Nacido en “la pequeña Bolivia” en las quintas de Escobar del interior de Buenos Aires, ahora elige a la “otra Rosario”, la de les marrones, como su casa, y desde allí hace literatura entre dos lenguas.
Melina Sánchez
“Si nadie nos nombra todos iremos desapareciendo.”(Sara Uribe)
David Chulque nació en Buenos Aires, en “la pequeña Bolivia” de las quintas de Escobar, se crió en Potosí en la tierra de su madre, y volvió a Argentina a los siete años, para dos trámites inevitables y trascendentes en la vida de cualquier niño, sobre todo de cualquier niño hijo de migrantes: la renovación del DNI y el ingreso a la escuela primaria. Escribe en esa clave, la de la mezcla de la lengua materna y la lengua “vehicular”. El próximo 15 de julio la Editorial Carpe Literario presenta en Rosario la reedición de sus poemarios Caminando al borde y Pitaj Kani.
Rosario es la ciudad que eligió para vivir, donde la identidad se vuelve literatura, y su diversidad se escinde un poco más… es verdulero, cocinero, jugador de fútbol, estudiante de Letras, bailarín, poeta, quechuista… La primera vez, charlamos por espacio de una hora, con varias interferencias técnicas, que lejos de cortar la comunicación, parecen volverla más interesante. La hora se hace corta, quedamos en que hablaremos pronto, otra vez. David tiene múltiples actividades, una de ellas es la de la escritura, escribe desde siempre. De 2010 es su primer libro, Te prohíbo olvidarme. De 2014, Caminando el borde, en donde investiga las historias de la “otra Rosario”, la marginal, y de 2018, Pitaj Kani, en el que se pregunta “¿quién soy?, ambos agotados en el último Festival Internacional de Poesía de Rosario.
Es 2009 cuando por primera vez le muestra a uno de sus amigos, sus poemas. Ese amigo y una clienta de su verdulería le recomiendan que participe en un foro de poetas hispanohablantes de distintas partes del mundo. “Tenía necesidad de escribir, de decir algo, pero no sabía cómo, no conocía la técnica, no sabía qué era un soneto, o un verso…” Cuando decide compartir un poema, recibe una mala crítica, “pero con argumentación”, vuelve a intentarlo, también pasa lo mismo, pero con el poema “Este es mi último intento” un mentor a quien nunca conoció más que como internauta, le dice, finalmente: “acá hay un destello de poeta”… observa que tiene “algo para decir”, y que ahora debe encontrar el cómo… cómo decir tendrá que ver con a quiénes lea. “Para escribir hay que leer. Leer es como escuchar”, le aconseja.
Me cuenta de la reedición de los que fueron sus dos últimos poemarios, “porque hay gente que lo ha escuchado en festivales, o en lecturas, quiere comprar el libro, pero ya no estaba disponible”. No le gustan las presentaciones solemnes, esas donde el poeta está distante del público, entonces había visto un par de centros culturales, pero no le parecían, después lo que pasaba con los bares, es que hay bares que son muy chicos, otros que son muy grandes, entonces encontrar uno a la medida era difícil. Hace poco fue a escuchar un Slam donde leía un amigo y le gustó ese bar, y encontró una banda, y de repente cerró todo, allí será la presentación de sus poemarios.
David estudia Letras en un profesorado de Rosario, le faltan dos materias para recibirse, hace tiempo, pero trabaja mucho y tiene un montón de otras actividades. Aunque cuando habla de la relevancia de la lengua en su vida, su voz se torna la de un especialista, Lewis Carrol, Walter Mignolo… “Nuestra lengua es la primera que escuchamos, la de nuestra madre”, “yo soy quechuista”, lo fue desde su primera infancia, fue perdiendo la lengua materna con la escolarización. La vuelve a buscar ahora, de grande, hay cosas que necesita expresar desde esa lengua familiar, por eso dice que siente que su identidad “es no tanto la de un pueblo, sino la de la una lengua”. Después todo es una búsqueda, una búsqueda, por el intento de “ser cada vez menos hipócrita, de que aquello que se vea es lo que es”.
En 2011 fue invitado a un encuentro de escritores en Córdoba. Lo llamó Graciela Zambrano, una conductora radial de allí, le había llegado su libro “de una manera totalmente random”, su nuera lo había comprado en un viaje y se lo obsequió. Cuando lo invitan al encuentro decide viajar a Córdoba. No esperaba que fuese tan concurrido, una de sus lecturas fue con el anfiteatro lleno. El libro que había escribo por esa época, el primero, era, Te prohíbo olvidarme. Habla un poco del amor, también de la lengua. “Te prohíbo olvidarme” es una frase que se dice a sí mismo.
Entre tantas de sus actividades, entre 2018 y 2019, jugó al fútbol, primero en Yaguaretés, un equipo de fútbol diverso inclusivo, en el que “van contra lo heteronormativo”. Cada año en la liga a la que pertenecen eligen una reina, cada deporte manda a sus candidatos, y sí, Chulque, como le dicen, también salió reina aquella vez que sus compañeres lo enviaron como representante. No sabía quién era RuPaul, nunca lo había visto, y terminó transformándose en drag para aquel evento. Ahora participa en otro equipo con la misma impronta: Chiche FC.
También es embajador de las colectividades, en Rosario hay un grupo que nuclea a miembros referentes de distintos pueblos y colectividades. En una ocasión, la conductora del programa de radio Uniendo fronteras Latinoamérica, representativo de dicho espacio, le preguntó si asistía a las marchas de la comunidad LGBTIQ+, David contestó que no, y a partir de allí se cuestionó “sobre su privilegio”. Él había salido del closet hacía unos años, en su familia, que son sus dos hermanas, y la familia extendida de Escobar, “estaba todo bien”, pero había una cosa implícita que tenía que ver con que “estaba todo bien” mientras no sea tan visible. A eso él lo llama “su privilegio”, miró a su alrededor, su entorno era en general heterosexual. No cree ser representante de nada ni de nadie. De lo que David Chulque habla es de su experiencia, de sus experiencias, de esas interseccionales experiencias. “yo caigo en todas las subalternidades, soy puto, soy huérfano, soy indígena…” Desde esa interseccionalidad es desde donde busca, está en una búsqueda, está reencontrándose con esa lengua de la primera infancia, está encontrándose con otres cuyas existencias le ayudan a reflexionar sobre la suya propia. Por ejemplo, acerca, del ser hijo de migrantes, me cuenta sobre su trabajo con les jóvenes de la colectividad qom de Rosario, el trabajo sobre la-s identidad-es de esas “terceras o cuartas generaciones en la migración”, que no son del lugar de donde vienen sus abuelos o sus padres, pero tampoco son del todo de ese lugar donde nacieron. “Quizás nuestra labor es ser puentes”, reflexiona. Me cuenta que Caminando el borde, su libro de 2014, editado por la editorial entrerriana Reloj de arena, es sobre la otra Rosario, la del alcohol, la de las drogas, en esa Rosario se encontró con les jóvenes de otro pueblo indígena, el pueblo qom, distinto al pueblo quechua de donde él viene, pero con realidades parecidas.
-¿En tu familia, qué onda con tu identidad diversa?
Su familia está compuesta por sus dos hermanas y por sus primos y tíos que viven en Escobar, zona norte del conurbano bonaerense, allí donde se encuentra esa que llama la “pequeña Bolivia”, donde él nació, otra Buenos Aires también, dentro de Buenos Aires. Sus primos, evangelistas, miran mal el matrimonio igualitario y más aun la adopción de hijes por parte de un matrimonio igualitario. Él no responde a eso, más que con su existencia, siendo coherente con lo que piensa y con lo que cree. Sus familiares lo siguen en redes. Una de sus sobrinas había ido a estudiar a Rosario por un tiempo, y le agradeció por mostrarle que se podía vivir y ver las cosas de otra manera. “Lo más conservador de la colectividad está allí”, en Escobar, uno de los grupos más importantes en Buenos Aires, quizás en Argentina dentro de la colectividad boliviana. Las quintas de Escobar, sí son una “pequeña Bolivia” dentro de Buenos Aires. Aunque vio el bulliyng de chico en la escuela, y vio sufrirlo a sus primos, cuenta que siempre se sintió con la capacidad lingüística de revertir esas malas intenciones de quienes quisieran tratarlo mal. Si lo llamaban, por ejemplo: “Bolita”, él decía, “sí, soy de Bolivia, y mi abuelo era indio, y peleó en la Guerra del Chaco –aunque no supiera en ese momento qué era el Chaco, o cuál había sido esa guerra-, y se transformaba en narrador que les contaba a los agresores, cómo se vestía su abuelo, o que la bruja del ayllu era su abuela… aunque el abuelo en realidad se vistiera igual que cualquier señor, y él estuviese más bien describiendo a Toro Sentado o a algún indio por el estilo que recordaba haber visto en la televisión. Deshabilitar la agresión, responder con palabras, no con nuevas agresiones, desarmar al agresor, esquivarlo, sin querer, o queriendo, el poeta David Chulque me cuenta un juego del lenguaje que utilizaba desde chiquito, para defenderse del enemigo.
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https://www.youtube.com/watch?v=B2P8NOElNRMc
Obra publicada:
2010- Te prohíbo olvidarme
2014- Caminando al borde
2018- Pitaj Kani
Preparando la presentación de la reedición de Caminando al borde (2014) y Pitaj Kani (2018), ya en preventa, para el próximo 15 de julio.
Escribiendo su cuarto poemario: Retablos
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Compartimos aquí algunos poemas del autor
Chunkatawayniuj
La tarde ya agoniza en el parque
que va poblándose de ausencias
y cubriéndose de soledades.
Las luces de neón iluminan lo más que pueden
pero casi todo es sombra, todos son sombras.
Un grupo de niños juega a la pelota.
Una pareja
bajo una farola
se besa apasionadamente
y debajo de un árbol
amparado por la oscuridad de las sombras
y en la glorieta del rosedal
donde la luz no llega, dos hombres
se masturban viendo sus soledades. ( de Caminando el borde.)
Yo no escribo para mostrarte lo que siento
sino para que lo sientas
no me mires así
quiero ser esa huella que no se ve
pero que está
calarme en vos
saberme vivo en tu olvido
cicatriz que el tiempo no borra.
No me mires así
quiero ser el renglón blanco
al que te enfrentas
y no un garabato perfectamente trazado
que no dice nada
que no contiene nada pero gusta.
A gustarte prefiero dolerte
lo que gusta pronto se olvida
en cambio, casi, nunca lo que duele. ( de Caminando el borde.)
Viento de la ladera, no me lleves
soy espinita de una flor cualquiera
dejando mi tierra
solo me espera la muerte.
No me susurres
no puedo quererte
muchachito, solo quieres jugar
no puedo dejar mi río
para volar con vos
a dónde, con quiénes
ya no mires.
El carnaval ya está llegando
también la lluvia
cuando todo termine
vos te irás
entonces
a mí
me llegará el frío.
Wintu wayra, mana apawaychu
mayqin t´ika khiskita kani
jallp´ayta sakispa
wañuyllayña suyawan.
Mana chhijchiwaychu
mana munakuykita atinichu
lloqhallitu, pujllallayta munashanki
mana mayuyta saqiyta munanichu
kanwan phawarinaypaj
maiman, pikunawan
mana qhawawayñachu.
Carnaval chamushanña
chamushanña para
tukuy tukujtin
kan ripukunkanki
chantaqa
ñuqaman
chiri chamuwanka. (“Tawa”, de Pitaj Kani)
Al bajar del camión al Tambo
Palca de Flores, recordé tu aroma
a habas uchu y picante de pollo
y la lawita de todos los días.
Doncito, sírvase un platito
que muy sabroso siempre está.
Doncito, tómese un vasito de chicha
que muy fresca y tiernita está.
En ese entonces todo me era grande
todo era demasiado, el ruido, el amor
la gente llenaba los vacíos que hoy encuentro
y allí estaba mi abuela y yo sentado a su lado.
No entendía al mundo pero era feliz
no sabía diferenciar dolor de amor
para mí todo era igual si había un beso al final
si lloraba en el río y llegaba riendo a casa.
Palca de Flores te recuerdo y te olvido por tu picor.
Pero nunca podré alejarme
porque en ti habita
el niño que nunca quiero olvidar. (De Pitaj Kani.)
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