados, másters o doctores, pero ya hemos visto en el segundo párrafo de este texto que ese no es requisito en ningún lugar que asuma la democracia como sistema político, ya que el nivel educativo depende de la realidad nacional. Un congresista, presidente o alcalde, no ostenta un cargo técnico que debe haber obtenido mediante un proceso con el que se califican sus conocimientos, sino político por elección, es decir que parte del derecho y no del privilegio. La educación en el Perú, al menos la superior, aún es un privilegio lamentablemente mediocre, ambas cosas, muy probablemente debido a la propaganda insostenible e individualista de que solo es bueno lo que se paga, como si, por ejemplo, pagar impuestos con los que se debería mantener y mejorar el sistema social, económico y político, sí fuera un privilegio. Incluso los millares de vendedores de caramelos que suben a los micros pagan impuestos al adquirir una bolsa de estos, pues las fábricas que los producen son formales, ¿o se podría creer que una antigua y reconocida fábrica de golosinas, en un país donde ser empresario formal cuesta dos riñones y medio, va a dejar de cargar el costo administrativo y tributario al cliente chico o grande? No hay empresario formal, ni siquiera informal, que no sepa a ciencia cierta que los costos administrativos y tributarios, al implicar inversión y gasto, recaen en el cliente que quiere o necesita su producto o su servicio, sea vital o superfluo.
Retomando la mediocridad de la educación superior, ¿acaso no venimos viendo año tras año cómo en el congreso habitan supuestos titulados con cada vez menos conocimiento y con más asesores que redactan leyes absolutamente objetables que, en un sistema justo, no serían considerables ni en media sesión parlamentaria ni de comisiones? Por supuesto que deberíamos tener políticos con conocimientos en distintas disciplinas, pero eso desgraciadamente aún no coincide con la realidad nacional.
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En todo ese contexto, repentinamente resulta elegido un representante político que no es un criollo encantador de serpientes ni la cuota racializada titulada en Harvard o con maestría en La Sorbona, ¿y qué sucede? Pues, levantando el meñique, que “le faltan luces”. Por supuesto que hay adjetivos más humillantes. Ese representante no pertenecía al conjunto de lo conocido: su lenguaje, formas, condición, historia, economía y conocimiento “lo delatarían”. Cualquiera diría que tal personaje es un “no contactado”, pero no, se trata de un docente primario andino, de mediana edad, que fue seleccionado como candidato presidencial por un partido (o por el dueño de ese partido) en función de su desempeño en protestas magisteriales, y que “para remate” es evangelista[7], cuando el Perú oficial se jura, o buen católico (o buen laico, según convenga). Y resultó ganando las elecciones presidenciales. Esa elección por ninguna parte coincide con la realidad oficial peruana, sesgada por nuestro abrumador desconocimiento que, además, está aderezado con el más bárbaro proselitismo desde hace 30 años, lo que provocaría que varios de los defensores de la restricción de derechos políticos fueran víctimas de su propia iniciativa.
No es en absoluto racional endiosar a un ser humano, sin embargo el caudillismo es un distintivo de la oficialidad, lamentablemente. No por gusto nos tenemos que poner de lo más marciales si, por ejemplo, escuchamos de pronto el nombre de Miguel Grau (mientras caballerosamente le sacamos la vuelta a lo mejor de su legado, casi de manera explícita e ignorando absolutamente toda la historia), o cuando se menciona el mito del Inkarri desde el nacionalismo mágico, o cuando en ocasiones más sencillas se oyen expresiones que refieren a la esperanza ociosa en que algún mesías salve al Perú. Nuestro caudillismo corresponde al escaso conocimiento de nuestros personajes históricos y míticos, como lo demuestra casualmente la última sorpresa, entre varias ya, acerca de nuestra supina ignorancia sobre nosotros mismos.
Un alto funcionario que, por su cargo diplomático, o sea técnico, sí debería representar lo mejor de nosotros en el campo de las relaciones internacionales (y el desempeño del Perú había sido históricamente destacado en diplomacia), en una reunión del APEC, quizá por huachafería, chauvinismo y una rara concepción de márketing, afirmó que “Atahualpa viajó a Asia con 15 mil guerreros en ‘totoritas‘, 250 años antes de que llegara Pizarro”[8] (que curiosamente lo mandó matar en Cajamarca apenas empezada su conquista). Bueno, a pesar de todo, tampoco es razonable demonizar a ningún ser humano.
En este punto es en el que hay que repetir que este artículo no es para endiosar, demonizar ni relativizar a alguna personalidad, sino para que, a través de conceptos y casos, de una vez se piense a conciencia lo que es democracia y por eso mismo se atienda el protagonismo de la Nación. Es decir, este artículo es para llamar la atención acerca de nuestra existencia y de cómo nos tratamos, cómo elegimos y cómo nos gobiernan, pues, desde mi punto de vista, aún no nos gobernamos, ya que no se cumple con el sistema democrático desde la oficialidad. De hecho, para el sector público somos tratados expresamente de “administrados”, como si fuéramos un conjunto de interdictos médicos. Asimismo, los casos que expongo lo son por su notoriedad respecto de la terrible costumbre del caudillismo.
8
Es necesario ver en qué se fundamentan nuestros juicios, sobre todo, porque esa cultura oficial, en el caso de Castillo, y sin duda en infinidad de casos invisibles e históricos, ha sido uno de los factores que obstaculizó el desarrollo de un gobierno legal que terminó desembocando en el empeoramiento total y actual de todo el sistema de gestión pública, reinaugurado con muertos y heridos de una Nación diversa y con lazos identitarios, que tiene derecho a elegir y a participar, porque eso, elegir y participar continua y libremente, es democracia.
Efectivamente, en el Perú, el Estado sí lo han presidido personas de lo que llamamos “provincias”, gente no de Lima metropolitana. Pero no han sido “provincianos” comunes sino que, digamos, en general poseían cierta reputación y condición socioeconómica que, luego, públicamente, se ganaron en cierta medida el respeto de una parte de la población de la ciudad capital que, como se ha señalado, es de donde sale toda regla.
Ha habido protestas contra algunos de ellos, seguramente, pero, al parecer, no como con Castillo. Y no es que fueran protestas populares en su contra, sino mediáticas y desde adentro del propio Estado, incluso desde antes de que juramentara su cargo, hasta que consiguieron apresarlo, supuestamente por corrupción y de hecho por anunciar sin protocolo ni respaldo oficial medidas ajenas a lo establecido y lo supuestamente ordenado[9], como lo de la asamblea constituyente, acción que fue considerada golpe de Estado, justamente, cuando el Congreso estaba por vacarlo. Ambos delitos están en veremos todavía, luego de año y medio.
Pareciera enorgullecedor afirmar ante la opinión pública internacional que nuestro país es uno que ha “logrado” más presidentes encausados, como si realmente fuera algo de qué alegrarse, como si fuera indicador de que vamos cada vez mejor que nunca, expeditos para la OECD, que se castiga la corrupción (en vez de prevenirla), cuando lo que significa es que deberíamos ya no solo alarmarnos del funcionamiento de un conjunto de subsistemas, sino que urge hacer lo mejor por mejorar.
Aparentemente, Castillo fue el presidente “más” “provinciano” que ha encabezado el poder ejecutivo peruano. No fue elegido con una destacada cantidad de votos en primera vuelta, sino solo con 19%. En realidad ganó porque la otra parte era fujimorista (13%), entonces se entiende que fue por antivoto. Ya en segunda vuelta ganó Castillo por una pizca mayor que 50%, contra otra pizca menor que 50% de Keiko Fujimori.[10]
Sorpresivamente, buscando los datos para este ensayo en la web de la ONPE y de medios internacionales, acerca de los porcentajes de votación, leí que, según Gonzalo Banda, analista político de Arequipa, en entrevista para la BBC durante las elecciones del 2021, “más que un voto de izquierda es un voto reivindicativo e identitario, donde hay preferencia por candidatos mestizos o andinos; es un candidato que empatiza con la identidad serrana, sobre todo en la sierra rural. […] Al sur no les gustan los mandones. Hay un aire de auténtica rebeldía republicana. Cuando todo el Perú parece olvidarse [de las crisis], el sur no se olvida. […] En el sur (y en otras regiones de los Andes también, como Cajamarca), el voto por Castillo también tiene un componente económico, ya que este candidato ha ganado en las zonas de Perú con mayor riqueza minera, como Arequipa. […] Quizá también es una identidad propositiva, en la que los recursos naturales están al servicio de la comunidad, que incluye valores andinos"[11].
Tal como comentó Banda a la BBC, coincido con que las zonas en las que ganó Castillo se caracterizan por ser colectivistas y propositivas. Y por ahí va mi tesis, que el Perú oficial no entiende, o no quiere ver, que se trata de zonas que le dan más valor a lo colectivo y a la familiaridad, incluso, al trato de familiaridad con nuestros recursos naturales[12].
El Perú oficial tiene una conducta individualista y utilitaria del entorno y sus habitantes. Personalmente, cuando la ONPE lo declaró ganador, lo primero que se me vino a la mente fue que se trataba de “izquierda conservadora”, es decir, según yo, una izquierda con valores tradicionalistas: mesiánicos, supremacistas y restrictivos. Sin embargo, durante el gobierno me parece haber notado que Castillo pretendió hacer un gobierno asambleísta, que no es el modo oficial.
La política asambleísta se centra en el colectivo como generador de acuerdos públicos. Y como en cualquier contrato, las sesiones pueden ser ordinarias o extraordinarias, y todos los miembros deben asistir, aportar ideas y tomar decisiones. No hay mandones.
Ese es otro punto que el Perú oficial no comprende, ese Perú oficial que, a cada manifestación pacífica, sigue esperando por identificar a líderes estáticos como personajes platónicos, oleados y sacramentados, pero se traban en trompo cuando no lo logran.
9
Se supone que en el Perú, el Congreso y las municipalidades tendrían que motivar que en sus sesiones haya participación en la toma de decisiones, pero difícilmente se hace. Las personas nos enteramos de decisiones ya tomadas sobre nuestra diversidad de destinos, con suerte, a través de medios de comunicación grandes, masivos y con líneas editoriales duras, además de con el monopolio de la información[13], y no nos enteramos de todo lo que nos podría importar o que podría influir en nuestras vidas sino de manera restringida y con bastante retraso. Por ejemplo, un grave problema tiene que ver con la gestión de suelos urbanos, presa de tráfico ilegal de terrenos en todo el país, pero el proyecto de ley está encarpetado desde el 2017. Otro es el caso de los escasos y precarios instrumentos democráticos no electorales[14], es decir los de participación ciudadana (aquí es donde me pregunto si son ciudadanos solo los habitantes de algunas áreas urbanas), tres de ellos, llenos de obstáculos manifestados en: cantidad de firmas por tipo de proceso de participación, plazos, calidad de respuesta esperable, y su fácil clausura o finalización. Impracticables.
10
Para finalizar, sin tocar el asunto de corrupción de funcionarios de su gobierno, que se tiene que zanjar con justicia, en síntesis, me pregunto, ¿si hubiera tenido las luces del Perú oficial, tanto político como técnico, que no conoce la constitución a la que en los últimos tiempos le han hecho decenas de modificaciones sin nuestro consentimiento? ¿Afirman que carecía de luces al no expresarse usando el argot y siguiendo el protocolo oficial? Creo que Castillo no actuó como Humala, no usó las luces de ese viraje[15], y a Humala la gente también se lo reclamó.
Probablemente no permaneció en la presidencia porque tomó una decisión temeraria que honestamente no sé si hubiera dado buenos resultados para todos en algún momento cercano o lejano, pero también porque la población, en primer lugar, no habría sopesado el valor de la amenaza de la actitud de una oposición política y mediática, insensata, dogmática y poderosa, contra el asambleísmo con el que me parece que se estaba gobernando, que no es ni ilegítimo ni ilegal; en segundo lugar, no le habría dado real importancia al peligro de las cuotas que exige el sistema virreinal tan innegablemente corrupto y conocido por la intelectualidad seria; y en tercer lugar, no habría notado el riesgo de que se cumpla a secas con las demandas por lo de siempre desde su lugar, que, como ya señalé antes, no coincide con la lógica política que sigue ignorando que tendríamos que tener un Estado coherente con los doscientos años de independencia y con la identidad nacional (que sí existe y lo desarrollaré más en otro ensayo), lógica política que es compatible con el neoliberalismo del que el mundo ya se percató de que no es funcional si lo que se prefiere es la democracia.
Por ahí dicen que los peruanos somos ingenuos, pero no asumamos la falacia del buen salvaje, que es victimista e incoherente con la naturaleza humana[16] en general. Los peruanos no somos ingenuos, sino colectivos, vivimos en interdependencia, nuestra vida depende de la colaboratividad[17] con los Otros y con los recursos. Lo que no se espera es la traición. Nos reservamos, si eso pasa, porque no se condice con lo colectivo e interdependiente. Y somos bien pacientes. Probablemente esa sea nuestra mayor herencia incomprendida y desdeñada por la oficialidad. Probablemente.
Eso es lo que creo que no se entendió desde el poder oficial ni desde la intelectualidad que parecería que ya no se capacita ni investiga. Castillo no es el único que puede representarnos, por supuesto que no. No por nada poco más de la quinta parte del Perú con derechos políticos habría votado en primera vuelta por identificación (yo voté por Mendoza, y sí, la de Venezuela es una dictadura) ni una cantidad tremenda a nivel nacional salió a protestar por esa misma identificación colectiva y propositiva cuando se produjo el estallido social con las letales consecuencias contra los protestantes que a nivel de Naciones Unidas se conoce. Entonces, hay gente elegible, que conoce nuestro país, con visión, colaborativa, organizada, que puede hacerlo bien y mejor, democráticamente.
Que nuestro país, un día, empiece a saber lo que es vivir en verdadera democracia, sin toda la discriminación arcaica e hipócrita, y sin corrupción. Además, en un mundo actualmente en guerra es absurdo no considerar como la mejor opción empezar a valorar la existencia, diversidad y tranquilidad de los demás.
[1] Únicamente por razón de economía textual es que uso el masculino como artículo neutro, lo que no influye negativamente en mi feminismo igualitarista.
[2] AVVZ (2024). Estado es… Blogspot. En: https://arbolaridadavvz.blogspot.com/2024/07/estado-es.html.
[3] Según el Ministerio de Cultura, en el Perú hay 48 idiomas, y según la constitución política, todos los idiomas que se usan en el país son oficiales (aunque Castillo no era quechuahablante, pero posee la forma de comunicarse de muchísimos peruanos).
[4] El uso convencional es Estado Parte.
[5] Derecho de acceso a la cultura, Derecho a la conservación de la memoria y Derecho a las artes (lo que incluye ciencias y deportes).
[6] Están en YouTube.
[7] La constitución política del Perú expone como preferente la religión católica, aunque en el mismo artículo, segundo párrafo, luego señala que el Estado colabora con otras confesiones (artículo 50).
[8] No es literal. Clausura de reunión de ministros de los sectores mujer y comercio, integrantes de APEC [Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico]. Arequipa. TV PERÚ. YouTube. 2024.
[9] Lo supuestamente ordenado es aquello de facto y que debe ordenar el Tribunal Constitucional.
[10] ONPE (2021). Presentación de Resultados. Segunda Elección Presidencial 2021. El porcentaje de votos representa casi nueve millones de electores. https://resultadoshistorico.onpe.gob.pe/SEP2021/Participacion.
[11] Transcripción no completamente literal de los párrafos extraídos. Elecciones en Perú: el mapa que explica la división del voto entre el "sur antisistema" favorable a Castillo y las ciudades que votaron por Fujimori. BBC News Mundo. 12/4/2021. En: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-57394794#:~:text=Sobre%20estos%20factores%2C%20Castillo%2C%20que,un%20componente%20identitario%20muy%20fuerte%22.
[12] En castellano, por ejemplo, cuando se le pregunta acerca del valor del agua o la tierra a un peruano que utiliza habitualmente otro idioma peruano, la respuesta, en castellano, es que se trata de una persona, sea hermano, hermana, madre o padre. No por gusto hay vasto material académico sobre parentesco en los Andes.
[13] Para esta faceta se puede revisar el libro de Porras Barrenechea, El Periodismo en el Perú (1970).
[14] Presupuesto participativo, revocatoria, rendición de cuentas, transparencia y acceso a la información.
[15] De La Gran Transformación a La Hoja de Ruta.
[16] Social, económica, política, arbitraria e incoherente; esto es considerando experiencias y lecturas clásicas y contemporáneas, así como populares y especializadas.
[17] No es simple colaboración eventual, sino una condición, un estado de ser.
Anahí Vásquez de Velasco
08 de agosto de 2024
¿Cómo es que se demuestra que se tiene luces? Probablemente, por no usar esas luces es que, entre 2021 y 2022, no fuimos minusvalorados como sí lo fuimos con las luces que nos echaron entre 2011 y 2016.
Esto lo expongo situando a la Nación sobre el Estado, ya que la intención es posicionar el valor de la democracia a través de su protagonista: la Nación. Por esa misma razón es que los derechos humanos son universales e indiscriminados: porque por convención mundial, con más empeño acabada la segunda guerra mundial, se ha colectivizado al individuo haciendo hincapié en que de por sí este existe y vale siempre de manera inconmensurable por sí mismo, tanto solo como en comunidad.
Asimismo, el caso de Pedro Castillo encaja perfectamente en el tema de fondo, ya que fue presidente del Perú y peruano[1] común.
1
Acerca de la Nación, dada la afición de un grupo de dicha Nación por negarla y por lo reglamentario, basta con abrir un diccionario y encontrar que se trata del conjunto de habitantes de un país, de una población o el “pueblo” de un país. Asimismo, país no es Estado[2], como erróneamente se repite en medios, sino espacio habitado y manifestación de características peculiares materiales e inmateriales. Lo material refiere a las personas y sus recursos naturales y culturales, finitos y tangibles; y lo inmaterial corresponde a la forma de resolver y crear, o de pensar y sentir del grupo humano, población o Nación (estas definiciones provienen de la gestión de patrimonio). Además, Estado y gobierno tampoco son sinónimos.
El Estado es un ente existencial que debe representar la oficialización de la expresión del interés común nacional, regional y local, con la finalidad de convivir en paz entre nosotros y relacionarnos pacíficamente con otros países.
Si se fijan en el íntegro de la constitución política actual, aunque esta carece de concreción conceptual y definitoria en tópicos fundamentales, y cuyas claves están desperdigadas a lo largo del texto, el Estado sí tiene deberes expresos para con la Nación, que se han ido adecuando al mundo, desde su fundación hasta la actualidad, y tiene algunas prerrogativas para su mantenimiento y mejora, también en beneficio de la Nación. En nuestro caso, teóricamente, este ente se rige por dos sistemas complementarios. Uno es el republicano, es decir, está dividido por igual en tres poderes que derivan en distintos niveles y sectores de gestión, lo que permite ordenar desde la segmentación consistente en las posibilidades, intereses y necesidades de la Nación. Y el otro sistema es el democrático, es decir, que para mantener la institucionalidad y legitimidad de los tres poderes de la república, en todos los niveles y sectores de gestión, participativa y técnicamente, debe desarrollar, habilitar y perfeccionar instrumentos de participación y toma de decisiones con los que establecer políticas públicas estatales con las que mejorar la vida y convivencia nacional e internacional, y que sirvan de referencia para el diseño de políticas gubernamentales. Además, al ser la Nación beneficiaria de toda acción del Estado como administrador, este no debería arrogarse la propiedad de ningún bien nacional.
El gobierno es el ente que materializa la existencia y razón de ser del Estado, y se materializa a través de la rotación periódica electoral de funcionarios políticos y de la selección calificada de funcionarios técnicos, todos los que se deben encargar de proponer, diseñar, cumplir y hacer cumplir todo el escalafón de políticas públicas con las que se administran recursos, leyes y sanciones en beneficio de la Nación.
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Indicado lo anterior, explico la primera razón de este ensayo. La publicación de un destacado y querido escritor, en Facebook, motivó mis reflexiones, que ya habían estado motivadas cuando se produjeron las elecciones del 2021 y, luego, el estallido social del 2022. Comenté la publicación debido a lo que me llamó la atención de un comentario en el que se aseguró que Castillo “no tuvo las luces”, lo que me llevó a preguntar allí mismo si se consideraba que este era una especie de idiota. Admito que pude ser más amable. Y honestamente, no fue solo ese comentario, sino la experiencia de lo mucho que se ha ofendido a los peruanos con cada expresión de desprecio, con el pretexto de la forma “correcta” de comunicarse[3], como si esa sola cualidad, “no comunicarse correctamente”, condujera a un impedimento “natural” para empezar procesos lógicos, establecer proposiciones, asignar valores, comparar, establecer resultados, y elegir, pues. De hecho parece que no se sabe mucho de lógica proposicional, al menos entre los míos, pero eso no significa que la gente no la use en su día a día.
Esa idea acerca de las luces de Castillo, más bien, la colocaría como producto del dogmatismo colonial que permanece aún luego de iniciada la república, y por el que se cree que hay una ciudadanía de última clase que, incluso, no debería ejercer derechos fundamentales, lo que es absurdo si seguimos lo señalado al principio de este texto.
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Para ejercer derechos políticos basta con constar como mayor de edad; localmente se tiene que ser del país y, dependiendo del nivel y sector gubernamental al que se postula, se tiene que tener una edad previamente establecida. Por supuesto que el ideal y la búsqueda, por convención internacional de la que el Perú es Parte desde antes de la primera guerra mundial, es que toda persona haya tenido acceso a conocimientos e instrumentos básicos a fin de que su desenvolvimiento en la sociedad y en la toma de decisiones sea mejor y le facilite la vida: la educación.
El mundo y cada país Parte[4] siguen en camino a ese ideal pero, mientras tanto, se sabe, por esos mismos conocimientos e instrumentos, que las sociedades son heterogéneas y que cada individuo razona y es capaz de tomar decisiones, más allá de la formalidad de su educación y su lenguaje. De hecho, sigue vigente el debate acerca de que el lenguaje como habilidad humana sea determinante en el desarrollo de procesos lógicos, es decir, para el pensamiento. También es ideal que los sujetos políticos se agrupen éticamente, es decir, amparados convencionalmente en fines lícitos, y en proporción considerable a la población a la que pertenecen para obtener representatividad nacional y poder postular a cargos políticos, lo que implica el ejercicio libre de esos derechos, los políticos. Los derechos políticos en ningún punto exigen que el sujeto político use el lenguaje de determinada forma. Y es innegable que el total de una población, para que el sistema sea democrático, debe contar con opciones políticas que vayan de acuerdo a sus circunstancias y problemática. Todo lo que respecta a derechos políticos está amparado en dos pactos internacionales de nivel constitucional, ratificados por el Estado peruano en 1978: el de derechos económicos, sociales y culturales, y el de derechos civiles y políticos.
Lo más importante acerca de los derechos sociales, económicos, civiles y políticos, es que solo se pueden ejercer si están sostenidos en el reconocimiento y ejercicio de los derechos culturales[5], pues estos últimos tienen que ver directamente con la manera en que cada individuo y colectivo se expresa, se relaciona, regula, crea y toma decisiones.
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Regresando al asunto del sistema democrático, si partimos de la emancipación, el del Perú tiene dos siglos en construcción. Las razones para que esté en construcción (pero se desplome cada dos por tres) las expuso Alfonso Quiroz en su más trascendental obra, Historia de la Corrupción en el Perú, y también lo muestra Alejandro Reyes en su muy importante libro, que ya cuenta con dos ediciones, Barrios Altos, la otra Historia de Lima.
Ambos textos se complementan, pues ambos abordan el tema, en distintas porciones de nuestro territorio, pero desde la intersección de historia y economía, dimensión fundamental para acceder con hechos, datos, cifras y con fuentes primarias y secundarias comprobadas a la realidad peruana a la que se ha llegado desde la colonia. El libro de Reyes es importante no porque parezca solo la historia de un pedacito de Lima, sino porque es desde Lima de donde se dictan a todo el país las normas socioeconómicas, que en un sistema democrático, más bien, deberían coordinarse y no dictarse.
Asimismo, como vemos, el sistema democrático se piensa desde un periodo supuestamente conocido, pero hay otro periodo más desconocido todavía y ocupa la categoría de lo mítico y mágico, aparentemente sin logos aún, probablemente por influencia del periodo predominante. Hay que recordar que, curiosamente, algunos de nosotros podemos confundir a personajes de la época de la independencia con los de la época de la guerra con Chile, eventos que se supone que son conocidos. Ese es el nivel de conocimiento que poseemos de nosotros mismos: nebuloso y confuso.
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Para seguir armando este rompecabezas hay que añadir que, desde una perspectiva temporal, un ser humano es su presente, pero es presente porque también es su pasado. Y desde una perspectiva individual y espacial, su pasado no se reduce a su nacimiento, sino a lo que sus padres y demás ancestros le han ido legando en la historia familiar, interfamiliar, y local, regional y nacional, como gente común y como protagonistas de algún aspecto de la dinámica civil, rural, económica, artística, científica, deportiva, política, religiosa o militar (e, incluso, de alguna que querría olvidar).
Otro punto importante acerca de nuestro conocimiento propio, ya como país, tiene que ver con el tipo de personajes destacados. Transitamos un lapso en el que los héroes y mártires están dejando de ser los bien uniformados que usan el cristiano como manifestación de inteligencia (tal como se anotaba en documentos oficiales hasta hace unos años). En los últimos años, a causa de las conmemoraciones por el bicentenario de independencia, se han publicado libros en los que los protagonistas, ahora, son personas y poblaciones comunes.
Es el caso del brillante tomo de La Independencia Controlada, del acucioso historiador Gustavo Montoya, por ejemplo, que tuve el gusto de corregir. Y en otro arte, alrededor de una década antes del libro de Montoya, situada en otro momento histórico, tuvimos la emocionante trilogía de cortometrajes históricos de Hamilton Segura: Manarisquisqa, Rabonas y Reducto[6], en los que se exponen las acciones de personas modestas que, a pesar de las traiciones políticas, buscaron la reafirmación de la soberanía de nuestro país.
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Abordemos la educación superior. Si la educación básica está en un tira y afloja constante, entre la técnica frágil y un renovado fundamentalismo mágico, quizá más influyente todavía que en todo lo que va de la república, nutriéndose de un periodo de treinta años de apogeo del neoliberalismo, ¿qué podemos esperar de la educación superior, si los propios licenciados y másters entran en trompo cada vez que se tocan conceptos fundamentales de gestión pública en redes y medios digitales? Un ejemplo, entre varios del día a día, es el de una conocida politóloga que hace año y medio aproximadamente, a causa de las protestas, a través de lo que era Tuiter, escribió algo como que un campesino no puede comunicarse y por eso no se le entiende, a lo que le respondí que lo más probable, más bien, era que no es que él no pudiera comunicarse, sino que tal vez ella no había comprendido su propio país ni sus propios derechos. Pero eliminó su tuit.
Infinidad de veces se escucha y lee que los políticos deberían ser licenciados, másters o doctores, pero ya hemos visto en el segundo párrafo de este texto que ese no es requisito en ningún lugar que asuma la democracia como sistema político, ya que el nivel educativo depende de la realidad nacional. Un congresista, presidente o alcalde, no ostenta un cargo técnico que debe haber obtenido mediante un proceso con el que se califican sus conocimientos, sino político por elección, es decir que parte del derecho y no del privilegio. La educación en el Perú, al menos la superior, aún es un privilegio lamentablemente mediocre, ambas cosas, muy probablemente debido a la propaganda insostenible e individualista de que solo es bueno lo que se paga, como si, por ejemplo, pagar impuestos con los que se debería mantener y mejorar el sistema social, económico y político, sí fuera un privilegio. Incluso los millares de vendedores de caramelos que suben a los micros pagan impuestos al adquirir una bolsa de estos, pues las fábricas que los producen son formales, ¿o se podría creer que una antigua y reconocida fábrica de golosinas, en un país donde ser empresario formal cuesta dos riñones y medio, va a dejar de cargar el costo administrativo y tributario al cliente chico o grande? No hay empresario formal, ni siquiera informal, que no sepa a ciencia cierta que los costos administrativos y tributarios, al implicar inversión y gasto, recaen en el cliente que quiere o necesita su producto o su servicio, sea vital o superfluo.
Retomando la mediocridad de la educación superior, ¿acaso no venimos viendo año tras año cómo en el congreso habitan supuestos titulados con cada vez menos conocimiento y con más asesores que redactan leyes absolutamente objetables que, en un sistema justo, no serían considerables ni en media sesión parlamentaria ni de comisiones? Por supuesto que deberíamos tener políticos con conocimientos en distintas disciplinas, pero eso desgraciadamente aún no coincide con la realidad nacional.
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En todo ese contexto, repentinamente resulta elegido un representante político que no es un criollo encantador de serpientes ni la cuota racializada titulada en Harvard o con maestría en La Sorbona, ¿y qué sucede? Pues, levantando el meñique, que “le faltan luces”. Por supuesto que hay adjetivos más humillantes. Ese representante no pertenecía al conjunto de lo conocido: su lenguaje, formas, condición, historia, economía y conocimiento “lo delatarían”. Cualquiera diría que tal personaje es un “no contactado”, pero no, se trata de un docente primario andino, de mediana edad, que fue seleccionado como candidato presidencial por un partido (o por el dueño de ese partido) en función de su desempeño en protestas magisteriales, y que “para remate” es evangelista[7], cuando el Perú oficial se jura, o buen católico (o buen laico, según convenga). Y resultó ganando las elecciones presidenciales. Esa elección por ninguna parte coincide con la realidad oficial peruana, sesgada por nuestro abrumador desconocimiento que, además, está aderezado con el más bárbaro proselitismo desde hace 30 años, lo que provocaría que varios de los defensores de la restricción de derechos políticos fueran víctimas de su propia iniciativa.
No es en absoluto racional endiosar a un ser humano, sin embargo el caudillismo es un distintivo de la oficialidad, lamentablemente. No por gusto nos tenemos que poner de lo más marciales si, por ejemplo, escuchamos de pronto el nombre de Miguel Grau (mientras caballerosamente le sacamos la vuelta a lo mejor de su legado, casi de manera explícita e ignorando absolutamente toda la historia), o cuando se menciona el mito del Inkarri desde el nacionalismo mágico, o cuando en ocasiones más sencillas se oyen expresiones que refieren a la esperanza ociosa en que algún mesías salve al Perú. Nuestro caudillismo corresponde al escaso conocimiento de nuestros personajes históricos y míticos, como lo demuestra casualmente la última sorpresa, entre varias ya, acerca de nuestra supina ignorancia sobre nosotros mismos.
Un alto funcionario que, por su cargo diplomático, o sea técnico, sí debería representar lo mejor de nosotros en el campo de las relaciones internacionales (y el desempeño del Perú había sido históricamente destacado en diplomacia), en una reunión del APEC, quizá por huachafería, chauvinismo y una rara concepción de márketing, afirmó que “Atahualpa viajó a Asia con 15 mil guerreros en ‘totoritas‘, 250 años antes de que llegara Pizarro”[8] (que curiosamente lo mandó matar en Cajamarca apenas empezada su conquista). Bueno, a pesar de todo, tampoco es razonable demonizar a ningún ser humano.
En este punto es en el que hay que repetir que este artículo no es para endiosar, demonizar ni relativizar a alguna personalidad, sino para que, a través de conceptos y casos, de una vez se piense a conciencia lo que es democracia y por eso mismo se atienda el protagonismo de la Nación. Es decir, este artículo es para llamar la atención acerca de nuestra existencia y de cómo nos tratamos, cómo elegimos y cómo nos gobiernan, pues, desde mi punto de vista, aún no nos gobernamos, ya que no se cumple con el sistema democrático desde la oficialidad. De hecho, para el sector público somos tratados expresamente de “administrados”, como si fuéramos un conjunto de interdictos médicos. Asimismo, los casos que expongo lo son por su notoriedad respecto de la terrible costumbre del caudillismo.
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Es necesario ver en qué se fundamentan nuestros juicios, sobre todo, porque esa cultura oficial, en el caso de Castillo, y sin duda en infinidad de casos invisibles e históricos, ha sido uno de los factores que obstaculizó el desarrollo de un gobierno legal que terminó desembocando en el empeoramiento total y actual de todo el sistema de gestión pública, reinaugurado con muertos y heridos de una Nación diversa y con lazos identitarios, que tiene derecho a elegir y a participar, porque eso, elegir y participar continua y libremente, es democracia.
Efectivamente, en el Perú, el Estado sí lo han presidido personas de lo que llamamos “provincias”, gente no de Lima metropolitana. Pero no han sido “provincianos” comunes sino que, digamos, en general poseían cierta reputación y condición socioeconómica que, luego, públicamente, se ganaron en cierta medida el respeto de una parte de la población de la ciudad capital que, como se ha señalado, es de donde sale toda regla.
Ha habido protestas contra algunos de ellos, seguramente, pero, al parecer, no como con Castillo. Y no es que fueran protestas populares en su contra, sino mediáticas y desde adentro del propio Estado, incluso desde antes de que juramentara su cargo, hasta que consiguieron apresarlo, supuestamente por corrupción y de hecho por anunciar sin protocolo ni respaldo oficial medidas ajenas a lo establecido y lo supuestamente ordenado[9], como lo de la asamblea constituyente, acción que fue considerada golpe de Estado, justamente, cuando el Congreso estaba por vacarlo. Ambos delitos están en veremos todavía, luego de año y medio.
Pareciera enorgullecedor afirmar ante la opinión pública internacional que nuestro país es uno que ha “logrado” más presidentes encausados, como si realmente fuera algo de qué alegrarse, como si fuera indicador de que vamos cada vez mejor que nunca, expeditos para la OECD, que se castiga la corrupción (en vez de prevenirla), cuando lo que significa es que deberíamos ya no solo alarmarnos del funcionamiento de un conjunto de subsistemas, sino que urge hacer lo mejor por mejorar.
Aparentemente, Castillo fue el presidente “más” “provinciano” que ha encabezado el poder ejecutivo peruano. No fue elegido con una destacada cantidad de votos en primera vuelta, sino solo con 19%. En realidad ganó porque la otra parte era fujimorista (13%), entonces se entiende que fue por antivoto. Ya en segunda vuelta ganó Castillo por una pizca mayor que 50%, contra otra pizca menor que 50% de Keiko Fujimori.[10]
Sorpresivamente, buscando los datos para este ensayo en la web de la ONPE y de medios internacionales, acerca de los porcentajes de votación, leí que, según Gonzalo Banda, analista político de Arequipa, en entrevista para la BBC durante las elecciones del 2021, “más que un voto de izquierda es un voto reivindicativo e identitario, donde hay preferencia por candidatos mestizos o andinos; es un candidato que empatiza con la identidad serrana, sobre todo en la sierra rural. […] Al sur no les gustan los mandones. Hay un aire de auténtica rebeldía republicana. Cuando todo el Perú parece olvidarse [de las crisis], el sur no se olvida. […] En el sur (y en otras regiones de los Andes también, como Cajamarca), el voto por Castillo también tiene un componente económico, ya que este candidato ha ganado en las zonas de Perú con mayor riqueza minera, como Arequipa. […] Quizá también es una identidad propositiva, en la que los recursos naturales están al servicio de la comunidad, que incluye valores andinos"[11].
Tal como comentó Banda a la BBC, coincido con que las zonas en las que ganó Castillo se caracterizan por ser colectivistas y propositivas. Y por ahí va mi tesis, que el Perú oficial no entiende, o no quiere ver, que se trata de zonas que le dan más valor a lo colectivo y a la familiaridad, incluso, al trato de familiaridad con nuestros recursos naturales[12].
El Perú oficial tiene una conducta individualista y utilitaria del entorno y sus habitantes. Personalmente, cuando la ONPE lo declaró ganador, lo primero que se me vino a la mente fue que se trataba de “izquierda conservadora”, es decir, según yo, una izquierda con valores tradicionalistas: mesiánicos, supremacistas y restrictivos. Sin embargo, durante el gobierno me parece haber notado que Castillo pretendió hacer un gobierno asambleísta, que no es el modo oficial.
La política asambleísta se centra en el colectivo como generador de acuerdos públicos. Y como en cualquier contrato, las sesiones pueden ser ordinarias o extraordinarias, y todos los miembros deben asistir, aportar ideas y tomar decisiones. No hay mandones.
Ese es otro punto que el Perú oficial no comprende, ese Perú oficial que, a cada manifestación pacífica, sigue esperando por identificar a líderes estáticos como personajes platónicos, oleados y sacramentados, pero se traban en trompo cuando no lo logran.
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Se supone que en el Perú, el Congreso y las municipalidades tendrían que motivar que en sus sesiones haya participación en la toma de decisiones, pero difícilmente se hace. Las personas nos enteramos de decisiones ya tomadas sobre nuestra diversidad de destinos, con suerte, a través de medios de comunicación grandes, masivos y con líneas editoriales duras, además de con el monopolio de la información[13], y no nos enteramos de todo lo que nos podría importar o que podría influir en nuestras vidas sino de manera restringida y con bastante retraso. Por ejemplo, un grave problema tiene que ver con la gestión de suelos urbanos, presa de tráfico ilegal de terrenos en todo el país, pero el proyecto de ley está encarpetado desde el 2017. Otro es el caso de los escasos y precarios instrumentos democráticos no electorales[14], es decir los de participación ciudadana (aquí es donde me pregunto si son ciudadanos solo los habitantes de algunas áreas urbanas), tres de ellos, llenos de obstáculos manifestados en: cantidad de firmas por tipo de proceso de participación, plazos, calidad de respuesta esperable, y su fácil clausura o finalización. Impracticables.
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Para finalizar, sin tocar el asunto de corrupción de funcionarios de su gobierno, que se tiene que zanjar con justicia, en síntesis, me pregunto, ¿si hubiera tenido las luces del Perú oficial, tanto político como técnico, que no conoce la constitución a la que en los últimos tiempos le han hecho decenas de modificaciones sin nuestro consentimiento? ¿Afirman que carecía de luces al no expresarse usando el argot y siguiendo el protocolo oficial? Creo que Castillo no actuó como Humala, no usó las luces de ese viraje[15], y a Humala la gente también se lo reclamó.
Probablemente no permaneció en la presidencia porque tomó una decisión temeraria que honestamente no sé si hubiera dado buenos resultados para todos en algún momento cercano o lejano, pero también porque la población, en primer lugar, no habría sopesado el valor de la amenaza de la actitud de una oposición política y mediática, insensata, dogmática y poderosa, contra el asambleísmo con el que me parece que se estaba gobernando, que no es ni ilegítimo ni ilegal; en segundo lugar, no le habría dado real importancia al peligro de las cuotas que exige el sistema virreinal tan innegablemente corrupto y conocido por la intelectualidad seria; y en tercer lugar, no habría notado el riesgo de que se cumpla a secas con las demandas por lo de siempre desde su lugar, que, como ya señalé antes, no coincide con la lógica política que sigue ignorando que tendríamos que tener un Estado coherente con los doscientos años de independencia y con la identidad nacional (que sí existe y lo desarrollaré más en otro ensayo), lógica política que es compatible con el neoliberalismo del que el mundo ya se percató de que no es funcional si lo que se prefiere es la democracia.
Por ahí dicen que los peruanos somos ingenuos, pero no asumamos la falacia del buen salvaje, que es victimista e incoherente con la naturaleza humana[16] en general. Los peruanos no somos ingenuos, sino colectivos, vivimos en interdependencia, nuestra vida depende de la colaboratividad[17] con los Otros y con los recursos. Lo que no se espera es la traición. Nos reservamos, si eso pasa, porque no se condice con lo colectivo e interdependiente. Y somos bien pacientes. Probablemente esa sea nuestra mayor herencia incomprendida y desdeñada por la oficialidad. Probablemente.
Eso es lo que creo que no se entendió desde el poder oficial ni desde la intelectualidad que parecería que ya no se capacita ni investiga. Castillo no es el único que puede representarnos, por supuesto que no. No por nada poco más de la quinta parte del Perú con derechos políticos habría votado en primera vuelta por identificación (yo voté por Mendoza, y sí, la de Venezuela es una dictadura) ni una cantidad tremenda a nivel nacional salió a protestar por esa misma identificación colectiva y propositiva cuando se produjo el estallido social con las letales consecuencias contra los protestantes que a nivel de Naciones Unidas se conoce. Entonces, hay gente elegible, que conoce nuestro país, con visión, colaborativa, organizada, que puede hacerlo bien y mejor, democráticamente.
Que nuestro país, un día, empiece a saber lo que es vivir en verdadera democracia, sin toda la discriminación arcaica e hipócrita, y sin corrupción. Además, en un mundo actualmente en guerra es absurdo no considerar como la mejor opción empezar a valorar la existencia, diversidad y tranquilidad de los demás.
[1] Únicamente por razón de economía textual es que uso el masculino como artículo neutro, lo que no influye negativamente en mi feminismo igualitarista.
[2] AVVZ (2024). Estado es… Blogspot. En: https://arbolaridadavvz.blogspot.com/2024/07/estado-es.html.
[3] Según el Ministerio de Cultura, en el Perú hay 48 idiomas, y según la constitución política, todos los idiomas que se usan en el país son oficiales (aunque Castillo no era quechuahablante, pero posee la forma de comunicarse de muchísimos peruanos).
[4] El uso convencional es Estado Parte.
[5] Derecho de acceso a la cultura, Derecho a la conservación de la memoria y Derecho a las artes (lo que incluye ciencias y deportes).
[6] Están en YouTube.
[7] La constitución política del Perú expone como preferente la religión católica, aunque en el mismo artículo, segundo párrafo, luego señala que el Estado colabora con otras confesiones (artículo 50).
[8] No es literal. Clausura de reunión de ministros de los sectores mujer y comercio, integrantes de APEC [Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico]. Arequipa. TV PERÚ. YouTube. 2024.
[9] Lo supuestamente ordenado es aquello de facto y que debe ordenar el Tribunal Constitucional.
[10] ONPE (2021). Presentación de Resultados. Segunda Elección Presidencial 2021. El porcentaje de votos representa casi nueve millones de electores. https://resultadoshistorico.onpe.gob.pe/SEP2021/Participacion.
[11] Transcripción no completamente literal de los párrafos extraídos. Elecciones en Perú: el mapa que explica la división del voto entre el "sur antisistema" favorable a Castillo y las ciudades que votaron por Fujimori. BBC News Mundo. 12/4/2021. En: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-57394794#:~:text=Sobre%20estos%20factores%2C%20Castillo%2C%20que,un%20componente%20identitario%20muy%20fuerte%22.
[12] En castellano, por ejemplo, cuando se le pregunta acerca del valor del agua o la tierra a un peruano que utiliza habitualmente otro idioma peruano, la respuesta, en castellano, es que se trata de una persona, sea hermano, hermana, madre o padre. No por gusto hay vasto material académico sobre parentesco en los Andes.
[13] Para esta faceta se puede revisar el libro de Porras Barrenechea, El Periodismo en el Perú (1970).
[14] Presupuesto participativo, revocatoria, rendición de cuentas, transparencia y acceso a la información.
[15] De La Gran Transformación a La Hoja de Ruta.
[16] Social, económica, política, arbitraria e incoherente; esto es considerando experiencias y lecturas clásicas y contemporáneas, así como populares y especializadas.
[17] No es simple colaboración eventual, sino una condición, un estado de ser.
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