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IV: El Carnaval en la cultura, parte I. Masao Yamaguchi

 Si bien este capítulo, escrito hace  cuatro décadas, no tiene herramientas  que ayuden a comprender la carnavalización del poder y su actual relación  con la resistencia popular,  el profesor Yamaguchi se centras en la  dinámica subyacente al carnaval y la risa, a partir de un recuento de las ideas de Mariátegui, del carnaval de Chiapas y las ideas de Julia Kristeva. Algo que ayuda a comprender la popularidad  de la Descarada como parte de la resistencia cultural a la actual dictadura. Con un saludo espacial  los creadores de la alegrara en en Cusco




IV: EL CARNAVAL EN LA CULTURA (primera parte)
 
©Masao Yamaguchi
© de la traducción  Fredy Roncalla (Fredy Roncalla)
 
         No es usual que un pensador socialista escriba acerca de una aspecto de la cultura que involucre el espíritu de la comedia. Una de las excepciones es José Carlos Mariátegui quien aporta con un artículo fascinante sobre Chaplin en la tradición del payaso de la cultura europea. Su libro La novela y la vida (Vol. 4 Obras completas) incluye un ensayo titulado “Motivos el carnaval”.
         El ensayo empieza criticando la tristeza del carnaval limeño. Él dice que “el carnaval, por ejemplo, es una de las mejores ocasiones de asomarse a la psicología y la sociología limeña”. Y pasa a explicarlo de la siguiente manera:
 
         “En los desfiles de carnaval, Lima ensena su alma melancólica,    desganada y apática. La gente circula por la calle con un poco de    automatismo. Su alegría es una alegría sin convicción, tímida, floja,      mediana, que se enciende a ratos para apagarse como avergonzada de       su propio ímpetu. El carnaval adquiere cierta solemnidad municipal, cierto gesto cívico, que cohíbe en las calles el espíritu jaranero de las masas”.
         Como pensador socialista empieza, en primer lugar, a explicar el por qué de la tristeza del carnaval limeño y piensa que ello se debe a la mediocridad del espíritu burgués:
 
         “La fiesta se aburguesó a costa de su carácter. Lo que no es popular    no tiene estilo. La burguesía carece de imaginación creadora: la clase        media -que no es propiamente una clase si no una zona de        transición- mucho más. Entre nosotros, sin cuidarse de la estación ni la        latitud, reemplazaron al carnaval criollo -un poco brutal y grosero, pero   espontaneo, instintivo, veraniego- por un carnaval extranjero, invernal,         para gente acatarrada. El cambio ha asesinado la antigua algarabía de         la fiesta: la alegría nueva, pálida, exigua, no logra aclimatarse”
 
         Él piensa que el espíritu de la fiesta carnavalesca se pierde toda vez que se divorcia de la imaginación popular. Y define como sigue al espíritu popular de la fiesta: “las fiestas populares tienen sus propias leyes biológicas. Estas leyes exigen que las fiestas se nutran de la alegría, la pasión, el instinto del pueblo”. Él insiste en que la fiesta deba llenarse de aquella espontaneidad, improvisación, e inagotable cantidad de imaginación y sorpresa. Por otro lado, aunque denuncia el carnaval de Lima contrastándolo con el europeo, no piensa que el carnaval europeo mantiene su forma original. Dice:
 
         “En Europa, el carnaval declina. El clásico carnaval romano no sobrevive        si no en los veglione (bailes de máscara). Y el de Niza no se si no un       número del programa de diversiones de los extranjeros en la Costa          Azul”
 
         Nos llama la atención que Joan Vigo, cineasta francés hijo de un anarquista español haga una película denunciando la comercialización del carnaval de Niza, con una visión semejante a la de Mariátegui. 
         Mariátegui señala que el carnaval se origina en la cultura pagana anterior al cristianismo:
 
         “Representa una supervivencia pagana que conservaba intactos sus        estímulos en el medioevo cristiano. Era entonces un instante de retorno     a la alegría pagana. Desde que esta alegría regresó a las costumbres, los días del carnaval perdieron su intensidad. No había ya impulsos        reprimidos que explosionaran delirantemente. La bacanal estaba    reincorporada en los usos de la civilización. La civilización la ha   refinado.  Con la música negra llega al paroxismo. El carnaval sobra.       El hombre moderno empieza a encontrarle una faz descompuesta de          cadáver”.
 
         Nos parece que estas son las mejores líneas escritas por un pensador marxista sobre el espíritu de la fiesta. Esto refleja la orientación de los años veinte, plenos de espíritu festivo. Pero más adelante Mariátegui cita líneas de Massimo Botempelli, futurista italiano posteriormente fascista, para reaccionar contra la actitud irónica respecto al carnaval:
 
         “La atracción del carnaval -escribe- está hecha del miedo a la muerte y del asco a la materia. La invención del carnaval es una brujería en que      se mesclan la sensualidad obscena y lo macabro. Tiene su razón de ser         en el uso de la máscara, cuyo origen metafísico es, sin duda alguna,         fálico: la desfiguración de la cara tiende a mostrar a las       muchedumbres humanas como acumulaciones de cabezas pesadas    invocando a Priapo (el dios del libertinaje en la mitología griega). Los        movimientos de estas muchedumbres están animados por ese sentido       de agitación estúpida que es propio de los amontonamientos de        gusanos, en las cavidades viscerales de los cadáveres”
 
         Pese a que están escritas de un modo negativo e irónico, estas líneas pueden ser leídas como un elogio. Esta es la descripción desde el punto de vista de la centralidad de un carnaval situado al margen de la sociedad. Y teniendo en cuenta que en carnaval lo periférico deviene central, se puede tomas esta expresión de la cita como algo positivo.
         El carnaval es un momento en el cual el tiempo detiene su evolución en miras a renovarse.
         Mariátegui sigue discutiendo el problema del carnaval en otro artículo titulado “serpentinas” (Vol. 3, obra completa). Aquí él se centra en el aspecto temporal del carnaval. Y dice que “el carnaval anula el tiempo. Vemos que pudo percibir algunos aspectos semióticos del carnaval, lo que se puede ver cuando él habla del aspecto temporal de esta fiesta: “los disfraces nos enseñan que el pasado no puede resucitar sino carnavalescamente”. Y presta atención al hecho de que el vestido sea un signo que expresa la idea de una determinada época. Por otro lado, el vestido antiguo sólo se invoca a través del filtro de la inversión carnavalesca. Uno no está seguro de cuáles son los niveles potenciales de significación de la vestimenta que sobreviven con los disfraces. Dice:
 
         “La vida no readmite el pasado si no en el carnaval o en la romería.     Únicamente en el carnaval reaparecen todos los trajes del pasado. En       esta restauración festiva, precaria, no suspira ninguna nostalgia: ríe a          carcajadas el presente…Iconoclastas no son, por ende, los hombres; i iconoclasta es la vida”

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